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4. Sentimientos de Frederick



Antes de que pudiese reprochar, Kira dio por terminada la reunión y desapareció con Ryan. Anthony intentó conseguir el número de Índigo, a lo que todos nos burlamos cuando ella palmeó su hombro con lástima. Incluso Russell le deseó "mejor suerte para la próxima", sabiendo que su novia no permitiría una próxima. Confiaban en el otro, como cualquier pareja sana.

Frederick se ofreció a acompañarme a casa. Tanto él como Andrew se podían teletransportar, así que para mí era una ventaja estar rodeada de personas como ellos. Facilitaban mi transporte.

Después de tomar mi mochila, Frederick me dio la mano. Me despedí de Andrew, quien claramente tenía que arreglar ciertos asuntos en la Academia, y de Michael con un beso en la mejilla, mientras que al resto solo les dediqué una sonrisa y a Anthony el dedo medio.

Frederick y yo aparecimos a unas cuadras de mi hogar. El cielo estaba nublado, lo cual era extraño porque era verano y media hora atrás el sol brillaba con todo su resplandor. El clima había estado en constante cambio desde algunos meses atrás.

—Mi casa está hacia allá, Frederick. —Señalé la dirección con una sonrisa.

Él asintió y me devolvió la sonrisa, sabía perfectamente dónde vivía. En vez de soltar mi mano, entrelazó sus dedos con los míos. Entonces comprendí por qué habíamos llegado a un lugar relativamente lejos de mi casa. Esas cuadras por recorrer eran suficientemente largas para darnos tiempo de hablar.

—No puedes seguir evitando esta charla, Camila —sermoneó al ver mi expresión distraída—. Necesitamos aclarar lo nuestro.

Con mi mano libre acomodé mi cabello, mirando hacia cualquier punto menos al rostro de Frederick. Comencé a caminar, jugando con nuestras manos.

—Vamos por un helado —sugerí, fingiendo no haberlo escuchado.

Frederick miró al cielo gris. Regresó su mirada a mí y alzó una ceja.

—¿Con este clima? —Rio divertido. —Los americanos son extraños.

—Técnicamente soy latina —corregí con la esperanza de que Frederick se olvidase de lo que teníamos que hablar—. Ya sabes, mis padres se mudaron acá cuando yo apenas tenía un año, pero me gusta creer que soy más latina de lo que parezco. Por eso soy Camila y no Camille. Y mi hermana es Natalia y no Natalie. Y mi otra hermana es Cristina y no Christine. Siempre pronuncian mal nuestros nombres.

Frederick negó con la cabeza, sonriendo como si mi parloteo le causara ternura. Lo cual no estaba lejos de la realidad. Yo conocía los sentimientos de Frederick hacia mí, el problema era que no tenía la manera de devolvérselos.

—Ryan Foster —pronunció después de que yo terminase de hablar de mis hermanas. Le lancé una mirada de advertencia, no quería hablar de él. —¿Él es de quien me has hablado? ¿Él es tu enamorado?

Bueno, mi mirada de advertencia fue inútil.

—Sí, pero no quiero-

—¿Entonces por qué negó conocerte? —cuestionó con el ceño fruncido.

Suspiré. Frederick tenía razón, no podía seguir evitando nuestra charla, mucho menos la charla sobre Ryan. Tan solo mencionarlo me molestaba.

—No sé —respondí honestamente. Me encogí de hombros y pateé algunas piedras que había en el camino. —Tal vez se avergonzó de conocerme. Sería lo más lógico, claro, siempre actúo como una tonta cuando está alrededor.

Frederick dio un ligero apretón a mi mano.

—Él no tendría de qué avergonzarse. —Me dio un beso en la mejilla. —Seguramente no te reconoció o no sé. Cualquiera que te conozca está orgulloso de hacerlo.

Resoplé con sarcasmo. Cualquiera menos Ryan.

Aquel mismo día habíamos hablado —o algo así— y no había nada extraño en él. Me había reconocido perfectamente, yo lo sabía, lo vi en sus ojos. Lo que no sabía era por qué me había hecho quedar en ridículo con Anthony. Por suerte Frederick ya me había escuchado hablar de él, por lo que él me creía. ¿Pero Anthony? No quería ni imaginar las burlas que se aproximaban. Iba a ser una pesadilla compartir tanto tiempo con él.

—Estoy tan molesta con Ryan en este momento que si ves que comienza a incendiarse mi mochila, no dejes que el fuego toque mi cabello, ¿okey? —bromeé a medias.

