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두. 🌻



—¿Hablas enserio? —preguntó ahogando un pequeño grito de emoción—¡¿Todo el fin de semana?!

Varios estudiantes de la biblioteca se quedaron observándolos malhumorados. Y no podían culparlos, este era un espacio de estudio, de concentración máxima, y su amiga era más ruidosa que una canción de Madonna. Además, no estaban estudiando ni un carajo. ¿Qué rayos hacían ahí?

—Si, regresan el lunes por la noche —respondió desinteresado mientras continuaba con su lectura—Al parecer es una cena de trabajo y ya sabes...van juntos aparentando algo que ya no son.

Soltó con fastidio al recordar ese hecho. Sus padres se habían divorciado hacía un año y medio, si la cuenta no le fallaba. Sin embargo, cuando eres una persona de sociedad, tú imagen es lo que más importa.

—¡¿Por que no lo dijiste antes?!—exclamo sonriente ganándose un siseo para silenciarle—Hagamos una fiesta entonces —susurró apenada soltándole un golpe en el brazo.

—¡Auch! Eso dolió—le reclamó sobándose la parte golpeada—¡No haré una fiesta mientras mis padres están de viaje! ¡Estas loca!

—Vamos Jeon, no seas aburrido, tu casa es gigantesca.

El pelo negro negó repetidas veces y regresó la vista a su libro. No debía caer, necesitaba mantener su postura.

—Jimin seguramente irá —soltó mientras le quitaba ese.

Bien. Con ese tipo de chantajes era difícil mantenerla.

—¡Oh no! No me mires así—se quejó. Su amiga sabía perfectamente que no podía negarse a esa mirada de perrito regañado.

—Tú, mejor que nadie, sabe perfectamente, que el no se pierde ninguna de esas fiestas.

Irene poseía la cara de un angelito, pero ella podía ser el mismísimo demonio en persona.

—¿Qué tramas? —la miró con los ojos entrecerrados.

Sabía que él tenía las de perder, no podía negarle nada a ella.

—Todo puede pasar —junto sus dos manos suplicante —Por favor, por favor, tu padres no tienen porque enterarse y Yugyeom estará fascinado.


La música resonaba por cada rincón de la gran casa, la cual estaba decorada con luces neón ridículamente cegadoras, su amiga había insistido tanto en colocarlas que al final terminó aceptando, (otra vez). Comenzaba a quedarse ciego, sordo y sin espacio en la casa, pues cada vez llegaban más y más personas, comenzaba a fastidiarle a más no poder el ruido. No lograría obtener tranquilidad durante toda la bendita noche.

—¡¿Te estás divirtiendo Kookie?!—preguntó Irene gritando a su lado para poder ser escuchada.

Comenzaba a estar ebria. Lo sabía. Y eso no era nada bueno.

—¡No puedo creer que me convencieras de hacer esto! —exclamó enfadado—No conozco ni a la mitad de ésta gente.

De hecho. No conocía a nadie.

—Lo que pasa es que tú, mi amigo —le apuntó con su dedo índice —Eres un completo sociopata, amargado antisocial.

—¡¿Y donde demonios se metió Kim?!—soltó buscándole con la mirada entre toda la manifestación de adolescentes hipócritas e inmaduros.

—En alguna parte, con alguna chica, no lo sé—se limitó a decir restándole importancia a todo.

¡A todo!

—Recuérdame porque somos amigos.

—Porque no puedes vivir sin mi—respondió abrazándolo por los hombros haciendo que bajara a su altura—Me amas, lo sé y no puedes negarlo.

Tenía un muy buen punto a su favor.

—Cómo sea, me voy a mi habitación —le dijo de mala manera separándose—¡Qué no toquen nada! Si no, te haré responsable de los daños —le advirtió antes de subir por las escaleras hasta su lugar preferido en todo el mundo.

Su cuarto.

Por otro lado, la fiesta no iba absolutamente nada bien, Jimin ni siquiera sabía quien era aquel que había organizado la bendita celebración. Las personas bailaban con unos extraños movimientos, canciones que en la vida había escuchado y que por supuesto no lo volvería a hacer, otros jugaban, bebían, algunos solo estaban ahí para buscar una noche de aventura, un ligue pasajero. Más sin embargo, él se encontraba absolutamente solo, sin su presencia.
Llevaba unas cuantas copas de más por culpa suya.

—Dame algo fuerte —le pidió al chico detrás de la barra, pero antes de que pudiera servir, le quitó la botella y la empinó hasta su boca.

Eso raspaba, le quemaba la garganta.

El chico empezó a andar a no se dónde, quizá necesitaba un baño, para vomitar. Estaba tan borracho que no podía ni subir las escaleras. Con dificultad, pudo llegar a la planta de arriba y abrió la primera puerta que vio.

Un chico y una chica desnudos.

—Está no es —cerró apresurado. Era lo que menos quería ver en este momento, las ganas de vomitar se volverían más fuertes.

Abrió la segunda puerta. Vacía.

—Maldición, un baño. Está casa es maldita mente grande—abrió la tercer puerta.

Su vista estaba clavada en "Amigo imaginario" de Stephen Chbosky, uno de sus libros favoritos, y aunque la música aún era demasiado fuerte, se lograba disimular por la puerta cerrada y los audífonos para disminuir los sonidos que siempre llevaba puestos. Tranquilo y relajado, claramente logró escuchar cómo la madera de la puerta rechinaba y se abría de repente.

