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2. Grupo de idiotas



Entré a la sala sin esperar más. Andrew dijo que tenía que resolver algunos asuntos antes de entrar, así que se fue. Frederick caminó detrás de mí. Estaba realmente emocionada por lo que pasaría después.

Adentro habían cuatro chicos riendo y jugando con los poderes de uno. Al primero que reconocí fue un chico de piel oscura y cabello rizado: Michael, un amigo. O algo así. No éramos tan unidos como Frederick y yo, pero coincidíamos en varias clases y de vez en cuando entrenábamos juntos. Yo solía ayudarle con los retos físicos, como los entrenamientos, y él me ayudaba con los retos intelectuales, como las tareas. Él era un genio y yo era genial. Hacíamos buen equipo.

Después, el chico que estaba a su lado se me hizo familiar. Tenía ojos verdes, nariz recta, sonrisa infantil y cabello castaño oscuro. Lo había visto en algún lado, pero no recordaba dónde. Quizás me lo había encontrado en los pasillos de la AAD o algo así, aunque algo me decía que lo conocía de otro lugar. Parecía buen chico, de los que tenían esa chispa agradable porque no parecía meterse en problemas pero tampoco era un santo.

A quien estaba segura de haber visto por los pasillos de la AAD fue al chico con semblante serio, el único que no reía. Lo reconocí por la gran cantidad de tatuajes en sus brazos y espalda, la tinta llegaba hasta los inicios del cuello. No sabía cómo se llamaba porque nunca había hablado con él. A decir verdad, los tatuajes y su rostro profundamente serio intimidaban un poco, así que lo evitaba cuando tenía oportunidad.

El último chico estaba sentado sobre la mesa, dándome las espalda. No veía su rostro pero veía que él era quien estaba provocando las chispas que hacían reír a Michael y al de ojos verdes.

No capté de lo que hablaban hasta que me acerqué un poco más.

—... entonces yo creo que deberíamos llamarnos Equipo Alfa —decía el chico que jugaba con la electricidad en sus manos. —Suena masculino y, dado que seremos un equipo de chicos, suena adecuado. ¿No les parece?

Claramente la mayoría del equipo pertenecía al sexo masculino, sin embargo, me sentí algo ofendida por ser excluida. Además, "Equipo Alfa" se escuchaba más estúpido que adecuado.

—¡Anthony! —llamó Frederick con una sonrisa.

Él se colocó frente a mí, cubriéndome con su ancha espalda. Quedé poco visible ante los demás. Era algo a lo que ya estaba acostumbrada cuando Frederick estaba alrededor. Yo era de estatura promedio, casi baja, no obstante, Frederick olvidaba que él era demasiado alto y quizás demasiado musculoso.

Me moví varios centímetros a la derecha para hacerme notar, aunque nadie pareció hacerlo en realidad. Los ojos estaban en Frederick, quien saludaba al Sr. Chispas.

—¡Freddie! ¿Cómo estás, hermano? —devolvió el saludo con ánimo.

Al parecer el nombre del Sr. Chispas era Anthony. Ahora que ya se había dado la vuelta, logré ver su rostro. Un rostro atractivo a decir verdad. Cabello negro y ojos verde oscuro, solo que a diferencia del otro chico, Anthony sí desprendía olor a problemas.

El primero en notarme fue Michael, saludándome con la mano. Él no era de las personas más cariñosas o efusivas que conocía. En muchos aspectos era lo opuesto a Lucy, aunque eran lo suficientemente similares para ser amigos míos.

Yo le devolví el saludo y me senté junto a él, sonriendo por cortesía al chico que estaba a su lado. También era atractivo, aunque no del tipo que llamara la atención como Anthony. Para ese momento, todos parecieron haberme notado, a excepción de Anthony, ya que me estaba dando la espalda de nuevo.

—¿Entonces? ¿Equipo Alfa? ¿Te gusta? —preguntó Anthony a Frederick extendiendo los brazos como si esperara una ovación. Frederick no tuvo tiempo de responder. —Creo que es mejor que seamos chicos solamente. Es decir, ¿han entrenado con chicas? Es terrible. Te sientes mal por golpearlas y te sientes peor cuando lloran por lo mismo, no importa que sea parte del entrenamiento de peleas. De nada serviría una chica que se la pase llorando cada misión.

Al Sr. Chispas se le fue cualquier rastro de atractivo que tenía segundos atrás.

—¿Disculpa? —hablé con molestia. Me puse de pie y Anthony por fin notó mi presencia. —¿Qué tiene de malo llorar? ¿Acaso tú no lo haces?

