29. Fogata con muchos malvaviscos
No supe cuánto tiempo transcurrió hasta que me sentí lista para continuar con mi vida. Eagle me ayudó a ponerme de pie y fuimos a buscar a los chicos. Por alguna razón, aquella mañana me fue demasiado fácil ubicarlos. No solo porque mi poder sobre la tierra me decía que estaban a la orilla del río, sino porque sentía... algo. Aun estando a decenas de metros de distancia y sin captarlos con la vista, sabía que Anthony seguía atrapado en la imitación del cuerpo de Ryan y que Brandon estaba congelando pequeñas esferas de agua. Frederick estaba practicando con el poder de... ¿cuál era ese poder? Aquel que había descubierto en la fiesta de Alison, con el cual involuntariamente había controlado a un chico. Ryan estaba siendo su sujeto de prueba, pero no estaba saliendo como esperaban.
—Gracias por... todo —murmuré a Eagle.
Él estaba caminando a mi lado, en silencio. Observaba la naturaleza con asombro en cada paso que daba. Tenía la mirada perdida en la luz que se filtraba por las copas de los árboles, pero dirigió su atención a mí cuando hablé. Me sonrió dulcemente.
—Somos amigos, White. No tienes nada que agradecer.
Sonreí de vuelta y continuamos el camino.
Sentía mis ojos hinchados y probablemente mi cabello era un desastre, no obstante, ya estaba en suficiente confianza con los chicos para no intentar corregirlo. Era decir, ya me habían visto en cualquier estado emocional posible. La confianza había sido casi forzada, pero al menos ahí estaba.
—Será mejor que nos apresuremos —comenté—. Frederick se va a desmayar del esfuerzo al intentar controlar sus nuevos poderes.
Eagle frunció el ceño con curiosidad.
—¿De qué hablas?
—Del poder que descubrió en la fiesta de Alison, ¿recuerdas? Estaba controlando a un chico. Hipnotizándolo y leyendo su mente.
—Fred dijo algo más como "es como si él fuera yo y yo fuera él". No era como tal un control mental, ni hipnotización. Mi teoría es que fue una posesión parcial.
—¿Una qué?
—Posesión parcial —repitió él, como si nada—. La energía vital de Frederick se trasladó parcialmente al cuerpo de Jay-Jay, el chico al que poseyó. No pudo hacer una posesión total porque no sabe controlar el poder, pero él podía sentir parte de él mismo en el cuerpo de otra persona. Y eso es porque estaba en el cuerpo de otra persona, controlándola.
—¿Debería asustarme porque sabes demasiado sobre poderes raritos?
Eagle rio.
—Me gusta estudiarlos, así que no hay nada de qué asustarse. Y me gusta llamarlos poderes anormales. Le da un toque de misterio.
—Oh. Poderes anormales. Se escucha interesante.
Eagle asintió. Ya estábamos por llegar con los chicos. Escuchaba sus carcajadas desde esa distancia.
—Como los tuyos —señaló Eagle.
—¿Me estás diciendo anormal? —fingí indignarme.
"Anormal" habría sido el insulto más educado que habría recibido en las últimas semanas, aunque sabía que Eagle no lo había dicho de aquella manera.
—Tus poderes —corrigió él, tranquilamente—. Puedes percibir los poderes de los demás, ¿no es así? Por eso sabes que Fred está practicando la posesión.
—Okey, en primer lugar: debemos dejar de llamarle posesión a lo que sea que Frederick hace. Me pone los pelos de punta. En segundo lugar: no puedo percibir los poderes de los demás. Es ridículo. Si pudiera, sabría qué poderes tienes además de los que ya has descubierto y no sé eso.
—No, no. Tú percibes cuando los poderes están siendo utilizados. —Comenzó a hablar con mayor intensidad, enmarcando las palabras como siempre hacía cada vez que se emocionaba por el tema. —Los percibes porque están conectados a nuestra energía vital. ¿Recuerdas lo que te había dicho? Tú fuiste capaz de robarle una tormenta a la legendaria Kira Foster porque tienes poder sobre las energías vitales. Es probablemente el poder más desconocido, inexplorado y anormal que he visto. En el catálogo oficial de poderes de la AAD es el último poder anotado. Lo descubrieron con la llegada de Agatha Couffaine a la AAD, hace siete años.
—¿Hay un catálogo de poderes?
