Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13. Búho

"En la oscuridad de la noche, entre la maleza del 

bosque, oía con prudencia y analizaba con inteligencia. 

Estaba dispuesta a saber".


Vagar por el bosque, con el manto de estrellas sobre nuestras cabezas, me parecía una pésima idea. Paris se adentró en la vegetación y aparcó la camioneta entre los árboles. Supe que era demasiado tarde para retroceder.

Estaba a merced de ellos, y en cierta medida daba igual.

Bran buscaba en el portaequipaje junto a Morgan. De allí sacaban linternas y algunos bolsos. Me coloqué cerca de Frank, casi pensando que en una situación de peligro volvería a defenderme.

—Tranquila —dijo Mamba, percibiendo a la perfección mi ansiedad—. Vamos a acampar, el hotel ya no es seguro.

—¿Me estás jodiendo? —solté de repente—. Venimos dejando un rastro fluorescente por todo Marimé. Me da pavor pensar en los motivos de la policía para no actuar al respecto. Hay alguien más poderoso tras esto, y no sé qué más puede querer.

—Que los guiemos a nuestro hogar —musitó Dalila en un tono cortante—. Pero no lo haremos.

—Estás en lo cierto cuando dices que hay alguien más poderoso tras esto —añadió Morgan—. Nos encontramos a un amigo, su nombre es Apolo. Tiene contactos y... le dijeron que vuelva a casa si no quiere problemas. Hay cosas que no podemos manejar, una lucha de poderes que no vemos se disputa nuestra existencia.

<<Por alguna razón, no suena ilógico>>, pensé.

Todos comenzaron a caminar dentro de bosque. A perderse entre las ramas de los árboles, saltando los montículos de tierra, alumbrando un pasaje inhóspito, hasta que la planicie del suelo resultó más favorable para que pudiéramos acampar allí.

No entendía bien por qué, en realidad no entendía nada de lo que ellos hacían.

Me senté en un tronco caído y los vi desplegar las tiendas y encender una fogata. Bueno, las cosas las hacían Bran, Dalila, Morgan y Mamba. Paris supervisaba todo con una grata mueca, sin mover un pelo, y Frank comía de un paquete de galletas dulces.

—¿Te gusta el aire puro, Conejita? —preguntó Paris.

—Me gustaría que empezaran a hablar —respondí siendo rápida y concisa—. ¿Acaso creen que esto es una salida recreativa de los scouts? Es como si no tomaran conciencia de la situación, no sé qué les pasa... —añadí en un hilo desanimado—. Son tan inconscientes.

Me hacían sentir que era la drama queen del grupo, cuando sabía a la perfección que debía estar retorciéndome en el suelo, pidiendo auxilio a los gritos limpios, llorando a cántaros por mi padre por las tragedias que presenciaba. La verdad era otra, mi frialdad me asombraba, mi obsesión por saber más nublaba cualquier sentimiento humano. Pero ellos eran más gélidos que el noveno círculo del Infierno.

Una vez que las tiendas estuvieron listas, todos se sentaron alrededor del fogón que fluctuaba chispeante con la leve brisa e iluminaba los rostros en tonos anaranjados, contrastantes con la profunda oscuridad del bosque. Los miré, reparé en los detalles de cada rostro perfecto. Los anómalos, como se autodenominaban, hablarían al fin.

—Empezaré yo —resolvió Paris—. A algunos les costó demasiado admitir que para avanzar debías saber más, pero a mí no me afecta, mi realidad siempre fue distinta a la de ellos. Conocí a tu padre, ¿sabes? No lo recuerdo bien, fue en una consulta médica, en fin espero que no me veas con espanto luego de mi confesión.

<<Desde el minuto uno te veo con espanto, Paris>>, pensé, suponiendo que hablaba con ironía.

Inspiré hondo. Quería indagar, pero primero le dejé espacio para que hablara.

—Hace veinticinco años, mi padre, Pierre Stein, quería hacer prosperar su candidatura para senador, asimismo ayudar a su partido político a ganar las elecciones. —Paris comenzó a hablar, no sabía bien para donde iba la historia de su vida, cosa que no me importaba, pero evité interrumpir—. El dinero no le faltaba, él provenía de una buena posición social. Mis abuelos eran de familias inversionistas y líderes en empresas contructoras, pero él quería realizar su propio camino. Y, quienes están en la política saben que las estrategias para llegar a la cima requieren de dejar la moral de lado, de forjar una imagen carismática que el pueblo ame y con quien puedan sentirse identificados. Tú lo debes saber, tu padre creó una imagen admirable. ¿Quién sospecharía la lacra que en verdad era, no?

