33. Equipo incompleto
Los días comenzaron a transcurrir lentamente.
El primer día no me sentí tan afectada. Claro, extrañaba los chicos y me sentía mal por no haberme despedido, pero también había extrañado hablar por teléfono con Lucy y pasar tiempo con mis hermanas, así que no había estado tan mal. Me encontraba bien.
El segundo día ignoré a Andrew por completo, sintiendo ganas de golpearlo cada vez que lo veía rondar por nuestro hogar. Mi sangre hervía solo de pensar en todas las mentiras que aún mantenía, por todos los secretos que se negaba a decirme. Pero me encontraba bien.
El tercer día me sentía extraña, con necesidad de actividad. No podía entrenar, no quería desarrollar mis poderes. Así que salí al supermercado a comprar tanta comida que el hombre que me atendió me preguntó si lanzaría una fiesta. Al llegar a casa comencé a cocinar todas las recetas vegetarianas que había aprendido de Eagle y todas las recetas no vegetarianas que había aprendido de Michael. Natalia me miró extraño y trajo el termómetro para asegurarse de que no tuviera fiebre, ya que nunca me había visto siquiera encender la estufa. No encontró nada mal en mí, porque yo me encontraba bien.
Para el cuarto día tenía kilos de comida y nada que hacer. Mis dedos picaban por llamarle a Frederick, pero Andrew había eliminado su número celular de mi teléfono y yo no me lo sabía de memoria. Hasta ese momento pensé en lo estúpidos que habíamos sido como equipo al no haber intercambiado números. Habíamos creído que tendríamos otros diez años para hacerlo y no había sido una de nuestras prioridades. Sentada en la sala de estar de mi hogar, sola con mis pensamientos, me convencí de que eso era lo mejor. Me convencí de que los chicos estaban mejor sin mí y yo estaba mejor sin ellos. No me habían querido desde el principio y yo me había sentido fuera de lugar desde el principio. Era mejor así. Me encontraba bien.
La noche del cuarto día olvidé por un momento que no me encontraba en la cabaña. Me desperté en la madrugada y, justo en ese segundo donde el cerebro aún está actualizándose, sentí que me encontraba sobre el colchón en la habitación que compartía con Frederick. Medio segundo después recordé que me encontraba sola en mi propia habitación, con sábanas de seda y un elegante candelabro sobre mi cabeza. Y otro medio segundo después, recordé por qué me había despertado a mitad de la noche: había tenido una pesadilla. Al contrario de las últimas veces que la había soñado, esta vez sí la recordé. Recordé el sentimiento de terror y traición que ahogó mi corazón cuando Anthony me encerró en aquel contenedor de metal, aprovechándose de mi peor fobia.
La mañana del quinto día me sorprendió despertar sin sentirme molesta con Anthony. Lo reflexioné por largos minutos sobre mi cama. ¿Por qué ya no estaba molesta con él? ¿Por qué el sentimiento había desaparecido, literalmente, de la noche a la mañana? Llegué a la conclusión de que en realidad esta yo no le guardaba rencor a este Anthony, sino que la parte de mí que había deseado su muerte en realidad había sido la otra yo, dirigida hacia el otro Anthony, el Anthony de la otra realidad. Porque yo sabía que este Anthony no me traicionaría. Me había salvado la vida y yo había salvado la suya, múltiples veces. Habíamos formado una amistad, habíamos sido francos, habíamos hecho una tregua. Al contrario de la otra realidad, donde Anthony solo había escuchado mi historia y yo no la suya, eso había sido unilateral. Pero en la versión que nosotros habíamos vivido, el vínculo que creamos había sido real. Lo que sucedió en la otra versión de nuestras vidas, lo recordaba como un mal sueño, una pesadilla que ilustraba el peor caso, que nunca existió. Así que me encontraba bien.
Por primera vez en los cinco días, sí me encontraba bien. Al menos, comenzaba a hacerlo.
El sexto día sentí ganas de llorar, cosa que no había hecho antes. Así que lo hice. Lloré por horas hasta que mis lagrimales quedaron tan secos como una pasa. Cristina intentó consolarme silenciosamente, abrazándome y ofreciéndome de sus dulces favoritos. Ella no sabía lo que le sucedía a su hermana mayor, pero intentaba hacer lo posible por que dejara de estar triste. Tuve que explicarle que mi viaje a Haití me había desestabilizado emocionalmente, pero que estaría bien. La única consolación que tenía en ese momento, además de mis hermanas y Lucy, era que aún podría ver a Ryan en la preparatoria. Él podría hablarme de todo lo que sucedía con el equipo y las misiones y yo podría decirle cuánto lamentaba haber renunciado. Me encontraría bien eventualmente.