—¿No les enseñaron a tocar?—cuestiono levantando la mirada molesto, y automáticamente sus ojos se toparon con los suyos.

Su corazón de condominio se volvió inestable de pronto cuando vio esa cabellera plateada asomándose. ¿Por qué de todos lo estudiantes que pudieron haber entrado a su habitación, tenía que ser justo el? Demasiada casualidad para el gusto de cualquiera.
Ambos chicos se quedaron mirando fijamente. Quizá solo fueron segundos, que se sintieron como infinidades.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó una vez pudo recuperar su voz mientras se incorporaba en la cama y dejaba el libro sobre la cama.

»Especialmente tú«

—¿Es tu habitación? —preguntó sonriente mientras se adentraba a ella con curiosidad.

Jungkook observo cada uno de sus movimientos con detalle, su pelo plateado despeinado, la ropa algo desacomodada y la botella de Bacardi. ¡Maldita sea! Irene había abierto la barra de bebidas, su padre iba a matarlo. Conforme sus ojos lo seguían, pudo percatarse de que algo no estaba bien con el, al caminar no podía evitar no balancearse.

Park Jimin estaba borracho.

Comenzó a recorrer la habitación con interés, admirando cada mísero detalle, pero al hacerlo choco con la esquina del buro, y antes de que lograra caer, Jungkook logró sostenerlo para evitar que se hiciera daño. Era la primera vez que lo tenía tan cerca, y no pudo evitar no estar nervioso.

—No debiste tomar, si no tienes buena resistencia al alcohol.

—Está es tu fiesta, pero estas encerrado aquí —dijo parándose correctamente.

El pelo negro se incorporó dejando escapar un suspiro para aliviar la tensión.

—No me gustan las fiestas, sólo la hice porque una amiga me lo pidió —respondió serio.

—Qué aburrido eres —rió burlándose básicamente de él

¡En su cara!

—Y tú, el peor bebedor que he conocido—Contraatacó.

—Oye, tú... —entonces paró en seco su frase.

El otro lo miró extrañado. De la nada comenzó a hacer un ruido extraño con su garganta, se llevó la mano a la boca. Y ahí lo comprendió.

¡NO!

—En la alfombra no —expresó comenzando a buscar algo para darle mirando hacia todas partes hasta toparse con un zapato, apresuradamente lo tomó para brindárselo.

Y ahí deposito todo aquel desecho que su cuerpo no soporto.

—¡Ah!, gracias —espetó más aliviado devolviendo el zapato estampándolo contra su pecho, el líquido era asquerosamente caliente y de un color extraño.

—Qué lindo...

—No vuelvas a usar eso en tu vida —recomendó tomando asiento en la orilla de la cama.

—Ten eso por seguro.

Ahora tenía un zapato sin par.

Algo incómodo, dejó el calzado en el suelo y se volvió a mirarlo. Jeon no supo con exactitud cuánto tiempo se lo quedó observándole así, tan fijamente.

—¿Soy tan guapo? —cuestiono devolviendo la mirada divertido.

Tal pregunta lo tomó por sorpresa, automáticamente su cabeza comenzó a pensar en una buena respuesta.

¿Qué si era guapo? ¡Puff! Su cara parecía haber sido tallada por los mismos ángeles.

—Mmm....

—No tienes que responder a eso Jungkook. Solo bromeó

—¿Tú como sabes que mi nom...

—Eres Jungkook, el que dice que si todos los lunes—interrumpió obvio.

—¿Incluso los de tercer año saben eso? —preguntó tomando su nuca avergonzado, eso era demasiado embarazoso.

—De hecho me enteré hace poco.

Un silencio invadió el espacio y los envolvió cuan manta, el tiempo continúo pasando, bien sabemos que este no se detiene.

—Roseanne me dejó —soltó de repente y Jeon logró notar la melancolía en su voz.

Lo miró sorprendido. ¡La pelirroja!
«¿Cómo pudo dejar ir a este chico?» Se preguntó.

—No tienes que decir nada, lo sé —continúo dejando escapar un lamento—Soy patético.

—Yo no dije nada. No soy nadie para juzgarte.

—Se largo apenas tuvo la oportunidad—rió amargamente—Bueno... —de pronto se torno serio—Terminaría con ella después de todos modos supongo, nuestra relación nunca funcionó—mencionó llevando la botella a su boca.

Jeon interpuso su mano entre la boquilla y sus labios, impidiendo que diera ese trago. Si no había funcionado, y decía no importarle...¿Entonces porque se le podía observar triste?

—Creo que ya has tomado suficiente —dijo quitándole el recipiente y tomó asiento al lado suyo —Mira, a veces las personas que nos gustan, no gustan de nosotros.

Como si eso fuese a brindarle consuelo. ¡Por amor de Buda!

—¿A sí?. Ahora conozco el sentimiento.

El contrario soltó un risa irónica.

—Yo lo conozco mejor que nadie —susurro—Descuida, ya llegará alguien que te apreciará, sólo deja que el destino cumpla con su trabajo.

—¿Destino? —le miró confundido, escéptico e incrédulo—¿Crees en el destino?

—Bueno, definitivamente no existe la casualidad, mucho menos las coincidencias—contestó llevando su vista al frente—Yo creo... —luego lo miró de vuelta —Qué ella no era para ti.

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