13.
—¡SI TE DIGO QUE LO QUIERO AQUÍ, ES QUE LO QUIERO AQUÍ!
La mujer se quedó callada ante las palabras de YoonGi. JeongGuk se echó un suspiro agotado. Cuando su esposo le había dicho de ir a su compañía, sabía que se iba a enojar con unos cuantos, pero Dios, debía darle una bendición, porque todo lo encontraba mal o siempre se la pasaba criticando a los empleados. No es que fueran los mejores, pero nadie, nadie teniendo dignidad alguna aguantaba que en el trabajo de siempre, alguien que no conocieran, le viniera a gritar lo que pensaba que estaba bien. Se levantó del asiento, caminando hacia las afueras, y les notó allí. La mujer fue la primera en mirarle, casi como si suplicara ayuda de una y mil maneras. Entonces tuvo que ayudarle.
—¿Qué tanto miras para ese lado? —preguntó el omega, viendo a JeongGuk. Este último abrió mejor la puerta, dando así la indirecta que se metiera con él a la oficina. YoonGi rechistó, pero como quiera se fue del lado de la secretaria dando tumbos y queriendo tirar el lugar patas arriba. El jefe cerró la puerta con una sonrisita incómoda a la mujer, girándose donde el otro, quien se sentó en uno de los tantos muebles que poseía.
—YoonGi, no puedes estar hablándoles así, no quiero que me pidan la renuncia.
—Lo que pasa, maldita sea, es que ni tú ni ellos saben hacer su jodido trabajo como es debido. ¡Tienes un cabrón desastre en esta compañía! Yo hasta siendo tu esposo lo sé, y siendo tu padre ni siquiera hubiera pensado en dejarla en tus manos, ¡hasta te robaría yo también con la seguridad tan penosa que te cargas! Eres tremendo inútil que no sabe cómo ponerlos en su lugar, no te quejes si yo lo hago.
YoonGi esperó por varios segundos, sin embargo no recibió respuesta, algo que le extrañó, y al voltear su cabeza vio al alfa con sus ojos llenos de lágrimas, y su labio inferior temblando, a punto de hacerle tremendo drama. Ahí recordó bien que no podía hacer eso, no podía tratar así de mal a un alfa como él, y no porque él fuese su única fuente de alimento y techo, sino porque podría entristecer demasiado al punto donde le podría dar depresión. Cerró sus ojos, levantándose y se le acercó.
—JeongGuk, perdón, no quise decir eso.
El alfa soltó dos lágrimas al cerrar sus ojos, mirando a otro lado. Mierda. YoonGi no supo qué hacer, pero el castaño habló antes de que pudiera decir algo más.
—Eso es... eso es lo q-que piensas, ¿no? Al final de todo no sirvo, todos piensan que soy un idiota que... que me merezco las cosas que me pasan por no poder ser más demandante —susurró, caminando rápido hasta su silla y la giró para no verlo. YoonGi movió su cuello. La había cagado—. ¿Por... Por q-qué debería yo seguir con esta vida así como es?
El omega se acercó de nuevo ante sus palabras, estando alerta. Entonces, se agachó a su lado y tomó su mano, pero el alfa la apartó.
—JeongGuk, venga, no lo decía en serio. Sabes bien que lo único que hago es pelear y-
—¡Pues deberías cambiar esa actitud!
Se sorprendió ante el grito, y notó que JeongGuk también, por lo que se levantó, saliendo de la oficina como alma que lleva el diablo, seguro estando nervioso de encontrarse con su mirada de nuevo. YoonGi lo sabía. Sabía que tenía que dejar ese carácter, pero era tan difícil, porque siempre lo había tenido arraigado en si mismo. No podía cambiar en menos de un mes, eso era poco creíble.
Esperó de forma impaciente hasta que su esposo se dignara a llegar de nuevo al lugar, notando que se había tardado más de lo necesario. Treinta minutos después escuchó la puerta abrir y cerrarse, para que unos finos pasos se dirigieran hasta la silla. Sus ojos estaban hinchados, y un poco rojos, pero se dio cuenta que intentaba hacerse el duro, como si en realidad no le hubiesen dolido sus palabras. YoonGi no dijo nada, y sólo se apartó, quedándose en silencio el resto del día, tanto que estuvo seguro que las personas que le habían conocido (y no de la mejor manera), agradecieron al señor que no estaba dando vueltas por ahí para empezar a joder. Al final del día, estaba dormido en uno de los sillones. JeongGuk le miraba serio desde el escritorio, sin saber qué hacer. Ni decir, no quería hablarle, se sentía dolido, le daba tristeza y vergüenza que le hubiese dicho eso en la cara, ¡a pesar de que fuese anormal, era alfa! Y no podía estar llorando ni esas cosas.
Apartó la mirada al notar que eran las cinco y media de la tarde. Ya el sol estaba cayendo y se suponía que fuese momento de irse. No, ya estaría en su casa si YoonGi se hubiese quedado. Guió de nuevo sus ojos hasta la pálida figura, que ni siquiera parecía que se convertía en un demonio cuando estaba enojado. Tragó con fuerza antes de levantarse. Iba a decirle que era momento de que se fueran, pero...
Pero se quedó mirándole.
Era demasiado pronto, cabía decir. Sin embargo, no pudo evitar pensar que... que era una persona bonita (no hablaba de cómo era su actitud), de que tenía unos ojos brillantes que se encendían cada vez que peleaba, unos labios rosas que prefería callados (por su bien emocional) y una redonda nariz que brillaba por la luz de las bombillas. Sí, tenía par de cosillas por ahí, como restos de acné, lunares y vellos, pero eso no quería decir que no pudiera encontrar belleza, porque lo hacía.
Entonces, darse cuenta de eso, le hacía dar bochorno. Porque no podía creer que él pensara algo así, cuando sabía bien que no se habían casado por amarse, porque ni se conocían, así que tenía bien en cuenta que YoonGi no era de esos como él, que sentía que poco a poco su corazón iba abrazándolo. El corazón de su esposo, era negro, mostrando que estaba podrido, y que no quería que nadie hiciera algo con él.
Dolió, se dijo, un poco.
Extendió su brazo, moviéndole.
—YoonGi, nos vamos a casa.
El otro no respondió de inmediato y no lo hizo hasta después de minutos. Se sentó con cuidado, con sus ojos hinchados y silencioso. Ambos pronto salieron de la oficina. Jeon delante y su esposo detrás, bastante dormido como para prestarle atención a los demás. Salieron del edificio y se encaminaron hasta el estacionamiento privado del lugar. YoonGi entró al auto cuando lo vio, sin emitir palabra alguna.
Al llegar a su casa los dos bajaron. Quizás era posible que YoonGi quisiera hacer la comida lo más rápido, pero se detuvo al entrar. El alfa le observó, temeroso. No quería que se disculpara porque tenía un corazón blando que no iba a poder negarlo. Al mirarse, YoonGi suspiró.
—Soy una mala persona, ¿no? Perdóname por las cosas que te dije esta mañana. En realidad no quería decirlas, porque sé que no es bueno para ti, ni para mi. Eres mi esposo, y pensar de esa forma no es normal. Así que... perdona los daños que hice al estar allí. No me volveré a meter en eso. Haré la comida.
El omega se fue sin que le diera la oportunidad de seguirlo. Y los ojos de JeongGuk se mojaron, así que tuvo que mirar a otro lado para no dejarlas caer. Odiaba ser tan sensible porque no podía ver a su omega así, a pesar de todo. Sentía que estaba haciendo algo mal aunque el otro le hiciera daño. Secó las lágrimas que tenía, yendo con rapidez para el baño. Estando allí se calmó de nuevo, vistiéndose luego bien al haber escogido su ropa en su cuarto y cuando YoonGi fue a buscar su ropa le abrazó por detrás.
YoonGi sonrió un poco, aceptando su abrazo. Se volteó, mirándole.
—¿Puedes perdonarme?
—Tsk, bien, pero no-
—No lo volveré a hacer —dijo, seguro. Y sus ojos brillaron, como en esas veces donde peleaba, pero era... diferente. No era que viese amor en ningún lado, ni siquiera un poco de cariño, sólo que... se notaba un poco preocupado, y eso estaba bien, apenas estaban empezando, lo que regocijaba el interior de JeongGuk, quien había permanecido pensando en cosas extrañas sobre el omega que estaba en sus brazos cada vez que le observaba. YoonGi se colocó bien cerca suyo, sin despegar sus orbes oscuras—. No de nuevo.
