Capitulo Dieciocho
Siento el cuerpo de Dominick tensarse. Le agarro la mano y doy pequeños círculos con mi pulgar en el dorso de su mano.
— ¿Son felices? —cuestiona Bill con la voz débil.
Ambas asienten.
—Entonces todo está bien—dice duramente—. Apúrense que quiero ver esa estúpida película—dice caminando y sentándose en el suelo frente al televisor.
Todos se relajan como si nada hubiera pasado. Niego con la cabeza sorprendida de como estos chicos aligeran el ambiente en un dos por tres. Empiezo a cuestionarme si es por la sangre que llevan o es porque son liberales. Una Yoona tan sonriente que por poco se le desaparecen los ojos, se acerca a mí.
—Gracias, lo han tomado muy bien. Y nosotras nos sentimos como si nos hubiesen quitado un peso de encima.
—Eso es muy bueno—digo alegre.
A las 4 de la madrugada, después de una maratón de Harry Potter, nos dispusimos a descansar un par de horas antes de que amanezca. Todo el mundo con paso soñoliento se dirigía a sus habitaciones. Dominick y yo hicimos lo mismo.
Al llegar, me tiré a la cama como un saco. Cierro los ojos dejándome llevar por el cansancio. Siento que me quitan las zapatillas
—Dicen por ahí que los pies se te hinchan si no te quitas las zapatillas—escucho a Dominick.
— ¿No quieres a Pie Grande de novia? —sonrío con los ojos cerrados.
—No. Quiero a Antonella Wright. Para siempre.
Abro los ojos y lo veo suspendido encima de mí. Me besa la punta de la nariz con ternura. Miro sus ojos, sus pómulos, su nariz, su provocativa boca.
—Eres irresistible—le digo riendo.
Lo agarro de la nuca y lo atraigo hacia mí. Hago chocar nuestros labios, saboreo sus labios, y mi lengua saborea su paladar. Él lanza un gemido casi imperceptible. Lo rodeo con mis piernas sin dejar de besarlo. Él se separa un poco para coger aire.
—Y tú incorregible—toca con su dedo índice la punta de mi nariz—. Te quiero Antonella Wright. Te adoro. Jamás dejaría que te pase algo.
Coloco mi dedo índice en sus labios acallándolo. Me mira expectante.
Toda mi vida le he temido a la palabra te quiero. Más aún a la palabra que empieza con a. Cuando tenía que decírsela a alguien, y digamos que solo he salido con un par de muchachos anteriormente, pues casi me atragantaba con mi propia lengua. Pero esto es diferente. Jamás creí que existía alguien en el mundo que quisiera tanto como para que lo convierta en mi mundo. Ahora sé cómo se siente. Y es espectacular. No existen las mariposas en el estómago. O mejor dicho, no son solo mariposas. Hay todo un zoológico ahí dentro.
—Te quiero Dominick Pearson—digo susurrando—. Te quiero.
— ¿Para? —me mira sorprendido.
—Para mí—concluyo.
Cae encima de mí, cogiéndome la cintura y rodando sobre sí. Me siento a horcadas sobre él y lo beso. El cansancio de mi cuerpo se había esfumado como vapor. La noche iba a ser muy larga.
***
—Salgamos un momento—ruego.
Trato de convencer a Renzo de salir a comprar cosas. Le he prometido cubrirme todo lo posible con ropa. Él se ha negado
rotundamente pero está comenzando a ceder. Con Dominick hubiese sido imposible.
—Si te pasa algo, Dom me colgaría de las pelotas—dice estremeciéndose.
—No me pasará nada. Mira, es tonto que me tengan aquí. Faltan tres semanas para mi cumpleaños—lo persuado—. Por favor—digo agitando las pestañas y bajando las comisuras de mi boca.
Es cierto, tiene diecisiete años, pero su comportamiento es casi como un niño de diez. Persuasible e irresponsable. Y adorable.
—Vale—gruñe accediendo. Doy saltitos de alegría y lo abrazo muy fuerte. Me palmea la espalda—. Ann me ahorcas—dice ahogadamente. Lo suelto y doy vueltas con alegría. Por fin saldré a la calle en casi dos semanas. Por dios, es fantástico—. Si Dominick pregunta, tú eres la mala. La diabla, ¿okay?
