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12. Alien en el bosque


Transcurrió un día de muchas tensiones.

Yo estaba demasiado avergonzada con Ryan para mirarlo siquiera a los ojos. No hablábamos más de lo necesario. Una parte de mí seguía molesta por que Ryan hubiese preferido una amistad con un idiota y esa molestia era lo que me mantenía centrada en lo que era verdaderamente importante: vencer a Anthony.

Él se había vengado. Había tomado mi colchón y lo había lanzado al lodo que se había formado frente a la cabaña por la cantidad de agua que solté para ayudar a Brandon. Frederick tuvo que enseñarme a lavarlo, lo cual fue mucho más sencillo de lo que parecía gracias a mi control sobre el agua.

A la mañana siguiente, mientras Anthony aún dormía, pegué una banda de cera para depilación en cada una de sus cejas. Iba a arrancarlas y despertarlo, pero fue una mejor idea dejar que él mismo lo hiciera.

Por supuesto, el resto de aquel día tuve que soportar los increíblemente hirientes y nada ingeniosos insultos de Anthony. A excepción del tiempo que pasó en el baño, claro. Él, como yo, no admitía que era vanidoso, no obstante, todos sabíamos que las seis horas que pasó en el baño no fueron por una indigestión. Cada minuto de aquellas seis horas lo pasó viéndose al único espejo de la cabaña para decidir si se vería peor sin cejas o con dos enormes bandas de cera.

No pude evitar sonreír cuando sus gritos de dolor llenaron la cabaña. Yo estaba afuera entrenando con Frederick y aun así escuché a Anthony llamando a Brandon para que lo ayudara, después de maldecirme.

Esta mañana lo primero que hice al despertar fue tocar mi rostro y cabeza para asegurarme que mis cejas y cabello seguían conmigo.

Frederick no estaba en la habitación, seguramente había ido a desayunar. Percibí cierto olor a tocino cocinándose. Mi estómago gruñó mientras me vestía para bajar a la cocina.

Antes de abrir la puerta, miré hacia arriba para evitar otro incidente con pintura arruina-cabello. Fruncí el ceño al no ver nada.

Yo esperaba que Anthony para ese momento ya hubiese cobrado su venganza. ¿Se habría rendido?

Con esa idea en mente, bajé las escaleras de buen humor. Presentía que iba a ser un gran día, especialmente si Anthony al fin había renunciado al puesto de líder o, mejor aún, a su lugar en el Equipo Élite.

Saludé a Eagle y Michael, los únicos chicos en la cocina. Ambos estaban dándome la espalda al freír tocino en la sartén, hablando en voz baja, casi confidencialmente. Rápidamente al verme dieron por terminada la conversación y me devolvieron el saludo.

—¿Cómo amanecis-

Eagle se interrumpió a sí mismo al dirigirme la mirada por primera vez en el día. Se quedó en silencio, con los ojos ligeramente abiertos con lo que parecía ser sorpresa. Michael aún no me miraba, estaba enfocado en no quemar el tocino.

Fruncí el ceño sin comprender por qué Eagle se había quedado sin palabras.

Un segundo después comprendí. Suspiré y ladeé la cabeza para minimizarlo.

—No crean todo lo que ven en la películas, chicos —Reí. —Nosotras no amanecemos tan bellas ni resplandecientes como lo muestran. No hay labial, máscara ni cabello peinado. —Resoplé. —Terminando el desayuno iré al río a lavarme. De cualquier manera, no es como que me vea tan mal sin maquillaje... ¿o sí? —añadí al ver que Eagle seguía sin poder pronunciar algo coherente.

En ese momento Michael se dio la vuelta para entregarme un plato con el desayuno de cada mañana y, al verme, lo soltó. Al ser de plástico, el plato cayó ruidosamente pero no se rompió, solo se cayó algo de la comida que llevaba encima.

Me reí nerviosamente. Sabía que lucía algo distinta sin maquillaje, aunque no tenía idea de que causaría tanto impacto en los chicos el verme sin maquillaje por primera vez.

—N-no es eso —respondió Michael, sin desviar su mirada incrédula de mi rostro. —¿T-trajiste maquillaje de s-sobra? P-porque-

—Porque vas a necesitar bastante —terminó Eagle por Michael.