YoonGi se alzó, tomándole de sorpresa al sentir un calor suave en sus labios. JeongGuk sintió toda su cara ponerse caliente, no siendo capaz de atreverse a seguirle el paso, pero al parecer al omega le estuvo bien que no lo hiciera, porque se separó en cuestión de segundos, sonriente.
—Te lo prometo una y otra vez, no lo haré.
***
Venga, sabía que había dicho que no, ni siquiera se arrepentía de haber pedido disculpas la noche anterior, pero sin dudas, esa mañana JeongGuk estaba durmiendo de una forma que le estaba molestando, abrazándolo como si fuese peluche de feria en donde los niños estaban revueltos pidiéndoles a gritos a sus padres un poco de comida y subirse a unas cuantas atracciones. YoonGi había estado despierto durante bastante tiempo, la verdad, tenía que decirlo. Era temprano, casi eso de las cinco de la mañana, pero era sábado, y su esposo no trabajaba ese día. Además, si estaba enojado porque JeongGuk estuviese apretándolo como almohada, debía decir que estaba más rabioso por el hecho de que no tenía sueño.
No, no tenía. Y era por la costumbre de tener que levantarse temprano porque JeongGuk se iba bien dormido a su trabajo. Intentó moverse un poco, no obstante uno de los brazos del castaño lo atrajo donde su pecho, por lo tanto el omega gruñó. Él no era de amar el contacto físico, de ninguna manera, ¡sentía calor, hombre, ardía esa mañana como una hoguera en el desierto! Harto de estar en esa posición donde ya no sentía siquiera sus dedos, fue que se giró brusco, viendo la pared de la habitación. Todo estaba oscuro, para colmo.
Movió un poco sus manos, intentando que pudiera sentirlas de nuevo. Mierda, qué mal dormía. Quiso explotar, en serio, ¡quería una buena pelea a esa hora! Pero su actitud de ayer no estuvo bien, y no quería que JeongGuk le mirara con esos ojos que parecían ser de cachorro enfermo que pedían un poco de bondad. No podía hacer que su esposo se pusiera triste, no con él. Buscó la forma en cómo calmarse, ¡pero era que no la había! Apretó sus dientes, soltando diminutos chirridos que demostraban su furia.
Movió un poco más su cuerpo, hasta que su muslo chocó contra algo. Sus ojos se abrieron en asombro, volviéndose a mover para sentirlo. ¡Amado era por los dioses! El omega sonrió, sintiendo la erección mañanera de su esposo al rozar de nuevo su pierna con la entrepierna del otro. ¡Había sido pura suerte!, pensó, volteándose. En ese mes anterior, JeongGuk no había tenido ninguna erección, o bueno, muchas veces él no estaba para esas cosas, se enfocaba en pelear con la vecina porque cortaba el césped muy temprano, o quizás JeongGuk estaba siempre dándole la espalda cuando dormían, así que nunca lo había sentido así antes.
Estaba listo para comenzar a darle la merecida estimulación, hasta que recordó bien cómo se ponía JeongGuk ante el tema de lo que se refería al sexo y esas cosas. Sabía que quizás, si hacía algo, lo aceptaría callado y en vergüenza durante el momento, pero después habría de suscitarse el verdadero problema cuando tuviesen que hablar como lo que eran, esposos, porque el otro no iba a aceptar las cosas así como así, se iba a alarmar siempre cuando estuviesen juntos e iba a huir.
Enojado de nuevo por tener que perder la oportunidad fue que suspiró. Estaba sudando, y quería darse un buen baño. Apartó cuidadoso la mano de JeongGuk que estaba posada en su cintura y alejó sus piernas de las ajenas. Al sentarse en la cama, dio un suspiro repleto de alivio. Ahora se sentía el aire acondicionado de nuevo. Cuando se levantó, sintió que la mano del otro le detuvo.
Le vio abrir sus ojos con pereza, estaba claramente más dormido que despierto. Abrió su boca.
—No... No —susurró, ronco.
—Me iré a bañar —dijo, quitando la mano. JeongGuk le miró, durmiéndose de nuevo. El omega se echó otro suspiro cansado. Al entrar en el baño, usó primero el inodoro, para luego quitarse la misma y meterse al agua que había abierto hacia poco, esperando a que estuviera tibia, así era mejor, al final de cuentas. Al tenerla en su punto, se metió de manera lenta. Toda el agua lo cubrió con rapidez, y se encontró relajando sus músculos.
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