28.
Los días después de aquel incidente pasaron bastante bien. YoonGi permanecía tranquilo mientras hacía su típica limpieza diaria del hogar mientras que mantenía a JeongGuk haciendo ejercicio o diciéndole cosas sobre su pasado, ya que ese era un tema que le interesaba mucho. Siempre se quedaba mirándole con atención cuando empezaba a hablar sobre como se conocieron. Se dio cuenta pronto que JeongGuk había pasado un mes sin recordar nada, y suspiró al tachar el día. Además, no podía olvidar el asunto con sus hermanos. Estos pobres todavía seguían con aquella mujer, pero todavía, lamentablemente, no podía ir porque JeongGuk acaparaba toda su atención. Sin embargo, siempre rogaba de que todo estuviese bien con ellos y que pronto pudiese saber qué pasaba con sus vidas y qué podría hacer para que estos vinieran a su lado, en la casa.
JeongGuk se había tenido que quedar solo esa mañana. No había tenido ganas de salir al supermercado, y YoonGi tampoco le obligó a ir ya que no quería tener que estar comprando cosas que según él no eran necesarias, por lo que se quedó en la parte de abajo mientras hacía lo que le pidió el omega. Estaba en una lista, cerca suyo en la pared. En ese instante estaba pasando la escoba tal y como pedía, pero tenía hambre, y mucha. En la nevera en serio que no había nada, YoonGi no se había tomado el tiempo para ir al supermercado. El gato que había traído estaba mordiendo una de las cortinas, jugando con ella. Al castaño le importaba poco que hiciera aquello, aunque tenía el presentimiento de que si el omega se daba cuenta, le iba a dar una patada tanto a él como al pobre gatito todo jodido allí en la esquina.
Siguió pasando la escoba. Tenía el televisor encendido porque no le gustaba el sonido del silencio. No sabía ni siquiera lo que estaban dando, quizás eran las noticias. No obstante alguien tocando la puerta le hizo detener lo que estaba haciendo. Dejó la escoba a un lado, acercándose para mirar por la ventana cercana a la puerta. YoonGi no se lo había dicho en algún instante, pero era humano y por lo tanto, en él albergaban instintos. Su alfa le dijo que estaba en un estado donde no le podría abrir la puerta a cualquiera. Quien sabía quién estaba detrás de ella.
Algo asustado se quedó adentro. Nadie le inspiraba confianza. Sin embargo, escuchó una voz femenina.
—¿YoonGi?
¿Conocía a YoonGi? Con lentitud se acercó de nuevo, mirando por la ventana. Era una mujer de cabello largo y negro, una falda que duraba hasta sus rodillas por lo que podía notar, era delgada y pálida. Le pareció igual a su esposo de repente, así que abrió la puerta. Entonces lo confirmó. Era igual a YoonGi. Con los ojos pequeños, pálida como la nieve y con una sonrisa donde mostraba sus encías con los dientes pequeños.
Aunque... algo dentro de si le dijo que había hecho mal en abrir la puerta. Notó que ella llevaba unas bolsas en sus manos, en sus dedos que estaban rojos.
—Hola —se atrevió a saludar. La fémina sonrió aún más.
—¿YoonGi está en casa? —preguntó. El tono era suave y delicado. El otro negó.
—Él salió hace poco —informó, viendo que no le había dado el permiso y que aún así ella había entrado a la casa. Cerró la puerta sin dejar de fijar sus ojos en su espalda. Se acercó poco después, viendo que ella dejaba las bolsas en los estantes de la cocina y preguntó minucioso—. ¿Quién es?
—Oh, soy la mamá de YoonGi, Min SunHee. Es que hace tiempo no venía a visitarlo y bueno, pensaba en hacerles una comida.
JeongGuk asintió, aunque a pesar de ello seguía sintiéndose extraño. Su alfa no estaba cómodo, pero no sabía el porqué, ya que como era obvio, no recordaba nada. La mujer le dijo que no se preocupara por la cocina, que ella le haría algo rico de comer. El castaño no quiso, pero tuvo que quitarle el ojo de encima y siguió barriendo. En unos cuantos minutos, algo así como diez o quince, ya el aroma a comida abundaba en todo el sitio, y fue inevitable el hecho de que quiso ir hasta donde la mujer, peor siguió haciendo lo que le pedía YoonGi. Total, no había problema, se dijo después. La mujer era amable y se parecía a YoonGi, aunque menos explosiva. Tenía un aroma...
Desagradable.
Sin embargo tampoco dijo nada. Supuso que su esposo se llevaba bien con ella. Así que cuando le llamó fue corriendo por el hambre, con una sonrisa bonita. Ella le dio un plato relleno de huevo, tostadas e inclusive fresas. Sonrió encantado, aceptando a la mujer y lo que le brindaba.
—Puedes sentarte, yo haré lo que estabas haciendo, ¿bien?