—Casi nadie lo conoce. Solo los que toman la clase de Poderes en la Historia, es una lectura obligatoria.
—Esa clase es la más aburrida de la Academia. Nadie interesante ni remotamente cool la toma.
—Yo la tomo.
—Nadie a excepción de ti, claro. Tú eres una dulce excepción. —Sonreí inocentemente.
Eagle soltó una carcajada. Habíamos llegado con los chicos a la orilla del río.
Mi instinto había acertado. Anthony seguía luciendo como Ryan. Frederick tenía el rostro contorsionado de esfuerzo al intentar controlar su poder, sin éxito. Brandon jugaba con las pequeñas esferas de agua congelada que había formado, improvisando una mini cancha de futbol con sus manos y con las de Michael como porterías. Del único que no había percibido nada era de Michael y, si lo analizaba conforme la teoría de Eagle, era porque él no estaba utilizando ninguno de sus poderes.
—Es tierno que creas que tengo alguna especie de poder anormal —continué—, pero mis poderes principales son el control sobre los elementos y el clima, cuando puedo. El ochenta por ciento de la AAD tiene los mismos poderes que yo.
Todos los chicos dirigieron su atención hacia mí. Aquellos minutos de caminata con Eagle habían hecho que casi olvidara la crisis que había sufrido en el porche de la cabaña, pero las miradas preocupadas del resto del equipo no tardaron en recordármela.
—Estoy bien —aclaré—. Es solo... un tema sensible. Mi ex.
—¿Frederick? —cuestionó Ryan.
—No... Frederick no.
Lo dije tan bajo y tan poco convincente que los chicos le dieron miradas recelosas a Frederick. Todos a excepción de Eagle y Brandon. No había sido mi intención pronunciarlo de aquella manera, solo que el simple pensamiento de tener que decir el nombre de Derek me regresaba las ganas de llorar y desaparecer.
—Se refiere a su otra relación anterior—aclaró Brandon, deteniendo su juego con las esferas heladas—. Derek Ross. Imbécil de profesión y cobarde por pasión.
Fruncí el ceño hacia él. No me molestó que hablara de Derek, solo que no sabía cómo había él conseguido aquella información. Estaba por preguntarle a Eagle si él se lo había contado a alguien, cuando Brandon se puso de pie y obtuvo una carpeta escondida en su espalda, debajo de su playera negra. Caminó los pasos que nos separaban y me la entregó con la delicadeza de alguien con un objeto de porcelana.
—No la he perdido de vista en ningún momento —aseguró, con sus ojos sobre los míos—. Supuse que no querrías que mi hermano la viera, así que la he guardado bien.
Miré la carpeta sobre mis manos. Tenía la esquina ennegrecida por el incendio que había provocado semanas atrás en el sótano. Aquella carpeta era la que contenía toda mi información académica y, al parecer, personal. Kira había prometido que no venían datos demasiado personales, pero se había equivocado. Mi historia con Derek sí era personal. De ahí la había conseguido Brandon.
—Gracias —musité.
Brandon asintió y regresó a su sitio.
Estaba genuinamente agradecida porque Brandon fuera el primero y único en haber leído mi carpeta. Yo no había tenido la oportunidad de averiguar qué decía sobre mí, pero, si contaba mi historia con Derek, entonces decía bastante. Y probablemente el resto de los chicos me habría juzgado al leerla, pero sabía que Brandon no.
—Derek Ross... ¿Por qué me suena familiar el nombre? —murmuró Michael, pensativamente.
—Tal vez te lo he mencionado —sugerí.
—Puede ser. —No se escuchó convencido.
Hubo un silencio incómodo, donde nadie supo exactamente qué decir. Yo no quería hablar sobre Derek, pero tenía la certeza de que los chicos tenían muchas preguntas. Empezando por Anthony, quien amaba el chisme.
—¿Y... necesitas algo? —me preguntó Frederick.
Negué con la cabeza.
—Solo no quiero hablar de eso. Ni quiero entregarle mi carpeta a nadie más.
Anthony rezongó no tan disimuladamente, a lo que Brandon le dio un codazo.
—No me parece justo que aprendamos nuestras historias a través de un pedazo de papel —expliqué—. Deberíamos... hablar. Como un equipo. Como amigos. Hablar de lo que queremos que los demás sepan.
Los chicos se miraron entre sí. De todos los presentes, solo Frederick había compartido su vida personal voluntariamente. Estaba segura de que todos habíamos tenido momentos de confianza individuales, como yo los tuve con Eagle o Anthony. Pero ninguno, a excepción de Frederick, habíamos tenido momentos de confianza grupales. Sería algo nuevo. Desconocido.
El sonido de la corriente del río solo hacía el silencio más denso.
—Hablar... —murmuró Ryan, procesando la idea.
Fue fácil para mí distinguir a Ryan de Anthony. En la mañana había sido complicado porque no los había visto juntos y no había identificado lo que tenían diferente, pero a pesar de que lucían idénticos y estaban utilizando atuendos del estilo del otro, sabía cuál era quién. Ryan estaba sentado junto a Frederick sobre la tierra, recargando su espalda contra el árbol más cercano a la orilla del río. Anthony estaba un metro más allá, alejado de los chicos, con la piernas estiradas sobre las piedras lisas que bordeaban al río. Estaba recargando su peso sobre sus manos y, por su posición, podía inferir que minutos antes de que Eagle y yo llegásemos, él había estado observando los peces en el río o la infinidad de árboles en el bosque.
No distinguí a Anthony de Ryan por algo físico. Era más como cierta... energía que desprendía. No era visible, pero yo sabía que estaba ahí.
—Ustedes no lo sienten, ¿cierto? —solté. Todos se habían perdido en sus pensamientos, pero al romper el silencio los traje de vuelta. —Ustedes... no sienten la diferencia entre Ryan y Anthony.
—Claro que la siento. Yo soy genial, McQueen no —respondió Anthony con obviedad.
—Tú no, tonto. Me refiero al resto del equipo. ¿No sienten aquella energía que nos dice que él es Anthony y él es Ryan? —Señalé a ambos al hablar.
Alternaron sus miradas entre Anthony y Ryan, intentando encontrar lo que yo veía.
—Sé que él es Anthony por la manera que habla —aclaró Frederick—. Pero en la mañana confundí a Anthony con Ryan. Así que... no. No siento ninguna energía.
Los demás asintieron, de acuerdo.
Le lancé una mirada a Eagle, quien alzó sutilmente su ceja en un gesto de "te lo dije". Sonreí y negué con la cabeza. Mis "poderes anormales" serían tema para otro día.
—Podríamos quedarnos aquí —sugerí, regresando al tema original—. La tarde es pacífica. Es un buen lugar para hablar.
—¿Y qué quieres que hagamos, White? —preguntó Anthony desinteresadamente—. ¿Nos sentamos en un círculo alrededor de una fogata, asamos malvaviscos y tomamos turnos para hablar?
—Pues... ¿sí?
Anthony me miró con incredulidad.
—Era sarcasmo, Alien. El sarcasmo no debes tomártelo en se-
—Sarcasmo o no, fue una excelente idea —apoyó Eagle—. Frederick puede ir a la cabaña por los malvaviscos y el resto de las carpetas, Ryan recolecta la leña y Brandon guarda las carpetas para que nadie lea la información.
—Ajá. ¿Por qué Brandon y no alguien más? —se quejó Anthony.
—Porque Brandon es el más confiable de todos nosotros. Sin ofender —añadió Eagle al mirarme.
Me encogí de hombros.
—No es ofensa. Todos sabemos que si nos dan las carpetas a mí o a Anthony, las leeremos porque la curiosidad es más grande que nuestra voluntad. Y, me agradan, pero si las carpetas las tienen Michael o Ryan... es muy probable que Anthony encuentre la manera de robarlas mientras duermen. Eagle y Frederick las perderían a los dos días y, por ende, Anthony las encontraría.
—¿Estás diciendo que todo es mi culpa? —acusó Anthony.
—Sí.
Los chicos rieron, convencidos de mi lógica. Anthony rodó los ojos, intentando esconder una sonrisa divertida.
—Entonces iré por los malvaviscos y carpetas —anunció Frederick.
—Oh, y si puedes traer mi esmalte de uñas y la cajita donde tengo mis mascarillas, sería fabuloso —pedí casualmente.
Frederick alzó una ceja.
—Acabo de tener una crisis emocional, ¿de acuerdo? —espeté—. No me juzgues y trae mis productos de belleza. Necesito sentirme bonita.
—Si no regresas en treinta segundos, sabremos que estás leyendo toda nuestra información, Monroe —amenazó Anthony.
