33.
Naturalmente habían recibido par de insultos. La verdad era que no a todo el mundo le caía bien, sin embargo al haberse casado ese tipo de cosas ya habían pasado por lo menos un poco a segundo plano. YoonGi estaba contento, nadie se metía con él y bueno, en par de cosillas podía mandar, por ejemplo a la secretaria de Jeon, la cual le tenía miedo desde la primer vez que lo vio, pero de ahí hacia adelante no había nada más que le manchara (además del repentino recuerdo de su madre) todo aquel tiempo que había tenido un anillo en la mano.
Sin embargo, no todo en la vida era color de rosa y definitivamente la gente impropia estaba en todos lados aunque tuvieran dinero. Esa tarde JeongGuk le había propuesto ir a cenar en un restaurante que tenía muy buenas críticas por personas importantes así como gente común y corriente que de vez en cuando querían darse un regalo a ellos mismos. La verdad era que mientras no tuviera que cocinar, no había ningún tipo de problema al respecto. No era que no tuviera ideas de qué cosas hacer, siempre le gustaba revisar tipos de comida que pudiera hacer, aún así habían veces que estar metido dos horas en la cocina no le resultaba agradable. Se puso la camisa en su cuerpo, observando que JeongGuk entraba al cuarto ya listo para que se fueran. Le detuvo alzando un tanto la mano, poniéndose cada botón antes de mover un tanto sus cabellos. De nuevo estaban asquerosos, pero que más daba. Iban a comer, no a modelar. Aún así, no pudo evitar mirar de nuevo al hombre quien había ido a verificar a su lado su estaba bien. Tenía una camisa con cuello de tortuga lo suficientemente adherida a su torso como para marcar la figura de sus brazos. El pantalón oscuro le quedaba ajustado de la cadera, un tanto suelto de sus tobillos y tenía el flequillo cayendo hacia el lado derecho. De pronto pensó en lo bien que se veía de esa forma y se miró en el espejo.
—¿Debería cambiarme de ropa?
El alfa le observó de arriba hacia abajo.
—No, estás bien.
—Tsk, no preguntaba eso —dijo, mirando la misma—. Es que estás muy elegante.
—Bueno, es un sitio... elegante, no sé qué más decir.
—Por eso, debería cambiarme —afirmó. Llevaba una camisa color azul cielo que quedaba hasta las muñecas y unos pantalones a media pierna color caquí. De repente no le agradó la imagen que se mostraba en el espejo. Arrugó el rostro, soltando leves minutos después en voz alta sus pensamientos sin saber—. Me veo mal,... feo.
La alerta explotó salvajemente en toda la pupila del alfa, quien observó a su pareja con amenaza. Se acercó rápido, contemplando su rostro con demasiado desagrado, también se notaba un tanto preocupado. YoonGi se tensó.
—No digas eso, nunca —susurró—. Tú no eres de esas palabras.
El omega de repente sintió que la cara se le ponía caliente y apartó la mirada, dándose la vuelta para no tener que verlo. JeongGuk en un parpadeo volvió a tener sus ojos con aquel brillo cálido, saliéndose de la vista del espejo. Rotó su silueta hasta el omega que se ponía los zapatos en silencio. Se acercó a él, poniendo sus brazos encima de su pecho. YoonGi retuvo la respiración, no queriendo que viera su rostro avergonzado.
—Ya déjame, ya entendí, puto.
JeongGuk sonrió, besando su mejilla.
—Te amo. Eres la persona más hermosa que he visto, no lo olvides.
Se alejó, saliendo de allí para seguramente tomar las llaves del automóvil. El otro lentamente se movió al ya no sentirlo cerca, sintiendo que sus mejillas ardían y escondió el rostro en la ropa, asustado por cómo su corazón se estaba moviendo dentro de si al pasar aquel momento.
Pronto cuando se sintió de mejor forma se levantó, saliendo de allí. El camino al restaurante fue tortuoso y silencioso. Por alguna razón, el omega no podía dejar de recordar el momento, una y otra vez, como si lo viviera repetidas ocasiones. Se fijó en la ventana para poder ver el mundo que corría detrás de la velocidad del vehículo. Entonces en cuestión de minutos se dio cuenta en dónde estaban, no, nunca habían ido allí, pero como habían citado las palabras de JeongGuk, era un sitio elegante en verdad.
El muchacho se estacionó relativamente cerca de la entrada, eran unos treinta pasos y ya. YoonGi se quitó el cinturón, mirando sin querer a JeongGuk, quien hizo lo mismo y le echó un vistazo. Este sonrió al ver su "enojo" porque le miraba de forma intensa y seria, pero sabía bien que en realidad no estaba enfadado consigo, sino que YoonGi podría tener las razones que él quisiera, pero dudaba en realidad que estuviera de mal humor. Alzó por consecuencia una mano y juguetón agarró uno de sus cachetes para estirarlo leve. El omega lo apartó de un manotazo, pero en vez de quedarse quieto se levantó en el asiento, tomando su rostro para darle un beso pequeño en su boca. El alfa se ruborizó leve, sonriendo con los ojos brillantes en alegría.
—Ya, salgamos.
YoonGi se bajó primero del auto, luego el castaño, quien cerró el mismo tocando un botón. Los dos se encaminaron a la entrada. Hacía un poco de frío, pero no era tan malo, al contrario fue de la comodidad de los que pasaban por allí también para disfrutar del sitio y de la comida que podrían brindar. Al entrar se dio cuenta que había mucha gente allí y sin querer se acercó inconsciente donde el cuerpo de JeongGuk, quien buscó de su mano para acercarlo a él aún más.
—Uh, qué molestia —murmuró el omega, observando mal a todo el mundo. Realmente le molestaba tener que estar en un sitio con tanta gente. Aún así intentó no hacer caso de ello, estaba con JeongGuk, no había problema ninguno si se mantenía a su lado. Los dos entraron al sitio en silencio, contemplando el lugar. Si era sincero, sí se veía elegante, para qué negar eso. La mano de Jeon le tomó de sorpresa al unirse de repente a la suya, pero no le fue de molestia alguna. Apoyó su rostro en su hombro, con las pestañas revoloteando suavemente por todo el lugar.
Poco a poco la gente fue pasando cada vez más hasta que les llegó el momento. Un muchacho alto les atendió, dirigiéndoles a una mesa un tanto alejada, pero que daba con un ventanal que dejaba ver la otra parte de la carretera y las casas lejanas. No había problema en realidad, aunque cabía decir que estaba un tanto repleto de gente, y por consecuencia tenía que mantener su bocota a raya para no avergonzar a JeongGuk y a él mismo. Jodida mierda. Odiaba los lugares en donde tenía que mantenerse con un límite. Ambos se sentaron en el lugar, en silencio. Era un sitio ciertamente romántico. A pesar que la hora fuese a la caída del Sol, el interior del restaurante era exquisito y suave, aromatizante y cálido, como si fuese ese el sitio ideal donde todo lo bueno florecía.
Y así hubiese quedado hermosamente en su recuerdo si decidía en par de años divagar por el sendero de sus recuerdos, mas sin embargo la molestia sí que brotó de su cuerpo como quemazón del aceite hirviendo cuando escuchó algo que con rapidez le trajo malas experiencias. Volteó su rostro donde había escuchado aquello que tanto le hizo molestarse, observando al feo viejo que estaba cerca suyo. Dios, debía tranquilizarse, no podía hacer un drama allí.
JeongGuk se dio cuenta de algo, así que le motivó a que le hiciese caso. Le señaló con una sonrisa una de las tantas flores que había, diciendo que le parecía bastante bonita, y le iba a responder con un lindo coqueteo donde le decía que su tallo grueso le parecía mejor, pero de nuevo la voz irritante le hizo detenerse y girarse sobre su asiento. Miró sin nada de discreción al decrépito anciano que estaba allí, bueno, tan anciano no estaba, pero qué lamento para los que parecían cumplir una condena perpetúa y tenían apenas cincuenta años, mierda. La gente envejecía demasiado rápido para que él siquiera se diese cuenta.
Antes de decir algo obligó a su boca a encerrar dentro de su cuerpo lo que quería decirle a ese hombre horrible. Apretó sus manos debajo de la mesa, decidiendo que quizás, mirar la sonrisa linda de JeongGuk podría calmar un poco las turbulentas aguas saladas que se movían sin cesar en su interior. Aún así, aunque intentó ignorar su repetitivo llamado, no podía evitar escucharlo y querer decirle dos o tres cosas por estar pensando que él era mejor que ellos. Increíble, pensó después con incredulidad, increíble que algunas ocasiones fuese la gente entrada en edad quienes hacían berrinches e insultaban a lo pendejo pareciendo niños. Luego los veías por las calles diciendo "a mi me pegaron y salí bien educado". Sí, imagínense, ellos habían completado su educación en la escuela de violencia intrafamiliar con un bachillerato en no conocer el amor propios y alcoholismo, con subespecialidad de creerme educado porque mis padres no supieron cómo manejar la situación, pero aún así digo que soy de bien, mientras que el título de su tesis es "Cómo con mi súper mentalidad comparto y aconsejo a los demás a crear o expandir el ciclo de violencia que tanto me ayudó a convertirme en una persona de bien. Cuando iban a trabajar no les aceptaban por estar sobrecualificados.
Aún así, por más viejo que pareciese, cuando ese señor iba, ya YoonGi venía.
Pronto llegó el mesero y les atendió con una ligera sonrisa mientras apuntaba lo que ellos querían a base del menú dejado en la misma mesa donde se hallaban varados. Por esos instantes el señor dejó de molestar con esos murmullos que le estaba sacando de onda, y cuando se fue, empezó de nuevo. Pero estaba bien, JeongGuk no se estaba enterando de la sarta de insultos que sacaba aquella boca sonsa e idiota. Así que permaneció de esa forma incluso cuando pareció aumentar. Todo bien mientras el otro no escuchara nada.
JeongGuk le miró, serio.
—¿Finges que no escuchas? —preguntó en voz baja, mirando hacia otro lado. YoonGi, un tanto sorprendido porque pensaba que el otro no tenía ni idea, sonrió leve.
—Quizás, no quiero dejar perder la comida como aquella vez en el hotel, ¿recuerdas? Al hombre que le diste con la puerta del baño —respondió con gracia en su voz, mirándole. JeongGuk sonrió.
—Estaba tenso, eres todo un demonio cuando te enojas.
—Bueno, para algo te tengo, ¿no?
JeongGuk se sonrojó al percatarse de lo que le había dicho y se le hizo demasiado lindo como para ser verdad. Quizás seguía escuchando al viejo de atrás y quería hacerle sentir bien. Sí, él era el Ángel de YoonGi, no había problema alguno.
Sin embargo, el señor no quiso irse sin hacer un drama antes. Cuando el camarero llegó con sus bebidas, se levantó y accidentalmente se tropezó con el hombre, provocando que el líquido cayera mayormente en YoonGi. Las personas a su alrededor se quedaron en silencio al escuchar tal estruendo, y el mesero comenzó a pedirle disculpas a ambos por lo que había pasado. El omega, quien ya se había hartado del viejo idiota que se había ido riendo, se levantó con rabia. Tomó un vaso con agua de la mesa de al lado, a quien les dijo que se lo pagaría y fue en busca del señor, quien ya estaba encaminándose a su automóvil. La gente le grababa en el camino, en silencio, para ver cómo terminaba todo aquello. JeongGuk le observó desde como pudo porque había mucha gente observando de igual forma.
Había pensado en que detener a su esposo sería buena idea, al final de cuentas no terminaría siendo criticado en las redes sociales, pero había escuchado las barbaridades que decía el viejo, que si eran un asco, que si deberían morirse, que si sus padres habían sido ya lo suficientemente malos como para traerlos al mundo, que si no deberían salir de sus casas, que su pensamiento se detuvo y dejó que YoonGi fuese de cacería.
El omega se aproximó al señor y cuando este le vio, sonrió.
—Para que renazca en otra vida como una alegre flor, señor.
Le tiró el agua en el rostro con todo el gusto del mundo, dándose la vuelta. Sin embargo no tenía pensado que eso no se quedaría así y un jalón provocó una pelea entre él y el señor que le estaba pegando. Pronto salió todo el mundo del local, incluido JeongGuk, quien preocupado fue entonces que se acercó, pero YoonGi era más listo que eso. Cayó al piso luego de un golpe en su estómago y observó a la muchedumbre, luego se retorció, mirando al señor desde el piso.
—¡Me duele! —gritó, tocando su vientre—. ¡Si llego a perder a mi bebé, juro que te voy a meter en la cárcel!
A su alrededor la gente soltó un jadeo sorprendida porque no esperaban que un muchacho en cinta se pudiera a pelear, pero mucha gente comenzó a decir que eso había sido culpa del señor que lo estaba insultando desde que habían llegado. YoonGi fingió que le seguía doliendo el vientre por el golpetazo y de repente todas las personas que estaba allí agarraron al señor para sacarlo a patadas del sitio. JeongGuk se le acercó rápido, mirando que no estuviera mal. Habían par de moretones pequeños en su rostro y una pequeña cortada en su mejilla, pero en lo demás estaba bien. Lo tomó con cuidado siendo visto por muchos y una chica se le acercó. Al parecer era la dueña del local que había salido por el alboroto.
—Hay un hospital cercano, llévelo allí. La cuenta del restaurante corre por nosotros.
—¡Duele! —vociferó. JeongGuk agradeció a la fémina y se llevó a YoonGi hasta el carro. Le abrió la puerta y allí le dejó. Luego rodeó el automóvil, negando con la cabeza.
—YoonGi, deberías tener más cuidado.
—Tsk, ese muerto estaba buscando pelea hace tiempo. Sólo me defendí. Ni siquiera pude comer.
JeongGuk salió de allí más rápido que ligero, suspirando. Bien, se le había ido a la mierda el plan de comer en un buen restaurante. YoonGi miraba en silencio la ventana, hasta que se volteó para ver su semblante. Luego, así, todo empapado, hizo una pregunta.
—¿Me sigo viendo bien aunque sea un desastre?
El alfa se avergonzó, mirando la carretera. No respondió hasta que llegó a un semáforo en rojo, girándose un poco para verle.
—Mejor que nunca, YoonGi.
Acarició su rostro con una sonrisa enamorada antes de volver a mirar la carretera, sin percatarse en ningún momento cómo las manos de su esposo temblaban poco después de su confesión, avergonzado.
Y recordó que tampoco le pagó el agua al muchacho.
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