Dominar los poderes era un problema para cualquier estudiante en la Academia. Entre las hormonas y las emociones, nuestros poderes tendían a salirse de control y algunas veces los utilizábamos sin siquiera darnos cuenta. La única manera de dominar por completo nuestros poderes era darles uso continuo, sin embargo, era imposible casi para cualquiera, ya que solo los podíamos ocupar en la AAD por nuestra seguridad.

Quizás formar parte del Equipo Élite cambiaría un poco las reglas. No sabía cuántos poderes tenía Andrew, pero parecía manejarlos a la perfección. Kira, por ejemplo, tenía un repertorio de seis poderes, cuando lo normal era desarrollar como máximo dos. Por eso Kira era tan admirada. Debió haber pasado por mucho para lograr tal control sobre sí misma.

Mis poderes estaban relacionados con la naturaleza. Los cuatro elementos. Aunque muchos solían pensar que controlar los cuatro elementos equivalía a haber desarrollado cuatro poderes, no podían estar más equivocados. Solo equivalía a un poder. El agua y aire ya los tenía dominados —más o menos—, lo que aún seguía aprendiendo era fuego y tierra. Podía crear una llamita por ahí o mover algunas rocas, pero no podía hacer más si no quería descontrolar la situación.

—¿Prefieres hablar de lo que pasó hace una semana? —inquirió Frederick con la intención clara.

Me di por vencida y asentí. Aún faltaba algo de distancia para llegar a mi casa. La caminata se me estaba haciendo eterna.

—Estaba mal emocionalmente, Frederick —expliqué. Detuve mis pasos para mirarlo. —Aquel día fui al centro comercial con Lucy y nos topamos con Derek. Sabes lo mucho que me afecta hablar de él, ahora imagina cómo me afectó cuando lo vi. —Negué con la cabeza, deseando borrar cualquier memoria que tenía de Derek. —Él no me vio, estaba ocupado coqueteando con una bonita pelirroja. Salí corriendo de ahí. Literalmente. Llegué a casa, me encontré con Andrew y él me llevó a la Academia para distraerme. Incluso cuando estaba entrenando no podía dejar de pensar en él. —Dejé caer mis hombros, sin recordar en qué momento me había tensado tanto. —Llegaste tú, se fue Andrew... y pasó lo que pasó.

—Me besaste —afirmó Frederick. Sonrió. —Después tuvimos sexo. Puedes decirlo, Camila, no es ningún delito. —Acarició mi mejilla. —Sé que ya lo intentamos, pero quizás podríamos intentarlo de nuevo. Ya pasaron algunos meses desde que terminamos, casi el tiempo que me pediste. No te estoy presionando —aclaró rápidamente—, solo estoy sugiriendo.

Ah, cierto. No les he dicho la situación entre Frederick y yo. Qué despistada, caray. Ahí va:

Después de Derek —ese maldito es otra historia y ya estarán abrumados de historias para ahora, así que les contaré otro momento—, yo estaba rota. Mi autoestima por el piso y mi confianza en los chicos estaba tres metros bajo tierra. Nada de lo que hacía Lucy o mis hermanas parecía levantarme el ánimo. Hasta que Andrew descubrió que yo tenía poderes y me inscribió en la AAD, dándome otro propósito.

Mi primer compañero de entrenamiento fue Frederick. Me derrotó en menos de diez segundos. Yo no tenía nada de práctica. Vio potencial en mí, así que se ofreció a ser mi compañero regular para ayudarme a mejorar. Y cumplió su palabra. En unos meses mi nombre ya era conocido en la sala de entrenamiento. Hice algunos amigos además de Frederick, pero con ninguno tenía la conexión que logré con él.

Comenzamos a sentir cosas por el otro y nos convertimos en la pareja del verano en la AAD. Fue una época feliz para ambos. No obstante, a finales de ese año terminamos. Me di cuenta que no estaba lista para una relación. Había recibido una llamada de Derek donde me pedía retomar nuestra relación y, a pesar de no haber regresado con él, eso me abrió los ojos y me hizo saber que aún tenía sentimientos por él en contra de mi voluntad. Frederick no merecía alguien que no podía ofrecer lo mismo que él daba, así que lo entendió. Dejamos de hablar por unos meses después de terminar, justo cuando caí por Ryan, pero recuperamos nuestra amistad algunas semanas antes de la primera reunión del Equipo Élite.

Todo parecía sencillo resumido de aquella manera, pero la realidad fue mucho más tediosa. Casi tres años desde que comenzaron las cosas con Derek hasta ese momento donde caminaba con Frederick hacia mi casa. Además, lo complicado también estaba en que Frederick aún estaba enamorado de mí, mientras yo tenía esos sentimientos por Ryan. Por supuesto, Fredrick ya lo sabía, nunca le mentiría, pero eso no significaba que me superaría de la noche a la mañana.