Abrí la boca para insultarlo, aunque guardé mis reproches. En parte tenía mucha razón. Paris me sonrió con sus labios apretados y prosiguió:

—Una imagen familiar y cálida que le quitara la faceta de cerdo avaricioso —enumeró—. Eso debía mostrar mi padre a la sociedad. En resumen, algo que creyó obtener por medio de un hijo. Pero no cualquier hijo, sino el bebé más perfecto y digno que pudiera robar el corazón de cualquiera con su sola sonrisa. Dar la imagen de un tipo familiar, correcto, bondadoso.

Giré mis ojos, sabía que él no exageraba, ¡y es que sí! Paris era perfecto por fuera. Tenía el envase más sublime que podría contener un pedazo de mierda. El único motivo por el cual podía sostenerle la mirada, sin caer embobada a sus encantos, era porque cada vez que abría la boca lo arruinaba todo.

La personalidad era algo difícil de construir por medio de la genética.

—¿Tu padre ganó las elecciones? —pregunté.

—¡Por supuesto! —respondió alardeando de ello—. Costé una millonada de dólares. Sin embargo, Hyde no pudo soportar sus ansias de trastocar mis genes como venía haciéndolo desde siempre. Los verdaderos problemas comenzaron cuando fui creciendo.

—¿Problemas? —indagué, y v como muchos comenzaban a sonreír.

Podía ver esas muecas desagradables tras las luces del fuego danzante.

—Violento, antisocial, tendencias psicópatas... —confesó Paris y dejé de pestañear, podía creerle, y eso era espeluznante—. No entraré en detalle sobre las atrocidades que he cometido desde que tengo memoria, sobre todas las veces que el dinero de la familia sirvió para encubrirme, para resguardarme y consentir mis más oscuros caprichos, hasta que lo hice...

—¿Qué...? —pregunté tragando saliva, aunque ya podía imaginármelo.

—Sobrepasé el límite —comentó Paris, noté algo amargo en su sonrisa que se deshacía con lentitud—, maté a mi padre, y nunca me arrepentí, nunca sentí remordimiento. Algo se liberaba en mí con cada puñalada que se enterraba en su fibrosa carne, algo que me saciaba y a la vez me convertía en un adicto de sangre humana. Fue una epifanía, descubrí mi propósito en el mundo.

Me levanté de golpe. Todos me miraron y yo clavé mis ojos en ellos, en Paris. Me dejaba sin habla. No era un decir, no era un chiste. Paris admitía ser un psicópata con todas las letras, y ese era el motivo por el cual las muertes le daban igual, ese era el motivo de sus acciones desquiciadas, ilógicas.

—Cálmate... —dijo Dalila, mi respiración se volvió entrecortada.

¿Calmarme? ¿Y si ahora quería matarme? ¿Hacer un sacrificio?

—No voy a matarte a ti, Conejita —dijo Paris haciendo pucheros—. No me generas esas ganas. Continuaré si no te molesta.

—¡¿Qué tiene que ver esto con mi padre?! —pregunté enfadada, evitando gritarle lo que pensaba de su monstruosidad. No iba al caso, lo tenía muy asumido.

—Cuando cometí el crimen, mi madre se dio cuenta que ya no podía conmigo —dijo Paris, encogiéndose de hombros—. Así que decidió ir a la raíz del problema.

—Mi padre... —respondí afligida, volviendo a sentarme.

—Hyde dijo a mi madre que yo era un "anómalo" —Paris rió—, que mis conductas antisociales eran productos de mi superioridad genética, y no de un problema de mala crianza o de mi lóbulo frontal. Un anómalo, al igual que una vacuna, consideraba a los humanos como un virus a los cuales debía extinguir. Podía tratar de reprimir estos "instintos naturales" y fingir ser una persona normal, pero el deseo de erradicarlos seguiría por siempre, carcomiéndome, provocándome el más intenso dolor. Debía destruir la infección, porque ese es nuestro propósito.

—¡¿Qué?! —pregunté con sobresalto—. ¡Me dijeron que las anomalías eran intencionales! ¿Con que objeto mi padre crearía... seres como ustedes? ¡No es congruente!

—Hay una teoría —interrumpió Bran—. Muchos suponen hace años que la evolución del hombre ha llegado a su clímax. Qué no habrá un siguiente eslabón debido a que el ambiente se modifica más rápido de lo natural, lo cual impide que los organismos lleguen a adaptarse de forma correcta.

—Tal vez pasen cien, mil años —continuó Dalila—, pero los últimos días de Homo Sapiens moderno están contados y serán horribles. El colapso es hoy, y es un hecho irreversible que ustedes mismos crearon. Están destinados a esfumarse, a extinguirse como se lo merecen luego de la destrucción que causaron por creerse algo más de lo que son.

