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29.

YoonGi se puso encima de sus hombros la bata de dormir, acostándose en la cama. Aquel momento era su favorito del día, y pensó que el de muchos también. Nada que pudiera reemplazar la sensación cómoda que producía la cama cuando se acostaba en ella. Miró el techo, suspirando al sentir que una gota de su cabello húmedo recorría su mejilla hasta caer a su hombro.

La cena con NamJoon y sus hermanos había sido un tanto divertida, tuvo que admitirlo mientras sus orbes seguían pegadas al cemento que le cubría de la lluvia y el sol. Estaba muy fresco en su mente. Los niños habían entrado en confianza demasiado rápido e inclusive al final de la comida le habían apodado como su nuevo y único tío, algo que le emocionó porque la verdad era de que sí era tío de chiquillos, pero no tenía una relación cercana con ninguno, ya que sus hermanos básicamente habían desaparecido del mapa después de haber contraído matrimonio. El momento junto a ellos le había dado el recuerdo de sus hermanos idénticos, y se lamentó el no saber noticias de ellos. Justo cuando había comenzado todo el proceso para pelear por su custodia, JeongGuk se había caído en la oficina.

Maldito estúpido.

Pero nada, NamJoon le había vuelto a contar de su vida, y lo ardua que se le estaba haciendo, de la reciente lejanía en cuanto la toxicidad que irradiaban quienes decían ser sus amistades y la importancia de mantener la estabilidad mental y física de sus hermanos, quien dijo que eran lo más importante para él ya que sus papás ya no estaban presentes. No lo dudaba. Aquellos ojos castaños que antes eran embriagados con la locura juvenil, hoy día dejaban la sensación a suavidad y madurez digna de la edad en la cual estaba. El pasado había sido cruel, y el método de conocimiento nunca existió, pero era especialmente demandante en la actualidad. Le atraía. Le parecía interesante. En realidad no sabía cómo había terminado ayudando a alguien quien le había hecho daño en un pasado.

Pero bueno, a las personas no se les debía tener en una tortura eterna, se dijo. Claro que para ello habían excepciones. Por ejemplo, sus padres nunca iban a dejar de ser maldecidos por él, inclusive podría hacerlo después de la muerte, porque estaba seguro que si existía un infierno, allí iban a ir todos, y como a Satanás no le importaba, iba a masacrar a su madre y al Alfa lo más que pudiera. Pensando en ello soltó una risotada que fue escuchada por JeongGuk, quien entró a la habitación y notó al otro quien parecía estar en su mundo.

Algo cohibido fue que se acercó. Sabía bien que ese omega estaba loco.

—YoonGi, ¿de qué te ríes?

El mencionado dejó de mirar al techo para poner sus ojos en él. También apartó las risas a un lado, suspirando y se acomodó mejor en la cama. Sí, aquel era su momento favorito. En donde se podía acostar y saber que de la cama no tendría que levantarse en unas buenas horas. Desvió la mirada.

—De nada, de nada me río —respondió, cerrando los ojos. JeongGuk se le acercó, lento, apreciando a la persona que estaba en la cama como si jamás la hubiese visto. YoonGi la verdad era de que se había puesto atractivo de la nada. Con cuidado se sentó mejor, mirando su cuerpo cubierto por la ropa, o había sido él quien se había fijado de más. No había mentido en lo que le había dicho en la tarde. Últimamente se encontraba un tanto acalorado, pero tenía algo de temor en decirle al otro porque bueno, había perdido la memoria y no era lo mismo que antes, supuso. Ante el silencio que había, el omega abrió los ojos, mirando al castaño, quien se avergonzó un poco de que se diera cuenta que lo miraba—. ¿Qué? ¿No piensas dormir? Anda, que me levanto temprano para acomodar la casa, desconsiderado.

—YoonGi —le llamó, ignorando lo que había dicho. El mencionado giró la cabeza a donde se encontraba, subiendo una de sus cejas con curiosidad. El castaño tragó saliva, poniendo sus manos en sus propios muslos—. Puedo... ¿Puedo preguntarte algo?

