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9.

—Te dije que no es necesario —comentó por décima vez, hastiado. JeongGuk estaba delante suyo, buscando con su mirada prendas de ropa que le quedaran bien, sin hacerle caso. YoonGi le seguía desde atrás con una mueca de desdén, odiaba mantener en sus manos bolsas y bolsas llenas de ropa que hacían entumecer sus articulaciones. El castaño tomó un pantalón de cuero, volteándose donde se encontraba para ponerlo cerca de sus piernas, revisando si le quedaba. YoonGi bufó—. JeongGuk, vámonos ya.

—No, todavía no tienes suficiente ropa. Además, necesitamos los zapatos y esas cosas. Vamos a ir a cortarte todo ese cabello que tienes en malas condiciones y buscaremos luego algo de comer.

YoonGi quiso dejarse caer del cansancio cuando escuchó todo el plan que el menor tenía para ese día porque era terrible. Se habían despertado temprano a petición del alfa, quien le había movido con alegría antes de decirle que iban a salir y a eso de las nueve se habían ido del hotel para irse al centro comercial ya que según el menor, él no tenía ropa ninguna además de dos harapos en su casa. La mantendrían en bolsas hasta la llegada a su hogar para ponerla en el armario. Pero como tal, a él no le gustaba en nada esa idea  porque le gastaba energía sin siquiera saberlo.

—JeongGuk, en serio, luego podemos hacer esto.

—¿Tienes entonces alguna idea de qué podríamos hacer hoy? Claro, además de ir a la playa como esa costumbre que tienes —informó, siguiendo con su vista lo que mejor le podría quedar al omega. Entonces tomó un abrigo marrón que parecía ser bastante bueno para tiempos de frío y lo dejó en el carro sin siquiera ver el precio.

YoonGi chasqueó la lengua, indignado.

—¿Tienes algún problema con mi costumbre de ir a la playa?

—No, claro que no —dijo rápido, algo nervioso pensando que había dicho algo malo por la cara del otro—. Pero hay cosas que podemos hacer y que no sean ir a la playa a sentarnos y tomarnos unas margaritas.

—Dime algo diferente tú si tanto quieres cambiar.

—¿Te gusta el golf?

—Es... lento —admitió luego de echarse par de segundos pensando sobre qué decirle sobre su propuesta—. Además, en ese deporte hay que pelear mucho con la naturaleza. El viento, si llueve, el calor. Hay pros, y hay contras. Prefiero no pensar mucho sobre eso.

—¿Los bolos?

—No, gracias. Fui hace años cuando era pequeño. De tanto que me enojé porque todos los bolos se iban por el caño, tiré uno y rompió un televisor. No me dejaron volver por lo que ha restado de mi vida. Todavía recuerdo la cara de enojo del dueño, y ha sido el único alfa regular que le he temido cuando me miró.

JeongGuk se giró, sorprendido. Le habían comentado que era normal que los Alfas regulares no lograran intimidar a ese tipo de omega (el que era su esposo) así que se sintió un tanto aliviado de que hubiese alguien que le pusiera los pelos de punta porque a diferencia del pálido, él siempre se asustaba de todo. Así no se sentía tan idiota.

—Deja ver... Creo que leí que había un acuario cerca —titubeó, mirándolo—. ¿Te gustaría o prefieres ir al cine?

—Nunca he ido a un acuario, creo que está bien —sonrió de la nada al mirarle, haciendo que las mejillas de JeongGuk tomaran color. Su mirada se apartó con brusquedad, sintiendo que de repente su corazón apretaba las costillas y los pulmones. YoonGi dejó de sonreír y se extrañó al ver que el alfa apretaba su mano contra su pecho—. ¿JeongGuk? ¿Estás bien? ¿Te duele algo?

Este le observó, para segundos luego negar con una sonrisa nerviosa. Con rapidez empezó a caminar para cualquier lado, provocando que el omega con fastidio tuviese que seguirlo. Se mantuvieron otra hora en la misma tienda hasta que el carrito estuvo hasta por la mitad y se acercaron a la mujer que estaba en la caja. Esta se espantó un poco al ver toda la ropa, pero empezó a aceptarla cuando JeongGuk la ponía en montículos para pagar.