—¿Y ustedes aceleran el proceso? —pregunté desafiante e incrédula.

—Tal vez —respondió Mamba—, tu padre hizo de nosotros ese eslabón capaz de soportar la hostilidad del futuro, radioactividad, climas extremos, sequías, hambrunas... Está en nuestra naturaleza querer matarlos a todos, limpiar el planeta.

—Nos podemos controlar un poco —añadió Morgan—. Pero es doloroso, como obligar a un pez a caminar o a un ave a no volar.

<<¿Qué mierda dicen?>>

—¡Eso es una locura! —Me puse de pie—. Al igual que todos, ustedes pueden razonar, saben lo que está bien y mal. ¡Pueden controlar sus impulsos! ¿Y cómo llegan a la conclusión de que son el próximo eslabón? ¿Acaso se los dijo mi padre?

—Alguien cercano a él —respondió Morgan, fruncí mi ceño a más no poder ¡era descabellado!—. Nos da igual que no quieras admitir el complejo de Dios que tenía tu progenitor. ¿El bien y el mal? Esos son conceptos que ellos crearon a su conveniencia; a los ojos de la naturaleza el mal son ustedes. Es difícil salir de la cueva, la luz del sol puede hacerte arder los ojos, ¿verdad?

—Otra cosa, Conejita —musitó Paris poniéndose de pie, enfrentando mi mirada—, olvídate de analizarnos bajo las psicologías para los tuyos, nuestras estructuras mentales son muy distintas. No dejaré de hacer lo que mi cuerpo me demande, porque tu sociedad se cree dueña de la razón. El futuro es nuestro y las reglas las haremos nosotros. Es hora de pagar por sus pecados.

—¿Qué... qué pretenden con esto? —inquirí tan abrumaba que ni siquiera podía ordenar mis ideas con claridad—. Díganme..., de verdad no entiendo nada.

—No haremos una guerra, si eso te preocupa. ¡Ja! —dijo Bran, revoloteando sus ojos por todos lados—. Somos pocos, ¡poquísimos! Queremos ir a casa, vivir en paz. Soltar nuestra naturaleza, ser quienes somos. Pero si nos provocan, actuaremos. Y mientras la tentación esté frente a nuestras narices ¡a nuestras narices!, no nos detendremos.

¿Cómo debía reaccionar a lo que se me revelaba? Mi primera acción fue la de no creer en nada, tomar todo con pinzas. Analizar cada palabra y buscar pistas que les dieran sustento o que las hicieran caer a pedazos.

Debía admitir que se trataba de una historia muy rebuscada para ser mentira. No entendía cuál era el fin de todo esto, ¿justificar sus mentes criminales? ¿Intentaban volverme loca? ¿Con que fin? Me hartaba que, cada vez que creía tener un ápice de certeza, todo se derrumbaba en una tonelada de nuevas dudas.

—Creo que es demasiado por hoy —respondí—, así que, si no piensan extinguirme, me iré a la tienda a dormir.

—Espera —me detuvo Dalila, y esta vez se puso de pie—. Si te dijimos todo esto es para que seas parte de nosotros. Da igual si crees o no, pero nos tienes que ayudar a buscar a nuestros enemigos para exterminarlos y poder regresar a casa sin riesgos. De otro modo no pararemos de matar.

La observé con bravía, querían hacerme coautora de sus asesinatos, querían acabar con quienes pretendían tomarlos, con quienes habían convertido al cerebro de Frank en un moco, y con quienes habían asesinado a mi padre. También deseaba hallarlos, pero no quería convertirme en una de ellos.

—Y en primer lugar —añadió Mamba—. Debemos analizar a tus crías, así que necesitaremos ir a algún laboratorio...

Se refería a la conservadora que traíamos del hospital.

<< ¿Otra vez con eso? >>

—¿Qué hay en esa caja? —pregunté ceñuda.

—¿Quieres ver? —Morgan alzó sus cejas—. Al parecer no quieres admitir que han estado jugando contigo más de lo que crees.

Apreté mis puños, la verdad, lo que había en esa caja no me daría ninguna respuesta de nada. Con esos tipos podía esperar cualquier cosa, a lo mejor sí tenían embriones dentro, a lo mejor pensaban en freírlos y comerlos. Pero ¿abortar cuatrillizos? ¿Acaso era un perro? El humor de los anómalos era repugnante.

—Mañana por la noche partiremos hacia el laboratorio de mi padre —resolví en un acto veloz—. Es el único lugar en donde podremos hallar algo sustancial, necesito algunos teléfonos y contactos.