—¿No lo estás haciendo ya?

JeongGuk asintió, dándose cuenta de ello después de haber formulado la pregunta por lo que se sintió un poco estúpido. Pero la dejó de lado. Aquello no importaba.

—Tú... ¿Tú y yo podemos tener relaciones?

El omega se le quedó viendo como si le hubiese salido una pierna en medio del rostro, y con rapidez negó. El alfa abrió sus ojos algo sorprendido, cuestionando con la mirada porqué se estaba negando a ello.

—No, JeongGuk. Estás enfermo.

—Espera, ¿cómo que estoy enfermo?

—Eso mismo que te acabo de decir, hombre. Estás enfermo. Que yo recuerde y que tú sepas, estás con la amnesia esa donde no recuerdas nada. No voy a estar contigo si es de esa forma.

JeongGuk se alejó, enojado. Entonces se puso en medio de la pequeña alfombra que tenían, comenzando a dar saltos rabiosos como si no pudiese desquitarse de otra manera. El omega le ignoró. Recientemente el castaño estaba tomando esa manía. Le parecía tierna, pero era desesperante. Él no estaba para aguantar berrinches como si fuese hijo suyo.

—¡No estoy enfermo!

—Lo estás. Tomas medicamentos, bueno, ya casi ni lo haces. ¿O alguna vez lo hiciste?

—¡Pero eso no tiene nada que ver con mi amigo, YoonGi! ¡Tengo todas las hormonas alteradas como si fuese yo un chamaco! ¡Las mañanas son asquerosas! ¡Debes ayudarme!

Min suspiró, cerrando de nuevo sus ojos y puso una de las almohadas encima de su rostro. Sí, desesperaba al máximo. El alfa se quedó en silencio, mirando a otro lado. Estaba harto. Harto de tener que haber olvidado todo. Harto de no saber qué había ocurrido antes, harto de no saber si ellos dos en realidad habían tenido buenos momentos, o si se habían llevado mal toda la vida. JeongGuk estaba hasta la coronilla de saber que atrás de sí estaba su pasado y no poder ver nada por más que intentara.

Se sentó en el piso, para proceder en segundos a acostarse. Entonces, soltó suave.

—Supongo que es cierto, ¿no?

El omega no respondió, así que habló de nuevo.

—Eso de que te casaste conmigo porque habías sido obligado, y que no me amabas. Pero... creo que ahora está bien, ¿no? Ya no tienes que cargar conmigo, además de que sigo sin recordarte con exactitud. ¿Deberíamos pensar en eso del divorcio?

YoonGi se quitó la almohada de la cara y se sentó en la cama para mirar a JeongGuk tirado en el piso como si fuera un vagabundo. Se acercó a él para darle un golpetazo en uno de sus muslos, el cual JeongGuk esquivó de milagro, ya que rodó hacia el otro lado, alejándose de si para que no pudiera hacerlo.

—JeongGuk, no todo es amor, lo sabes.

—Sí, YoonGi, ¡pero eres demasiado frío conmigo! Todas las mañanas nunca estás a mi lado, nunca te me acercas, nunca me abrazas, ¡nada! Eres duro como una piedra, helado como Elsa. ¡Y no te pido mucho! Pero soy tu esposo, ¡un poco de mimos no me haría mal!

Lo único que podía salir en esos momentos de su boca eran los suspiros. YoonGi lo sabía, pero ¿de qué forma se lo podía explicar sin que le hiciera una pelea? Con cuidado se levantó de la cama para sentarse en el piso, justo al lado del muchacho, quien miraba el techo.

—JeongGuk... No creo que recuerdes, o si te lo dije, pero mi infancia no fue buena nunca. Sólo recibí odio en mi vida. Odio de mis padres, de mis hermanos, de los vecinos y de la sociedad. Entonces... Lo único que supe dar era odio, era enojo y eran insultos, y aún así no era suficiente para menguar lo que sentía, porque era lo único que me habían enseñado a sentir. Así que... justo ahora se me hace difícil ser romántico o protector contigo y hay veces donde sólo quiero sentirme protegido o dormir cerca de... alguien, pero no puedo porque quiero respetar este tiempo para que logres recuperarte al cien por ciento. Tienes que entender que voy de a poco con todo esto.

