27. Mariposa
"De apariencia frágil, sobrevivía en todo terreno".
El mareo persistía, la absenta me quemaba la garganta luego de un buen rato después del brindis con los demás, quienes, dicho de paso, seguían bebiendo como si nada. Paris se mantenía a mi lado, lo veía borroso. Distinguía sus labios ensanchados, y su mano peligrosa en mi pierna, bajo mi vestido. Lo oía decir algunas cosas a mi oído, lo sentía como un insoportable eco. Vi a Apolo acercarse con agua embotellada, se la arrebaté de las manos y bebí como si hubiese pasado la noche en el desierto. Sabía que necesitaba quitar todo ese alcohol que no me dejaba poner en pie.
—¿Cómo es posible que alguien disfrute de esa porquería? —susurré tomando mi estómago revuelto.
Intenté ponerme de pie y sentí a mi cerebro dar una vuelta entera, mis rodillas se flexionaron y tuve que esforzarme para no caer de cara al suelo. Me encontraba en un estado de ebriedad no tan fuerte como para perder la consciencia o hacer estupideces.
Paris me tomó de inmediato, evitando el colapso de mi cara contra el piso.
—Cuidado, Conejita —susurró a mi oído—. ¿Quieres que te acompañe al baño?
—Iré a casa.
Quise salir de allí, pero él me retuvo.
—La noche recién empieza.
El reía y me llevaba más al centro de la pista. Negué con la cabeza e intenté quitármelo de encima.
—Tengo mucho que planificar...
—¡Relájate! —Dalila gritó a lo lejos—. Nos tienes de tu lado, ¿acaso pretendes ser siempre infeliz?
—Es verdad —comentó Morgan—. Tu vida es una mierda, en vez de empecinarte por empeorarla deberías disfrutar estos momentos entre amigos.
—¿Amigos? —pregunté sosteniéndome de los brazos de Paris.
—Si te quedas quieta te dará sueño. —Paris me agitó cual cascabel—. Vamos a bailar hasta el amanecer.
—Sí, sí. —Débora hizo un gesto despectivo con sus manos—. Vayan a la pista, la fiesta privada del enjambre comenzará en un momento.
—No quiero ver eso. —Morgan se levantó siendo secundado por Bran, Dalila y Apolo.
—¿Cuál fiesta? —Paris se interesó.
Los chicos comenzaron a correr fuera del V.I.P, sin darnos repuestas.
—Vámonos de aquí —le dije a Paris, al ver como los miembros de enjambre se iban quitando las prendas y se acercaban al centro.
—Solo es una orgía. —Paris pretendía quedarse.
—¿Y por eso los chicos salieron corriendo? —logré que me soltara y lo dejé allí, no quería saber lo que sucedería.
Al regresar a la pista principal, los demás esperaban por nosotros.
—¿No me digas que Paris se quedó? —Dalila golpeó su frente.
—Quería participar en la orgía —expliqué—. ¿Dónde consigo más agua? Muero de sed.
—¿Cuál orgía? —preguntó Bran—. ¡No es una orgía, es una degeneración!
Me encogí de hombros y fui hasta la barra de bebidas a pedir más agua para no vomitar.
—¡Alegra! —alguien tocó mi espalda.
<<Mamba>>, dije en mi mente.
Tragué saliva y no supe por qué. Luego de esa vez en el hospital ya no me sentía tan suelta como ella, a pesar que Mamba siempre se mantenía igual de cálida conmigo, mucho más que cualquier anómalo, casi como una humana.
—¡Mamba! —traté de sonreír, y vi a sus lados, no estaba Frank—. Estás hermosa...
Lo que dije fue sincero, no podía negar que la morena resaltaba entre el montón de bellezas; con sus curvas despampanantes, sus labios rojos, su vestido entallado del mismo tono y su melena de grácil caída hasta la cintura.
—Tú también te ves muy bien. —Mamba palmeó mi hombro—. ¿Solo agua? Pensé que ahora que estabas con Paris tu vida sería más alocada.
—Vivimos juntos, nada más —respondí, sintiendo el mareo—, pero tú y...
Mordí mi lengua antes de continuar, no debía importarme, ¿o sí?
—Puedes preguntar. —Mamba se situó a mi lado—. Frank espera por mí en una mesa, podemos hablar. Tú siempre estuviste para él, y está claro que su personalidad completa te ha desconcertado, más cuando no te quiere ni ver.