Cada quien le dijo a Frederick dónde habíamos escondido las carpetas. Nos guiñó un ojo y se teletransportó a la cabaña. Ryan suspiró y desapareció en el bosque para recoger leña, solo dejando una brisa como rastro. Había mejorado con su velocidad en las últimas semanas, ya era difícil distinguir su ubicación.
—Nunca he hecho una fogata de este tipo —comentó Michael.
Eagle y yo nos sentamos a su lado. Comenzamos a apilar algunas piedras para bordear el lugar de la fogata.
—¿De día? —cuestionó Brandon.
Sí, hacer una fogata con malvaviscos de día se escuchaba algo extraño. Pero el bosque era frío y aunque la calidez del sol ayudaba un poco, no era suficiente. Todos, a excepción de Brandon, vestíamos con un par de capas de chaquetas. Tenía la certeza de que al regresar a mi ciudad sentiría que hacía demasiado calor. Ya me había acostumbrado al bosque.
—No, me refiero a una fogata con amigos —aclaró Michael.
—Oh, ¿nunca has ido a acampar? —pregunté con curiosidad.
—De niño fui tres años consecutivos a campamentos de verano. Y sí hacían fogatas, pero yo no...—bajó el volumen—, yo no asistía.
Michael intercambió una mirada con su hermano. Eagle posó una mano sobre su hombro, en señal de algún tipo de apoyo.
En eso Frederick apareció con las manos llenas con cinco enormes bolsas de malvaviscos, las carpetas y mis pedidos personales. Ryan llegó con suficiente leña y ramas largas justo cuando Brandon terminaba de guardar las carpetas en el interior de su chaqueta. No sabía cómo lo hizo, pero nuestra información personal parecía estar segura justo debajo de su axila. Perfecto.
La leña que sobró la utilizamos como asientos individuales. Ya habíamos formado un círculo cuando sentí las miradas de todos sobre mí.
—¿Qué? —espeté.
—La fogata, Camila —dijo Frederick, señalando la leña sin fuego.
—Chispas puede encenderla. Por algo se llama "Chispas".
Anthony bufó.
—Tu idea, tu fogata, Alien.
Tensé mis labios.
—Sí... no. —Desvié la mirada. —No me gusta utilizar mi poder sobre el fuego cuando estoy con otras personas. Especialmente después de una crisis emocional y una misión donde... bueno, ya saben... —Suspiré. —Puede ser peligroso —concluí.
Una misión donde había matado a personas con el mismo poder que se suponía que salvaría vidas. No lo había pronunciado, pero tenía la sospecha de que los chicos sabían a lo que me refería. Después de todo, la mayoría lo había visto. Aunque yo no recordaba del todo la tarde anterior, había ciertas imágenes violentas en mi cabeza, todas provocadas por el fuego. No era buena idea utilizarlo ahora.
Comprendieron mis razones y Anthony, a regañadientes, encendió la fogata. Era pequeña, del tamaño perfecto para permitirnos ver el rostro de los demás sin que las llamas estorbaran en medio.
El silencio reinó mientras repartíamos las ramas y los malvaviscos. Nadie deseaba compartir su historia primero. Nadie sabía qué compartir. ¿Empezar con una historia alegre para levantar el ánimo? ¿Una historia deprimente para unirnos en empatía? ¿Una anécdota con moraleja? ¿Empezar con algo general o directamente a lo personal?
Para cuando Frederick habló, la primera ronda de malvaviscos ya estaba comenzando a quemarse:
—Mi mamá falleció cuando nací, solo me queda mi papá. No tengo hermanos, ni hermanas. Ni siquiera un perro de mascota.
Empezar directamente personal y deprimente entonces.
—¿Y eso nos interesa porque...? —Anthony dejó la pregunta al aire.
Todos lo chistamos. Frederick estaba siendo valiente al ser el primero.
—Porque todos ustedes tienen familia aquí y en la AAD —respondió Frederick suavemente—. Brandon y tú son hermanos. Eagle y Michael también. Ryan tiene a Kira y Camila a Andrew. —Suspiró. —Todos tienen familia, y me alegro por ustedes, pero mi caso es distinto. Al saber que había quedado en el Equipo Élite, me emocioné no solo porque ayudaríamos al mundo, sino porque creí que... creí que encontraría mi lugar. Mi círculo cercano. Mi familia, tal vez.