JeongGuk asintió, yéndose a la sala para comer luego de que esta le hubiese dado café. La mujer siguió haciendo lo que estaba apuntado en una lista un tanto extraña. Una hora después de haber comido el castaño llevó su plato hasta el fregadero y sintió que la puerta se abrió. Entonces se detuvo y caminó hasta donde la puerta. YoonGi llegaba con bolsas en las manos, así que se acercó para ayudarle. El omega le sonrió hasta que al parecer olfateó.
—¿Cocinaste? —cuestionó extrañado.
Inocente contestó a su interrogante.
—Ah, no, yo no. Recuerda que no había mucha comida —dijo. El omega no supo cómo había hecho la comida hasta que le siguió diciendo—. Fue tu mamá, vino hace como una hora... aunque no sé en dónde está, pensándolo bien. Desapareció creo que por las escaleras. Me dijo que me iba a ayudar con las cosas que me habías dejado para hacer. ¿Por?
Los pasos de YoonGi se detuvieron. JeongGuk se giró, viendo como estaba tenso y pálido. El omega desvió la mirada de él, incómodo, antes de entrar a la cocina y ver que, como había dicho, habían cocinado para él. JeongGuk le observaba sin saber qué ocurría, total, pensó que todo estaba bien. YoonGi no dijo nada, agarrando un cuchillo bien afilado antes de irse de allí para ir subiendo las escaleras. El castaño se asustó, dejando las bolsas para caminar hasta donde iba el otro.
—¿Y-YoonGi? ¿A dónde vas?
—A sacar las ratas —le respondió con severo hastío, girándose. Aquellas orbes refulgentes en aversión le hicieron quedarse quieto—. Tú quédate acá abajo. Ni se te ocurra subir. Es una maldita orden.
El alfa se quedó extrañado ante lo que le obligó a hacer, y alzó sus manos como signo de tranquilidad y bandera blanca, quedándose en la parte de abajo como le había dicho su esposo. Estaba intranquilo a pesar de eso. YoonGi siguió caminando hasta la parte de arriba y el castaño sólo supo suspirar del miedo que le daba el otro.
Se quedó sentado en el sofá hasta que escuchó de la nada a la mujer quejándose de unos supuestos malos tratos y YoonGi diciéndole que debía irse a base de amenazas. El castaño se giró para ver, asustado. Se tiró y escondió en el piso donde estaban los muebles. Así ninguno de los dos familiares podría verle, pero él sí podía escuchar. Cuando estuvieron como tal en la parte de abajo, se acercó un tanto a una de las patas del sofá para ver.
—Espero que ni se te ocurra acercarte de nuevo a la casa, vieja bruja y menos cuando no estoy yo pendiente —gruñó YoonGi, con odio—. Ah, y tampoco vayas contando por ahí que JeongGuk no recuerda nada y que lo he dejado solo. Ya sabes, que tú eres de esas que te montas esas películas que ni la India tiene.
—No son películas, son cosas ciertas. Ese pobre muchacho estaba muriéndose de hambre, ¡es un alfa! Un alfa no debería estar haciendo nada, a él no le tocan estas cosas de tener que estar barriendo o limpiando como si fuera un omega. Eso te toca a ti —razonó con enojo.
—Mientras la casa esté sucia y no pueda hacerlo yo, JeongGuk puede hacerlo porque él está en todas sus capacidades para tomar una jodida escoba y barrer. Él no se pondrá como un parásito como lo es el Alfa. No te entrometas en mí vida, mierda. Es mí casa, son mís reglas y es mí esposo.
JeongGuk se sonrojó, sonriendo cuando escuchó la hermosa posesividad de YoonGi ante la mujer. Le gustaba que él fuera así. Observó leve de nuevo.
—Aún así, si yo-
—Si veo de nuevo que te has metido a mí casa a cocinarle a mí alfa —susurró, acercándose a ella mientras sostenía el cuchillo sin temblar— no voy a dudar en cortarte en trozos para darle de comer al gato que tenemos tremendo festín porque estoy seguro que come de todo y le gustará el sabor a rata fresca. Así que sal ahora mismo de mi casa antes de que no vuelvas a ver la luz del día.
La mujer se fue de allí, indignada. YoonGi dejó el cuchillo en la mesa cercana a la entrada, suspirando antes de azotar salvaje la puerta, queriendo que por alguna casualidad se le hubiese quedado un dedo allí y se le hubiese roto. JeongGuk se levantó para dirigirse hasta donde él y sonrió cuando este le miró, pero YoonGi no estaba contento.
—Y tú, no le abras la puerta a nadie mientras yo no esté. ¿Entendido? —le regañó, yendo hasta la cocina. JeongGuk le siguió.
—YoonGi, dilo de nuevo.
—Qué sordo, hombre. Te dije que no le abras la puerta a na-
El alfa lo interrumpió, poniendo uno de sus dedos en su boca.
—No, lo otro. Lo de antes.