—¿Eso te dijo? —pregunté sintiendo un calor recorrer mi espalda—. ¿Qué le pasa...?
—¡Tequila, por favor! —pidió Mamba, antes de proseguir—: sufrió muchas torturas, muchos tratamientos por parte de Daniel durante años. A diferencia suya, yo solo estuve poco tiempo reclusa. Está muy dañado.
—Pero... —bajé mi mirada, el efecto del alcohol no se había ido del todo—. ¿Por qué quiere estar contigo y a mí me detesta?
El barman nos trajo la bebida, Mamba sirvió para las dos, y antes de oír su respuesta dejé el agua a un lado para tomar un shot.
Ella respondió:
—Es verdad que durante mi tiempo como prisionera de Daniel, Frank y yo nos hicimos cercanos, así como lo hizo contigo, ¿por qué me prefiere a mí? No lo sé. —Mamba suspiró para mirarme a los ojos—. Si me preguntas, creo que te ve más como aquellas personas que lo dañaron a como un anómalo.
—¡¿Qué?! —tomé la botella de tequila y me serví otro trago—. Puede que me vea como a una humana normal, yo me siento así, pero..., al menos debería dejar de tratarme como si tuviera lepra. Yo lo ayudé cuando nadie más lo hizo.
—Alegra, ya sabes como somos. —Mamba giró sus ojos—. Cada uno tiene su personalidad. Frank resultó ser un chico bastante reservado, solitario. Es probable que si no le hubiese faltado el habla, si no hubiese sido disociado, no se habría acercado a ti. Puede que seas una anómala, pero las diferencias son muchas como para que exista una conexión real.
Sabía que Mamba tenía razón con eso, yo quedaba fuera de todos los mundos, del humano y del anómalo. Aunque mi biología dijese que yo era como ellos, no tenía su mente, su instinto, ¡su estómago! Mi única función como anómala parecía ser la de una incubadora. No podía aceptar tan deprimente realidad.
—Yo te entiendo. —Mamba alzó su pequeño vaso y bebió todo de una vez—. Me siento fuera de lugar. A los chicos no les interesa integrarme como a ti, por eso me he apegado a Frank.
—Será cuestión de tiempo —dije a la vez que me servía un tercer trago—, ya confiarán en ti, en cambio yo...
—Te aceptan más que a mí y a Frank —dijo Mamba—, estás viviendo con Paris, haces nuevos amigos a pesar de todas las veces que los insultaste.
Bajé mi mirada e hice una mueca que intentaba ser una sonrisa, era verdad. Los chicos me consentían, me integraban e incluso se involucraban en mis locuras. A pesar de mis desplantes y desprecios los arreaba para donde yo quería.
—Es cierto —dije alzando la cabeza, y distinguiendo a un chico alto, pálido, de mirada ceñuda y ojos grises acercarse a nosotras.
<<Frank...>>
—¿Por qué estás tardando? —Frank se dirigió solo a Mamba, tan solo una mirada de un microsegundo sirvió para acelerar mi corazón a velocidades imposibles.
—¡Qué idiota! —Mamba lanzó una risotada—. Me tomé todo el tequila con Alegra.
—Da igual —respondió endureciendo sus facciones—. Prefiero irme, no me interesa este lugar.
Inspiré con fuerza hasta llenar mis pulmones, imaginaba que lo decía por mí, o eso creía desde sus desplantes.
—Voy a regresar con los demás —dije a Mamba, creyéndome una molestia.
Además veía a Paris emerger del V.I.P, con la expresión desencajada y sin ninguna sonrisita de victoria. Su orgía no le había dejado ningún final feliz.
—¡Conejita! —gritó tan fuerte como la música del bar.
Morgan, Bran, Dalila y Apolo se le reían en la cara.
Con una última mirada hacia Frank, corrí hacia Paris, de verdad parecía necesitarme. El desgraciado se me arrojó al cuello envolviéndome con fuerza.
—¡Vamos a casa! —lloriqueó en mi hombro.
—¿Qué sucedió...? —pregunté de inmediato.
Había hecho bien en irme del enjambre.
—¡Vámonos! —gritó, zarandeándome.
Trastabillé cayendo de rodillas en el suelo, no me había dado cuenta hasta qué punto me había hecho mal la absenta y el tequila.
—¡Genial! —bramó Paris—. ¡No aguantas nada, Conejita!
Su mal humor era palpable, no quería preguntarle, primero tenía que tratar de ponerme en pie, pero Paris se hizo cargo de ello. Me tomó por los brazos, y, con una simple maniobra, me subió en su espalda. Me sentía liviana, sabía que él no hacía fuerza al llevarme encima.
*
El viento fresco me cacheteó la cara. Fuera de La Jaula, mi estado mejoraba de a poco. Paris caminó con más ligereza, en dirección a nuestra casa. Por miedo a caerme, me afirmé más a su cuello con mis brazos.
—¿No vas a decirme qué pasó con el enjambre? —pregunté.
—Descubrí que hay fetiches que no tengo, y cosas que me asquean —respondió con una risita—. Tampoco me gusta asumir el rol pasivo, jamás. A menos que sea con un clon mío, o quizás con Morgan.
—¿Fue tan terrible?
—¿De verdad quieres escuchar? —Paris siguió caminando—. No es agradable, mejor dime que tanto hablabas con Mamba y Frank.
—Con Frank, nada —suspiré—, y con Mamba..., bueno, ella me confesó sentirse dejada de lado.
Paris ajustó el agarre con el que me sostenía, y se detuvo un segundo. Pensativo y mirando a los alrededores.
—¿Qué sucede? —le pregunté.
No respondió. Aceleró el paso en una noche calurosa. Él no volvió a preguntarme nada, tan solo guardó silencio, y yo hice lo mismo, estábamos travesando el bosque, llegando a casa al fin.
**
Al llegar, me apresuré limpiar mi estómago con litros de agua mientras me preparaba un café. Necesitaba planear mi ataque con antelación. No dormiría, no podía dormir. Me mantendría en estado de alerta.
—Eso no sirve —me dijo Paris—. ¿Permanecer despierta luego de una borrachera para planear un golpe de estado?
—No será un golpe de estado —tomé mi libreta, algunas hojas y marcadores—. A menos que necesite serlo. He pensado, la Festividad del Celo será el momento propicio para infiltrarme.
—Estás completamente loca. —Paris revolvió mis cabellos y se fue a dormir.
Quedé sola en las penumbras, tenía que atar cabos, decidirme por mis aliados, indicarles sus tareas. Por momentos bebía café y de a ratos revisaba algunas de las cosas que había logrado tomar de la casa de Bran.
La fotografía en el zoológico con mi padre..., la invitación a los premios nobel, su premio..., la inauguración de su laboratorio principal, mucha gente trabajaba allí por esos tiempos. Podía distinguirlo a él, a mi difunta madre, que solo de fotografías conocía, a Daniel, a algunos ganadores de premios Nobel, y otros tantos más que no lograba distinguir. Me preguntaba si sabrían algo de los anómalos, aunque ya fuera imposible contactarlos.
—¿Qué has hecho, papá? —dije en voz alta.
Iba a dormirme en ese momento, cuando creía tener todo listo, pero algo me detuvo en su lugar.
Una sombra se movió en los arbustos de afuera de la casa.
Me quedé quieta, a lo mejor mi vista me engañaba, ¿cómo era posible ver tras mi espalda? Froté mis ojos y me levanté para ver de cerca. Estaba oscuro, la noche no terminaba. Me acerqué al ventanal, muy despacio. Noté que los vidrios no estaban trabados, así lo que lo hice.
Y luego...
<<¡Carajo!>>
Alguien se movía entre la hierba, cada vez más cerca de la casa. Toqué mi pecho, mi corazón sentía el peligro, necesitaba esconderme, huir, pero el mismo miedo me paralizaba, el miedo que me provocaba ver una sombra humana, unos ojos centellar en mi dirección.
¿Y si me atrapaban antes de llamar a Paris?
Comencé a dar pasos hacia atrás. Hasta toparme con algo duro.
—¡Ah! —lancé un grito aireado.
—Silencio, Conejita. —Paris me atrapó de los hombros—. Nos observan.
Paris se alejó para encender las luces del exterior. Podíamos ver la explanada de nuestro jardín y más allá: el bosque.
—Se ha ido —afirmó Paris—. Si es inteligente, no volverá.
—¿Quién? —le pregunté de inmediato.
—Frank —afirmó—. Nos ha estado siguiendo, y esperé a ver a dónde pretendía llegar.
—¡¿Frank?!
No entendía.