—Todo lo que tú digas.
—Iré por mi gorra entonces—dice saliendo de la habitación.
Subo a la habitación en busca de mi mochila. La noche en que me “secuestraron” junto con April, lo tenían todo calculado. Dominick me había contado que habían visitado un par de veces mi casa sacando ropa y cosas de primera necesidad. Me pregunto porqué no me habré dado cuenta de la desaparición de algunas prendas en mi armario.
Abro mi mochila y empiezo a buscar alguna gorrita de lana y una bufanda. El frío de afuera ayuda a que pueda utilizar estas prendas sin que la gente me mire extraño. Salgo disparada hacia la sala de estar para esperar a Renzo.
Después de unos minutos, lo veo caminar con pasos cortos y lentos. Su gorra le cubre algo de su cara, pero sus inconfundibles rizos se escapan por los costados.
—Tengo ganas de ver G.I Joe. Tengo el DVD por aquí—dice acercándose al cajón donde guardamos los pocos discos de películas que tenemos. Sonrío y lo cojo del brazo.
—Mientras más nos demoremos en salir, más tardaremos en regresar.
—No quiero hacer esto—susurra nervioso.
—Estará bien—lo tranquilizo—. En serio.
—Exactamente ¿Qué diablos quieres hacer?
—Solo quiero tomar luz del día.
—Me estoy arriesgando a perder mis bolas, solo porque la niña caprichosa quiere luz—bufa.
Salimos de la casa en silencio. Al llegar a la acera, me di cuenta que había olvidado un insignificante detalle.
—Dime que tienes auto—murmuro.
—La suerte está de nuestro favor—ríe.
Caminamos unos metros, y encontramos escondido un coche negro. Un Touring. Abro los ojos y suelto su brazo.
— ¿Éste es tu coche? ¿El de Bill no es igual? —pregunto.
—Todos tenemos coches iguales. El Jefe nos lo regala.
—Oh.
Subimos en silencio, y él arranca el auto.
Una hora y media después, teníamos ropa, DVD’s y juegos de mesa. Todo comprado en el mall. Nos habíamos divertido muchísimo. Incluso a Renzo se le olvidó toda preocupación.
Suena el timbre de un móvil y frunzo el ceño. Renzo lo saca de su bolsillo y contesta. Inmediatamente el color de su cara escapa dejándolo con un color cenizo enfermizo.
— ¿Qué pasó? —articulo.
Niega con la cabeza. Entonces me agarra del brazo fuertemente mientras avanza a paso apresurado hacia donde dejamos el auto. Guarda el móvil, abre la puerta y me lanza dentro con fuerza.
Trato de no entrar en la cueva de la histeria. Me siento erguida y abrocho mi cinturón.
—Me va a matar—dice entrando al auto.
— ¿Quién?
— ¿QUIÉN ME MATARÍA POR DEJARTE SALIR, ANTONELLA? ¿QUIÉN? —grita histérico. Golpea el timón con desesperación y pisa el acelerador. La inercia me lanza hacia atrás.
—No dejaré que te haga nada—murmuro con decisión.
—Cállate, Antonella. Él tiene razón. Está furioso. No me sorprendería que me eche fuera—muerde sus labios y veo en sus ojos el brillo que ocasionan las lágrimas.
El resto del trayecto fue silencioso e incómodo. No sabía cómo idear un plan en donde Renzo no estuviese involucrado.
Al llegar, Dominick salió de la casa a toda prisa y lo agarro de la camisa, alzándolo unos centímetros del suelo. Renzo lo empuja con fuerza y se arregla la ropa.
—Dom—digo sorprendida—. Estoy bien.
— ¿Por qué te gusta ponerte en riesgo, Antonella? Todo el maldito mundo está aquí para protegerte, y tú solo te vas con un idiota que no sabe dónde está parado. Has tenido suerte. Lo han podido matar para llevarte, ¿entiendes? Ahora no solo eres tú. SOMOS TODOS—grita furioso.