Fruncí el ceño de nuevo, solo que esa vez fue para esconder mis labios temblorosos que delataban las ganas de llorar. Era demasiado temprano para recibir insultos.

—¿De verdad creen eso? —pregunté sin realmente desear una respuesta. Sus ojos decían todo. Su mirada llena de incredulidad y extrañeza, aquella mirada que, combinada con algo de lástima, le lanzabas a alguien que era fea. —¿Creen que sin maquillaje soy... fea?

Sí, sí, ya sé. Es ridículo que me afectara algo tan superficial como ser considerada fea. Pero eran otros tiempos y era otra yo. Por si no les ha quedado claro en lo que llevan de mi historia: ser fea, ser excluida y ser abandonada eran mis más grandes miedos. Eso, claro, sin contar a las arañas. Odio a esos insectos, me aterran.

Michael rápidamente se agachó a limpiar el desayuno del piso, como si su timidez hubiese regresado de golpe. Eagle negó con la cabeza y cambió su expresión a una de "no es lo que parece".

Antes de que él me diera una explicación, Anthony entró a la cocina caminando alegremente. Aún no me acostumbraba a verlo sin cejas y sin parte de su cabello. Lástima que mi batería se había acabado, de lo contrario ya le habría tomado una foto.

—¿Cómo amanecimos hoy, Alien? —preguntó con demasiado entusiasmo. Esperé a que alguno de los chicos contestara, pero ninguno lo hizo. Anthony miró hacia mí. —Te hablo a ti, idiota.

Miré hacia Eagle y Michael, buscando una explicación para el apodo que Anthony me había dado. No podía creer que realmente pensaran que lucía tan mal como para llamarme "alien".

—¿Alien? ¿Es lo mejor que tienes? —intenté defenderme, sin mucho éxito. El temblor en mi voz no fue exactamente de ayuda.

Anthony se rio. Miró hacia los chicos y notó que no se estaban riendo con él.

—¡Oh, por favor! —exclamó con los brazos abiertos. Me señaló con un dedo. —¡Tiene la piel y dientes azules! No pueden decirme que no es divertido.

Mis ganas de llorar se esfumaron, siendo reemplazadas por una ola de ira.

—¿Qué dijiste, Chispas? —cuestioné entre dientes.

Sentí mi sangre hervir al ver su sonrisita triunfante.

—Ah, ya entiendo. —Miró a Eagle con falsa empatía. —No le han dicho que luce azul, ¿eh?

No le di tiempo a Anthony de lanzarme otro insulto. Corrí fuera de la cocina y subí las escaleras con sorprendente velocidad. Entré al baño y trabé la puerta, escuchando una queja de Brandon, quien estaba por entrar también.

Tomé un par de inhalaciones profundas antes de mirarme al espejo.

Cada milímetro de mi rostro y cuello estaban cubiertos de color azul. Ni siquiera era un azul bonito, un azul pastel o alegre. Era un azul oscuro, no lo suficiente para confundirse con el negro, pero sí con algún tono de púrpura.

¡Mi rostro era azul! Mis ojos resaltaban más de lo normal en contraste con el tono irregularmente oscuro en mi piel. Mis labios apenas se notaban en mi rostro y ni hablar del asqueroso tono en mis dientes. Estos no eran del todo azules, pero parecía que los había pintado con plumón.

Era asqueroso. Lucía asqueroso. Comprendí las miradas de los chicos en la cocina.

Del lavabo solo salía un hilo de agua que no era ni de cerca suficiente para quitarme la pintura o lo que fuera que Anthony me hubiese puesto. Tuve que esperar largos minutos recolectando agua para lavarme.

Brandon tocó la puerta. Estuve por gritarle que se largara, cuando pronunció las palabras que más temía:

—¿White? —llamó sin alteración en su voz. —La pintura es una mezcla especial de Anthony. No va a salir de tu piel hasta dentro de algunos días.

—¡¿QUÉ?! —Mi voz se escuchó más aguda de lo que pretendía. Abrí la puerta con tanta fuerza que la brisa llevó mi cabello detrás de mis hombros. —¿A qué te refieres con que es una mezcla especial de Anthony?

