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7.

—¿Podría decirme qué es lo que tanto mira en mi esposo que no consigue?

—Y-YoonGi, no empieces.

El omega se giró, observando con molestia entonces al de cabello negro, quien se disculpó con otra omega que se encontraba allí y tomándole de la mano se dirigieron a la habitación que había pedido. No era capaz de entender nada a YoonGi, en serio. Se adentraron al ascensor en silencio, cada uno separado por una distancia prudente. El alfa observó al más pequeño, para luego quitar la tensión en sus hombros.

—YoonGi, no puedes ponerte a pelear con cualquiera que veas.

—Puedo pelear con quien se me dé la gana —expuso para defenderse, mirando sus uñas como si no hubiese nada más interesante—. Además, no puedes quejarte. Si no me equivoco, eres un alfa Anormal, lo que significa que no buscarás pelea de ninguna forma y seré yo quien las haga. Así que deja que me saque el enojo que tengo, ¿o quieres que la coja contigo en serio?

JeongGuk suspiró, mirando la silueta de su esposo. YoonGi a pesar de que era un poco bajo (que no lo era tanto, ninguna exageración en cuanto al tema) tenía un buen cuerpo, de eso no podían quejarse sus ojos. No tenía unos músculos bien desarrollados, pero sus piernas le gustaban mucho y su rostro era muy lindo. No se dio cuenta que el omega dirigió sus orbes a las suyas.

—JeongGuk, ¿qué tanto me miras? ¿Tengo un mono en la cara? ¿Soy un payaso?

Ante la mención de los payasos hizo una mueca horrorizada. Odiaba que la gente se vistiera así y desde hacía tiempo les tenía un terror que no sabía cómo explicar. Entonces alejó su vista del otro, quien también hizo lo mismo. El ascensor se abrió y con rapidez llevaron sus maletas a donde les habían indicado. No era que hubiese mucha gente tampoco, al final de cuentas habían llegado a eso de las diez a lo que el de cabellos negros buscaba un buen sitio para pasar la noche.

Al llegar donde les tocaba, YoonGi le apresuró a que abriera la puerta y entonces tuvo que hacerlo más rápido. La misma se hizo a un lado ante la curiosidad que se palpaba en su rostro y JeongGuk observó la felicidad que contenía su sonrisa. No pudo evitar sonreír también por lo hermosa que le resultaba. YoonGi iba mirando cosas de un lado al otro, observando lo grande de la habitación y la vista a la playa que tenía.

YoonGi se acercó anonadado hasta una de las puertas de cristal, abriendo y sintiendo la brisa de la noche provenir del hermoso y extenso mar que se iluminaba en arcos gracias a la luz de la Luna. JeongGuk le observó desde atrás, acercándose y cubrió el cuerpo de su omega con el suyo al ver que los vellos en sus brazos estaban erizados por el intenso clima. El más pequeño no tenía palabras para descubrir lo que estaba sintiendo.

—Gracias de nuevo —susurró, dándose la vuelta y abrazándolo. JeongGuk sonrió, apretando su agarre.

—Eres mi omega, ¿cómo no voy a querer ver tu sonrisa siempre?

YoonGi le observó par de segundos impresionado, con sus ojitos pequeños, para luego ver cómo bajaba la cabeza, escondiéndose en su pecho. Seguro que se preguntaba por qué reaccionaba de esa manera, por qué le respondía de esa forma, pero para Jeon era inevitable. Le había visto muy inestable esa tarde, por culpa de su madre y ahora sólo deseaba verlo feliz como se merecía luego de una vida siendo obligado a mantenerse bien, a ser perfecto aunque no quería serlo.

El hecho de que Min fuese tan liberal a su lado le daba cierta comodidad que le gustaba, quería verlo así todo el tiempo, sin que temiera a decir que era Anormal, que no era como los otros. Entre sus brazos el omega se empezó a incomodar ante el tanto tiempo que estaban tan unidos.

—Tsk, ¿podrías soltarme o te quieres fundir conmigo? —atacó con brusquedad, empujándolo. JeongGuk iba a quejarse hasta que vio un tono rosa en sus mejillas. Le pareció tan lindo que se le olvidó el hecho de que le había echado como si nada de su lado. Por lo que entró con rapidez.

—Ven, hay que dormir.

—¿Vamos a desperdiciar la noche así como así? —preguntó atónito para mirar de nuevo al mar. Habían personas caminando y riéndose. El omega deseaba eso, quería salir y sentir la arena entre sus dedos, o el agua salada arropar sus pies—. Vayamos a la playa.

—Estoy cansado, YoonGi. Vamos a dormir unas horas y entonces vamos.

—Eres aburrido, me molestas —se quejó, entrando. JeongGuk cerró la puerta, suspirando. Tampoco quería que se enojara con él. Le gustaba que se mantuviera tranquilo a su manera. Se giró, contemplando su rostro oscuro por el enojo.

—Me iré a bañar.

—Ah, verdad, no he visto el baño.