—La situación no ha cambiado mucho desde entonces, Frederick —lamenté, colocando mi mano sobre la suya, que aún me acariciaba. —Aunque ya no me gusta Derek, no me siento lista para una relación.

Mentira. Si Ryan terminaba con Alison, yo estaría más que dispuesta para una relación. Sin embargo, no estaba dispuesta a admitirlo porque en el fondo sabía que no estaba lista. Ni siquiera yo sabía que en ese momento mentía. Solo se los comento para que no se sorprendan después en la fiesta de Alison. Fue de las fiestas más desastrosas en las que he estado. En fin.

—¿Entonces el sexo no significó nada? —inquirió Frederick, mirando directamente mis ojos.

Frederick era la única excepción a la teoría de que los chicos lindos eran idiotas. Él siempre había sido paciente y honesto conmigo. Dolía no poder corresponderle como él quería. Sería mucho más fácil. Seríamos la pareja perfecta. Como Índigo y Russell.

—Claro que significó algo... solo que no lo que tú esperas —murmuré—. Sabes que te quiero, que no te cambiaría por nada en el mundo. Eres demasiado importante para mí y, honestamente, no quiero perderte, aunque tampoco quiero hacerte creer que hay futuro donde no lo hay. —Desvié la mirada. No me gustaba herir de aquella manera a las personas. Yo sabía perfectamente lo que se sentía un corazón roto. —Tú y yo lo intentamos. Fue hermoso, pero no creo que sea buena idea regresar. Terminamos porque aún tenía sentimientos por Derek, ¿qué nos puede asegurar que no sucedería lo mismo con Ryan?

Frederick sonrió y acercó su frente a la mía.

—Tú podrías —admitió—. Yo confío ciegamente en ti, Camila. Fuera de lo que siento por ti, sé que nunca me dañarías a propósito. Podría ayudarte a superar a Ryan y cuando me digas que estás lista, somos novios oficialmente de nuevo. No me molesta esperar. Soy paciente.

Me aclaré la garganta y alejé mi rostro del suyo. Bajé su mano de mi mejilla y solté el agarre con la otra.

—No quiero que me esperes, Frederick —Reanudé la caminata. —Hay miles de chicas allá afuera que darían todo por estar con un chico como tú. Yo... no soy una de ellas. No quiero una relación, ya tendré suficientes responsabilidades con el Equipo Élite. Además, pasaremos tanto tiempo juntos en la base de operaciones que te cansarás de mí y las cosas se pondrán incómodas.

Frederick rio. No entendía cómo se mantenía alegre en una situación así. Yo ya habría llorado, para ser honesta.

—Tú crees que me cansaré de ti, yo creo que me enamoraré más de ti. —Se encogió de hombros con naturalidad. Le di un leve golpe en el brazo. —Okey, okey. No quieres una relación. Ya entendí. —Sonreí con agradecimiento. —¿Qué te parece amigos con beneficios? —Borré mi sonrisa. —¿Qué? Tú fuiste la que me besó, yo solo estoy estableciendo límites. —Ladeé mi cabeza, sabiendo que él tenía razón. Negué con una sonrisa. —¿Entonces solo amigos?

—Si no es mucho pedir...

—Nunca sería mucho pedir.

Me detuve para abrazarlo. Hablaba en serio cuando dije que no quería perderlo. Su amistad era muy valiosa para mí. Saber que estaría ahí me quitaba un peso de los hombros.

Devolvió mi abrazo con más efusividad de la que esperaba, sacándome una sonrisa.

—De cualquier manera creo que es mejor que llegue sola a mi casa —dije una vez que nos separamos. Frederick se quejó. —Sabes cómo es Natalia: me ve con un chico y cree que es mi futuro esposo.

Frederick se encogió de hombros.

—No me molesta la idea.

—Hablo en serio, Frederick —me quejé, divertida.

—Yo también, Camila.

Rodé los ojos y lo tomé por los hombros para alejarlo.

—No empieces —amenacé, señalándolo con un dedo. Él sonrió. —Además, necesito hablar con ella para que cuide a Cristina mientras yo no esté. Mi mamá estará fuera de la ciudad por unas semanas. Así que —palmeé su pecho— de regreso con los canguros, Frederick.

Se dio por vencido y me dio un beso en la frente como despedida. Revisó que nadie estuviese espiando por las ventanas de sus hogares y se teletransportó.

Ah. Cómo me habría gustado tener los mismo poderes que él.

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