El otro se giró, mirando su perfil y su cuerpo.

—Pero YoonGi, si quieres un abrazo o cosas así, no creo que yo me vaya a negar —susurró, acercándose para poner sus brazos alrededor de su cuerpo. El omega miró al piso, sintiéndose extraño. El calor de JeongGuk estaba de nuevo allí. Era tan suave y acolchado como recordaba. Simplemente se pegó a su cuerpo, cerrando sus ojos y pidió, si había un Dios, que le regresara al JeongGuk de antes, a aquel que parecía una bola de azúcar, a aquel que sonreía con inocencia y que era nervioso—. Pero yo sí quiero que aunque sea puedas ser un poco más lindo, ya sabes. La única vez que lo fuiste fue aquella mañana después de haberte metido un puñetazo.

—Dolió, lo recuerdo.

—Oh, lo lamento otra vez —JeongGuk miró su rostro, dejando un beso en su nariz. El omega sintió que la cara se le calentaba ante sus ojos. Bueno, JeongGuk había cambiado demasiado en todo aquel tiempo. Ahora tenía esa personalidad infantil a la cual no se acostumbraba aún. Pero... cuánto quería por retrasar el tiempo y prevenir que el castaño en su trabajo se matara—. Ahora, ¿podemos tener relaciones?

—¡Pero hombre, qué poco tacto tienes!

—¡Pero YoonGi!

El mencionado se alejó, viendo como de nuevo Jeon hacía otro berrinche. Simplemente comenzó a reírse porque le parecía lindo el hecho de que hiciera algo como eso. El alfa se detuvo, mirando a su cónyuge reír, y apartó la mirada con nervios, así que habló.

—Bueno, no es necesario —susurró, poniendo su cabeza en sus piernas. El pálido acarició su rostro—. Verte sonreír me gusta. ¿Por qué no sonríes más?

—Hoy estás muy cariñoso, ¿sabes?

El omega se bajó, besando todo su rostro. JeongGuk sonrió encantado, cerrando sus ojitos. El omega finalizó en sus labios, acomodándose después para poder poner su cabeza en el pecho del otro. Jeon puso una de sus manos en su cintura.

—Y... ¿Te puedo quitar la camisa? Es que tu piel es suavecita y caliente y me gusta, ¿si?

YoonGi se rió en voz baja quitándose pronto la camisa para acercarse aún más a su cuerpo. El otro entonces puso ambas manos en su espalda desnuda, acariciando con ansias. Pronto empezó a dar delicados besos en su nuca y cuello que aceptó en tranquilidad. A pesar de todo no podía olvidar que estaban tirados en el piso, pero le parecía cómodo de igual forma. Jeon se acercó a su oreja a lo que su mano se iba a uno de sus muslos, tocando. YoonGi sonrió.

—Eh, cuidado con que me calientes —susurró con una sonrisa. Sus manos eran cálidas, mucho más si estaban adheridas a su cuerpo. Un beso en su cuello, un beso en su hombro, otro aquí, otro allá. Eran buenos, pensó. Los besos siempre eran buenos y por eso no podía recibir demasiados, porque caería en nada—. JeongGuk, hombre, ya.

—Pero YoonGi, nunca he visto tu trasero. O bueno, supongo que si, pero ahora no recuerdo.

El omega se alzó, suspirando.

—Pues más te vale recordar porque no habrá nada hasta que lo hagas. Ahora a dormir porque no podemos estar acá tirados en el piso como si fuéramos indigentes y el piso es demasiado incómodo, anda.

YoonGi se subió a la cama, ignorando con éxito el otro berrinche que haría en menos de dos segundos su esposo, quien se aseguró que desde ese día en adelante haría el esfuerzo de intentar recordar las cosas que su mente había dejado atrás, aunque tuviese que beber los medicamentos o tener dolores de cabeza.

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