—Lamento ser una decepción para ti —musitó Anthony, amargamente. De nuevo lo chistamos, lanzándole malvaviscos sin asar. —Ugh, de acuerdo, ya. Me callo.
Si lo pensaba en retrospectiva, Frederick siempre había sido quien se mostraba más dispuesto a compartir su vida con el resto. Intentaba llevarse bien con todos y hacía lo mejor que podía para evitar conflictos (especialmente entre Anthony y yo). Frederick tenía la ilusión de este equipo perfecto y unido, pero recibió un equipo roto y con bastantes problemas emocionales.
Abrí un paquete de la decena de mascarillas que tenía en la caja que Frederick me trajo. La coloqué cuidadosamente sobre mi rostro, ignorando las miradas curiosas de los chicos.
—Es decir, tan solo miren a la Sinfonía —continuó Frederick—. La vez que nos visitaron en nuestra primera reunión, no cabía duda de que eran unidos. Sí, estaban discutiendo y apostando y haciendo cosas raras como Boston prediciendo cosas, pero, ¿vieron la complicidad entre Índigo y Russell? ¿Los chistes internos de Kira y Boston? ¿La hermandad entre Kira e Índigo o entre Russell y Andrew? Incluso discutiendo, se podía ver que eran una familia. Las familias discuten y está bien, porque discutir sobre algo significa que te importa. Y nosotros... nosotros ignoramos nuestros problemas hasta que Andrew o Kira los mencionan. Los ignoramos porque no nos importan. No hay suficiente interés. No somos una familia.
Vi que Anthony estuvo por soltar alguno de sus comentarios, a lo que rápidamente metí un par de malvaviscos a su boca. Estaba sentado a mi derecha, así que fue fácil callarlo.
Me lanzó una mirada asesina, pero se tomó su tiempo para masticar los malvaviscos y no pronunció nada.
—Para mí es difícil hacer amigos, ni hablar de hacer amigos que se convierten en familia —dijo Michael. Hablaba a un volumen tan bajo que algunas de sus palabras se perdían con el chasqueo del fuego. —Y no es que no me guste tener amigos, al contrario. Solo que... no muchas personas quieren ser mis amigos.
Michael estaba sentado frente a mí, al otro lado de la fogata. Estuve por ponerme de pie para ir a abrazarlo y recordarle que a mí me gustaba ser su amiga, pero Brandon se me adelantó: posó su mano sobre el brazo de Michael, dando un ligero apretón.
—Nosotros somos tus amigos —aseguró Brandon—. ¿Por qué no querríamos serlo?
Michael miró a Eagle, buscando su apoyo. Él le respondió asintiendo, alentándolo a decir lo que fuera que estaba inseguro de decir.
—No creo que lo entiendan —murmuró Michael, bajando la mirada—. Todos ustedes son blancos. Soy el único chico negro en el equipo.
—Oh, no. ¿Hemos dicho o hecho algo racista? —pregunté con la preocupación al tope en mi tono.
—No, no. Para nada. —Michael se apresuró a aclarar. —Solo que toda mi vida he sido el "único chico negro". En la preparatoria no hay muchos chicos como yo porque mi familia vive en un barrio de gente blanca. Es... difícil encajar cuando eres diferente. Me llaman nombres a mi espalda, a veces me juegan bromas y suelen evitan juntarse conmigo porque... en realidad no sé por qué. Los chicos de esa preparatoria fueron criados pensando que mientras más oscura la piel, menos valor tiene la persona.
Relató algunas de sus vivencias mientras yo me pintaba las uñas de las manos. Sabía que Michael no deseaba mucha atención, se ponía nervioso con tantos ojos sobre él, así que lo mejor que podía hacer era escucharlo mientras enfocaba mi vista en algo más.
Sus padres ambos eran negros, pero trabajaban desde casa, así que no recibían el racismo diario del vecindario donde vivían. Michael, por otro lado, tenía que lidiar con él a todas horas. Desde exclusión por parte de sus compañeros y profesores hasta comentarios groseros en sus fotografías de redes sociales.
Eagle acompañaba la historia de vez en cuando. Él intentaba ayudar a Michael con lo que podía, pero no siempre era suficiente.