El séptimo día desperté con una enorme sensación de tranquilidad. Ya había drenado mis emociones al llorar y no me estaba siendo difícil superar los recuerdos de la realidad alterna. Como Andrew había dicho, iban desvaneciéndose poco a poco, solo dejando una sensación ligeramente amarga en su lugar. Sentía que mis poderes se estabilizaban conmigo, lentamente regresando a ser lo que eran antes de que entrase al Equipo Élite. Para cuando entrara a clases, en dos semanas, mis poderes estarían de vuelta a la normalidad. Me encontraría bien.
Por supuesto, eso pensaba mientras bajaba las escaleras para desayunar. No esperaba que sucediera todo lo que sucedió después.
—Buenos días —saludó Andrew, con una sonrisa.
Lo ignoré, como de costumbre, y me senté frente a la barra. Froté mis ojos y bostecé un agradecimiento mientras Fleur, quien se encargaba de cocinar para nosotros todos los días, nos servía el desayuno.
—Esto es lo último que queda del delicioso platillo que preparaste el miércoles—comentó Fleur con aquella voz dulce que siempre nos dirigía—. Deberías hacer voluntariados más seguido, querida, es bueno que aprendas este tipo de cosas.
—Oh, bueno, tal vez el próximo año. —Intenté no escucharme tan desanimada como me sentía solo de pensar que no volvería a ir de "voluntariado". —Tal vez tú puedas enseñarme alguna receta, Fleur. Me gustaría aprender.
Fleur me sonrió, marcando aún más las arrugas alrededor de sus ojos y comisuras de los labios. Acarició mi mejilla con cariño y se alejó con un suspiro.
—Llevo trabajando aquí solo dos años, pero en ningún momento te había visto cambiar tanto como en el último mes y medio. Me alegra que hayas crecido, querida. Algo en ese voluntariado te hizo mejor persona de lo que ya eras. ¡Antes ni siquiera hubieras desayunado en la cocina, me habrías dicho que lo subiera a tu habitación! —Rio con ternura.
—Gracias, Fleur —respondí, con una pequeña sonrisa.
Tal vez arreglar baños y convivir con un grupo de idiotas sí me había cambiado. Tal vez no.
Andrew avisó que estaría fuera todo el día. Terminó su desayuno, besó a Fleur en la mejilla y se intentó despedir de mí, pero me alejé y fingí no notar su existencia. Suspiró, dándose por vencido, y salió de la cocina.
—La comida y cena están listas para calentarse —avisó Fleur, mientras recogía sus cosas—. Si necesitas algo, me llamas, ¿de acuerdo?
Asentí, sin poder hablar por la comida en mi boca.
—Nos vemos mañana, querida —se despidió.
Así era la dinámica con Fleur: llegaba por las mañanas, preparaba la comida del día y se retiraba. Esos últimos días había comenzado a pasar más tiempo con ella mientras cocinaba. No me había preguntado el por qué, hasta que caí en cuenta que ella tenía la misma aura de calma que Eagle. Él era capaz de tranquilizarme en medio de un huracán de emociones y solía encontrarlo cocinando por las mañanas junto a su hermano.
Los extrañaba.
Suspiré y llevé mis platos para lavarlos. Estaba colocándome los guantes cuando escuché pasos alegres bajar por las escaleras. Cristina llegó a la cocina con una enorme sonrisa en su rostro.
—Estos sí son buenos días —reí al verla—. ¿Por qué tan feliz?
Natalia entró a la cocina detrás de ella, rodando los ojos con expresión malhumorada. Ella odiaba despertarse antes del mediodía en un domingo.
—Perdí una apuesta con Señorita No Parpadeo —gruñó, señalando a Cristina—. Prometí llevarla al parque de diversiones hoy si me ganaba en un concurso de miradas.
Alcé una ceja.
—¿Le ganaste a Natalia en un concurso de miradas? —pregunté a Cristina con diversión. Ella asintió con orgullo. —Vaya. Nadie nunca le había ganado. ¡Felicidades!
