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28. Cucarachas

"Sobreviviendo hasta 

en un ataque nuclear".


Desde la mañana, los isleños de Salamandra colgaban linternas en las calles, adornaban con flores y guirnaldas sus grises y pequeños comercios, un escenario era montado en la plaza central por los mismos vecinos. El aire de cementerio se alejaba un momento para dar paso a una gran festividad, "La Festividad de la Fertilidad", así llamaban los humanos normales a la "Festividad del Celo", aquellos seres que estaban expuestos, adrede, para ser las víctimas de los anómalos.

Una gran feria de atracciones se montaba en el puerto, luego de ese día, muchas mujeres humanas serían emborrachadas y sedadas para ser llevadas a los laboratorios, donde serían inseminadas para procrear a las próximas generaciones de anómalos. Me preguntaba si seguirían haciendo lo mismo ahora que yo estaba allí, y tenían la fórmula para crear anómalos fértiles. Todo indicaba que la tradición seguía intacta.

—¡Mira, Conejita! —Paris corría a mí con dos manzanas acarameladas—. Mi madre nunca me compró una, decía que era comida de pobre.

—Bien, ya somos pobres —dije.

Tomé la manzana, a pesar que no pretendía morderla. Mi estómago era un revoltijo.

—Bran y Dalila nos esperan —recordé sin poder dejar de ver a los alrededores.

—No está cerca —me dijo él—. ¿Buscas a Frank? ¿No es así?

—¿De verdad crees que es mejor no denunciarlos con Pandora?

Paris se detuvo a pensar, dio un mordisco a su manzana y continuó caminando. Lo seguí. Luego de pasar la noche abrazada a él, y despertar viva, imaginaba que podía confiar en él.

—Preguntémosle a los chicos.

—¡¿Por qué?! —no lo entendía.

—Es un trabajo en equipo, no los podemos dejar afuera —me explicó.

No me atreví a contradecirlo. Había logrado involucrar a mucha gente en mi plan, era mi deber moral comentarles mis pasos a seguir.

*

Llegamos a la casa de Bran y Dalila, teníamos cita con ellos para acordar el plan.

Morgan nos abrió la puerta. Nos dirigimos al sótano, y aunque mis expectativas eran bajas, si de anómalos se trataba, Apolo y Débora llegaban tras nosotros.

Paris echó una mirada a sus alrededores, tenía la expresión de oler algo feo.

—¿Cómo sabemos que no nos están espiando?

Dalila respondió.

—Si hubiera un simple micrófono, Bran lo habría detectado.

—Y yo hubiera olfateado la sangre del culpable —añadió Morgan.

Morgan y Bran eran mis ángeles guardianes, me generaba verdadera paz tenerlos de mi lado. Por lo que me decidí a contarles, sin retraso, lo que sucedía con Frank y Mamba, o por lo menos las hipótesis que habíamos logrado realizar junto a Paris.

—Es lo que siempre creí. —Dalila rechinó sus dientes—. Mamba y Frank son socios y cómplices para encontrar la isla, y ya lo hicieron.

—¡Carajo! —exclamé al caer en la gravedad del asunto—. Estamos jodidos.

—¿Es para tanto? —preguntó Débora.

—Frank... su habilidad especial —balbuceé dando vueltas por todos lados—. Él... es un puto hacker. No sé cómo lo hizo, pero logró conectar mi ordenador al de mi padre a pesar de estar bajo tierra y sin internet. Así fue cómo lo vi muerto. Cualquier dato digitalizado, ya está en manos de quien es su superior. Posee una habilidad intelectual bastante problemática.

—Así que nos encontramos en una dicotomía —dijo Paris, sin alterarse en lo más mínimo—. Denunciamos a Mamba y Frank, de ese modo Pandora y la Dinastía estarían alertas, y no podríamos infiltrarnos en su casa, o... nos hacemos cargo de ambos.