—¿Quieres saber por qué dejamos a Mamba y a Frank de lado? —preguntó—. No importa que tan limpios se suponga que estén. Nuestro olfato nos dice "aléjate de ellos".
—¡Eso no tiene sentido! —Me acerqué a la ventana, esperando ver algo más.
—Frank no tiene sentido. —La voz de Paris fue dura—. Cuando planeábamos dejarlos en tierra firme, Mamba hizo una idiotez para que tuviéramos que zarpar a Salamandra con ellos a cuestas, ¿lo olvidaste? Los chicos no.
—¿Qué piensan de ellos? —pregunté.
—Estaban con Daniel. —Paris comenzó a preparar té.
—Y Daniel está muerto.
—Pero la gente que trabajaba para Daniel no lo está. —Paris completó mi frase, ordenó mis ideas.
Golpeé mi frente con fuerza.
—¡Eso es! —Até los cabos—. La gente en la sala de mi casa había sido atacada por anómalos, no por Mamba o Frank, ya que estaban con nosotros. Ellos dos fueron secuestrados cuando se escaparon del laboratorio de Daniel.
—¿Se escaparon? —Me preguntó Paris—. O se hicieron secuestrar para llegar a ti, la reproductora. Además, sabían que tu padre cazaba anómalos para encontrar esta isla. Ese era el mismo objetivo de Daniel. En principio querían llegar a nosotros.
—Mi padre quería a los anómalos para experimentar en la reproducción y la evolución, y Daniel los quería para...
—Disociarlos —finalizó Paris.
—¿Con qué fin? —pregunté—. ¿Para entrenarlos y utilizarlos como armas?
—No lo sé. —Paris sirvió el té para los dos, olía dulce, como a flores—. Solo sé que tenemos dos enemigos. Pandora y quien esté tras Mamba y Frank.
—A ellos podemos denunciarlos ante la Dinastía —propuse—. Estoy segura que a Pandora le interesará, y estará agradecida. Podrían estar tramando algo de lo que no podríamos hacernos cargo... Que Frank merodee nuestra casa es espeluznante, ¿qué pretende?
—Son todas hipótesis —sostuvo Paris—. Teniendo en cuenta que no se puede confiar en nadie, es mejor esperar.
—¿A qué? ¿A qué me mate? —le pregunté con la voz temblando.
Sí, se suponía que cada vez eran menos las personas de confianza. Sin embargo, no podíamos lidiar con dos supuestos enemigos a la vez.
—No te tocará un pelo mientras te mantengas a mi lado. —Paris se sentó en nuestro sofá, uno que frente a un televisor que no encenderíamos jamás—. Tendría que ser un tigre de bengala para enfrentarme, y a lo que huele es a perro mojado.
—¿Un perro? —sonaba decepcionante.
—O un lobo. —Paris se encogió de hombros—. Sigue siendo débil ante mí. Ahora ven aquí.
Paris indicó que me sentara a su lado.
—Prefiero ir a mi habitación —dije.
Él volvió a sonreír, mostrando una actitud más desinteresada.
—¿A tu habitación? ¿Sola? ¿Con un anómalo como Frank acechando tu ventana?
—¡Cállate! —grité, la piel se me erizaba con solo imaginarlo.
—Conejita, debes confiar, al menos en una persona.
Me mantuve parada, mirando fijo su perfecto rostro de anómalo. Tenía razón, si no confiaba en nadie, y estaba sola en el mundo, nada de lo que pudiera hacer valía la pena. Habiendo perdido la oportunidad de vengarme de mi padre, me quedaba rehacer mi vida, pero, ¿sola? Como buen animal gregario no sobreviviría en soledad, la misma me mataría.
Me senté a su lado, manteniendo la distancia. Él me lanzó un zarpazo, me tomó del brazo sin darme tiempo a reaccionar, ni a gritar.
—Ya, no tiembles... —susurró a mi oído, divertido—. Es patético que lo haga una anómala.
Estaba atrapada en sus brazos, que me apretaban contra su pecho. Mi cuerpo temblaba solo, sentía la muerte.
—¿Qu...? —las palabras no me salieron.
—Debes confiar de verdad —me dijo al oído—. Debes confiar que eres parte de la familia y no te haremos daño.
Mi cuerpo se relajó, me acomodé sobre Paris, la única persona que me daba seguridad en ese momento, la única persona en la que siempre me podía apoyar. Lo sabía, si no era a su lado no podría descansar.
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