Natalia se acercó a mí mientras Cristina servía su desayuno. Bostezó una vez antes de hablar en un tono suficientemente bajo para que nuestra hermana no nos escuchara:
—Mamá le dijo hace dos días que ayer vendría para pasar tiempo con ella. Pero, ¡sorpresa!, no vendrá. Llamó anoche diciendo que se había equivocado de fecha, que vendría este día... dentro de un mes.
—Clásico de mamá —murmuré.
—Así que llevaré a Cris a que se distraiga un poco. Sabía que ella sospecharía si le ofrecía ir al parque de diversiones así como así, por lo que la reté a un concurso de miradas y se lo aposté.
—Perdiste a propósito.
Natalia gruñó en afirmación.
Al parecer yo no había sido la única que cambió aquellas vacaciones. Natalia nunca perdía a propósito, incluso si era por una buena causa o fuera algo tan pequeño como un concurso de miradas. Ella odiaba perder. Era casi tan orgullosa como yo, porque al parecer el orgullo era la marca de una White. No obstante, ella había hecho una excepción por Cristina.
Una pequeña sonrisa de satisfacción se dibujó sobre mis labios.
—Quita esa sonrisa —ordenó ella, salpicándome algo de agua—. Sigo siendo fría y despiadada, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —reí.
Natalia me devolvió la sonrisa un momento antes de continuar actuando un enfado por haber "perdido" contra Cristina.
La pequeña rubia estaba tan emocionada por el viaje que en menos de veinte minutos ya estaba lista para irse. Me invitaron a ir con ellas, pero me negué. Me vendría bien unas cuantas horas a solas.
—Regresamos por la noche —se despidió Natalia—. Si te deprimes de nuevo como ayer y sientes necesidad de cortarte las venas o algo, llámame. Pero de preferencia no te sientas así de nuevo.
Reí y me despedí con la mano mientras ella cerraba la puerta a sus espaldas. Escuché al auto salir del garaje, lo último antes del silencio absoluto. Aún estaba acostumbrándome de nuevo a ese sonido inexistente, pero poco a poco regresaba a la normalidad.
Estaba por subir a mi habitación cuando escuché un ruido sordo en el patio trasero, hacia donde salía la puerta que había en la cocina. Me quedé inmóvil, a espera de escuchar otro ruido, pero nada sucedió. Tal vez habían sido los vecinos.
De nuevo estiré mi pie para subir el primer escalón, cuando se escuchó a algo dar contra la ventana de la cocina. Corrí al interior ya que el golpe se había escuchado demasiado fuerte para haber sido un ave o un gato. No vi nada en el exterior, pero el vidrio seguía vibrando por el golpe, por lo que yo no había imaginado nada.
Si no eran los vecinos, ¿quiénes eran? Fleur tenía llave, Andrew también, mis hermanas igual. No necesitaban darle un puñetazo o una patada a la ventana para que les abriera.
A menos que alguien estuviera intentando entrar por la fuerza.
Tal vez alguien había visto salir el auto del garaje y había pensado que no había nadie en casa. O tal vez sabían que yo estaba sola en casa.
De inmediato mis sentidos entraron en modo alerta. Sin apartar la vista de la ventana, tomé un cuchillo afilado, de los que se utilizaban para cortar carne. Me acerqué lentamente a la puerta, preparándome para abrirla. Mi mente estaba trabajando a mil por hora, intentando averiguar a quién encontraría del otro lado. Tal vez era el misterioso Trío. Tal vez era Jack. Tal vez él no había muerto en la explosión del almacén y tal vez había venido por mí para tomar venganza. Tal vez era alguien de la AAD para arrestarme por algún crimen que no sabía que cometí.
Abrí la puerta en un movimiento rápido. Probablemente hubiera apuñalado a quien estaba del otro lado, de no ser porque no tuve tiempo de hacerlo. Tan pronto como la abrí, un cuerpo cayó sobre mis brazos, obligándome a tirar el cuchillo y casi tirándome a mí en el proceso.
Logré recuperar el equilibrio dando un par de pasos atrás, sin soltar a la persona que se había desvanecido en mis brazos. Por la sorpresa de la situación, tardé en reconocer su rostro, pero aquel feo traje negro podría reconocerlo incluso aunque perdiese la memoria.
Soplé para alejar algunos mechones de su rostro, descubriendo aquella nariz recta y labios finos que solían portar una sonrisa infantil. No fue necesario que viera sus ojos para saber que me encontraría con unos irises del color del césped, llenos de vida y tranquilidad.
—¿Eagle?