Le notó caminar apresurado hasta el baño. Siguió sus pasos, encontrándose con un baño hermoso. Era tan grande como justo su habitación. Tenía velas aromáticas encendidas, y el agua la habían preparado, porque cuando la tocó, estaba tibia. Con eso nada más sintió sus músculos relajarse. Además, la luz tenue color naranja era suficiente para gustarle de por sí. Era una tina ovalada, que daba para otro ventanal donde se podía ver entonces el otro lado del hotel. Era minimalista, sin nada que mostrar más que el espejo gigante y el lavamanos de madera. Más lejos estaba el inodoro, apartado.

Cuando notó, ya YoonGi se quitaba la ropa.

—Pero...

—Sí, me duché en casa, pero no siempre tengo la oportunidad de bañarme en un hotel como este —comentó, sonriendo y viendo por el ventanal—. Ven, ven aquí.

—¿E-estás seguro?

—Ni que tuviéramos celos.

—Eh, dame un momento. Voy a pedir algo.

YoonGi iba a decir algo, pero no dijo nada mientras miraba el mar. JeongGuk salió, sintiéndose nervioso de repente, sin embargo ignoró esa sensación. Se adentró a la habitación, de cama suave y acholchonada, de paredes castañas, con pisos más brillantes que un diamante. Tomando el menú que dejaban, fue que decidió llamar.

Pidió el plato más dulce que tuvieran al momento y algo con qué acompañarlo, pero que fuese suficiente para dos. El de la línea dijo que le llevaría lo mejor que tenían y se despidió. Esperó en silencio hasta que en quince minutos este tocó la puerta de la habitación. El de cabello negro se levantó, tronando su cuello para abrirla. Allí se encontró a uno de los tantos empleados, quien tenía un carrito que situó hacia adelante, en la clara muestra que podían quedárselo. Miró por encima, notando par de cosas que no sabía qué eran, pero se encogió de hombros llevando el carrito hasta donde estaba el omega.

Este seguía mirando el ventanal y seguro a las personas pequeñas por la distancia que había. JeongGuk carraspeó al notar que su espalda baja se notaba un poco, y YoonGi con rapidez se bajó, mirando el carrito curioso. Se acercó.

—¿Comida?

—¿Algo dulce te apetece?

—Sí —admitió con una sonrisa llena de diversión, sentándose. JeongGuk le pasó una toalla que la usó para cubrir sus partes y emocionado recibió un plato de cristal que dejaba ver algo que no sabía que era. Esperó a que el castaño se quitara la ropa, con las verdaderas ganas de comer en esos instantes—. Se ve delicioso.

—Ah, supongo que lo es —dijo el otro, sentándose a su lado, pero con el boxer puesto. YoonGi miró de reojo, avergonzándose luego y sacudió la cabeza. El menor tomó dos de las cucharas pequeñas, dándole una al otro mientras miraban luego el ambiente—. Pensaba traerte aquí luego de un tiempo, pero bueno, tu madre se entrometió.

—No me hables de ella aquí, por favor. Déjala allá, en ese infierno donde vive.

—Lo lamento —se disculpó el alfa, observando una carta y la tomó—. Oh, aquí está lo que trajeron.

—¿Y qué es esto?

—Dice que es Trufa inglesa —explicó el menor—. Está hecho de capas de bizcocho, natillas, frutas y nata. También tiene chocolate.

—Pues come, coño.

—Oye, no hables tan feo —le regañó el alfa, tomando la cuchara para agarra un poco y sonrió al llevársela a la boca—. Sabe buena, pruébala.

El omega tomó un poco, sólo para probar y cuando se dio cuenta de cómo sabía en realidad chilló del gusto. Ambos empezaron a comer mientras hablaban de boberías que en esos momentos no tenían sentido, hasta que el más pequeño en estatura observó cómo tomaba una de las fresas para darle de comer a él. JeongGuk sonrió encantado de ver su cara contrariada.

—No soy ningún pinche niño como para que me des la comida en la boca.

—Vamos, abre la boquita. Viene el avioncito.

—¿Estás probando mi maldita paciencia, Jeon?

—No, vamos.

YoonGi no quiso abrir la boca en ningún momento hasta que en medio de forcejeos JeongGuk cayó encima del otro de una forma muy conveniente. Tenía entonces la presión de que el dulce pudiese terminar desparramado en el piso debido a que estaba en medio de una pierna suya y la otra de YoonGi. Este le observó rabioso, y más cuando no dejó de insistir en darle de comer.

—No me voy a ir hasta que te la comas.

—Pues, no es asunto mío. Quédate así si quieres —susurró, sin dejar de mirarle.

JeongGuk entonces se acomodó, apartando el dulce a un lado. Volvió a colocar sus grandes ojos en el mayor, quien miraba a otro lado hasta que se puso encima de él.

—Abre tu boquita, YoonGi.

—No, ¡eso se escucha muy feo!

—No, tú eres un sucio.

YoonGi se enojó al sentir la fruta en sus labios, pero se relajó luego al tener un plan en mente. Abrió su boca, mordiendo la fruta llena de miel, masticando con suavidad. JeongGuk sonrió contento, alejándose ya que había hecho lo que quería. Sin embargo el omega se tiró encima suyo, sonriente, provocando que los dos terminaran de nuevo en el piso.