—¡Pandora ya es peligrosa! —interrumpió Dalila—. ¿Cómo vamos a lidiar con ella y con un enemigo desconocido?

Débora alzó su mano

—Voto por denunciar a Mamba y a Frank —apuntó—. Con Pandora hemos vivido sin problemas.

—¡A base de mentiras! —solté.

—¡Destapemos la maldita olla! —exclamó Apolo—. Vamos por los dos, no pienso seguir viviendo la vida de una maldita oveja.

—Yo apoyo a la Conejita —dijo Paris, y pude respirar—. No le debo nada a Pandora. Voy por los dos, sea quien sea. No viviré bajo mentiras en el pueblito feliz, ni tendré miedo de nadie.

—Estoy con ustedes —dijo Morgan, sin vueltas.

—¡Morgan! —bramó Dalila, denotando su desacuerdo—. Pandora puede detener lo que sea que Frank y Mamba hagan.

—Vimos como esa loca mató a uno de los nuestros —recordó Morgan—. Siendo asesinos, lo único que hicimos fue escondernos como cucarachas.

—Siempre menospreciando a los insectos —murmuró Débora—. Las cucarachas sobreviven y son más útiles al medio que un tiburón blanco.

—No me interesa seguir sobreviviendo bajo las reglas de otros —contestó Morgan—. Estoy cansado de ser un fenómeno, un prisionero, ¡un experimento! Podemos cambiar esto, podemos hacer de Salamandra nuestro verdadero hogar, debemos dejar de aceptar las migajas que nos dan, siempre con miedo a preguntar. Siempre avergonzados de nuestra existencia. ¡Siempre escondiéndonos tras las sombras cuando podríamos tomarlo todo!

La tirria de Morgan era evidente, luego de oír su historia, la de Dalila y Bran, podía conjeturar algo de lo que sentían. A pesar de su fingida fortaleza, no eran otra cosa que unos animales golpeados y abandonados a su suerte, menospreciados por "salvajes y carroñeros", incomprendidos por el mundo, siendo el objeto de investigación de otros. Su humanidad estaba relegada, así como sus sentimientos.

—No lo sé —murmuró Dalila—. Si avisamos a Pandora podemos evitar una catástrofe. La investigación sobre ella y la Dinastía puede postergarse.

—¿Hasta el año que viene? —preguntó Bran—. Pandora cuenta con menos seguridad en la Festividad del Celo, abandona su mansión y hay siete puntos ciegos a la redonda. No tendremos otra oportunidad en lo que resta del año.

—¿Tú también, Bran? —Dalila se decepcionó.

—Me encargaré de los dos —sostuve mi postura—. Iré a buscar a Frank ahora mismo. Cuento con Apolo, Bran, Morgan y Paris para emboscarlos y que nos digan que planean. Si no logro quitarles información, Débora y Dalila podrán denunciarlos a Pandora, ¿de acuerdo?

Aunque a Dalila y a Débora les costó ceder, al final, nos pusimos de acuerdo.

**

A las afueras del pequeño centro, en el frondoso bosque de la isla, nos encaminábamos hacia los lugares que frecuentaban Frank y Mamba desde su llegada. Gracias a las habilidades de Bran, podíamos trazar una ruta de sus movimientos.

—Quizás se encuentren entre la gente —les dije a los chicos—. Hoy es un día atípico.

—No, no, no. —Bran negó de inmediato—. Eché un vistazo a la ciudad, no estaban allí. Siguiendo las rutas de su paradero, podrían haber ido a la playa o seguir por el bosque.

—Dividámonos —propuso Apolo.

Nos pusimos de acuerdo, Bran armó los equipos bajo sus criterios. Yo iría con Paris, el más fuerte con la más débil; él y Apolo irían hacia las playas, mientras que Morgan, quien podía valerse por sí solo, patrullaría los alrededores.