Gruñó algo en respuesta y puso los ojos en blanco justo antes de perder la consciencia. Entonces noté su estado: el traje estaba destruido, con varias partes de su piel expuestas y a rojo vivo. Tenía hollín y heridas sangrantes por todas partes, como si regresara de la guerra.
Abrió los ojos con una inhalación profunda.
—Ryan... —murmuró débilmente—. Yo no... Ryan...
Volvió a perder la consciencia.
—¿Qué...?
No terminé mi pregunta. Ryan entró tambaleándose a la cocina. Se encontraba en igual o peor estado que Eagle, con los ojos enrojecidos por las lágrimas además. Poco pude preocuparme por su estado emocional cuando con cada paso que daba, dejaba huellas de sangre. Las suelas de sus zapatos parecían haberse desintegrado y las plantas de sus pies tenían grava y tierra mezclada con una gran cantidad de sangre.
Recargué la espalda de Eagle sobre el muro de concreto que sostenía la barra donde comíamos y corrí hacia Ryan. Estaba sollozando tan fuerte que su cuerpo estaba sufriendo espasmos incontrolables, imposibilitando su habla.
—Yo no- Anthony... él- Yo no quise- Frederick... Lo siento. L-lo siento, Cam. No fue...
No estaba escuchándolo. Estaba priorizando. Busqué heridas urgentes, como en su vientre, pecho o espalda. Sí había, pero nada tan profundo como en sus pies. Tenía demasiada sangre en su traje, pero ninguna parecía ser de sus heridas, tal vez eran de las heridas de alguien más. Ryan continuó disculpándose entre sollozos e hipo mientras regresaba con Eagle para darle el mismo chequeo. Él tampoco parecía tener heridas serias, por lo que mi única preocupación eran heridas internas. Para eso necesitaba a Michael.
—Dime qué sucedió —ordené a Ryan, ya que Eagle seguía inconsciente.
—Estábamos- La misión...
—Ryan —llamé con autoridad—. Mírame. Mírame. ¡Mírame!
Tuve que sacudirlo por los hombros para que obedeciera.
—Necesito saber qué sucedió para saber cómo ayudar. ¿Necesitan un hospital? ¿Los llevo al hospital? Yo no puedo curarlos, Ryan. Los llevaré a un hospital.
—N-no. No. Ellos deben llegar. Deben llegar en c-cualquier momento. D-deben llegar.
—¿Quiénes deben llegar? Ryan, habla conmigo. Explícame qué-
La aparición de otros tres chicos en mi cocina me hizo soltar un respingo. Brandon, Anthony y Michael no lucían mucho mejor que los otros Anormales. De hecho, Michael, por mucho, parecía el más cercano a la muerte.
Todos con piel pálida por la pérdida de sangre, apestando a algo quemándose y con múltiples heridas en sus cuerpos. Michael y Anthony se desplomaron en el piso tan pronto me vieron, como si yo fuese suficiente para decir "de acuerdo, estoy en un lugar seguro, me desmayaré aquí, con permiso". Brandon fue el único que pudo mantenerse de pie, tomando su tiempo para sentarse en una de las sillas altas frente a la barra.
Rápidamente comencé a revisar a Anthony y Michael por heridas mortales, pero las únicas que encontré en el cuerpo de Michael, ya estaban sanando por sí solas. El problema era que el proceso estaba siendo lento, demasiado lento. Michael nunca había tardado tanto en sanarse a sí mismo.
—Nos quitaron energía vital —explicó Brandon, con la respiración pesada—. Nos emboscaron. Creyeron... creyeron que tú estarías con nosotros. —Suspiró. —Me alegra que no estuvieras.
Me acerqué a él para revisar su cabeza y espalda, asegurándome de que también estuviera bien, al menos por el exterior.
—Debí haber estado —mascullé, reprendiéndome a mí misma—. Debí haber estado con ustedes. Lo siento. No sabes cuánto lo siento. Solo que...
—Me alegra que no estuvieras —repitió Brandon, tomándome de la mano—. Fue una masacre, White. No pudimos.... Apenas salimos con vida.
En ese momento Ryan se desplomó. Quizás no me hubiese preocupado tanto si no hubiera sido porque comenzó a convulsionarse en el piso de mi cocina.
Corrí hacia él, sosteniendo su cabeza para evitar que se golpeara con algo. Intenté posicionarlo de lado, pero era difícil en el lugar donde nos encontrábamos. Le pedí ayuda a Brandon, por lo que él se agachó a mi lado. Intentó tomar el cuerpo de Ryan, pero no se lo permití.