—Dame más, alfa —y abrió su boca. Algo dentro de JeongGuk palpitó con desenfreno, sintiéndose acalorado. Le dio lo poco que quedaba de la fruta, haciendo que este la comiera con rapidez. YoonGi estaba desnudo encima suyo a pesar de todo, y aunque no tenían celos, era fácil excitarse. Por eso se mordió el labio inferior, incómodo. YoonGi tomó otra fresa, degustándola mientras le veía y sonrió con burla—. ¿Qué pasa?

—N-nada.

YoonGi se rió, amaba verlo incómodo como justo en esos momentos. Quitó entonces la diminuta toalla que los separaba, sentándose encima de su entrepierna. JeongGuk soltó un jadeo sorprendido sin querer mirar hacia abajo porque la cara se le pondría más roja que semáforo nuevo.

—Y-YoonGi, deberíamos pensar en meternos en la tina, ¿sabes? Seguro el agua ya está fría y no será bueno, además de la comida que he pedido y-

—¿Y qué?

YoonGi se acomodó, sintiendo que algo se empezaba a poner duro debajo suyo. Las mejillas de JeongGuk se pusieron rojas como nunca las había visto y entonces tomó otra de las fresas, lamiendo por encima. El alfa cerró sus ojos ante la respuesta de su cuerpo, apenado.

—¿Te da pena, alfa? Te da pena ponerte duro por alguien a quien dices que no amas, ¿verdad? —susurró, dándole un mordisco a la fruta—. No te preocupes, a mi también me da pena, mucha.

Y se rió antes de alejarse por completo. Aunque a pesar de todo consideraba que al ambiente se había puesto caliente de la nada. Se aproximó a la comida, curioso por saber qué más había pedido el otro. Mientras JeongGuk respiraba agitado, metiéndose al agua sin esperar mucho. YoonGi le observó desde donde se encontraba, notando que sí, estaba avergonzado y callado. No supo de qué hablarle. En sus planes no estaba hacer eso con JeongGuk en ningúna ocasión. Mientras se llevaran bien en el matrimonio, nada más debía molestar.

Además, por lo que le había dicho su madre en algún que otro momento de su horripilante vida, a los alfas Anormales era mejor dejarlos tranquilos y no hacerles pasar vergüenza. Si se atrevía a seguir, quizás le afectara. Oh, Dios. Qué complicado. No, qué complicada la naturaleza como para liarse creando humanos tan imperfectos.

—Ya, alfa, ven, comamos algo.

—N-no quiero —susurró, avergonzado. Estaba cubierto de agua hasta la barbilla. YoonGi tomó otro de los platos, suspirando.

—No compraste todo esto para que yo me lo coma solo, ¿verdad?

El alfa no respondió.

—Venga, JeongGuk. No volveré a hacer eso si tanto te afecta —dijo, acercándose al menor, quien observaba el agua abajo suyo. Llevó el plato dulzón hasta el de ojos grandes, quien tenía las orejas rubíes—. Yo también estoy avergonzado.

—... Sabes bien que no —siguió susurrando—. Me afecta más a mi que a ti.

—Comprendo, pero bueno, en algún momento de nuestras vidas tendremos que tocarnos así —completó, metiéndose con cuidado al agua y le observó—. Vamos, me gusta verte sonreír.

Los ojos grandes del muchacho se fijaron en él, pero no sonrió.

—M-me duele.

—Ah, ¿el corazón?

—No... Es el corazón que tengo allá abajo, late demasiado —murmuró, haciendo reír a YoonGi por cómo se refería a él. Cuando dejó de hacerlo, volvió a mirar a su esposo—. N-nunca me he... tocado, ¿sabes?

—¿Nunca? No es nada de qué preocuparse, a mi no me dejaron verme allá hasta que tuve edad suficiente. Aunque admito haberme tocado algunas mañanas a escondidas cuando amanecía levantada.

JeongGuk dejó de mirarlo.

—D-duele.

—Ya, ¿te ayudo?

—No, no es necesario.

YoonGi se acercó aún más, dejando de lado el plato y tomó su rostro con una de sus manos. Sonrió encantado.

—Oh, soy tu esposo y estamos en la Luna de miel, ¿qué mejor situación que acostarte recién bañado y con el estómago lleno, además de sentirte relajado luego de tu primer orgasmo? Es una situación que le gustaría a cualquiera.

—N-no hables así tan... rápido. Me late.

—¿Cómo que te late? No eres mexica- Ah, entiendo —se volvió a reír—. Cuando quieras, mis manos están listas. Me iré al cuarto, de paso me llevo el plato. Cuando termines me baño bien.

El omega sonrió antes de salirse del agua y llevarse, como dijo, el plato. JeongGuk al no sentirlo se metió por completo en el agua, queriendo dejar de sentirse de esa manera. Cuando emergió, sonrojado, suspiró.

—Es una amenaza —susurró, mirando por el ventanal y rogando porque eso desapareciera ya.

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