La ausencia de palabras, las hojas crujiendo bajo nuestros pies, las gaviotas en pleno vuelo hacia la costa y un calor sofocante precipitaban mi pulso, ponían a prueba mis límites. La tensión me consumía, y comenzaba a creer que no era buena idea ir a buscar a quien me había acechado en la noche.

Paris tomó mi mano, entrelazó mis dedos con los suyos.

—No podré hacer nada si Mamba y Frank nos atacan —le dije a Paris, preocupada.

—Puedo con los dos. —A Paris no se le movía un pelo, su autoconfianza era insuperable.

Excepto que cuando los arbustos se movieron a nuestro alrededor, su sonrisita se borró. De inmediato me colocó tras su espalda.

—Paris, Alegra. —Mamba hizo su aparición—. Tardaron mucho.

—¿Dónde está Frank? —me adelanté sin miedo, Mamba no me intimidaría.

Ella señaló a nuestras espaldas.

Paris relamió sus labios, ni siquiera lo había notado. Era malo.

—¿Para quién trabajan? —interrogué, su actitud no hacía más que corroborar nuestras hipótesis.

No pretendían ocultar nada porque ya era tarde para nosotros.

—¿Qué importa? —Mamba dio un paso adelante—. Cuando pusimos un pie en esta isla, fue un jaque mate instantáneo. Cumplimos nuestra misión, encontrar Salamandra y a su líder... Pensamos que nos denunciarían con más antelación, creímos que teníamos nuestra sentencia de muerte escrita, pero... cambiaste el foco de tu investigación, dirigiste tus interrogantes a Pandora.

Apreté mis puños. Era mi culpa.

—¿Por qué traicionarían a los suyos? —preguntó Paris, aun sostenía mi mano.

—Las opciones se acaban cuando eres disociado. —Los labios de Mamba temblaron al decirlo.

—Frank ya recuperó su parte humana —dije mirándolo a él—. Y tú no estás disociada...

—Alegra. —Mamba encogió su entrecejo y sonrió de lado—. Un anómalo es biológicamente un humano y un animal, así como su psicología es pulsión e instinto. Cualquiera de las partes puede ser disociada.

Hice silencio y luego lo dije en voz alta:

—Fuiste disociada.

Todo este tiempo, Mamba fingía ser una anómala normal, completa. Ya podía entender por qué me parecía más amable y sensible. Su parte animal había sido suprimida. Estaba disociada a la inversa de Frank.

—¿Qué harán? —preguntó Paris—. Hay muchas personas que saben lo de ustedes. No podrán huir de esta isla.

Frank habló:

—Nadie puede salir de la isla, esa es la idea.

Mi corazón se estrujó.

—¡Ustedes provocaron el incendio del yate! —bramé.

Ella mantuvo su mirada calma sobre mí. Recordaba, que, luego de la comisaría, Mamba se había apartado de nosotros. Eso explicaba el incendio.

—Nadie piensa en matarlos —nos dijo Mamba—. Y lo que hagan con nosotros es irrelevante. Somos peones, armas, piezas que ya han cumplido su rol. Pueden acusarnos, matarnos o lanzarnos al mar. Por eso estamos calmados, esperando nuestra sentencia.

—Al menos dígannos que va a suceder —supliqué.

—Una cacería —sentenció Frank—. Tomarán el laboratorio.

Con laboratorio, Mamba se refería a la isla entera. Era una deducción fácil que había hecho al inicio. Todos sabíamos que Pandora era una figura de cartón que aparentaba ser la autoridad, mientras tras ella existían poderes que no podíamos imaginar, esos poderes que le habían otorgado la isla a fin de disfrazarlo de "santuario de anómalos". Quienes fueran que estuvieran tras Daniel o Pandora se disputaban el poder que conllevaba poseer a los anómalos.

—Aquí hay un ejército de anómalos. —Paris volvió a tener confianza—. No habrá ninguna cacería, habrá una carnicería, y sus vísceras serán comidas por nosotros si siguen actuando como animales adiestrados que no muerden a su amo.

—Los adiestrados no elegimos, de eso se trata —murmuró Mamba y con un gesto indicó a Frank que era tiempo de irse—. Se nos ordena y no nos queda más remedio que cumplir.

La charla terminaba, así como varios misterios.

—¡Mierda! —exclamé sin poder detener el temblequeo de mi cuerpo—. Por pensar en Pandora nos olvidamos de Mamba y Frank, no quería creer que fuera cierto.

—Esa era tarea de la policía de Salamandra —me dijo Paris—, pero ya veo porqué andan tan tranquilos. Jugaron todas sus cartas. No hay ninguna embarcación que nos permita huir, y no sabemos cuándo atacarán quien sea que no ataque. Planean tomarnos a todos. Es una locura.

—Todo indica que nuestros oponentes serán anómalos adiestrados —musité con la vista a la costa—. Lo único que no puedo entender es qué hacía Frank anoche. Ya estamos atrapados y ya no les sirvo de nada.

***

Regresamos con los demás, incluyendo a Débora y Dalila. Les contamos todo lo que Mamba y Frank había dicho. Una batalla se desencadenaría, no sabíamos cuándo, pero sí donde y quienes nos atacarían.

—Así que es inevitable y ni en Pandora podemos confiar. —Dalila se sentó en el suelo, su falta de ánimo era deprimente.

—Atrapar a Frank o a Mamba no ayudará —dijo Paris—. No dirán nada ni aunque los torturen. Están adiestrados para no traicionar.

Tal y como lo había dicho en la sesión de Estela.

—Prepararé al enjambre. —Débora se alistó para salir del sótano de Bran—. Encárguense de Pandora, y nosotros detendremos ese posible ataque de los "adiestrados".

No podía creerlo, al final se ponía de nuestro lado.

—Supongo que estoy sola con la idea de denunciarlos —dijo Dalila.

Bran le contestó:

—Eso haría que refuercen la seguridad y no podamos...

—Ya sé, ya sé... —Dalila protestó—. No hay forma de huir del problema. Y son pocos en los que podemos confiar.

—Esta noche —dije con la certeza de tenerlos a todos de mi lado—. Quienes quieran pueden acompañarme a la casa de Pandora, el resto estará alerta al ataque de los "adiestrados".

****

La adrenalina vibraba entre mis células, las fibras de mi piel quemaban. Cometería una locura, quería que fuera la última, a sabiendas que estar junto a los anómalos, y siendo una, el peligro sería parte de mi vida.

Los fuegos artificiales estallaban en una noche salpicada de estrellas, la música viajaba con el viento a nuestros tímpanos, mezclándose con las olas del mar. El festival más largo de la isla daba su inicio sin contratiempos.

—Es momento de ir —indicó Bran.

Nos encontrábamos a las afueras de la casa de Pandora, su mansión. Teníamos que ser pocos y justos. Bran era necesario, su habilidad era más que un milagro, era quien más sabía sobre la seguridad exterior de la casa; Morgan era fuerte y su olfato nos permitiría saber cuál era el animal de Pandora "la primera anómala", yo iría para tomar responsabilidad del plan. Los demás patrullarían los alrededores.

—Yo también quiero entrar. —Paris me tironeó de la ropa—. ¿Acaso no era tu guardaespaldas?

—Paris, somos demasiados infiltrados —le dije—. Cada uno tomará un camino distinto, buscaremos la mayor cantidad de datos para descifrar a Pandora y regresaremos en el tiempo pactado.

—Apúrense —nos dijo Dalila—. Pandora da discursos muy cortos al inicio del festival, luego se recluye en su casa.

Teníamos linternas, teléfonos cargados, pinzas y veinte minutos para entrar y salir de esa casona con datos precisos que nos indicaran quien era Pandora y quien le había entregado "la caja de maldiciones".

Nos dirigimos a las alcantarillas, a un callejón cercano a la casa de la alcaldesa, a partir de allí podríamos llegar al jardín tras las rejas.

"Pase libre".

Un mensaje de Apolo nos demostraba que Pandora abandonaba su morada y se dirigía al centro.

—Cuídate mucho, amor —Dalila besó a Bran.

—No pasa nada, Dal. —Bran respondió al beso con una cálida sonrisa e ingresó al pozo.

Tras él fue Morgan, y por último yo. Pude notar el disgusto de Paris al no ser parte del equipo más arriesgado. Su habilidad de leer rostros era inútil, en cierto sentido yo también lo era.

Olía fatal, como se esperaba de una cloaca. Con sigilo procuramos caminar por un costado sin pisar las aguas rancias, y, luego de un par de vueltas, hallamos la salida.

—Tres cámaras al norte y dos al oeste ¡tres, dos! —indicó Bran al subir las escaleras hacia nuestro destino—. Un guardia en cada columna de la galería exterior.

A pesar que la seguridad escaseaba, los puntos ciegos eran pocos. Era de suma importancia que cumpliéramos el tiempo pactado.

—Una vez dentro, veinte minutos —indiqué.

Estábamos fuera, en el jardín, tras unos cuantos árboles que nos ayudaban a cubrirnos.

Con unas simples señas, Bran marcó el tiempo antes de correr hacia las ventanas para ingresar y separarnos.

<<Uno, dos, tres ¡izquierda!>> repetí en mi mente antes de salir corriendo a mi destino.

Punto ciego.

Salté a la ventana.

Estaba dentro.

El lujo era exacerbado en la isla más deprimente del mundo, me producía asco. La seguridad, las cámaras, la vigilancia extrema me ponía los pelos de punta, me indignaban a más no poder. ¿De quién tenía miedo Pandora? ¿De quién se protegía tanto? Estaba claro que si abríamos su caja desataríamos más de una desgracia.

Miré el reloj en mi muñeca. Diecinueve minutos. Me quedaba confiar en las palabras de Bran, sus observaciones me llevaban a un único punto: su oficina. Morgan iría a su habitación, y Bran a los laboratorios.

Solo un conejo asustado podía tener un latido tan acelerado como el mío. Aproveché la descarga de adrenalina. Abrí cajones, revisé bibliotecas. Tenía que encontrar algo, algo que me dijera quién era ella, una pista que me llevara a terminar el rompecabezas.

La primera anómala no estaba limpia. Lo sabía. Todos lo sabían. Teníamos que llegar al final.

<<Cobardes>>.

Pensaba en todos los anómalos que actuaban como adiestrados con esa mujer, con el pretexto que les había dado un sitio donde quedarse y les entregaba unas presas al mes. Pero yo no me dejaría pisar, no tenía ese instinto animal, que podía ser tan letal como inocente.

—No hay nada —rumié, viendo que me quedaban cinco minutos. Papeles y papeles de nada.

Justo cuando creí que me iría con las manos vacías, y que me había jugado la vida en nada, hallé una caja de madera cerrada con candado, con el logotipo de los laboratorios de mi padre.

No podía abrirla, la tomaría y la llevaría conmigo. Correría el riesgo.

Volví a abrir la ventana e intenté regresar con ella, y algunos minutos de sobra.

—Puedes abrir la caja aquí mismo —una voz en mi espalda erizó mi piel.

—Pandora.

La mujer me observaba con el temple inmutable, con su sonrisa de porcelana. Me detuve, estaba sin escape.

—Vamos, Alegra, tú no te detendrás. —Ella dio algunos pasos adelante—. No eres como los otros animales del zoológico. Eres especial. Una conejita curiosa.

Apreté la caja entre mis dedos, quería abrirla.

—¿Por qué te apartas de los tuyos? ¿Qué escondes? ¿Quién te entregó la isla? —No detuve mis preguntas.

—Deberías entenderlo con lo que ya tienes —me dijo—. ¿Qué te parece que es esta isla?

—Lo sé —sostuve mi mirada rabiosa—. Un laboratorio a cielo abierto.

—¿Y yo quién soy? —ella amplió la sonrisa.

—La... —estuve a punto de responder "la primera anómala"— la directora del laboratorio... —concluí, amarga.

<<Eso era>>.

Pandora me sostuvo la mirada, no lo negó.

—¿Qué tienes que ver con mi padre? —si iba a morir en ese instante, deseaba irme sin dudas.

—Trabajé para él. —Pandora indicó que abriera la caja—. Vamos, la dejé para que la encontraras.

Torcí un poco el candado y este se destrabó. Había algunas fotografías, las mismas que estaban en casa, en el rancho de mi abuelo y en el sótano de Bran. Fotos de la entrega de premios Nobel, fotos de la inauguración de sus laboratorios y demás reuniones de científicos.

—Tu padre tuvo una idea brillante, aunque sus intentos no tuvieran futuro. —Pandora tomó asiento—. Daniel se encargaría de la parte psicológica de los anómalos, buscaba que fueran más dóciles, que no representaran una amenaza para la sociedad...

—La disociación —afirmé.

—Sí —ella puso sus ojos en blanco—. Esa monstruosidad con el afán de hacerse un nombre entre los Nobeles y entrar a su secta. Nunca obtuvo un reconocimiento real, puesto que la existencia de los anómalos sigue en las sombras, y así será.

—¿Y tú?

—Pasaron veinte años, y algunas cirugías —rió mostrándome su rostro tenso.

Tomé las fotografías, una de las ayudantes de laboratorio estaba embarazada.

Pandora soltó una carcajada ante mi cara de espanto.

—Solo doné mi vientre. —Ella ahogó su risa—. Coloqué un cigoto que Edgar Hyde rechazó y quiso tirar a la basura. Lo creía inviable, lo detestaba porque yo lo había hecho en base a su trabajo, siendo una simple ayudante de laboratorio. ¡Imbécil soberbio!

Los ojos de Pandora estaban inyectados de sangre. Nombrar a mi padre la alteraba. Y yo, ya no sabía qué hacer. Pandora era la mujer que me había llevado en el vientre, pero no mi madre, la que veía en las fotografías familiares. No tenía una madre, tampoco un padre.

Solo era el resultado de información genética mezclada y puesta en un útero de una demente.

Sentí mi cuerpo debilitarse. Perdí la noción del tiempo. La caja de Pandora estaba abierta.

—Se ocupó del parto y me dijo que habías muerto —murmuró rabiosa—. Que mi experimento no tenía chances, que me lo había advertido, después de todo yo no era tan inteligente... ¿y luego? Me envió matar por saber demasiado, así como lo hizo con sus otros ayudantes, pero ya había escapado.

Pandora se levantó y se acercó a mí. Me tomó de rostro y continuó hablando.

—No me di cuenta cuando te presentó en sociedad. —Pandora apretó sus puños—. Te inscribió como hija de otra mujer, una extranjera que seguro asesinó. Te mintió. Nos mintió. Y no pude imaginarlo hasta que te vi. Mi creación sobrevivió.

Gotas espesas rodaron por mis mejillas. Por un momento sentí lo que era estar sola en el mundo. Ser hija de nadie y no tener nadie igual a mí. Caí en la mentira que había sido mi vida, y que ahora que lo sabía quedaba el vacío de no tener más dudas de mi existencia.

Al colocar la última pieza del rompecabezas, sentía que el sentido de mi vida se esfumaba con la verdad.

—No llores, eres mejor que ellos. —Pandora me alcanzó unos pañuelos de papel—. Eres todo lo que Edgar jamás descifró, eres la prueba viviente de su fracaso. Mi preciosa caja, aquella que dará vida a todos los demonios por su cuenta. Solo falta deshacer lo que Daniel hizo contigo.

Limpié mi rostro tembloroso.

—¿Daniel?

—Tu parte animal —me recordó—. Está disociada.

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