—Acércame a Michael —ordené—. Dame su mano.
La convulsión de Ryan terminó, pero actué con la misma rapidez con la que hubiera actuado si siguiera convulsionándose. Brandon acercó el cuerpo inconsciente de Michael hacia mí. Me ofreció su mano y negué con la cabeza.
—Toma su mano. Necesitará tu fuerza.
Brandon asintió, comprendiendo lo que iba a hacer. Me sorprendió que, incluso después de que yo casi lo había matado al robarle su energía vital sin querer (a él y a su hermano), no había ni una pizca de duda en sus ojos. Confiaba en mí. A pesar de todo, sus ojos solo mostraban seguridad y confianza. En mí.
Murmuré una disculpa a Michael antes de generar contacto físico. Cerré los ojos para concentrarme. No podía repetir lo que había hecho en la cabaña. No podía permitirme perder el control. Habían tres vidas conectadas a mí ahora mismo. No iba a perder el control.
Me enfoqué en el poder de sanación de Michael. Imaginé un hilo que unía a Brandon con Michael, a Michael conmigo y a mí con Ryan. El hilo comenzó a iluminarse. Sentí una calidez recorrer desde la punta de mis dedos hasta mis hombros, siguiendo el camino marcado por el hilo. La luz avanzaba de manera lenta, intentando no arrebatarle todo a Michael, dando tiempo a su propio poder para regenerarse. Cuando la luz se expandió por el cuerpo de Ryan y me aseguré de que cubriera la herida cerebral que había causado su convulsión, recogí la luz como si se tratara de una mantel y la redirigí hacia su dueño original. Tuve miedo por un momento, de que al hacer eso las heridas de Ryan regresaran, pero no sucedió nada. Su cuerpo absorbió lo necesario para seguir con vida.
Abrí los ojos y encontré a Brandon con una sonrisa sobre sus usualmente inexpresivos labios, como si él siempre hubiera sabido que yo sería capaz de eso. Le devolví la sonrisa y suspiré con alivio. No había matado a nadie, yei.
—¿Crees que puedas hacerlo con los demás? —inquirió, señalando al ahora sano Ryan que roncaba en un plácido sueño.
Besé su frente, arrepintiéndome de inmediato por el sabor a sangre y suciedad, pero me alegraba que estuviera sano.
—Puedo hacerlo —aseguré.
Brandon asintió. Antes de comenzar con los demás, apliqué el mismo truco para sanar al chico tatuado y al propio sanador. Comencé a sentirme cansada, como si utilizar energía de los demás poco a poco fuera gastando la mía, pero no me quejé. Le debía esto a los chicos. Ellos se habían encontrado en peligro porque yo no había estado ahí.
Al terminar de sanarlos a todos, sentí que yo era quien se iba a desmayar en la cocina. El mundo dio vueltas por unos segundos, pero logré estabilizarme.
—Todos están bien —afirmé a Brandon—. Así que puedes comenzar a decirme qué carajo sucedió.
—Antes de que te diga, White, necesitas saber que esto no fue culpa de Anthony. Ni de Ryan. No fue culpa de nadie, ¿de acuerdo? El equipo de Jack nos emboscó y-
—¿Jack? ¿Sigue vivo?
Brandon asintió. Podía escucharse extraño, pero me alegró. Sí, Jack era de los malos y todo, pero no haberlo matado era un alivio.
Antes de que pudiese preguntar más, Eagle despertó con un suspiro. Lo ayudé a erguirse con cuidado. Tosió y recargó su cabeza sobre mi hombro, aún exhausto.
—No teníamos a dónde ir —murmuró contra mi cuello.
Acaricié su cabello, desenredando la sangre seca. Estaba por decir que qué había sucedido con la base de operaciones, por qué no habían ido ahí, cuando Ryan abrió los ojos y, tan solo un segundo después, comenzó a sollozar de nuevo, esta vez llorando en silencio.
—Lo siento tanto, Cam. Yo no sabía que... oh, Dios, lo siento tanto....
Solté una risa incómoda.
—¿Por qué te disculpas? Yo soy la que debería disculparse con todos ustedes. Me fui del equipo sin despedirme, casi matándolos con mi poder. Yo soy la que lo siente, Ryan. Tú no tienes nada de qué disculparte.
Ryan se irguió y le lanzó una mirada cautelosa a Brandon, deteniendo sus sollozos momentáneamente.
—¿No le has dicho?
—No quería inquietarla mientras todas sus vidas estaban en sus manos.
—¿Decirme qué? —cuestioné.
Casi de manera automática busqué con la mirada a Frederick, ya que sabía que él era quien siempre respondía mis preguntas cuando yo no tenía idea de lo que sucedía. Frederick me tomaba en cuenta, me incluía cuando sentía que nadie me prestaba atención.
Pero no lo encontré.
Mi corazón se detuvo por un instante.
Frederick. ¿Cómo no había notado que mi mejor amigo no se encontraba ahí? ¿Por qué no estaba ahí?
—¿Dónde está? —inquirí. Los chicos sabían perfectamente a quién me refería.
Ryan comenzó a sollozar de nuevo. Brandon bajó la mirada, incapaz de decirme.
—¿Dónde está Frederick? —cuestioné con más insistencia.
Eagle me tomó de las manos y, con algo de esfuerzo, se colocó frente a mí.
—No sabemos —respondió con suavidad.
—¿Cómo que no saben dónde está Frederick? ¿No fue con ustedes a la misión?
—No fuimos a una misión. Nos atacaron en la cabaña.
—¿Cómo...? Pero tienen sus trajes puestos.
—Estábamos preparándonos para nuestra misión —explicó pacientemente—. Frederick, Anthony y Ryan habían ido al río a entrenar, el resto estábamos en el sótano. De pronto Ryan llegó pidiendo ayuda, pero cuando llegamos era demasiado tarde. Anthony estaba inconsciente en el piso, sin Frederick.
—¿Entonces por qué ustedes están heridos?
—Porque después nos atacaron a nosotros —respondió Brandon—. Eran mínimo treinta, atacando por todos los flancos. Estábamos a la orilla del río, no había nada con qué protegernos.
—Ryan pensó en el único lugar seguro que se nos ocurrió al momento —continuó Eagle—. Fue a la cabaña por su teléfono y obtuvo una fotografía de su preparatoria porque era lo más cercano a tu casa que teníamos para que Michael nos teletransportara. Después Michael no tenía energía para teletransportar a más de dos personas, así que Ryan y yo nos turnamos para llevarnos por el camino para llegar hasta aquí, él sabía dónde vivías y yo era la conexión emocional de Michael.
—Es algo que descubrimos hace tres días —explicó Brandon antes de que yo pudiese preguntar—. El vínculo entre Eagle y Michael es tan fuerte que Michael puede teletransportarse a cualquier lugar donde esté Eagle, sin importar si ha visto el lugar o no.
Demasiada información. Demasiados sucesos. Demasiado... y a la vez tan poco.
—¿Entonces Frederick sigue vivo?
Eagle suspiró y me soltó de una mano para poder tomarme por la mejilla.
—No sabemos.
Tuve que parpadear múltiples veces para espantar las lágrimas. Aún no era momento de llorar.
—Frederick... él no... no puede estar muerto —supliqué con la voz temblorosa—. Está vivo. Yo sé que está vivo. No vieron su cuerpo, ¿cierto? Así que puede estar vivo.
Eagle y Brandon intercambiaron una mirada, probablemente preocupándose porque en cualquier momento yo explotara en llamas o algo así. Estaba demasiado consternada para sufrir correctamente una emoción, así que no sucedería nada de eso.
—Jack y ellos... se lo llevaron, White —insistió Brandon—. Tal vez no vimos su cuerpo, pero no sabemos qué le harán. Puede que-
—Haremos una misión de rescate —ordené, con una lágrima rebelde recorriendo mi mejilla. Eagle la limpió con su pulgar. —Lo rescataremos.
—Cam, no podemos-
—Lo rescataremos —corté a Ryan.
Guardaron silencio unos segundos. Probablemente pensando en sus opciones. Ellos sabían que yo intentaría rescatar a Frederick con o sin su ayuda, por lo que la decisión quedaba en sus manos, la mía ya estaba tomada.
Eagle asintió y me dio un beso en la frente antes de alejarse y palmear a Brandon en el hombro.
—Lo haremos —afirmó—. Pero antes necesitamos descansar. Después pensaremos bien el plan, ¿de acuerdo?
Me aclaré la garganta y asentí.
—Prometan que lo intentaremos —pedí a los tres chicos despiertos.
—Lo prometo —respondieron al unísono.
Nunca esperamos que ni siquiera tendríamos la oportunidad de intentarlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro