8. Algo de pintura
Hacer el inventario de lo que había en el sótano tomó mucho más tiempo de lo que había esperado. Tantos materiales apilados hacían la ilusión visual de que era un sótano pequeño, no obstante, estuvimos al menos un par de horas revisando lo que Kira hizo aparecer en un parpadeo. Era difícil imaginar que tal cantidad de poder pudiera caber en una persona de tan baja estatura.
—¿Para qué querríamos cera para depilación y esmalte para uñas? —preguntó Michael al encontrar una caja llena de distintos colores de esmaltes y decenas de banditas con cera.
—No lo sé, pero a partir de ahora son míos —declaré con una sonrisa.
Sin Nombre anotaba en una lista todo lo que Michael y yo encontrábamos dentro de cajas o bolsas plásticas. Fue un sistema que acordamos silenciosamente: Michael y yo abríamos las cajas y las ordenábamos por categorías (herramientas, adornos, productos de limpieza, material de construcción...), mientras Sin Nombre simplemente escribía lo que poseíamos.
Me subí a una pequeña escalera metálica de tres escalones que habíamos encontrado unos minutos atrás y tomé una de las cajas que estaban en la cima. Se la pasé a Michael y él la abrió, encontrando docenas de anteojos falsos dentro de ella. Quizás Kira los vio necesarios para disfrazarnos en alguna misión.
—Por cierto —comenté, intentando escucharme casual—, sé que es algo grosero de mi parte preguntar hasta ahora, pero... ¿cuál es tu nombre?
Sin Nombre alzó la vista hacia mí. Miró hacia Michael, quien estaba probando varios pares de anteojos, y confirmó que le estaba hablando a él.
—Soy Eagle —presentó con naturalidad.
Se me escapó una risa corta.
—¿Es una clase de apodo? ¿Ya los elegimos?
"Eagle" le lanzó una mirada a Michael que realmente no comprendí en el momento.
—Bueno, en realidad-
—En realidad ese es mi nombre —terminó Eagle por Michael.
—Oh. —Borré mi sonrisa. —Lo siento. Es un lindo nombre. Me gusta. Significa "águila" en español, ¿sabías?
Eagle sonrió, anotando más cosas en la lista conforme yo le pasaba cajas a Michael.
—¿Sabes español? —curioseó.
—Un poco. Soy latina de nacimiento. —Me encogí de hombros. —No siempre hablo en español, es muy difícil. Solo puedo comprenderlo. A veces mi hermana y mi mamá hablan en español cuando se molestan por algo. Andrew igual. Es divertido.
—¿Cómo es ser prima del líder de la Sinfonía? —inquirió Michael con algo de ilusión.
Bajé de la escalera para moverla unos pasos adelante y revisar la siguiente pila de cajas.
—Es extraño. —Ladeé la cabeza, intentando expresar lo que pensaba. —Para mí siempre ha sido mi primo, el idiota que una vez creyó que el fuego azul era frío y terminó con su mano vendada por ello. Incluso cuando entré a la AAD me fue difícil verlo como mi profesor de Defensas Naturales.
Michael asintió, aunque no estuve segura de que me hubiese entendido a la perfección. Decidí aprovechar el momento para preguntar otra cuestión que seguía molestando mis pensamientos:
—Eagle, ¿nos habíamos conocido antes? Siento que te he visto en otro lugar, solo que no logro recordar dónde exactamente.
Eagle frunció el ceño, colocando un dedo sobre sus labios. Lo pensó por unos segundos. Analizó mis rostro y después negó con la cabeza.
—No creo. Recordaría a alguien como tú. Tengo buena memoria.
Suspiré, dándome por vencida con el tema. Probablemente estaba delirando. Conocía a chicos lindos a diario, podía estar confundiendo a Eagle con cualquiera de ellos.
Continuamos con las cajas que nos faltaban, las cuales parecían ser interminables. De vez en cuando escuchaba uno que otro martilleo por parte de los chicos que estaban arriba, pero nada que interrumpiese la conversación casual que mantuve con Eagle y Michael.