Me di la media vuelta, a pesar de estar taponada con incertidumbres. Prefería no seguir escuchando sus locuras, y aunque no pudiera pegar un ojo, creyendo que estaban planeando una manera horripilante de deshacerse de mí, por un instante deseaba aislarme. Percibí a Frank levantarse con la intención de seguirme, entonces recordé que aún tenía una duda que aclarar.

—¿Qué hay de Frank? —pregunté volteándome a ellos—. ¿Él ha sido como ustedes?

—No sabemos hace cuánto tiempo lleva en ese estado —respondió Dalila—. Los enemigos de tu padre vienen secuestrando y rastreando anómalos hace décadas, no tenemos idea quiénes son, ni qué buscan. En cuanto a lo otro, sí, es muy probable que haya sido como nosotros.

Al menos mi padre no era el causante de su mutismo. Miré a Frank de pies a cabeza, él oía enajenado, sin reparar en la gravedad del asunto. Me preguntaba qué tipo de persona habría sido, ¿un pervertido como Paris? ¿Una persona escalofriante como Morgan? ¿Un odioso como Dalila? Quería creer que era distinto, inocente. Inocente era yo, idealizando a un tipo diseñado para extinguirme. De todos modos me metí a la tienda en su compañía.

Me recosté en la dureza del suelo, al menos teníamos una manta para apaciguar el fresco nocturno.

Frank, de igual manera, reposó a mi lado. Ambos seguíamos con los ojos bien abiertos. Él había dormido lo suficiente durante el día, y a mí me superaba la situación.

Nos mantuvimos en silencio, mirándonos. Él casi no pestañeaba, y que no me quitara la vista de encima me ponía los pelos de punta. Luego de haber escuchado el relato de Paris no podía asegurar que tan sana era la relación que construía con Frank. Si algo me quedaba por reconocer, era que Frank tomaba la forma de un misterio; un misterio que me envolvía en su encanto, en su profundo sigilo. Era él a quien quería resolver, era lo único que me generaba un poco de paz en el desconcierto.

—Anómalos... —susurré perdiéndome en las nubes de su mirada—. Un eslabón por encima del Homo Sapiens moderno... ¿por qué querría hacer eso mi padre? —le pregunté y él pestañeó—. ¿Acaso quería extinguir la humanidad que ayudó a reproducir? Es estúpido. No le veo el sentido, o a lo mejor nunca seré buena detective.

Sin darme cuenta, algunas lágrimas salían por mis ojos. Nunca había deseado tanto que el tiempo se detuviera y así poder tomar un descanso. Noté como Frank elevó sus manos hacia mi rostro. Creí que me ahorcaría, en cambio, secó mis lágrimas con algo de brusquedad, frotándome el rostro con disgusto.

—Lo siento —musité con una triste mueca—. Supongo que no te gustan las lloronas, por más que me sobren los motivos.

Apreté mis ojos con fuerza y pretendí guardarme mis lamentaciones para más tarde, aunque doliera mucho, aunque me quemara en la garganta las ganas de gritar. Y luego volví a verlo, con mis ojos irritados, pero secos. Noté como estábamos un poco más cerca que otras veces, y eso debía a que el resguardo era una mierda. Entonces, me dejé llevar por mi debilidad, por un sentimiento que me daba la sensación de estar deshaciéndome a pedazos y pregunté a Frank, sabiendo que no habría respuesta.

—¿Puedo... abrazarte? —Hice un repiqueteo involuntario con mis pestañas, y un vaho caliente me abrumó el cuerpo.

Era vergonzoso, pero no podía seguir fingiendo fortaleza, necesitaba sentirme acompañada por alguien, y siendo que mi padre era el malo, sus enemigos también eran los malos, y los chicos que me acompañaban no eran los buenos... no me quedaba más alternativa que resguardarme en la idealización que iba haciendo de Frank. El único que quería estar conmigo, que me escuchaba, que no me agredía y me regalaba sus miradas.

Claro que Frank no se negó. Lo tomé como un sí. Fui acercándome más y más a él, hasta invadir su espacio personal, hasta pegarme a su pecho y sentir sus calmos latidos, contrastando con mi sangre alborotada. Me pegué a su cuerpo, y de inmediato comencé a sudar. Él no se movía, le daba igual. Así que arrastré mis manos por su torso, hasta envolverlo en un débil abrazo, buscando algo de contención, colocando mi cabeza entre su barbilla y su cuello. Así permanecí, con miedo a moverme de más, con miedo de mirarlo y ver la expresión que podía estar poniendo, la cual variaba entre enojado, confundido o indiferente.

Supe que permanecimos así por mucho tiempo, sosteniéndonos, intercambiando nuestro calor. Ninguno de los dos volvió a moverse, y en un determinado momento caí en un profundo sueño.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro