3.
—¿Podrían dejar de hablarle? Necesito irme a mi nueva casa —explicó con molestia YoonGi al final de la gran "fiesta" que se había celebrado para los nuevos recién casados. Sus padres se habían ensimismado con su "esposo" a lo último cuando ya casi no quedaba nadie y ahora no querían siquiera dejarle ir con tanta conversación que le estaban sacando. Pero eso no era asunto suyo y ya estaba harto de verle sus horrendas caras y esas voces de ogro. Con un suspiro nada disimulado fue que miró hacia atrás. Aquellos guardias que seguro habían permanecido allí para vigilar que no escapara, ya no estaban y ahora el portón estaba abierto ante cualquier tipo de persona. Regresó la mirada hasta sus padres, hastiado y alzó la voz—. Vámonos ya.
Su esposo le observó unos segundos, asintiendo. Le dio la mano a ambos padres, y con una sonrisa tímida se fue con YoonGi sin pronunciar palabra o sin despedirse. Este último tomó su mano con cuidado, sonriendo al ver el automóvil que les llevaría directo a lo que sería su nueva casa. Debía decir que mentía si decía que no estaba emocionado. Por fin iba a poder estar tranquilo en un lado sin que le estuvieran molestando tanto. Sin tener que escuchar chillidos de niños a cualquier hora y sin tener que trabajar tanto.
JeongGuk le abrió la puerta y le dejó entrar primero. El olor de carro nuevo le hizo sonreír y después el muchacho se adentró al automóvil. Cerró con cuidado, sin decir ni una palabra. La verdad era que ambos no tenían nada de qué charlar ya que se habían conocido ese mismo día, así que el camino fue un tanto incómodo, pero fue suficiente para ambos, quienes llevaban vidas de tormentos junto a esas personas que no eran capaces de llamarse familia. El omega se mantenía mirando entretenido la noche que ya había caído encima de ellos, y los edificios encendidos pasar uno delante de otro, personas todavía saliendo, riéndose y besándose. Le gustaba mucho esa parte del mundo que no podía haber visto antes con tanta regularidad por el encierro en su casa.
Cuando miró hacia al lado para echarle un vistazo al otro, JeongGuk estaba mirándole. Este se apenó al instante, guiando sus ojos grandes a otro sitio, poniéndose tenso. Entonces fue que volvió a recordar el hecho de que eran iguales, de que... era un anormal como él y por eso fue que pensó que debería hablarle en vez de mantenerse callados para aligerar el ambiente (algo que de por si, él nunca hacía). Abrió su boca, pero la cerró al ver el miedo en la cara del otro.
—¡D-deja de mirarme, omega bastardo! —exclamó, con sus mejillas rojas intentando parecer enojado. YoonGi alzó una de sus cejas, captando que lo más probable era el hecho de que en su casa le dijeran "cómo" tratarlo ahora que estaban casados. Con un suspiro decidió que lo mejor sería no mandarlo a la mierda, no quería empezar una pelea con ese muchacho.
—Eres como yo, ¿verdad?
—N-no, ¡tú sólo eres un omega patético! Y-yo soy mejor —gritó para luego bajar la voz y decir lo último. YoonGi apretó las manos. Que no quisiera pelear no significaba que no pudiera hacerlo. Una de sus manos se fueron a sus cabellos y lo jaló con odio hasta su lado. JeongGuk chilló.
—Mira chamaco pendejo, te estoy tratando bien hijo de su puta madre, te calmas o te meto la hostia del siglo para que te acomodes, ¿eres capaz de entender o necesitas que me ponga como loca?
El chófer les observó con miedo mediante el retrovisor, más a YoonGi que al otro y sin que este último se diera cuenta aumentó la velocidad para que llegaran más rápido y no tener que ver a ninguno de esos dos de nuevo porque no parecían recién casados. YoonGi conectó sus ojos con los de JeongGuk, quien los tenía cristalizados. Le soltó del cabello y el de hebras negras se alejó, lloroso. Se notaba que era Anormal igual que él porque ningún alfa se dejaría hacer eso por un omega.
—Bien, ahora hagamos las paces como esposos que somos —dijo YoonGi con tranquilidad, acercándose—. ¿Cómo te sientes?
—M-me duele —se quejó, tímido mientras acariciaba su nuca.
—Bueno, es normal, te pusiste pendejo.
—¡N-no soy pendejo!
—Lo eres y no empecemos otra pelea que me descontrolo, maldita sea —le amenazó con ojos filosos y el menor tuvo que aguantarse lo que iba a decir haciendo un puchero. Seguro que no le gustaba en nada que el omega fuese así de rudo. El chófer sudaba frío desde el asiento del conductor, rogando porque ese diablillo no lo mirara. YoonGi puso sus manos en sus muslos—. ¿Tienes dinero?
—¿Para qué quieres saber eso? Jaja salu- ¡AAAAH! ME DUELE.
—Deja esos malditos memes mamones de mierda, alfa idiota. Eso no da gracia —gruñó con odio el omega, volviendo a jalar de sus cabellos mientras sonreía—. ¿Te vas a comportar o no? Dime, ¿tienes dinero?
—¡S-sí! ¡S-suéltame!
—Más te vale no seguir con ese tipo de cosas mientras yo esté, ¿me escuchaste?
—¡Sí, sí!
Yoongi soltó sus cabellos y JeongGuk se pegó a la puerta con una cara llena de miedo. Entonces el omega observó con enojo al conductor y se le acercó. Este sudó frío de nuevo, mirándole como si fuera un asesino.
—¿Puede avanzar? Quiero salir de este carro —dijo, enojado. Luego miró a JeongGuk—. Espero que en realidad tengas dinero porque iré a matar a esos cabrones que tengo por padres que me dijeron que sí tenías.
JeongGuk hizo un puchero, asintiendo. YoonGi dejó de observarlo hasta que habló.
—P-ponte el cinturón —le dijo y el omega le gruñó, haciendo que lloriqueara.
—¿Me casé con un jodido tartamudo? ¡Habla bien, hombre!
—¡¿PERO CÓMO QUIERES QUE HABLE BIEN SI ANDAS SUELTO COMO GAVETE?!
—¡¿QUE YO ANDO QUÉ?!
—¡N-nada!
Dieron una vuelta brusca y YoonGi se giró donde el señor con odio.
—¡¿Quiere matarme acaso, don?!
—¡N-no gr-grite en mi a-auto! —vociferó el conductor nervioso.
—¡Otro tartamudo!
—¡Déjelo gritar señor! —gritó con susto el menor, lloriqueando. El tramo a su nueva casa fue más corto entre cada grito y cuando ambos tuvieron ya sus maletas en la entrada el señor salió huyendo en su carro. YoonGi respiró hondo. Habían tardado casi como una hora, pero era mejor, así su familia se tardaría una hora en ida. Observó entonces lo que estaba delante suyo y sonrió. JeongGuk se posicionó a su lado, mirándole con miedo—. ¿T-te gusta? La elegí yo.
—Está bien, mejor que la pocilga donde vivía —admitió, observando el patio. Era largo y brillante, con varias flores blancas. La casa tenía dos pisos, era de color negro y blanca, minimalista. Sonrió encantado—. Me fascina, gracias por comprarla.
—Oh, no es nada —susurró, tomando las maletas—. Puedes ir entrando a lo que las llevo.
YoonGi miró hacia abajo, observando que el mamón quería llevarlas todas pero que no podía. Empezó a burlarse en su mente, y se acercó para tomar las suyas.
—No puedes, mamalón —dijo con burla, reincorporando su cuerpo para llevarlas él. Se adentró a la casa, temblando un poco del frío que estaba sintiendo. Habían dos farolas pequeñas que estaban encendidas. Cuando llegó al balcón, dejó las maletas en el piso y se giró para ver a JeongGuk subir con las suyas. El portón estaba cerrado—. ¿Tienes las llaves?
—A-ah, sí... Espera, no son llaves.
El muchacho sacó una tarjeta de su bolsillo, abriendo la puerta de aluminio. Logró moverla y dejó que entrara primero con sus maletas. YoonGi observó todo el lugar con sus pequeños ojos brillantes. Eso era una mansión a diferencia de la cueva donde estaba metido. Observó las paredes con una sonrisa. Era todo tan cálido cuando encendió las luces y no se imaginó viviendo allí.
JeongGuk cerró la puerta, con una sonrisa al mirarlo, pero luego dejó de hacerlo al saber de lo que tenía que hablar.
—Sólo... Sólo un cuarto está arreglado —comunicó y YoonGi dejó de mirar todo, incluso la hermosa cocina que hasta un mini bar tenía, para girarse y ver al alfa asustado allí—. Si quieres puedes quedártela y yo acomodo otro cuarto para mi. No quiero que te sientas incómodo.
—Eso es show, no vengas —dijo, rodando los ojos—. Eres mi esposo y en algún momento vamos a tener que dormir juntos. Prefiero que sea mejor ahora que luego ya que así me acostumbro. Lo que sí —comenzó a caminar hasta donde estaba. Tomó su corbata y le echó hacia donde estaba, con odio— ni se te ocurra tocarme.
—N-no, e-está bien.
—Perfecto. ¿Dónde está?
—En el segundo piso. Acá abajo esta la sala de estar, la cocina y el cine. Afuera está la piscina. Arriba los cuatro cuartos, el gimnasio y los tres baños.
—Oh, ¿hay cine? —preguntó asombrado. Luego se detuvo a mitad de recorrido, quedándose por la puerta de la piscina y observó a JeongGuk—. ¿Eres de la mafia?
El de cabello negro se negó, viéndose pálido.
—N-no, por Dios.
—¿Y qué tienes? Me estaba esperando una casa de una sola planta que tuviera lo necesario pero vino a mi lo que parece ser una mansión, esto no cuesta barato, eh —dijo mientras abría la puerta y observaba la inmensa piscina. Habían dos sillas de playa color negras, una mesa larga y rectangular junto a una sombrilla lo bastante grande para cubrir a más de dos personas. Alrededor de la piscina, incrustado en el suelo, habían luces que estaban encendidas. Cerró la puerta.
—Tenía que casarme para obtener el trabajo de mi padre —informó, dándose la vuelta para ahora acercarse a donde estaban las escaleras. YoonGi le siguió, escuchando con atención—. Él trabajaba en una empresa.
—¿Cuándo te dijo lo del trabajo?
—Cuando me interesé en el mismo —admitió, deteniéndose para que estuviera a su lado. Ambos luego siguieron el recorrido—. Me dijo que para tenerla, debía casarme. Pero ni siquiera sabía que estaba comprometido contigo, así que fue una total sorpresa. ¿Y tú cuándo te enteraste?
—En mi casa lo supe desde que tenía conciencia —dijo, y JeongGuk le observó sin decir nada—. Siempre me lo recalcaban. "Oye, compórtate, tu prometido te va a pegar si haces tal cosa" o "atrévete a abortar para que veas lo lindo que es un hospital". Mi madre me las decía a diario cuando hacía algo malo.
—P-perdón.
—¿De qué te disculpas? La culpa la tiene esa vieja mugrienta. Como quiera no iba a negarme a casarme sabiendo que podía irme de allí —dijo, ambos llegando ya al segundo piso—. Mi madre me buscó alguien como yo para que no tuvieras... problemas. Digo, si hubieses sido un alfa Normal. Los detesto, en serio. No dudaría en romperle los huesos si me tocaba uno de esos tipos.
Los dos caminaron por el pasillo. Habían clavos en cada parte, quizás era para poner marcos de fotografías. JeongGuk le fue diciendo de qué era cada puerta hasta que llegaron a su cuarto. Al entrar YoonGi tuvo que tomar aire para luego soltarlo. Era una absoluta belleza. JeongGuk dejó de mirarlo también para fijarse en su rostro y sonrió.
—Lo escogí pensando en que te gustaría. Es obvio que como quiera no te conozco pero-
—¡Qué mierda más bonita!
No tenía muchas cosas. Las paredes eran azuladas, techo blanco. Dos sillones altos y cómodos a cada lado. Al frente de la cama estaba una mesa baja de color caramelo y un plasma. Justo al lado de uno de los sillones, había un estante de su misma altura y un poco más bajo de la cama, un asiento largo. Al otro lado había una lámpara colgante del techo y las ventanas. Observó luego el piso con losetas grandes, crema. Estaba demasiado limpio.
—Creo que habrá que comprar un armario más grande. ¿Acomodamos o comemos algo?
—Ya deberías saberlo —dijo, alzando sus cejas. JeongGuk se enojó.
—¡Me dices que no use frases de memes y mírate!
—¡Cállate!
—¿Será este el fin del hombre araña? —dijo el menor, enojando entonces a YoonGi.
—Vamos a bañarnos primero, hombre. Siento que apesto. Luego comemos y nos echamos a dormir.
—Temprano porque tengo que trabajar mañana.
YoonGi se quitó su chaleco, mirando que JeongGuk hacía lo mismo.
—Supongo que mañana tendré que hacerte el desayuno. Más te vale que te despiertes rápido. Anda, al baño —dijo, abriendo la puerta para que el otro saliera.
—Ya, mamá.
—¿Qué dijiste?
—N-no, nada.
YoonGi le observó irse al baño y sin querer sonrió. Aquello iba a ser divertido.
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