Trago saliva audiblemente y me quedo en silencio.
—Entremos a la casa—dice apretando los dientes.
Renzo se apresura a entrar sin lanzarme si quiera una mirada.
—Dominick, yo convencí a Renzo.
—Pues eres una inconsciente—responde.
—Estar encerrada me estaba volviendo loca. Me moría por salir—digo alzando la voz.
—Y yo me moriría para que tú vivieras—bufa—. Que irónico.
Entramos juntos a la casa. Todo el mundo está en la sala d estar. La mayoría me ve con resentimiento, excepto April.
— ¿En qué diablos pensabas? —dice ella acercándose a mí y abrazándome.
—Estoy bien—le aseguro—. Están exagerando.
—Han podido matar a mi hermano—dice Yoona.
—Lo siento mucho, no volverá a pasar—murmuro.
—Rebeldes dentro de rebeldes—dice Jeremy—. Que divertido.
Todos reímos. Después de un buen rato, subo a mi habitación. Mi cuerpo estaba tan o más agotado que mi mente. Después de asearme, me acosté y me quedé dormida casi instantáneamente.
***
Escucho gritos, ruidos y personas corriendo. Me levanto de la cama, sin alcanzar a ponerme zapatos y salgo al pasillo. Veo a April correr hacia la habitación de los chicos.
— ¿Qué sucedió?
—No lo sé—niega con la cabeza—. Acabamos de escuchar a Jack gritar como desquiciado.
Salgo y vamos juntas al pequeño dormitorio que está atestado de gente. Yoona llora y gime escondiendo su cara en el cuello de Evelyn, que la abraza y llora silenciosamente. Jack y Jeremy tienen los ojos rojos, los dos parados y apoyados contra la pared de la estrecha habitación. Camino y llego junto a Dominick y lo miro a la cara. Su cara está roja, y de sus ojos se desprenden lágrimas que recorren y humedecen sus mejillas. Sigo el trayecto de su mirada y lo que veo me sorprende.
La cama de Renzo está manchada de sangre por todas partes. Su cuerpo está tendido sobre las sábanas ensangrentadas, con tres finos cuchillos de plata, que tienen una pequeña insignia en su mango, están clavados de manera brutal.
El primero en su cuello.
El segundo en el centro de su pecho.
Y el tercero en donde se ubica la boca de su estómago.
Formando una línea perfecta. En los alrededores del cuerpo encuentro las gotas de sangre salpicadas.
Mi sollozo se convierte en un grito de dolor incontrolable. Me lanzo sobre el cuerpo inerte de Renzo, llorando descontroladamente. Experimento un nuevo dolor que sacude mi cuerpo, desgarrando mi pecho, mi garganta. Mi espíritu. Su sangre se pegotea en mis ropas de dormir, en mi cara, en mi cabello. Pero no me importa. Mi dulce y tierno amigo ha muerto por mi culpa.
Detrás de mi escucho que todos se han soltado en llantos incontrolables. Escucho a Evelyn y a April sollozar. Yoona se lanza sobre los pies de su hermano, gimiendo de dolor. Lo besa llorando y murmurando cosas indescifrables. Sube a la cama a gatas y se acuesta a lado de su hermano.
—Renzo—apremia—, levántate—sacude el cuerpo en medio de sollozos—. Por favor. Dime que esto es una más de tus bromas. ¡HERMANITO! —grita agarrando su cara, tratando de despertarlo—. RENZO, POR FAVOR NO ME DEJES—grita aún más fuerte.
La escena es tan desgarradora que me levanto y suelto el cuerpo de Renzo en medio de sollozos. Abrazo a Dominick quién llora y me rodea con sus brazos. Los gritos de Yoona se escuchan por toda la casa, haciéndome temblar.
Después de minutos que parecen eternos, Yoona deja de gritar. Solo se escuchan sus pequeños sollozos y gemidos ahogados por el cuerpo d su hermano, n el que apoya la cara.