—Buenos días, señor. ¿Tiene la tarjeta de la tienda?

—Ah, no —respondió JeongGuk, siguiendo con su labor de poner la ropa cerca de la muchacha. YoonGi dejó las bolsas en el piso, suspirando del alivio, pero notando sus manos rojizas. Al despegar su mirada de sus extremidades, observó cerca de ella una bolsa de chocolates y la tomó para acercarla donde el alfa.

Este le miró, luego al dulce.

—¿Podrías comprármelo, por favor? —y volvió a sonreír. El alfa se sonrojó peor que la primera vez, y la joven les observó con una sonrisa antes de seguir haciendo su trabajo con una mueca de fastidio que movía su boca hacia adelante.

—P-ponlo ahí.

—Gra-gracias —se burló, riéndose para ayudarle a mover la ropa. La cajera entonces esperó a que decidieran poner todo, y cuando ya estuvo listo, empezó a registrar los precios. YoonGi se mantuvo tranquilo hasta que observó a una muchacha que no dejaba de mirar a su esposo. Se reía y murmuraba cosas al echarle una mirada.

Oh, ya olía los problemas.

Rodeó a JeongGuk en silencio, sin que este se diera cuenta que estaba buscando un dulce asimismo como él. Se acercó a la muchacha y al notar que era centímetros más baja, se encorvó, observándola con pozos hondos y negros. La fémina dejó de sonreír al verlo y ascendió una de sus cejas, dubitativa.

—¿Pasó... algo?

—Nada, sólo me di cuenta que estabas mirando a ese hombre de allá —y señaló a su esposo. Ella asintió, sin todavía saber qué pasaba—. ¿Te gusta?

—Oh, es lindo —respondió, sonrojándose—. ¿Por? ¿Eres su hermano?

—Ah, no —se rió con falsedad—. Es mi esposo, me molesta que lo mires tanto. ¿Podrías dejar de hacerlo o tendré que tomar medidas, omega?

La omega entonces se alejó, temblorosa y asintió, mirando al piso. YoonGi le dio el visto bueno, caminando de nuevo donde estaba JeongGuk, quien apenas le observó se sintió aliviado.

—¿Por qué te desapareces así?

YoonGi no le dio cara, suspirando del fastidio.

—Deja de molestarme, estoy velando por tu seguridad.

—YoonGi, no necesito seguridad —admitió, con las mejillas rosas pero ninguno se dio cuenta—. ¿Qué estabas haciendo? ¿Buscabas más ropa?

—¡Tsk, no! ¡Qué voy a querer yo más ropa de la que has comprado! Estoy harto de este sitio.

El omega entonces miró la pantalla donde mostraba el dinero y los ojos se le quisieron escapar de las cuencas al ver que ya iban por más de mil quinientos dólares y faltaba todavía una montaña de ropa.

—¡JeongGuk, mira eso! No es necesario gastar tanto dinero en ropa —se quejó, con odio. El alfa le escuchaba sin comprender—. No necesito tanta cuando sé que me va a gustar sólo una que otra, y las voy a repetir hasta quitarle el color. Anda, que ese dinero lo podrías usar para otras cosas. ¿Por qué lo malgastas?

El alfa le observó molesto.

—Gastar en ti no es un malgasto. Quiero que te vistas bien, ¿tienes algún otro problema que sea serio?

YoonGi chasqueó la lengua, no sabía qué decir ante eso porque se notaba en los ojos de JeongGuk que no estaba de acuerdo en lo que estaba diciendo y que a pesar de que se echara la peor pelea de toda su vida, no le haría cambiar de opinión.

—... Total, es tu dinero. Yo iré afuera, necesito aire.

—Ah, pero si ya vamos a terminar.