YoonGi se detuvo, mirándole con duda.
—¿Qué dije?
—Que... Que yo era tu alfa, tu esposo, tu amor de vida.
—Yo nunca dije esa vaina, hombre —expresó fastidiado, comenzando a sacar las cosas de las bolsas para acomodarlas. JeongGuk se le acercó por detrás, poniendo sus brazos en su pecho y YoonGi suspiró—. JeongGuk, basta.
—Dilo, una vez —susurró en su oído, haciendo que YoonGi se pusiera nervioso—. Di que soy tu alfa, y que te gusta que lo sea.
—JeongGuk ya basta, tengo que hacer cosas que no has hecho.
—¿No quieres decirlo?
El omega suspiró de nuevo, cerrando sus ojos.
—Tú lo sabes, JeongGuk.
—No es que lo sepa, es que quiero escucharte.
El pálido se volteó en sus brazos, mirando sus ojos unos segundos antes de fijarse en sus manos. Parecía avergonzado.
—Bueno... Eres mi alfa y me gusta que... lo seas —susurró poniéndose rojo. Guió sus ojos a él, moviéndose para dejar su atención en la comida—. Ahora déjame terminar lo que estoy haciendo.
JeongGuk asintió, poniéndose a un lado suyo. No podía negar que le gustaba esa faceta ruda de YoonGi, sin embargo la duda le corría por las venas, y no podía dejar de lado el hecho de que esa mujer y el omega no se llevaban para nada bien. Así que se quedó en silencio hasta que sus labios se abrieron a la fuerza, y tuvo que dejar escapar la pregunta.
—¿Y por qué no te llevas bien con tu mamá?
Reparó la acción que YoonGi realizó en segundos luego de cuestionar. Se había puesto tenso de nuevo, no obstante eso duró demasiado poco la verdad. Pronto había regresado a la relativa calma que demostraba. Observó que estaba guardando las cosas en la nevera.
—Esa mujer nunca ha sido mi madre. ¿No has escuchado la frase esa de «no es quien engendra, es el que cría»? Bueno, es lo mismo, no tengo padres. Yo soy mi propio padre.
Le observó con más curiosidad, apegándose a su cuerpo.
—¿Cómo es eso?
—Esa pregunta es obvia, JeongGuk. ¿Por qué diría eso? Porque son una mierda —contestó—. Pobres, adictos a los juegos de azar, con demasiados hijos, abusadores y explotadores. Eso son. Una plasta que soltó un caballo y es rodeada por moscas.
El castaño dejó de mirarlo.
—¿Sabes? Cuando esa mujer llegó mi alfa se sintió raro. Supongo que tuve que haber hecho caso a mis instintos.
—No, es bueno que la hayas conocido de nuevo —dijo, colocando sus orbes en él—. Así puedes identificar quién es y no dejarla entrar en otra ocasión.
—Si tú dices.
Justo en ese instante la puerta sonó. YoonGi se apresuró a ser él quien abriese la puerta y sonrió al ver a NamJoon allí. Le había dado la dirección de su casa hacían unos días cuando se dio cuenta de que no lo había hecho antes. Este le preparó los helados y llamó entonces a JeongGuk para que los viniese a tomar. Este al darse cuenta de quién era miró mal al hombre, saliendo poco después de su campo de visión al tener los helados en mano. El omega habló justo ahí.
—Por cierto, NamJoon, estaba pensando en invitarte a comer esta noche acá, ¿qué me dices?
—Ah, tengo que cuidar a mis hermanos, pero gracias, eh —rechazó la oferta, sonriendo al recibir el dinero. El omega observó la calle.
—Es con todo el paquete, hombre. No tú solo.
Los ojos de NamJoon brillaron.
—Bueno, mal no me haría. Últimamente no han comido bien.
Entonces los ojos de YoonGi brillaron.
—Haré mucha comida si es así. Ven a eso de las seis de la tarde para que no esté tan oscuro.
Los dos se miraron con una sonrisa antes de que el otro se fuera. El omega cerró la puerta, notando que JeongGuk estaba detrás de si con los brazos cruzados encima de su pecho, molesto. YoonGi se tensó de nuevo.
—Y-
—No empieces —gruñó, haciendo que JeongGuk hiciera una pataleta.
—¡No le sonrías!
—JeongGuk deberías saber que al único que le doy mi trasero es a ti. ¿No te dije que eras mi alfa? ¡Enorgullécete de que soy de esa forma!
—¡Sí estoy orgulloso!
—No lo muestras.
—¡Hoy por la noche te muestro qué orgullosos estamos de ti!
Jeon se detuvo, extrañado mientras le miraba.
—¿Orgullosos?
El castaño sonrió pervertido antes de tocar su entrepierna. YoonGi entonces le ignoró, riéndose antes de ir a la cocina.
—¡Ve y báñate, sucio! —gritó, ignorando la nueva pataleta que hizo su esposo.
—¡YOONGI!
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