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18.

—Deberías aceptarlo. Es tu esposo.

YoonGi miró al omega, quien bebía alegre de su caja de jugo mientras miraba la casa por completo como si jamás hubiese entrado cuando ahora lo hacía todos los días debido a un comentario descuidado que había dicho YoonGi sobre la soledad que a veces sentía cuando JeongGuk se iba y tenía que pasar el día completo sin hacer nada. El otro estaba desparramado encima de su sillón favorito, mirando la taza llena de café azucarado que poco a poco se iba enfriando. Recordó entonces que a JeongGuk le gustaba sin nada de azúcar. Siempre bebía su taza por la madrugada, en silencio mientras observaba a la nada e intentaba que el sueño no se hiciera uno con él. Sonrió.

—Supongo. Pero... me voy a sentir extraño, ¿sabes? No pensaba que JeongGuk pudiese tener ese tipo de sentimientos tan temprano. Sólo llevamos par de meses juntos, como dos, llegando al tercero. Y pues, saber que fue tan rápido logra asustarme un poco. Tengo un temperamento horrible, ¿cómo se supone que alguien me tome en serio cómo su pareja? Poseo más defectos que virtudes, y nunca nadie se había fijado en mi.

—Bueno, las cosas se dan por algo, ya sabes. Así, de la nada. Creo que son los mejores sentimientos. Cuando de la nada un día de estos lo miras y ¡bom!, piensas en que es extraordinario, y que es la mejor persona que eo destino te pudo haber puesto en el camino. Seguro que le empezó a pasar contigo hace poco. Quizás algunas veces te miraba y se decía "woah, es tan lindo", y como es anormal, seguro pensaba en que eran cosas que no debían ocurrir.

YoonGi bebió un poco del café dulce, imaginándose eso que decía TaeHyung. Siendo sincero, no podía plasmarlo demasiado en su mente. Si alguna vez llegó a pasar, JeongGuk no lo diría, jamás y nunca, sería demasiada pena para él en ese momento en que ambos apenas comenzaban a tomarse en cuenta. O peor, podría pensar que no se lo tomaba en serio y que podría burlarse de lo que decía. Se puso a pensar sobre el alfa. ¿Acaso su esposo estaría pensando en él ahora, como YoonGi lo estaba haciendo? Le resultaba inevitable el hecho de saberlo, de que se hubiese despertado a las cuatro de la mañana, sin sueño, y cuando se giró, le vio, y sólo pensó en sus palabras, porque fue un instinto. Un instinto extraño que sentía cada vez que la consciencia le permitía vivir otro día. Tener que verlo a su lado. Pero no con amor, sino por la costumbre sana que se había hecho.

Bebió de nuevo, cerrando sus ojos. Podía verlo. A JeongGuk mirándole. Quizás cuando estaba distraído, cuando caminaba, cuando dormía... ¿Le habrá observado todas esas veces donde creía que estaba despistado? Miró luego a TaeHyung, sintiendo que sus vellos se erizaban al saber que quizás los ojos de su esposo se habían posado en el más tiempo del que creía.

—Quizás. Por cierto, dejando ese tema de lado, he visto a ese alfa rondar por tu casa, ¿ha pasado algo?

—Ah, JiMin. Pues la verdad sólo me ha estado invitando a beber de sus vinos, nada mal están, eh. Porque claro, yo no poseo los dólares que cuestan esas bebidas —se rió el omega, mirándole con complicidad—. Lo que no puedo negar es que me lo como con la mirada cada vez que llega a casa. ¿Has visto ese trasero que se carga? Me encantaría hacerle de todo si tuviese la oportunidad.

YoonGi dejó de beber, sonriendo pícaro.

—Pero eres un omega. JiMin jamás dejaría que hicieras algo así, ya sabes, los alfa regulares son algo testarudos con eso. O eso supongo. Al alfa que estaba en mi antigua casa no me gustaba siquiera que le miraran el culo, era un asco había que decir, pero no, nadie debía tocarselo. Menos mal, era un horror.

El otro le observó, confundido.

—¿Omega? —preguntó, sacando a relucir sólo esa parte de lo que había dicho. Y luego se rió—. ¿Crees que soy omega?

—Eh, ¿no lo eres?

—No —se volvió a reír—. Soy un beta, uno anormal. Pensé que te habías dado cuenta al principio, cuando nos conocimos, por eso no ví necesario decírtelo.