Brandon no reaccionó al color de mi rostro. Se mantuvo serio, con la misma expresión facial nula que siempre parecía tener. Agradecí interiormente que no expresara su sorpresa.

—Me refiero a que a Anthony le gusta la química—explicó con encogimiento de hombros. —Esa pintura fue diseñada para no salir de tu piel al menos por una semana Tiene colorante vegetal, pegamento industrial-

—¡¿PEGAMENTO INDUSTRIAL?! —grité inevitablemente. Escuché la sonora carcajada de Anthony desde la cocina. —¿Tengo pegamento industrial en mi limpio y perfecto cutis?

—Si te hace sentir mejor, la pintura también tiene bloqueador solar y algo de humectante. Incluso creo que tiene avena y esa es buena mascarilla.

Gruñí por lo bajo. Tomé la esfera de agua que había estado recolectando y cerré la llave del lavabo, evitando mirarme al espejo.

—No te recomiendo lanzarle una esfera de agua a Anthony —comentó Brandon al entrar al baño.

Lo miré con enfado.

—Brandon, no me desagradas —aclaré en un tono cuidadosamente calmado, haciendo gestos con mi mano libre. —Si me dices que no haga algo, lo haré de cualquier manera. Solo que me desagradarás. Y no queremos eso, porque puedes amanecer sin cejas —amenacé.

Brandon se encogió de hombros en un gesto de "haz lo que quieras" y me dejó ir. Me detuve antes de bajar las escaleras.

—Por cierto, no creas lo que dicen en internet —señalé en tono más amigable. —¿Mascarilla de avena? —Fruncí la nariz. —Mejor prueba cáscara de pepino. O papa.

Brandon asintió sin decir más.

Canalicé mi energía negativa nuevamente y bajé las escaleras pensando en mi siguiente venganza. Estaba tan ensimismada que casi di contra lo que parecía un muro, aunque en realidad era Frederick.

—Buenos días —saludó, dándome un beso en la frente.

No me dirigió ninguna mirada extraña. No me miró por segundos de más. No pareció ni siquiera sorprendido por mi cambio de look.

—¿Buenos? —respondí de mala gana. Señalé mi rostro. —¿Estos son buenos días para ti?

Frederick me miró con una sonrisa ladina, seguramente intentando contener una risa de burla.

—Hey, cuando te dije que mi color favorito era el azul, no tenías que tomártelo tan en serio, Camila. —Se le escapó una risa. —Ya me gustas como eres, no era necesario añadirle más... azul.

Sonreí por un segundo. Sabía que Frederick no bromeaba con intención de dañarme, sino con intención de hacerme reír con él. No obstante, aquel segundo de sonrisa fue demasiado breve. Mis labios comenzaron a temblar y, antes de poder hacer algo al respecto, lágrimas corrieron por mis mejillas y la esfera de agua cayó al piso de la cabaña.

—Uy, no, no. Lo siento, lo siento. —Frederick me abrazó para ayudar a tranquilizarme. —Fue muy pronto para hacer bromas, lo siento.

Recargué mi frente en su pecho. Mi voz se escuchó no solo opacada por su cuerpo, sino también nasal por los asquerosos mocos que nunca se ausentaban cada vez que lloraba.

—No lloro por eso —me quejé desganadamente. —Lloro porque estoy estresada y molesta. También porque soy azul. Literalmente azul. —Limpié descuidadamente mi nariz. —Lloro porque soy sentimental y mis sentimientos dependen de mi autoestima. Hoy mi autoestima no es la mejor. Verte como una alien no ayuda nada a tu autoestima. —Guardé silencio y tosí porque había tragado mocos sin querer. —Lloro ante la menor provocación y lo sabes. Pero no fuiste tú la provocación, fue Anthony. El maldito Señor Chispas me está haciendo la vida insoportable.

Frederick acarició mi cabello. No habló hasta que escuchó a mi respiración calmarse.

—Para ser justos, tú también estás haciendo su vida algo insoportable.

Le lancé una mirada que claramente decía "¿de qué lado estás?".

—Él empezó —me defendí sin mayor convicción—. Sus chistes misóginos son desagradables. Él es desagradable. Yo no pienso compartir equipo con alguien desagradable.

Frederick tomó mis mejillas y las presionó para forzar un puchero de mi parte. Un puchero bastante molesto, mi entrecejo fruncido no decía menos.

—Nadie está diciendo que Anthony no es desagradable. —Frederick sonrió. —Es un idiota. Lo sabes, lo sé y él lo sabe. Pero ese idiota es parte del equipo y tienes que aprender a lidiar con él y él contigo.

—¿Cómo?

—Dale la oportunidad de conocerte.

—Ya se la di. Me odia porque lo odio.

—No es cierto. Anthony conoce a la Camila que llora y se enoja por todo. ¿Por qué no le presentas a la Camila que el resto del equipo conoce? A la Camila que es amiga de todos. Nadie odia a esa Camila.

Alejé sus manos de mis mejillas.

—¿Y por qué tengo que ser yo la que da el primer paso? ¿Por qué no él?

Frederick suspiró, negando la cabeza como si yo fuese un caso irremediable. Quizás lo era. Anthony y yo éramos, quizás, irremediables.

—Ya me habías visto azul, ¿cierto? —cuestioné sin realmente necesidad de hacerlo. Ya conocía la respuesta. —Por eso no reaccionaste como los demás.

Frederick rio.

—Estabas así cuando desperté en la mañana. —Se encogió de hombros. —Sabía que si te despertaba ibas a estar molesta por dos cosas: el azul y la hora. Era demasiado temprano, así que mejor te dejé dormir.

Sonreí con un poco más de ánimo.

—Gracias —Me giré hacia la puerta de la cabaña. —¿Quieres ir a entrenar? Necesito distraerme. Y golpear algo. Si ese algo se parece a Anthony o es Anthony, qué mejor.

Frederick negó con la cabeza.

—Entrené con Ryan por una hora completa. Estoy demasiado cansado. —Suspiró como demostración.

Me crucé de brazos. Miré por la ventana sin cristal y capté cierto movimiento en el exterior. Ryan seguía entrenando por su cuenta, aunque por alguna razón parecía ir a mucha mayor velocidad, tan rápido que mis ojos apenas alcanzaban a ver un borrón en el aire. Incluso creí ver que frenaba controladamente, lo cual no había logrado en días anteriores.

—Ryan prefiere hacer amigos con cualquiera menos conmigo —murmuré mientras lo observaba. —Es injusto. Es injusto ser la única chica en el equipo y es injusto que él esté aquí. Ryan debió ser Hayley, al menos ella sí se habría ganado el lugar como nosotros.

—¿Hayley? ¿La chica de la que siempre te quejas? ¿Esa Hayley? —cuestionó Frederick con confusión.

—Sí. Esa Hayley. —Bufé. —Si ella estuviera aquí, habría una rivalidad, pero incluso con la peor de las rivalidades entre mujeres, sabes que cuentas con la otra cuando tienes problemas. Hayley no hubiera preferido tener una amistad con Anthony, ni habría confundido mis sentimientos por ella. Hayley habría sido mejor Ryan que Ryan.

—Espera... ¿te gusta Hayley? —inquirió Frederick con aún más confusión.

Lo miré con seriedad.

—No, Frederick, no me gusta Hayley. Estoy hablando de Ryan. —Coloqué mis manos en las caderas y regresé mi mirada al velocista. —Además de ser la única chica aquí, soy la única que no sabe los principios básicos de carpintería o plomería o lo que sea que ustedes hagan. Lo cual es peor porque, si lo piensas, alimenta los estereotipos de que las mujeres solo estamos para lucir bonitas y tener bebés. El no saber hacer nada fue otra de las razones por las que lloré. —Caminé lentamente a la ventana. Ryan había dejado de correr de un lado a otro en línea recta. Estaba corriendo alrededor de la cabaña, entrando y saliendo del bosque. Como si estuviera buscando algo. O como si... estuviera siendo perseguido. —Freddie, hay algo mal con Ryan —anuncié distraídamente.

Frederick asintió e imitó mi postura con sus manos en la cadera.

—Lo sé. —Resopló. —Nadie en su sano juicio querría una amistad con Anthony sobre una contigo. Ryan necesita ordenar sus prioridades. También necesita entrenar más. Tiene potencial, pero necesita ser mejor para la primera misión.

—No, Frederick, no hablo de eso. Mira. —Señalé los rápidos movimientos de Ryan. Estaba corriendo a tal velocidad que era casi imposible enfocar la mirada en él. —¿Corría así cuando entrenaste con él?

—Ni de chiste. Ahora parece... controlarlo. Nunca he conocido a nadie que controle tan rápido sus poderes.

Ninguno dijo más. Salimos de la cabaña para averiguar lo que sucedía.

Tan pronto como el frío viento golpeó nuestros rostros, perdimos a Ryan de vista. Fue como si hubiese desaparecido. Esfumado.

Frederick y yo nos lanzamos una mirada. No comprendíamos. ¿Ryan estaba en problemas? ¿Estaba haciendo alguna clase de broma?

—¿Ryan? —gritó Frederick.

No hubo respuesta.

De pronto escuché demasiado silencio. Era un bosque, debía haber ruido. Siquiera las copas de los árboles moviéndose o la cabaña crujiendo por el viento.

El silencio nunca era buen augurio.

De la tierra obtuve suficiente agua para formar una esfera. Amoldé varias piedras para formar otra esfera. No me sentía segura con solo agua. En caso de tener que noquear a alguien, el agua no iba a ser muy útil. La piedra sí.

—Revisaré detrás de la cabaña —anunció Frederick por lo bajo, con sus ojos atentos a las profundidades del bosque.

Asentí. Frederick desapareció al teletransportarse. Comencé a caminar lentamente hacia los árboles. Era difícil ser silenciosa cuando la tierra estaba llena de ramitas y hojas secas que crujían al pisarlas.

Vi un ligero movimiento detrás de un árbol. Rápidamente apunté ambas esferas en esa dirección, esperando tan solo unos segundos antes de dispararlas. Debía asegurarme de que no era Ryan detrás del árbol.

—¿Ry-Ry? —pregunté al aire.

Escuché un susurro. Dos susurros. Un murmullo. Varios murmullos a la vez, tan bajos que difícilmente comprendía lo que decían. Seguramente sin mi entrenamiento y sin el silencio del bosque, no habría sido posible escuchar las voces.

No era una persona, eran varias.

Definitivamente no se trataba de Ryan.

Corrí para rodear el árbol, no obstante, no encontré a nadie. Estaba segura de que había escuchado al menos dos voces, ¿era posible que dos personas se movieran tan rápido y sin hacer ninguna clase de ruido? Incluso si se hubieran teletransportado, habrían huellas en el lodo.

Contuve mi respiración un momento para enfocar mi oído. No estaba loca, había escuchado a alguien. A un volumen extremadamente bajo, pero había escuchado a alguien.

Estabas asustada, Mila —susurró alguien.

Rápidamente lancé la esfera de agua a mis espaldas, de donde había provenido esa voz. Dio contra un árbol, sin nadie alrededor.

¿Dónde estaba el dueño de esa voz? Había sido un hombre, tenía la certeza. Sin embargo, me preocupaba más dónde se encontraba, después me encargaría de preocuparme por quién era.

Escuché unas ramas crujir no muy lejos de mi posición, a lo que no perdí el tiempo y lancé la piedra en su dirección. Alguien se quejó y, tan pronto como identifiqué el quejido, identifiqué al responsable de la situación.

—¡Hey! —Andrew gruñó. Había esquivado la piedra por poco. —¡Soy tu primo y, técnicamente, tu jefe! ¿Por qué la agresividad?

Cuando llegó a mi lado, lo golpeé en el pecho.

—¡Me asustaste, idiota! —reprendí con molestia. —¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Ryan? ¿Dónde está Frederick?

—¿Ryan? —Frunció el ceño. —Está en la cocina comiendo como si no hubiera mañana y Frederick estaba entrando a la cabaña cuando yo llegué, ¿por qué?

Resoplé. Ese era el problema de tratar con velocistas: te distraías un segundo y ya estaban haciendo una nueva actividad. Después cuestionaría a Ryan por lo que había sucedido.

—Por nada. —Lancé una mirada a la mancha de agua que yo había provocado segundos atrás en un tronco. Quizás ya estaba alucinando. Ese lugar me estaba volviendo loca. —¿Por qué estás aquí y no en la cabaña?

—Lo mismo puedo preguntarte —respondió con arrogancia—. Aunque, si te soy honesto, tengo preguntas más... urgentes.

—¿Como cuáles?

Andrew señaló mi rostro.

—¿Es algún tipo de mascarilla? —cuestionó con extrañeza.

—Ah —protesté—. Es pegamento industrial, colorante vegetal, humectantes, bloqueador solar e ingredientes de origen desconocido. Cortesía de Chispas. —Sonreí con falsedad. —Yo tendré piel azul, pero al menos no me faltan cejas ni cabello.

Andrew rio. Dio algunas palmadas a mi cabeza y me guio de vuelta a la cabaña.

—Si quieren ser un buen equipo, necesitan arreglar sus diferencias —habló mientras caminábamos.

—Lo sé, lo sé... Lo haremos. En algún punto. En un futuro. Probablemente lejano.

No tan lejano.

—Hablo en serio, C. Su amistad es importante, puede ser definitiva para ciertas circunstancias del equipo —advirtió él con cautela.

Fruncí el ceño.

—¿A qué te refieres?

Andrew me lanzó una mirada seria, de aquellas que te advertían de consecuencias irreversibles. Me encogí de hombros en respuesta, sin saber qué más esperaba de mí. Anthony y yo éramos demasiado orgullosos para detener la guerra en aquel momento.

—Hoy será su primera misión, Camila, deben controlarse —ordenó al entrar a la cabaña, solo que con un tono distinto al anterior. Ya no fue una advertencia tan escalofriante.

Cualquier otra preocupación se esfumó. Me olvidé por completo de lo que había sucedido en el bosque.

—¿Hoy será nuestra primera misión? —repetí un grito de emoción.

Anthony salió de la cocina con sus manos sobre sus orejas.

—¿Acaso nunca dejas de gritar, Alien? —gritó al mismo volumen que yo.

—¡No! —respondí a gritos. Me crucé de brazos y lo miré con determinación. —¡Nunca dejo de gritar! ¡¿Sabes por qué?! ¡Porque me gusta gritar para aminorar el estrés! ¡Estrés que tú provocas! ¡¿Quieres que deje de gritar?! ¡Entonces deja de ser un idiota y estresarme con tu presencia!

Los chicos salieron de la cocina al escuchar mis gritos. Brandon bajó hasta el último escalón, quedando a mi lado. La puerta de entrada, la sala de estar, las escaleras al segundo piso, las escaleras al sótano y la puerta de la cocina no estaban muy lejanas entre sí. En realidad, eso era todo el primer piso de la cabaña.

Intincis diji di sir un idita —imitó Anthony con voz aguda. —¡Tú deja de ser una idiota!

—¡No! ¡Tú eres el idiota!

—¡Tú eres la idiota!

—¡Cállense! ¡Los dos son idiotas! —gritó Andrew a nuestro volumen. Nos miró con exasperación. Señaló la sala en la que nos encontrábamos. —¡Miren este lugar! ¡Es un asco! —Fue bajando su volumen gradualmente. —La cabaña es un reflejo de su trabajo en equipo y la cabaña es un asco. Está igual o, me atrevo a decir, peor de lo que Kira y yo les dimos.

—Pero hemos estado reparando las habitaciones —defendió Anthony.

—Querrás decir tu habitación —corrigió Eagle. —Ni Fred, ni White, ni Mike, ni Ryan, ni yo hemos tocado nuestras habitaciones. Has ocupado las herramientas toda la semana, dices que ya vas a terminar y se te ocurre algo más para añadirle.

—¿Ven? Es justo de lo que estoy hablando —reprendió Andrew—. Todos son egoístas. —Eagle abrió su boca para reprochar, pero Andrew alzó un dedo para silenciarlo. —Todos son egoístas. —Señaló a cada uno mientras hablaba. —Tienen habilidades que pueden utilizar para ayudarse entre sí y ninguno ha apoyado a nadie además de sí mismos. —Miró a Brandon. —Brandon, tienes la fuerza de mil hombres en ti. Ocúpala para transportar los materiales pesados del sótano que necesiten para darle mejor soporte a la cabaña.