—Falta una montaña —suspiró, alejándose. Salió de la tienda, sintiendo el aire fresco y se sentó en uno de los bancos que estaba en la entrada del establecimiento de ropa. A unos metros suyos, como unos treinta, estaba la orilla de la playa. Se quedó observando las olas chocar unas contra otras y terminar con suavidad arrastrándose en la arena dorada. Aunque JeongGuk dijera que no sabía nada más que hacer, sólo observar la playa, es que no podía dejar de hacerlo. Le daba curiosidad. Le gustaba sentir el mar, le gustaba ver la playa, era bonito.

Le gustaba ser libre, estaba casado y eso significaba tener otra cadena, pero lo era, se sentía mejor estando allí, en la soledad. Ya no tenía que ver a su madre, ni soportar a sus otros hermanos.

Se mantuvo inmerso observando la lejanía del mar, cuando JeongGuk llegó a sentarse también a su lado. Estaba sudando con todas las bolsas que habían llegado de la nada. YoonGi entonces se giró, observando a su esposo para sonreír. Se le notaba cansado.

—Bien, dejaremos las bolsas en el cuarto de hotel e iremos a cortarte el cabello para ir luego al acuario.

—¿Es necesario cortarme el pelo? Está bonito.

—Me gusta, pero me encantaría verlo más... Más voluminoso —dijo, alzando sus manos al ver su cabello. YoonGi suspiró. No quería ir a ningún sitio, pero sabía que JeongGuk no podría quedarse tranquilo. Sólo haría por ese día lo que tanto quería, ya luego estando más tranquilo por la noche, volvería a ser aquel quien tanto le molestaba por sus actitudes.

***

—¿Ves de que luces súper bien ahora? Creo que no habías visto tu cabello así muchas veces, ¿no?

YoonGi negó, observando sus hebras. Tenía dos colores distintos que no había prestado atención el día anterior cuando se lo habían hecho debido al cansancio. Unos mechones eran color ceniza, y otros castaño claro, le gustaba, sin mentir cómo se ondeaban, como si fuesen olas en el mar. Para como había teñido esa selva cuando estaba en aquella casa del diablo, ahora estaban perfectos, lisos y sin nudos molestos. Notó pronto que estaba el desayuno en un carrito, y miró confundido al alfa al lado suyo. Él le observó.

—Ah, como es nuestro último día aquí, pensaba que estaba bien que no hicieras nada hoy. Ayer te hice ir de un sitio al otro sin descanso, es buen plan. Yo iré a saludar a un amigo que ayer me di cuenta que estaba aquí a lo que desayunas.

¿Qué había dicho? ¿Que lo iba a dejar comiendo solo para irse a saludar a quién? ¿A qué amigo? Le sonrió para que supiera que estaba bien y que no había problema ninguno con la idea. El alfa de cabellos castaños se dio la vuelta, tomando su cartera para irse ya que ya estaba vestido antes de que se despertara. Entonces las dudas de YoonGi volvieron al ver que la puerta se ajustaba a su umbral. ¿Qué clase de amigo sería? ¿Quién, precisamente? ¿Por qué JeongGuk quería ir solo? ¿Por qué le había hecho el desayuno si se iba? Se sentó, sintiendo de nuevo todas las cosas que le habían dicho en su casa.

Su madre estaba planchando la ropa del alfa, y este último estaba dormido luego de haber llegado tarde del trabajo, con un poco de olor a tabaco. La adicción de su padre, nada nuevo. Se sentaba a fumar durante horas, luego comía y finalmente iba directo a la habitación de ellos dos, encerrándose para dormir hasta el día siguiente. A diferencia de él, los niños se quedaban despiertos, dependiendo de la edad. Los mayores hasta las nueve de la noche y los menores entre ocho y siete. YoonGi se dormía, a pesar de su corta edad, a las diez ayudando a su madre. Esta lo obligaba, para que supiera qué cosas debía hacer cuando estuviese casado. En serio, el tema le molestaba a YoonGi demasiado, pero pelear con ella era tema en donde perdía, sólo recibía los golpes y terminaba haciendo lo mismo una y otra vez sin descanso.

—Ten cuidado siempre que tu alfa te diga que va a salir solo —aconsejó, moviendo la camisa azulada de su padre, del trabajo para planchar entonces sus extremidades. YoonGi la miraba con sus ojos rasgados, muerto de sueño. A veces cabeceaba, y sudaba mucho. El calor que proporcionaba la plancha, con la potente luz de la bombilla encima de ellos, lo hacían parecer un sorullo. Quería irse a su cama, pero los montones de ropa todavía no habían acabado. Le prestó atención cuando sintió que ella le daba unas palmadas para que se quedara con sus ojos bien abiertos. La miró—. Los alfas son todos iguales, sin importar si son Regulares o Anormales, a todos les gusta traicionar a sus omegas. Tu padre me ha engañado cientos de veces.

—¿Y por qué no lo dejas, ma'?

—No trabajo, ¿quién les dará de comer? —se quejó, sudorosa también. Esos cabellos que había heredado YoonGi, estaban mojados y atados a una dona. Su hijo se sintió un poco mal, pero cuando habló de nuevo, sólo sintió enojo—. Además, gracias a él es que podrás tener un mejor futuro. Si no fuese el alfa que es, no habrías tenido la suerte de estar... acá, porque yo no aceptaría nunca alguien como tú.

—No veo por qué no me dejaste morir en ese entonces —susurró, queriendo llorar—. Sería mejor para ambas partes.

—No, el hijo de uno de sus tantos compadres tuvo un alfa Anormal, y tu odioso padre pensó que sería mejor que ambos estuvieran juntos. Por eso te preparo tanto. La cosa es que los alfas siempre son de estos que te engañan, lo tienen en sus venas, el mentir es algo distintivo de la jerarquía. Me gustaría que velaras siempre a tu alfa.

YoonGi sacudió su cabeza, enojado. ¿Por qué tenía que recordar a esa mujer justo en esos instantes? Tan molesta que le resultaba, como una piedra en el zapato. ¡La odiaba tanto! Y mientras más pasaban los minutos, cada vez que ella hablaba se le hacía un eco más grande y hondo. ¡No, no quería! ¿Por qué hasta tan lejos de ella, tenía que hacer lo que quisiera? No tenía por qué desconfiar de JeongGuk, al final de cuentas, ambos son una ruta de escape hacia ellos mismos. ¡Habían tomado esa opción para escapar de sus casas, y era normal que no se quisieran!

No había nada que los uniera, ¿qué si JeongGuk decidía que lo mejor era serle infiel? ¿Qué tenía de malo eso? ¡No, nada! Sin embargo las voces de su madre no le estaban dejando en paz, y se agarró de aquel cabello tan bonito que había teñido hace unas cuantas horas, y con dolor los haló, queriendo borrar para siempre la forma tan odiosa de su madre, de su padre, de todos los que esperaban a que él fuese mejor. ¡A él que mierda le importaba que le fuese a engañar!

Él no amaba a nadie, no había problema.

Durante la comida se mantuvo en sus pensamientos, y justo cuando se acomodó para ver la televisión, dos horas después, JeongGuk apareció como si nada. YoonGi se tensó, aguantando la mandíbula para no hacer lo que tanto su madre recomendaba.

—Ah, YoonGi, ¿te gustó lo que te pedí? —preguntó con una sonrisa, acercándose a él para mover un poco sus cabellos de su frente y poder verlo mejor. El omega le observó, acercándose a él y olió su cuello.

No era su olor. En el poco tiempo había estado memorizando el olor del alfa sin saberlo siquiera, ejemplo, cuando tomaba sus camisas para acomodarlas en la maleta, las olía sin querer. JeongGuk tenía un aroma suave a durazno fresco. Enojado, se alejó, sin darse cuenta de algo.

—¿Con quién mierda fuiste como para que ahora huelas a manzana?¿es que acaso ya salió tu instinto de alfa y deseas tener una poligamia y que me lleve bien ahora con cualquier omega que decidas tener en tu maldita cama?

JeongGuk se alejó, sin saber de qué estaba hablando su esposo, porque de las dos semanas que habían permanecido juntos, esa actitud tan controladora de YoonGi no la había visto jamás. YoonGi sin embargo se enojó más al ver la cara de idiota que tenía ese castaño y que no le respondiera.

—No sé de qué me estás hablando, YoonGi, dije que iba a ver un amigo —comentó como si fuese obvio, caminando hasta la orilla de la cama para verle mejor. El omega no se creyó eso, levantándose para empujarlo.

—¡Dime con quién mierda me andas engañando!

—No te estoy engañando con nadie, YoonGi —volvió a decir, esta vez en voz alta. A lo que JeongGuk recordó que su padre le había dicho que ese tipo de omega se ponía con facilidad celoso de cualquier otra persona que decidiera ponerle un ojo encima. Era demasiada toxicidad para el pobre alfa que apenas había podido tolerar sus cambios de humor—. Te lo prometo.

—¿Me quieres ver la cara de idiota? ¡A eso fuiste, a revolcarte con quien sea ese amigo tuyo! —gritó, enojándose. No quería que JeongGuk siguiera diciendo que no, a algo que él sabía que era cierto. ¡Los alfas lo hacían!—. ¡Me engañas, hijo de puta!

—¡No lo hago! ¡Estoy casado contigo, por si no lo sabes!

—¡¿Y crees que un simple anillo te impide que te acuestes con quien quieras?!

La mujer estaba gritando, una y otra vez, cada ocasión más alto, tanto que podía jurar que los vecinos ya sabían todo el asunto de nuevo. YoonGi cuidaba a sus hermanos pequeños, mientras los otros alfas iban a la escuela. Estaba harto de tener que estar escuchando sus peleas cada vez que ese hombre regresaba a su casa con marcas de que estuvo con una mujer que no fue su madre.

Se asustó al escuchar una bofetada y un golpe fuerte, seguro su padre le había pegado a ella, y ahora estaba en el piso. Cerró sus ojos con fuerza mientras mecía en sus delgados brazos a su hermano menor, quien comenzó a llorar. Procuró que se calmara, porque no sabía qué podía hacer aquel hombre estando enojado. Pronto, el bebé se calló gracias a Dios, y se durmió.

—¡Estoy casado contigo, mujer! ¡¿Qué más quieres que haga?! ¡¿no que es tu comadre?! ¡Bastante santo he sido que no te las he pegado!

Entonces, ella gritó de nuevo.

—¡Un jodido anillo no te detiene para que te vayas a follar con todas esas putas! ¡Es que me quieres ver la cara de pendeja, en serio, me la quieres ver! ¡¡SÉ QUE TE ACUESTAS CON ESA MUJERZUELA CADA VEZ QUE ME DICES QUE VAS A LLEGAR TARDE!!

Y otro golpe enmarcó el silencio en la casa.

La razón le hizo abrir sus ojos con fuerza. Había... Había tomado la actitud de su madre sin siquiera saberlo. Retrocedió par de pasos al darse cuenta de que había tomado con violencia las manos del alfa, y con ojos llenándose de lágrimas como un río en una tormenta, se fue corriendo al baño, con sus piernas temblorosas. Sintió asco, asco de sí mismo por haber hecho aquello sin pensarlo una vez, por haberse dejado influenciar por su pasado. Su estómago se contrajo, y bajó con rapidez, soltando todo lo que había comido hacia poco.

JeongGuk se acercó corriendo, agachándose a su lado con preocupación al ver que estaba vomitando. YoonGi lloraba, con su cuerpo moviéndose con fuerza.

—YoonGi, omega, ¿te sientes mal? Perdón por no darme cuenta.

Le miró con sus ojos acuosos, dejando de vomitar. Comenzó a apestar tan pronto se alejó.

—La odio, no... Los odio —corrigió, dejando caer su rostro en sus propias manos. Allí fue que JeongGuk se dio cuenta, que habían cosas que iban a ser difíciles de cambiar, tanto de su omega, hasta como de su propia persona—. Los odio por hacerte daño.

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