El omega se quedó estático. Mierda, algo le había dicho que lo era, pero bueno, JeongGuk habló sobre que él era un omega y como su olor era dulce, pues la verdad no se mató demasiado en ello porque resultaba ser la verdad. Sin embargo, ahora TaeHyung le estaba diciendo que no era un omega como creían, sino que... era uno como los de ellos. Anormal. Era la segunda persona así que conocía. Se quedó por varios minutos callado, para luego suspirar. Bien, por lo menos conocía a una persona justo como lo eran el matrimonio. No se sentía tan solo, ni tan incomprendido.

—Pero supongo que tu vida ha sido más calmada, ¿no?

—Oh, eso sí. En casa casi nunca hubo de esos problemas que tienes. Mis padres me ven como... un beta con olor, nada más.

YoonGi se bebió todo lo que había en la taza, suspirando. Era cierto que habían personas que tenían más suerte que otras. Muchas veces pensaba en lo diferente que hubiese sido su vida, sus pensamientos y actitudes si simplemente hubiese nacido con otro tipo de etiqueta, siendo un alfa regular, o un omega normal como otros de sus hermanos. No... No siendo uno anormal, donde no tenía ni voz ni voto ante la sociedad, que sólo les consideraban como un error que la naturaleza tuvo, y que no deberían existir.

—Pero dejémos ese tema, porque en verdad no es nada interesante saber que soy un beta. Venga, ¿vas a aceptar a tu esposo?

—Se ha de notar que te gusta el salseo —susurró, viendo su sonrisa pícara—, pues la verdad, le dije que me diera tiempo. Me sentiré sofocado si se me acerca con otras intenciones que parecen extrañas a mi parecer, pero no, no se lo he dicho todo de un tirón. Sólo le comuniqué que necesitaba un poco de espacio para pensar en eso.

El beta asintió.

—Supongo que está bien, entonces. Es un buen muchacho por lo que he podido notar en lo poco que hemos hablado.

YoonGi asintió, deseando dormir por unas buenas horas.

***

JeongGuk estaba con sus ojos entre cerrados en la computadora. Por primera vez llegaría tarde a su hogar, ya era eso de las seis y cuarenta de la tarde, y no había podido salir por el trabajo en exceso que tenía, y que a regañadientes quería terminar para salir de ello. Se lo había informado a su esposo mediante mensajes de texto, pero el otro no le había respondido hasta ese momento. JeongGuk estaba nervioso, no había podido dejar de pensar en él todo el día, y ahora que había dicho sus sentimientos, parecía que estos aumentaban. Como si estuvieran bien, y se hubiesen dado cuenta de ello. Respiró hondo, deseando ya llegar y acomodarse en su rica cama con aquel olorcito que le gustaba, leche calentita con canela.

Sin embargo la puerta se abrió. Su secretaria, igual de cansada que él, ya rogaba seguro por quitarse sus tacones. La miró.

—¿Pasa algo, Mina?

—Sí, hay unos muchachos afuera rogando por hablar con usted, les he dicho que está ocupado, pero me comentaron que no se iban a ir hasta que pudiera atenderlos. No tienen cita previa y no llamaron.

El alfa se acomodó en su asiento, dubitativo. ¿Quiénes podrían ser? Ladeó su cabeza, suspirando.

—Déjalos entrar.

—Bien.

La mujer desapareció por donde vino, dejándole solo. En cuestión de minutos, aparecieron tres chicos. Los reconoció de inmediato. Eran los hermanos de YoonGi, los trillizos idénticos. Todos de cabello negro y ojos pequeños. Se les acercaron, sudorosos y parecían temblar. Asustado, pidió que se acercaran.

—Hey, chicos, ¿qué pasa?

—¡Usted es el único que puede ayudarnos, por favor! —rogó uno, que no sabía su nombre y le tomó de la mano. Se levantó, caminando hasta los otros dos. Uno lloraba, porque tenía esos ojos hinchados y se movía con brusquedad. Ahora sí que se cagó. El otro niño alzó la camisa del niño llorón, y el alfa pudo percatarse de par de moretones que tenía en diversas partes del pecho. Atónito, fue dándose la vuelta para verlo mejor, notando que quizás irían también por sus piernas. Mierda. Sus manos temblaron al darse cuenta del problema que se aproximaba donde ellos dos—. ¡Por favor, ayúdenos! No queremos volver, queremos ir donde YoonGi, ¡básicamente es nuestro padre!

—¡Por favor, por favor!

Los niños comenzaron a rogarle que les ayudara, y con miedo fue que tuvo que intentar comunicarse con YoonGi. Le llamó, pidiéndole a los niños que se detuvieran unos momentos, pero no, no respondió. Raro, YoonGi siempre, siempre respondía porque tenía el celular a la mano. Observó a los niños.