—Todavía no controlo mi-

—Michael —continuó Andrew sin importarle la queja de Brandon—, eres más inteligente que Einstein y Hawking juntos. Usa ese cerebro para crear un circuito de electricidad que los beneficie a todos. Necesitan luz y acceso a internet si quieren continuar en el equipo sin que alguien se entere que hacen misiones secretas.

—Es que me falta controlar mi-

—Eagle —llamó Andrew, ignorando por completo a Michael. —Puedes convertirte en un águila o un pterodáctilo si quieres. Hazlo y ayuda con la construcción del techo o de lugares que sean difíciles de alcanzar.

—Okay, pero aún no contro-

—Frederick, por Dios. ¡Puedes teletransportarte! —exclamó Andrew a manera de regaño. —En vez de desperdiciar el tiempo, haz algo y ayuda a mover los materiales para que terminen más rápido.

—Te escucho, pero me-

—Anthony, eres inteligente aunque te guste fingir lo contrario. Ayuda a Michael a construir ese circuito. Tu electricidad natural seguramente es un buen comienzo. ¿También sabes qué otra cosa podrías hacer? Formar un campo de fuerza alrededor de la cabaña para que, por el momento, no deban preocuparse de peligros externos.

—Podría hacerlo, claro, en el futuro, pero aún no tengo el control para-

—¡Camila! ¡Controlas los cuatro malditos elementos! —habló con frustración. Me tomó por los hombros y me obligó a mirarlo. —Deja que Michael te ayude para construir algo que pueda transportar el agua y ya no pierdan el tiempo yendo al río para ducharse. También pueden ahorrarse tiempo de construir andamios porque, ¿adivina qué?, controlas la tierra y puedes hacer andamios de piedra en diez segundos.

—Ya todos lo han dicho, no hace falta que yo diga que necesito mayor control de-

—Ryan. —Andrew me soltó. —Tú necesitas entrenar mucho. Mucho. Camila es la mejor, Anthony es el mejor. Encuentra una manera de hacerlos trabajar juntos para que te enseñen y avanzarás rápido.

—No sé cómo-

—¡En vez de poner excusas, pónganse a trabajar como un equipo! —ordenó Andrew.

Todos alzamos las manos en inocencia. Murmuramos varias quejas, pero comenzamos a caminar hacia el sótano para encontrar los materiales. Andrew gruñó y bloqueó la entrada del sótano con su cuerpo, mirándonos con molestia.

—¡Pero no ahora, genios! —reclamó con obviedad. —Ahora es momento de darles los detalles de su primera misión. Vamos, siéntense en donde puedan, necesitan prestar atención.

Retrocedimos hacia la sala de estar. Brandon movió los sillones en los que nadie deseaba sentarse y, casi al mismo tiempo, todos decidimos sentarnos en el piso. Justo en ese momento noté que había perdido un pendiente.

—Anthony —llamé con tanta suavidad como pude. Él me miró con irritación, como si escuchar mi voz fuera doloroso. —Cuando me hiciste azul —dije entre dientes—, ¿tomaste mi pendiente? Sería muy amable de tu parte devolvérmelo.

—Cuando te hice azul tenías ambos pendientes, Alien, no me eches la culpa a mí de todo.

—Después vemos qué sucedió con tu pendiente, C. Es un bosque, se pierden muchas cosas —concluyó Andrew apresuradamente. Suspiró e intentó relajarse. —¿Listos para su primera misión?

—Sí.

—Por supuesto.

—Sin duda.

—Obviamente.

—Listo.

—Claro.

—Más que listo.

Nadie estaba listo.





N/A

Capítulo doble porque se me había olvidado actualizar JAJAJA.

A partir de aquí es donde las cosas se ponen bastante interesantes akjsfhkafhkfh. Kemozion.

Espero que les esté gustando y ¡muchas gracias por seguirme leyendo!

Alex <3

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