El poder de Eagle consistía en convertirse en cualquier animal. Descubrimos que su conexión con la naturaleza era similar a la mía —él también se disculpaba con los árboles cuando los hería—, ya que nuestros poderes se relacionaban con ella. Les pregunté a ambos chicos si habían desarrollado algún otro poder, específicamente uno que congelara cosas, sin embargo, me dijeron que no. Cada cual solo teníamos uno desarrollado.
Observando con más atención (y sin el idiota de Anthony alrededor para distraernos), pude detallar mejor a Eagle. Era atractivo, no del tipo de Anthony que desde el principio sabías que tenía el ego por los cielos, sino de un tipo más modesto, sin embargo igual de llamativo. Sus ojos tenían una extraña cualidad de cambiar de color, cuando la luz le daba directamente, eran ambarinos o castaños, mientras que con algo de oscuridad parecían verdes. Algunas facciones de su rostro eran finas, como sus cejas y labios, pero estaban bien acompañadas de una mandíbula marcada y pómulos ligeramente sobresalientes. Su ondulado cabello castaño oscuro no era tan largo como el de Frederick, no obstante, era muy probable que si no se peinaba podría llegarle a picar en los ojos. Esto yo no lo descubriría hasta después, pero Eagle tenía varias pecas repartidas por la frente y algunas sobre su nariz recta sutilmente ancha que podía darle cierto aspecto intimidante cuando se enseriaba.
En muchos aspectos, era todo lo contrario a Michael. Él no sonreía tanto como Eagle, pero cuando lo hacía podía notar hoyuelos en sus mejillas. Su piel chocolate era tan lisa que sentí una pizca de envidia porque yo debía utilizar miles de productos mientras él era así naturalmente. Llevaba el cabello corto, aunque se podía apreciar el inicio de un afro. Sus ojos marrones tenían un brillo suave con el claro mensaje de que Michael no mataría ni una mosca. Era un poco más bajo que Eagle, con los hombros más delgados y algo encorvados, como si nunca bajara la guardia. Esa necesidad de protegerse del mundo quizás se debía a su natural introversión o a algo más, pero no lo conocía tan a fondo para adivinar sus razones de ser.
Michael pareció deshacerse de su timidez una vez que tomó confianza conmigo. Mencionaron que ellos ya se conocían desde antes de la AAD. No dieron detalles de su amistad, pero con lo que me dijeron fue suficiente para saber que eran unidos. Eagle y yo éramos las personas más cercanas a Michael en ese momento, prácticamente en las únicas que confiaba realmente. Yo no sabía cómo había escalado tan rápido a ese puesto con Michael, pero me alegraba que se sintiera cómodo conmigo.
Deseaba ayudar a Michael para que no fuese tan introvertido o, mejor dicho, que no sintiera esa necesidad de tener que protegerse del mundo a todas horas. Él era realmente brillante. Yo no comprendía muchas de las cosas que él hacía, no obstante, reconocía a un genio cuando lo veía. Él era del tipo de genios que sabían manipular la tecnología a su antojo. Resolvía problemas matemáticos con la rapidez de un chasquido y siempre parecía estar bajo control a pesar de la presión.
Yo había visto a Michael entrar en acción cuando se hicieron las pruebas para el Equipo Élite. Aunque no fue de los primeros en terminar las pruebas físicas, sí que lo fue con las pruebas mentales. Tenía una habilidad de la que no estaba consciente y que aun así asombraba al resto del mundo. Rara vez tomaba crédito por lo que hacía, pero ya era hora de cambiar eso.
Michael y yo éramos parte del mismo equipo a fin de cuentas. Debíamos ayudarnos mutuamente.
Al cerrar la última caja, decidí con qué comenzar:
—Mike, ¿tienes novia? —inquirí casualmente.
Las mejillas de Michael rápidamente se sonrojaron. Eagle y yo fingimos no notarlo.
—N-no. ¿Por qué?
Le resté importancia con la mano.
—Porque eres un chico especial. Deberías tener una. Te ayudaré a conseguir una. ¿Qué te parece? —Michael se encogió de hombros sin saber cómo responder. Tal vez no se sentía cómodo con que una chica le ayudase a conseguir a otra chica. —Eagle, ¿has tenido novia? —Eagle asintió. —¡Ahí está! Eagle y yo te ayudaremos.
Eagle rio. Se colocó la pluma sobre su oreja y negó con la cabeza.
—He intentado esto mismo por años. —Le dio unas palmadas al hombro de Michael, quien seguía sin hacer contacto visual con ninguno de nosotros. —Siempre comienza a tartamudear cuando una chica le habla. Es demasiado nervioso.
Recogí la escalerita metálica y la llevé conmigo al caminar hacia la salida.
—Arreglaremos eso —animé, como si no fuese la gran cosa. —Tendremos mucho tiempo libre en estas diez semanas. Practicarás conmigo —sugerí a Michael—. Así al regresar al instituto podrás conquistar a todas con tu sonrisa.
Eso hizo sonreír a Michael. Eagle me lanzó una mirada dubitativa, aunque no mencionó nada y yo no entendí a qué se debió. Accedió a intentar ayudarlo de nuevo, a lo que aplaudí y abracé a ambos chicos. Además de Frederick, probablemente ellos serían mis amigos más cercanos. Ryan no podía entrar en esa lista, ya que tenía sentimientos por él y eso me impedía actuar naturalmente en frente suyo. En cambio, con Eagle y Michael me sentía cómoda. Eagle brindaba esa seguridad que era difícil encontrar en cualquier chico y Michael tenía aquel aire de un chico dulce que solo no sabía expresarse, así que ambos me agradaban bastante.
Las escaleras para salir del sótano eran angostas, así que los chicos me dejaron pasar primero. Las paredes la cabaña eran delgadas, por lo que alcancé a escuchar a Anthony burlándose de algo al otro lado de la puerta. No había escuchado cuándo había bajado de su habitación, seguramente había hecho alguna estupidez y por eso necesitaba más materiales del sótano.
Mientras pensaba en por qué Anthony no entraba, abrí la puerta. Un segundo vi el rostro de Anthony riendo junto con una expresión preocupada de Ryan... y al siguiente mi vista fue bloqueada por un líquido espeso cayendo sobre mí.
Las carcajadas de Anthony se intensificaron cuando me paralicé debajo del umbral de la puerta. Sentí la pintura resbalar por mi cabello —mi sedoso y perfecto cabello— hasta cubrir mis hombros y algunas partes de la chaqueta. Ya que abrí la boca por la sorpresa, algo de la pintura entró en ella.
Escuché un respingo detrás de mí, sin saber si era de Eagle o Michael. Ahí fue cuando comprendí por qué me dejaron subir primero las escaleras. No fue por genuina caballerosidad. No. Fue porque sabían de la infantil broma que Anthony estaba preparando para mí. ¿Amigos? Un carajo. Eran igual que los demás.
Cuando salí de la sorpresa inicial, retiré la pintura de mis ojos con lentitud. Una vez que los abrí e ignoré el ardor por la pintura residual en mis pestañas, visualicé a Anthony con las manos en su abdomen por la risa, a Ryan riendo incómodamente sin dirigirme la mirada y a Brandon cruzado de brazos con el rostro inexpresivo. Era difícil saber si interiormente estaba disfrutando o desaprobando la situación.
Giré mi cabeza agresivamente, lanzando pintura con mi cabello. Eagle y Michael tenían expresiones de sorpresa en sus rostros, aunque algo me decía que deseaban unirse a las risas de Anthony. Claro, ¿por qué no? Una chica empapada en pintura blanca era lo más divertido que alguien podía encontrar en esa deprimente cabaña.
Avancé hasta Anthony y esperé hasta que su risa se calmase. El único ruido además de sus carcajadas fue el cubo de pintura cayendo de la puerta. Nadie mencionó palabra. Claro que no. Me habían visto pelear, me habían visto utilizar mis poderes. Seguramente sabían que incineraría a quien se atreviese a siquiera moverse de su lugar.
—Tienes un poco de pintura por... ejem, todo tu rostro, White —se burló Anthony en cuanto pudo hablar. —Espero que esa no haya sido tu única chaqueta.
Se le escaparon un par de risas. Yo lo miraba directamente a los ojos, intentando transmitir la furia que en ese momento sentía.
Abrí la boca para decir algo, pero nada salió de ella. Me contuve. Sabía que de comenzar a hablar, las lágrimas también comenzarían a salir. No solo era furia lo que sentía. También vergüenza. Me sentía avergonzada. Avergonzada de no poder detener las risas de Anthony. Avergonzada porque el chico que me gustaba estaba a un lado mío y había visto todo el espectáculo. Avergonzada porque no podía hacer nada para defenderme de eso. Una pelea se combatía con golpes, ¿una broma con qué se combatía?
Si hablaba empeoraría las cosas. Si hablaba, entonces Anthony nunca olvidaría que yo era de esas chicas que mencionó la primera vez que nos conocimos, esas chicas que lloraban ante la menor provocación. No iba a darle la satisfacción. Ya era suficiente ser observada por cinco pares de ojos que estaban juzgando hasta lo más profundo de mi alma. No podía darles una razón más para burlarse de mí.
Alcé la barbilla, erguí las espalda, contuve cada lágrima y miré a mi lado, hacia la salida de la cabaña. Esquivé a Ryan sin mayor esfuerzo, pero Anthony me detuvo por el brazo cuando pasé a su lado. Calló su risa sin mayor esfuerzo, como si todo ese tiempo hubiera sido falsa o exagerada, y endureció su mirada.
—No perteneces aquí, White —susurró a mi oído. Tensé la mandíbula. —Si estás aquí es gracias a tu primo, no a tu talento. Mi sugerencia es que renuncies al equipo antes de arruinarnos.
Lo miré de reojo y lo obligué a soltarme.
—Yo no renuncio, Anthony.
Escuché unos pasos pesados bajar apresuradamente por las escaleras. Frederick apareció con su cabello atado, preguntando qué había sucedido e interrumpiéndose a sí mismo al verme goteando pintura. Llamó idiota a Anthony antes de tomar mi mano y desaparecer de ahí.
Nos teletransportamos a un lugar no muy lejos de la cabaña. Deseé que hubiese sido en otro lugar, sin embargo, para cualquier teletransportador era imposible aparecer en lugares que no había visto y, bueno, Andrew y Kira le habían prohibido salir de la base de operaciones.
Mantuve su mano entrelazada con la mía. Comencé a caminar en silencio, guiándolo a través de los árboles.
—¿Estás bien? —Frederick esperó largos segundos por mi respuesta, sin recibirla. Cambió la pregunta al ver que la respuesta era obvia. —¿A dónde vamos?
Expulsé un suspiro tembloroso. Se habían ido las ganas de llorar. Ahora definitivamente era enfado puro.
—Hay un río cerca, puedo sentirlo. Necesito deshacerme de la pintura, el olor me está mareando —expliqué sin más.
Horas atrás, antes de mi charla con Ryan, sentí la presencia del flujo de agua a través de mi toque en la tierra. Pensaba en visitar el río, solo que Ryan llegó primero y después tuve que ayudar a los otros en el sótano.
Frederick tiró suavemente de mi mano, deteniendo nuestros pasos. Fruncí el ceño hacia él. Además del olor, la pintura en mi rostro estaba comenzando a ser más molesta porque provocaba que la temperatura de mi cuerpo bajase. El viento frío del bosque pronto me pondría a temblar como teléfono en modo vibrador. No tenía tiempo para paradas.
Rodeó mi cintura con una mano y con el pulgar de la otra limpió la pintura alrededor de mis ojos. Desvié la mirada y me crucé de brazos. No necesitaba mimos de mi exnovio.
—Este color resalta tus ojos —comentó con una sonrisa. Acarició mi mejilla, sin importarle que yo intentaba ignorarlo o que su mano ya estuviese tan manchada como mi rostro. —Tienes muy bonitos ojos. Me gustan. Son de mi color preferido.
Bufé. En lo más profundo de mi mente sabía que mi enojo era solo un disfraz para mi vergüenza y mis ganas de llorar.
—Tu color preferido es el anaranjado —corregí secamente.
—Lo cambié. Ahora es el azul.
Lo miré a los ojos.