—Pero no los puedo llevar con YoonGi, lo saben —dijo, apenado con ver sus rostros tristes—. No es porque sea mi esposo, es porque no tiene los derechos de su custodia para poder llevarlos a casa. Por mi ya hubiese hecho todo lo posible porque vivieran con nosotros, porque sin dudas, YoonGi estaría más tranquilo y divertido con ustedes, pero no puedo.

Ellos le miraron con ganas de llorar. Le daba pena, en serio. A pesar de ello, no quería tener que terminar en algún problema debido a que esa gente estaba loca y harían lo que fuese para que YoonGi no pudiera vivir en tranquilidad. Pero... Esos ojitos tan bonitos le recordaban, sin querer, a los de Min, y entonces le daba un sentimiento de culpa inmenso. Porque pensó en que YoonGi puso esos ojos con ese dolor, varias veces en su vida, antes de que pudiera llegar él, a sacarlo de ese lugar. Quién sabe cuánto tiempo habrán sufrido esos niños a manos de una familia tan disfuncional como aquella, que el único método que tenían para vivir, era salir corriendo de allí.

Intentó llamar a YoonGi de nuevo, pero no contestó. Ahí fue que comenzó a desesperarse. YoonGi siempre tenía su celular con carga, y en un volumen alto por si acaso. Que no respondiera significaba que algo tuvo que haberle sucedido. No supo qué hacer con los niños, porque se veían tan asustados que quería protegerlos y nunca dejarlos ir.

Antes de que se pudiera poner a pensar sobre lo grave que parecía ser esa situación, YoonGi apareció de la nada. Su secretaria ni siquiera se apareció, seguro por recordar el grito que le envió la primera vez. Estaba sudoroso, y al parecer llegó corriendo. Los hermanos suyos le abrazaron rápido al verlo, llorando y pidiendo que por favor, se los llevara lejos de su casa. JeongGuk se sintió más tranquilo al verle conversar con ellos.

—No, necesito que regresen a su casa. Ella vino loca a casa a revisar si estaban allí, y le dije que no, que no habían aparecido ni nada, así que supuse que estaban aquí.

—P-pero no podemos, mira cómo dejó a Bae —señaló otro, haciendo que el mencionado alzara su camisa. La cara de YoonGi se deformó por completo, en odio, en rabia y enojo. Así que se levantó, acercándose.

—Niños, ¿tienen hambre?

Ellos dudaron, pero asintieron y el alfa volvió a hablar.

—Tomen, hay una cafetería en el segundo piso. Diganle a la secretaria que es una orden que los acompañe hasta que terminen, pueden comer lo que quieran.

El muchacho les dio dinero, y se fueron de allí. YoonGi suspiró, sentándose. Jeon le observó de pie a su lado.

—No puedo creer que sean tan infelices como para hacerle ese tipo de cosas a ellos —dijo, negando. El alfa le dio su espacio, seguro no quería que se acercara, e hizo bien cuando YoonGi apretó su mano y lanzó un puñetazo al escritorio. Asustado, rogó porque no se hubiese roto. Era tacaño, eh, no quería gastar en escritorios caros—. ¡A esos niños los crié yo! ¡YO SOLO! ¡NO SÉ CÓMO SE ATREVEN A COMETER SEMEJANTE BARBARIDAD!

—Y-YoonGi, vamos, calma.

—¡¿Cómo me pides que me quede con calma viendo como está mis hermanos?! ¡Esa vieja perra llegó hasta nuestra casa a amenazar con que si tenía yo a sus hijos allí, ya me las iba a ver con ella! No puedo creerlo.

El alfa se quedó callado, sentándose luego detrás del escritorio. El omega estaba furioso. Si lo cortaban, no notaba sangre. Ni siquiera se atrevía a decir algo que pudiese ponerlo en su contra, porque algunas veces así era el otro, y debía tener cuidado con eso.

Bebió de su café frío y sin azúcar. Como le gustaba. Entonces, una idea cruzó su mente.

—YoonGi... Sabes que mi padre tiene dinero, ¿no?

—¿Y qué con eso? —respondió cortante, mirándolo. JeongGuk no lo hizo de vuelta porque se sentiría nervioso.

—Bueno, podemos pelear por la custodia.

El omega se sorprendió, para luego parecer triste por alguna razón.

—JeongGuk... Somos anormales, no nos van a dejar a cargo tampoco.

—No, quizás nosotros no, pero el dinero sí. El dinero mueve las masas, y a los jueces también —dijo, mirándole con seriedad. YoonGi sonrió al ver que estaba decidido a ayudarle.

—Gracias, gracias en serio.

Y JeongGuk tuvo que desviar su mirada avergonzada de la linda sonrisa que tenía YoonGi antes de que su corazón pareciera estallar y romperse en mil pedazos.

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