Mis sollozos han cesado. Solo lágrimas silenciosas recorren mis mejillas. Sorbo por la nariz y me separo de un Dominick en shock, como de piedra, mirando al cuerpo de Renzo con la mirada vacía.
Me acerco temblando al cadáver y acerco mi mano al mango del cuchillo que está clavado en su garganta. Creo que es el lugar más salvaje. Lo agarro y siento como la quemazón se extiende por mi mano y el ardor empieza a recorrer todo mi brazo. Lanzo un pequeño
grito de dolor. Inmediatamente veo a Dominick acercarse a mí y alzarme la mano. Lo que veo me deja sin aliento. La palma entera está en carne viva, como si estuviese ardiendo por dentro. No sangra, solo se ve como si estuviese hirviendo mi propia carne.
—Traigan agua—ruge Dominick.
April se acerca corriendo con un botiquín y un recipiente de agua. Ella y Dominick me limpian la herida, la desinfectan y me la vendan.
Frunzo el ceño y acerco la mano a mi pecho la protegerla. El ardor reclama mi atención, pero no le hago mucho caso. Me siento con suavidad en las camas ensangrentadas a la altura de las manos de Renzo que están ubicadas hacia abajo. Las volteo y observo sus manos en carne viva. La piel alrededor está pálida, pero al fijarme bien veo que los bordes de la herida están amarillentos.
Yoona está inmóvil con la cara escondida en el cuerpo de su hermano. Observo el mango del cuchillo. Es un pequeño escudo con una línea recta. En los extremos hay una especie de picos filudos.
- «Como una lanza de doble ataque.»
—Un arma de doble filo—concluyo en voz alta mirando a Dominick.
Él asiente.
—Es el símbolo de los Kracks. Somos un arma de doble filo—explica—. Han sido ellos—aclara—, han matado a Renzo. Significa que saben dónde estamos.
— ¿Pero cómo? —pregunta April desconcertada.
—No lo sabemos—dice Bill en un susurro.
—Miren sus manos—indico el cadáver—, tienen heridas en toda la palma. Trató de defenderse—digo—. Él los vio.
Escuchamos a Yoona soltar el aliento.
—Tiene moretones—dice entrecortadamente, mientras busca dentro de la camisa de su hermano—. Muy grandes, creo. No alcanzo a ver. Mi hermano ha luchado.
Asiento y salgo de la habitación corriendo, tratando de dejar todo atrás y creer que es una pesadilla horrenda.
Entro a mi habitación y doy un portazo. Empiezo a temblar y llorar descontroladamente mientras miro mis ropas, mis manos llenas de sangre. Toco mi cabello con la mano que tengo sana y lo encuentro pegajoso. La sangre de mi amigo está en todo mi cuerpo y muerdo mis labios tratando de controlar la histeria que amenaza con apoderarse de mí.
Me siento en la cama y paso la mano sana por mi cara en un gesto de desesperación. No podía creer que Renzo estaba muerto. Mi dulce, pequeño, tierno e infantil amigo. Todo por mi culpa. Ellos sabían que él me protegía. Esos malditos demonios andantes sabían dónde estaban todos. Estaba poniendo en peligro a todos. Me habían quitado al más bromista de mis amigos. Renzo estaba muerto por mi culpa.
Una nueva ola de llanto sacude mi cuerpo. La puerta se abre y alguien entra.
—Lo siento tanto, Ann—dice Dominick—. Sé que él se había convertido como en un hermano para ti.
—Se murió por mi culpa—murmuro.
Me levanta la cara sujetando mi barbilla y alzándola.
—No, no ha sido tu culpa.
—Todos corren peligro ahora—me pongo de pie completamente alterada—. TODO PORQUE ESTÁN PROTEGIENDOME. NO LO MEREZCO, DEMONIOS. SI ALGO MALO LE PASA A ALGUIEN MÁS—niego con la cabeza—, NO LO PODRÍA SOPORTAR.
Dominick me jala y me rodea con sus brazos. Escondo mi cara en el hueco de su cuello y ambos nos dejamos llevar por el dolor.
—Mantente fuerte—susurra—. Si todos mantenemos la compostura, podremos estar bien.
Asiento con dificultad.
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