—Nos mudaremos este verano —comentó Eagle—. El bullying y el acoso estaba siendo demasiado. Papá consiguió un trabajo en otra ciudad, así que terminando estas diez semanas comenzaremos en una nueva preparatoria, con gente que, esperamos, no tenga una mente tan cerrada.
—Lamento que tuvieras que pasar por eso, Mike —apoyó Ryan.
Michael le restó importancia con un encogimiento de hombros.
—Solo quería decirle a Frederick que sé lo que es sentirse fuera de lugar. Ajeno al círculo que te rodea. Diferente.
—¿Anormal? —bromeé, más concentrada en no arruinar mi esmalte que en lo que salía de mi boca.
Michael lo tomó en serio.
—Sí. Anormal.
—Parece ser una palabra popular hoy —murmuré.
—Es que todos aquí somos anormales —dijo Eagle.
—¿Disculpa? —Anthony se indignó.
—"Anormal" no siempre es malo. Solo es algo fuera de lo normal —explicó Eagle pacientemente—. Por ejemplo: Camila. Es anormal no solo por sus poderes, sino porque en el equipo es la única mujer.
—Odio ser el ejemplo.
—O Brandon. Todos en el equipo, hasta donde se sabe, somos hetero, a excepción de Brandon. Eso lo convierte en alguien que se sale de la normalidad, específicamente de nuestra normalidad como equipo. Anormal.
—Si lo dices muchas veces, la palabra ya se escucha extraña —dijo Ryan, con una mueca—. Anormal, anormal, anormal, anormal...
Sí. Fue exactamente en ese momento de mi vida cuando cuestioné por qué demonios me había enamorado de alguien como Ryan y dudé de cómo no lo había hecho antes.
Nos quedamos en silencio algunos minutos, aunque esa vez no fue por incomodidad. Yo continué colocando esmalte sobre mis uñas, capa por capa. Los chicos al parecer nunca habían presenciado aquel proceso, porque me observaban como si fuera lo más interesante del bosque.
Alcé la vista.
—Solo denme un segundo y les daré el esmalte.
Anthony resopló.
—¿Por qué querríamos el esmalte?
—Para cocinarlo en la fogata —respondí, con una mirada furibunda—. Para pintarse las uñas, genio. ¿Para qué más?
—Somos hombres, Alien. No hacemos eso.
Fue mi turno de resoplar.
—Ni si quiera me voy a esforzar en corregirte eso —murmuré. Miré a los demás chicos. —¿Alguien lo va a querer o lo guardo?
El silencio fue tan largo que creí que nadie me respondería, hasta que Brandon se encogió de hombros y extendió su mano hacia mí. Se lo presté y comenzó a utilizarlo con la experiencia de alguien que ya lo había hecho con anterioridad. Me costó admitirlo, pero parecía que incluso podía hacerlo mejor que yo.
—¿Quieres una mascarilla, también? —ofrecí—. Tengo otra de carbón, una de barro, otra de té verde y una de miel.
—Si utilizo la de miel, ¿me la puedo comer después? —inquirió Ryan.
—¿Eh? No, claro que no. Después de utilizarla estaría contaminada con la suciedad de tu rostro. —Obtuve el sobre con la mascarilla y se lo entregué. —Anda, utilízala. Huele bien y te deja la piel suave.
Se la entregué sin dejarle mucha opción. Para ser honesta, sí le hacía falta algo de cuidado facial.
—¿Y la de barro para qué sirve? ¿Por qué me podría barro en la cara? —cuestionó Frederick.
También le extendí un sobre con la mascarilla.
—Quita el exceso de grasa en el rostro. Pruébala.
Ambos abrieron los sobres. Ryan obtuvo la mascarilla gelatinosa que ya estaba lista para amoldarse a la forma del rostro. Tuve que ponerme de pie y ayudarlo a acomodarla. Frederick se confundió al ver que su mascarilla no estaba formada aún. Le expliqué que él debía aplicarla con una pequeña pala de plástico (porque con los dedos sería demasiado desastroso). También tuve que ayudarlo, ya que había comenzado a aplicar la mascarilla sobre sus cejas y en cuanto se secara no sería bonito quitarla.
Eagle me pidió permiso para tomar la mascarilla de té verde y solo imitó a Ryan para colocársela. Eventualmente, y después de varias insistencias, logramos convencer a Anthony para que probara la de carbón. Nos amenazó a todos con que nunca reveláramos que Anthony West había probado un producto de belleza "para mujeres", pero su vanidad era más grande que su orgullo y al decirle que la mascarilla de carbón le ayudaría a eliminar puntos negros, aceptó.