—No necesito que intentes hacerme sentir mejor, ¿de acuerdo? —Extendí mis manos en exasperación. —Estoy bien, Frederick.
—Está bien si no estás bien, Camila.
—Pero estoy bien —insistí—. Anthony es un idiota, eso es conocimiento mundial. No voy a dejar que me afecte una estúpida bromita con pintura.
La pintura era molesta, sí, pero no era por eso que yo estaba malhumorada. La risa de Anthony era lo que había tenido efecto en mí, por más que me costara admitirlo. Su risa, burlándose de mí como si yo fuera alguna clase de espectáculo... yo ya había sido el espectáculo dos años atrás en un encuentro con mi ex, Derek Ross. No soportaba sentirme de esa manera de nuevo, mucho menos por alguien como Anthony, que tenía demasiadas similitudes con Derek.
Ante los recuerdos de mi antigua relación con el chico que era la personificación de cualquier insulto existente e inexistente, las ganas de llorar se intensificaron. Frederick conocía mi historia. Sabía que había pasado por suficiente drama para una eternidad y quizás era justo por eso que también sabía que en ese momento sí necesitaba el apoyo que me estaba ofreciendo.
Finalmente cedí y encerré a Frederick en un abrazo, sin importarme que su playera se había llenado de pintura por mi culpa. Necesitaba el abrazo. Necesitaba saber que aún había alguien de mi lado. Necesitaba que alguien me recordase que no estaba sola, porque así me sentía en ese momento.
De pronto volví a ser la chica de quince años que confió en un imbécil tres años mayor que ella solo porque él le daba el autoestima que le faltaba. Aquella chica había sido ingenua e ilusa, por ende, fue utilizada. Derek se aprovechó de mí sin remordimiento alguno, usó mi cuerpo y, una vez que se aburrió, me desechó como basura.
Frederick me devolvió el abrazó, recargando su barbilla en mi cabeza. Se me escaparon algunas lágrimas, que difícilmente se iban a distinguir de la pintura. Él prometió que todo saldría bien al escucharme sollozar. Si bien él tuvo la mejor intención al decir eso, me fue difícil creerle.
Anthony definitivamente no me quería ahí. Yo no comprendía del todo por qué, pero era lo que menos importaba. Brandon, Eagle, Michael... incluso Ryan apoyaban a Anthony. Si las bromas y las burlas seguían, no sabía por cuánto tiempo las soportaría.
Desde Derek, mi autoestima estaba en constante construcción. Mi hermana Natalia me había recomendado fingir esa seguridad que me faltaba, así algún día yo también creería lo que les hacía creer a los demás. Por ello a veces me escuchaba tan egocéntrica al hablar. De lo contrario, hablaría de manera similar a Michael. Porque así me sentía por dentro. Así de tímida y con ese mismo miedo de confiar de nuevo en las personas. Derek me había arrebatado muchas cosas, incluyendo la confianza en mí y en los demás.
Anthony me recordaba a Derek. La misma sonrisa arrogante, los mismos chistes misóginos, la misma creencia de que eran superiores que el resto. Con Derek lo noté demasiado tarde, pero con Anthony lo vi desde el primer instante. Quizás por eso era que me hacía enfadar con facilidad. Quizás por eso me desagradaba tanto.
Con Anthony iba a corregir el error que cometí con Derek. No iba a permitir que mi autoestima fuese nuevamente pisoteada. Por nadie. Si Anthony quería verme fuera del equipo, tendría que hacer mucho más que tirarme pintura encima.
N/A
Jelouuu. Uf, bueno, mis vacaciones se acabaron jajajaj, lo cual generalmente significa que sufro de un bloqueo escritor por la ansiedad de tareas y proyectos :(
La buena noticia es que en esta historia tengo escrito hasta el capítulo 24 en borradores jajajaj, así que estaré publicando uno por semana. Pero de mis demás historias no tengo adelantado ningún capítulo completo :(( así que una disculpa si alguien lee mis otras historias akjsdakfh.
Hasta ahora me encantaría leer sus teoríaaas o cualquier comentario que se les ocurra jajjjaa. Espero que les esté gustando y ¡muchas gracias por seguir leyendo! <3
Alex.
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