Realmente no podía defenderme con el argumento de "las chicas no lloramos en los entrenamientos" porque, je, yo había llorado en entrenamientos. Claro, había historias detrás de esas lágrimas y si algo había aprendido, era que yo podía expresar mis emociones sin sentirme mal por hacerlo. Ya un chico me había juzgado por sentir y expresar "de más", no iba a permitir que otro idiota me pisoteara de aquella manera de nuevo.

Anthony se encogió de hombros y bufó ante la ridiculez de la idea.

—Por supuesto que no. No soy débil. —Las chispas en sus dedos se detuvieron. —Tener una chica en el equipo sería una distracción. Seríamos seis hombres. ¿Crees que nos fijaríamos en cómo pelea? —Asentí la cabeza con obviedad, aunque ya sabía que la respuesta era contraria a lo que yo deseaba. —Pues no. No lo haríamos. Nos fijaríamos en qué tan ajustado le queda el uniforme de látex. Pero siendo siete hombres no habrá problemas. A menos que alguno sea gay —añadió con burla.

Miré a los tres chicos a mi derecha. Michael y el de tatuajes se encogieron de hombros, dándole la razón a Anthony. Yo coloqué una mano en mi pecho, indignada.

—Entonces lástima por ustedes—respondí con seguridad—. Porque soy parte del equipo. Soy una chica. Hermosa, por cierto. Y alérgica al látex —añadí con falsa lástima. —Yo puedo llorar y pelear al mismo tiempo, y apuesto que mejor que cualquiera de ustedes. Así que tendrán que aprender a mantener las ganas dentro de sus pantalones. ¿Estamos claros?

Nah, no era alérgica al látex. Pero ellos no se darían cuenta de mi mentira hasta después.

Anthony y Frederick rieron, pero por distintas razones. Mientras Anthony se burlaba de mí, mi amigo se reía porque sabía lo que haría si Anthony me provocaba una vez más. Lo cual hizo:

Babe, no eres parte de este equipo. Leí los nombres de los integrantes y no había ninguna chica entre ellos. Acéptalo, los chicos somos mejores que ustedes y por eso nosotros fuimos elegidos y tú no.

Solté una risa, divertida por las ocurrencias del Sr. Chispas. Desde aquel primer encuentro quedó claro que no nos llevaríamos bien por un buen rato.

—¿"Mejores" dices? —Chasqueé mis dedos y señalé la botella de agua que tenía a un costado de mi mochila. Michael me la dio y le agradecí antes de dirigir mi mirada a Anthony. Frederick disimuladamente se alejó de él. —Tengo dos años de entrenamiento diario, Anthony. Añade otro año practicando por mi cuenta. —Abrí la botella. —No entiendo tu necesidad de comparar sexos. ¿Acaso tu masculinidad es tan frágil que necesitas reafirmarla de esta manera?

—No hay nada frágil en mí.

—Demuéstralo —reté, sabiendo que su orgullo no le permitiría rehusarse. Dejé mi mochila en el piso. —¿Crees ser mejor que yo? Derrótame.

En un abrir y cerrar de ojos el agua ya estaba afuera de la botella, formando una esfera en el aire. Anthony sonrió, aceptando el reto y encendiendo nuevamente las chispas en sus manos.

Abrí la palma de mi mano y la esfera se convirtió en decenas de esferitas formando un muro frente a mí. Les aconsejé a los chicos que se colocaran detrás de mí, no fue hasta que les guiñé un ojo cuando reaccionaron e hicieron caso.

Anthony lanzó el primer golpe, formando un látigo de electricidad que rápidamente fue consumido por una ola de agua. Di un paso y extendí mi brazo con fuerza, enviando la mitad del agua hacia él. La inercia llevó a su espalda chocar contra el muro, enfureciéndolo. Yo reí, realmente divertida con la situación.

Con aquella pequeña distracción mía, él tomó ventaja y me lanzó dos rayos. Esquivé el primero con rapidez, aunque el segundo dio directamente en mi hombro. Gruñí. Dolió, pero sus rayos aún no eran tan mortales como lo serían meses después. Lo miré con odio y contraje mi mano en un puño para absorber el agua en su ropa y cabello, dejándolo totalmente seco.

Vi a Michael y al chico tatuado con intenciones de acercarse a ayudarnos —o de ayudarme a mí porque, claro, la chica siempre es quien necesita ayuda—, pero los alejé con una mirada fría. Iba a darle una lección al Sr. Chispas y lo iba a hacer sola.

Él formó látigos de nuevo, solo que esa vez con ambas manos. Me dejé de distracciones y comencé a esquivar y contener su electricidad hasta que logré formar una esfera de agua del triple de tamaño que la primera. Mi poder para controlar el agua incluía el poder de multiplicarla, solo que me tomaba algunos segundos.

Esquivé un par de rayos más y extendí ambas manos hacia él, dando toda mi fuerza en el golpe. A mitad del camino, la esfera se endureció hasta transformarse en hielo. No lo noté hasta que dio contra el estómago de Anthony y lo lanzó nuevamente contra el muro, creando un par de grietas por la intensidad del ataque.

La esfera se rompió al caer, sorprendiéndome. Yo no tenía el poder de congelar cosas, ¿o sí?

Rápidamente ambos nos recuperamos, yo de la sorpresa y Anthony del golpe. Derretí el agua —ese poder sí sabía que lo tenía— y la reagrupe sobre mí. Estaba tan cerca de Anthony que me permití darle un golpe en el hombro, a lo que intentó responder con un gancho, que esquivé por poco. Di una patada a su costado, pero fui lenta al bajar el pie y él logró sostenerlo para después hacerme caer con fuerza al piso, agudizando el dolor del hombro. La esfera seguía flotando sobre ambos.

Coloqué una mano en su pantorrilla para aplicar una llave que mi propio primo me había enseñado, pero él desprendió de su cuerpo una descarga eléctrica similar a meter un tenedor a la corriente eléctrica —sí, ya lo había hecho, no se los recomiendo—. Grité del dolor y levanté la punta de mi pie para golpearlo justo al centro de sus pantalones. Escuché las exclamaciones de los otros cuatro chicos en la sala.

Ese golpe en la entrepierna debió de doler, considerando que yo estaba utilizando botas militares en ese momento.

En la AAD era difícil saber exactamente qué era pelear sucio. Para muchos, pelear sucio significaba utilizar poderes, mientras que para otros, utilizar poderes era lo usual. Para algunos, pelear a golpes era injusto en una pelea de poderes, mientras que para otros no. Por último, para algunos, pelear sucio era golpear partes bajas.

Para mí no era sucio nada de eso. Yo había sido enseñada que en una pelea había que ocupar cualquier ventaja que teníamos. Y, en ese momento, no ser hombre ya tenía una ventaja. Un par, para ser más específicos.

Mientras Anthony se encogió de dolor, yo me puse de pie nuevamente. Sabía que tenía tiempo, ya que los chicos solían tardar en recuperarse de ese tipo de golpes. Revisé mi herida, percibiendo cierto olor a quemado. El rayo había atravesado mi blusa, aunque no del todo mi piel, ya que atrás no había herida, solo adelante. Alrededor ella la tela estaba negra por la quemadura. Argh, era de mis blusas favoritas.

Miré a Michael, buscando ayuda —en este caso sí la necesitaba—, y él enseguida asintió, dispuesto a ofrecérmela al terminar la pelea. Él tenía poderes curativos, los cuales eran muy raros incluso en la AAD. Entre los miles de estudiantes, solo cerca de cuarenta poseían aquel don. Michael había sido uno de los afortunados en desarrollarlos.

Una vez que Anthony anunció que estaba bien, dejé caer la esfera de agua sobre él, asegurándome que cierto volumen de agua se quedara rodeando sus manos para no permitirle que hiciera más látigos. Él gruñó, frustrado. Yo sonreí, inocente. No sé cómo no se me había ocurrido esa idea antes, honestamente.

—¿Te consideras derrotado, Anthony? —inquirí, revisando mi manicura. Ya necesitaba cambio de esmalte.

Anthony sacudió la cabeza, salpicando a todos los demás como si fuera perro. Retiré el agua de mi ropa y se la lancé al rostro sin mayor esfuerzo.

—Nunca —respondió con seguridad.

Me gustaba su necedad. Era casi tanta como la mía. Si en algún futuro dejábamos nuestros orgullos de lado, podíamos ser un gran equipo juntos. Amigos, incluso. Lástima que faltaran un par de malos sabores de boca para eso.

Jugué con mis dedos, creando una brisa fría que hizo castañear a Anthony.

—¿Ahora?

—Nunca.

Sacudió su cuerpo y se acercó a mí con la intención de lanzar un golpe incluso con sus manos encerradas en agua. Me preparé para esquivarlo y devolverlo, pero la puerta se abrió sin previo aviso, interrumpiéndonos.

Andrew apareció detrás de la puerta, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su pecho, como un padre que acababa de atrapar a sus hijos a mitad de una travesura. Sonreí con inocencia y me alejé un par de pasos de Anthony.

—Él empezó.

Anthony me miró con indignación y me señaló con un dedo acusatorio.

—¡Ella empezó!

Los chicos asintieron, de acuerdo con Anthony. Les lancé una mirada fulminante y seguí con mi defensa.

—Pero tú diste el primer golpe, Señor Chispas.

Anthony solo tensó los labios ante el apodo, sabía que lo decía para provocarlo. Los chicos asintieron de nuevo, murmurando ahora que yo tenía razón.

—¿Y quién fue la que me retó?

Me tensé con molestia y escuché las voces atrás balbuceando que yo había sido quien lo retó.

—Bueno, ¿pero quién fue el que comenzó a insultar a las chicas?

Andrew interrumpió los balbuceos de los cuatro chicos que no formaron parte de la pelea y rodó los ojos.

—No me interesa quién empezó —declaró. Entró a la sala, notando que era un desastre: las sillas en el suelo, la mesa mojada, los muros y piso con marcas de quemaduras... —Brandon, recoge las sillas. Camila, seca a Anthony y la mesa. Michael, cura a Camila. Frederick, busca algo para que Anthony limpie las marcas en las paredes.

Todos asentimos y fuimos a sus tareas. Andrew tenía cierta autoridad sobre nosotros, siendo un profesor en la AAD y, al parecer, el próximo jefe del equipo o algo así.

Identifiqué a Brandon como el chico de los tatuajes. Del otro seguía sin saber su nombre, ya que Andrew no le había asignado ninguna tarea.

Retiré el agua de Anthony y de la mesa, evaporándola una vez que estaba en el aire. Me senté en una de las sillas y recogí mi cabello en una coleta para permitir que Michael trabajara en mi hombro.

Él se ponía muy nervioso cuando estaba tan cerca de las chicas, lo cual me daba ternura. Preguntó al menos cinco veces si yo no sentía alguna molestia. En realidad no sentía mucho, solo el calor de sus manos y la reducción de dolor, como si alguien estuviese apagando lentamente una fogata.

Para cuando Anthony terminó de fregar las paredes, Michael también terminó de cerrar mi herida. Ni siquiera quedó una cicatriz. Le agradecí y prestamos atención a lo que Andrew tenía que decir, solo que Chispas habló primero.

—Entonces... ¿Carina estará con nosotros? —cuestionó con cierta decepción en su tono. Auch. —¿Por qué en los registros decían solo nombres de hombre?

—Fallas técnicas. —Andrew le restó importancia. —El de informática puso mi nombre en vez del de ella. Compartimos apellido. Suele pasarnos.

—Soy Camila, por cierto. No Carina.

—¿Qué dices, Carina? —Anthony fingió no escuchar. —Aún tengo algo de agua en mis oídos.

Me crucé de brazos y lo ignoré. Esperaba que fuese cierto lo del agua en sus oídos y esperaba que se quedase ahí dentro.

Quizás había exagerado un poco antes, cuando dije eso de "grupo de idiotas". En realidad sí lo eran, un poco, pero el idiota mayor era Anthony. El resto solo eran idiotas cuando se ponían de su lado y no del mío.

A veces tenía problemas de arrogancia, ¿okey? No me juzguen. No es como si el resto del equipo fuera tan modesto de cualquier manera.

Andrew suspiró, seguramente arrepintiéndose de haber tomado el trabajo de entrenar al Equipo Élite.

—Escuchen, chicos —habló con seriedad. —Son un equipo. Son el equipo. Sí, Camila es parte. Y aún les falta un integrante, pero llegará a la siguiente reunión. —Yo deseaba que fuera otra chica. —Todos fueron aceptados por sus habilidades, no solo por sus poderes. Todos son buenos en lo que hacen. Y todos deben llevarse bien. Les digo por experiencia, chicos, ser parte del Equipo Élite no es sencillo. Conlleva más complicaciones de las que parece, no necesitan añadirle complicaciones entre ustedes. —Lo último lo dijo casi con un tono de súplica, como si él ya hubiese vivido lo que estaba sucediendo con la nueva generación del Equipo Élite. —Ahora, por favor, Camila, Anthony, estrechen sus manos y hagan la paz.

Ambos fruncimos el ceño y nos burlamos. Estrechar las manos se escuchaba ridículo. Aun así, Andrew nos miró con seriedad y no pronunció palabra. Anthony y yo nos lanzamos una mirada, notando que no había sido una broma.

Suspiramos, casi dejando nuestro orgullo de lado. Extendí mi mano y él la suya. Justo al momento de estrecharla, prometiendo paz entre nosotros, me aseguré de colocar mi mano izquierda a mi espalda, cruzando los dedos.

Lo que no sabía en ese momento era que Anthony también cruzó los dedos. Así comenzando lo que sería la primera rivalidad del equipo.

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