Brandon tenía sus propias mascarillas y había utilizado una aquella mañana, así que no deseaba llenar su rostro con más químicos de los necesarios. Michael no probó ninguna, anteriormente lo había hecho y le habían salido ronchas. No quería excluirlo, así que le ofrecí esmalte. Era la primera vez que lo utilizaba y no estaba saliendo muy bien, así que Brandon se ofreció a ayudarlo. Fue una escena tan tierna que metí más malvaviscos a la boca de Anthony para que no hiciera ningún comentario que la arruinara.
—Esto definitivamente es fuera de lo normal —dijo Ryan.
Anthony asintió, de acuerdo.
—Deberíamos llamarnos oficialmente "Anormales". Digo, la Sinfonía se llama "Sinfonía". Nuestro nombre nunca podría ser más ridículo que eso.
—"Anormales" se escucha mucho mejor que "Equipo Alfa". —Sonreí. —Me alegro que hayas superado esa fase.
Anthony me sacó la lengua.
—¿Entonces es oficial? —inquirió Frederick, apenas moviendo sus labios porque la mascarilla ya estaba comenzando a secarse—. ¿Seremos los Anormales?
—Oh, pensé que Chispas bromeaba.
—Por supuesto que estaba bromeando. "Anormales" no es el nombre de un equipo que intimide.
—"Sinfonía" tampoco —señaló Eagle—. Y mira lo que han logrado.
—"Anormales" me gusta —apoyó Michael—. Nos queda.
—¿Por qué no llamarnos "Perdedores" de una vez? Porque así se escucha —soltó Anthony.
—Ugh, nada te parece, West —reclamé—. Por una vez, ¿no puedes ser maduro y apoyar a tu equipo?
Rodó los ojos.
—¿En serio? ¿Todos quieren llamarse así? —cuestionó con incredulidad. Asentimos. Anthony suspiró. —Perfecto. Entonces, por una vez, seré maduro y apoyaré al equipo —dijo entre dientes.
—La quinta generación del Equipo Élite de Operaciones de Protección Mundial Representado por la Academia de Artes y Defensa es oficialmente nombrada como los Anormales —anunció Eagle.
—Se escucha terrible.
Tomé más malvaviscos y callé a Anthony.
—Hoy estás más amargado de lo usual —reprendí.
Anthony no tuvo oportunidad de responder. Mientras masticaba rápidamente para responderme con algún insulto, algo en él cambió. Comenzó de manera lenta, casi invisible. Su rostro se alargó, las iris de sus ojos se oscurecieron, su cabello se encogió. De pronto volvió a ser Anthony: con su nariz recta y ligeramente ancha, ojos pequeños y verde oliva, cejas pobladas y mandíbula marcada. Bueno, eso de "cejas pobladas" no era del todo cierto. Aún faltaban por crecer completamente desde la vez que les pegué banditas de cera para depilar. Su cabello ya había crecido desde la primera broma, cuando corté solo una franja al centro, casi no había rastro de aquel suceso.
Anthony pareció sentir su cambio porque corrió a buscar su reflejo en el río. Gritó con triunfo al ver su rostro y comenzó a saltar de orgullo. Desprendió tanta emoción que nos contagió y empezamos a celebrar con él, inventando una extraña danza de victoria, incluso Brandon sonrió mostrando los dientes y, aunque no saltó ni corrió ni bailó como el resto de nosotros, sonreír ya era una gran muestra de afecto viniendo de él.
Si alguien hubiera estado pasando por el bosque, habrían salido corriendo a buscar a la policía o a un psiquiatra. No todos los días se veía a un grupo de adolescentes a mitad del día bailando alrededor de una fogata, con sustancias de colores sobre los rostros, como marca de alguna pandilla y utilizando los malvaviscos demasiado quemados como armas en una repentina guerra de, lo adivinaron, malvaviscos quemados. Eso, sin contar lo extraño que hubiera sido para alguien ver cómo yo le lanzaba una ola de agua a Anthony o cómo Brandon nos hacía resbalar a todos al mágicamente congelar el agua sobre las piedras, volviendo la guerra aún más difícil.
No había sido una escena normal. Y estaba bien.
Porque nosotros éramos Anormales.
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