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—Elizabeth...—oigo en la distancia, muy en la distancia

—Elizabeth—se oye más fuerte. Más seguro.

—¡ELIZABETH!—grita finalmente mi madre.

—¿Qué?—grito con desdén y me doy la vuelta sobre mi misma en medio del enredo de sábanas en que se ha convertido mi cama mientras mis ojos se adaptan a la luz que entra a través de las pálidas cortinas del amplio ventanal.

—Ya va siendo hora de que te levantes de esa cama, vas a llegar tarde a la escuela—dice un poco mas calmada. Solo un poco.

—Ya—asiento— ¿y por qué tengo que ir?—pregunto buscándole las cosquillas con una sonrisa que ella no puede ver.

—Pues... ¿sabes qué? no voy a pelear contigo—dice sin saber que contestar, claramente está irritada—vas a ir porque yo digo y punto!—concluye con su respuesta comodín y yo me río.

Me retuerzo un poco más en el cómodo calor de mi cama, suspiro.

Muy bien, es hora.

Me pongo de pie con pesadez y me desnudo para entrar al baño. Enciendo el pequeño parlante de mi tocador y le bajo un poco el volumen mientras en éste empieza a sonar suavemente la melodía de una de mis canciones favoritas. Entro en la ducha y dejo que el agua caliente me relaje más de lo que me encuentro mientras me lavo el cabello lo más lento posible procurando enjuagar cada pequeño rastro de espuma de él.

Me quedan, como mucho, dos minutos más de agua caliente, por lo que cierro la llave con pesar y salgo de la ducha envolviendo mi cuerpo con una toalla.
Paso a mi cuarto y me pongo unos jeans ajustados con una camiseta de tirantes y regreso al baño a lavar mis dientes y cepillar mi cabello. Al final decido que el único maquillaje que voy a llevar es un brillo labial muy suave, casi del mismo tono natural de mis labios. Me pongo un suéter gris claro y mis zapatillas converse negras; tomo mi bolso, mi móvil y  mis auriculares y bajo de dos en dos las escaleras a la sala donde Mamá y papá está esperando a que me vaya para irse a trabajar .

—Vas a llegar tarde—me dice mientras beso su mejilla

—Ya lo se—digo rodando los ojos y beso a papá.

—Suerte—me dice sonriéndome de lado.

—Gracias.—Tomo las llaves del auto y corro hacia la puerta.

Mi auto ya está estacionado en la calle de en frente.

Gracias, papá

Me subo, me abrocho el cinturón de seguridad y arranco el motor. Necesito café. Miro el reloj del salpicadero. Siete treinta. Aún tengo tiempo.

Desvío mi camino hacia una pequeña cafetería que queda cerca de la escuela y paro a comprar un café.

Cuando entro al auto de nuevo me entra una llamada de Stephie. Contesto y lo pongo en el manos libres mientras arranco el auto.

—Hola—grita a través del auricular. Yo hago una mueca de disgusto.

—Hola. Voy en camino—digo mientras doblo la esquina.

—Si. Ya te vi—dice y me hace una seña con la mano. Lleva una chaqueta amarillo neón, así que es fácil de reconocer entre la multitud de estudiantes entrando al enorme edificio. Estaciono el auto en una plaza libre del estacionamiento e instantáneamente Stephie salta sobre mi puerta y la abre.

—¿Que crees?—dice con una sonrisa tan amplia como la del gato Cheshire. Me asusta.

—¿Que?

—Dos palabras: Scott Taylor

—¿Eh?—Tomo mi mochila y mi café y me alejo del auto mientras pongo el seguro con el mando a distancia.

—Rechazó a Camile Williams

—¿Que él qué?—Nos adentramos en uno de los grandes edificios y yo voy directa a mi taquilla.

—Si—Casualmente el susodicho está en su taquilla, diagonal a la mía—Al parecer ni la mismísima Camile Williams es  suficiente para él.—dice mi mejor amiga y yo sonrío.

Miro hacia Scott. Lleva una camiseta gris oscuro bajo una cazadora levi de cuero negro, jeans desgastados y botas cafés, muy a lo rockstar; está sonriendo mirando al suelo, como si nos hubiera escuchado.

Como si sintiera el peso de mis ojos sobre él, levanta la vista y su mirada se encuentra con la mía. Aunque lo intento, no puedo desviarla.

¿Desde cuando tiene unos ojos tan penetrantes?

Me dirije una sonrisa ladina,  cierra la taquilla y se va solo con un rotulador en la mano. Pasa junto a unas chicas y estas ríen como tontas.

—Elizabeth...

—¿Ah?—me vuelvo sobre mi misma y me siento totalmente desubicada cuando miro a Stephie.

—¿Por lo menos me escuchaste?—dice soltando una risa entre dientes.

—Por supuesto—Miento descaradamente, porque no tengo ni idea de qué era lo que estaba diciéndome hace diez segundos. Ella vuelve a reír.

—¿Te he dicho lo mala mentirosa que eres?—me despeina un poco y nos reímos juntas.

Cuando termino de acomodar mis libros cierro la taquilla, tiro el vaso de cartón vacío a la basura  y  caminamos hacia el salón de clases.

Al entrar, a pesar de que el timbre aún no ha sonado, el profesor está al frente caminando de un lado para el otro. Si algo he aprendido es que si el Señor Ramirez hace eso solo significa que, mínimo, va a pedir algún ensayo o algo así.

Subo unos cuantos escalones y me siento en uno de los primeros pupitres. Stephie me mira con inconformidad pero se queda callada y se sienta a mi lado.

Una de las pocas cosas que me gustan de esta escuela es que los salones son parecidos a los de una universidad, por lo que las clases se desarrollan con más comodidad.

El resto de mis compañeros de clase terminan de acomodarse con el romántico tono del timbre de fondo y el profesor finalmente se queda quieto, aguardando para dirigirse a todos.

—Como ya están todos, yo creo que. . .

—Permiso—entra Scott interrumpiendo al profesor haciendo que lo mire con irritación.

—Adelante—hace un ademán con la mano—Y para la próxima, señor Taylor, recuerde que las clases comienzan a las ocho en punto—dice el Señor Ramirez mientras Scott sube los escalones y se sienta en el último asiento de la sala.— Muy bien , como les estaba diciendo antes de la... interrupción del señor Taylor, se me ocurrió traerles un regalo el día de hoy.

Ahora si me preocupé. Ramirez nunca hace eso. Saca un paquete de hojas de su escritorio y nos pide que nos pasemos una hoja cada uno.

—Lo que está siendo entregado en sus manos, es de lo que dependerá su nota al final de ciclo— Reviso la hoja y noto que es una especie de cuestionario— Va a ser un trabajo grupal—Como por acto reflejo la mano de Stephie se aferra a la mía,"Ya estas conmigo"— Sin embargo, esta vez los grupos los voy a asignar yo.

Se escuchan los murmullos y las quejas de toda la clase, yo incluida. Que hicimos para merecer esto? Ramirez toma una hoja del atril que está a un metro del escritorio.

—No está a discusión; cuando mencione sus nombres se ubican junto a su compañero.Van a trabajar de la siguiente manera: Adams y Allen— Stephie me ofrece una sonrisa y me desea suerte cuando se pone de pie y se sienta junto a Edward Adams con una sonrisa.—Barker y Barnes; Brooks y Brown; Campbell y Carter—todos se van dispersando a medida que van siendo mencionados, algunos con el ceño ligeramente fruncido, otros con una sonrisa. Ahí me doy cuenta de que el profesor está asignando compañeros por la lista.

Mi apellido Empieza por T , por lo que a mi me toca con...

—Thompson y Taylor—Suspiro con pesadez. De todas las personas que pudieron trabajar conmigo, ¿me toca el más difícil de la clase? 

Me pongo de pie con resignación mientras recojo mis cosas y dejo el espacio libre para ir a la última fila. Mientras subo, Scott me sigue con la mirada y percibo en ella cierto aire de satisfacción. 

—Hola—dice con voz suave. Se endereza y se aparta dándome espacio para sentarme y poner mis cosas. Caigo en la cuenta de que los esfuerzos que llevo haciendo para mantenerme alejada de él en lo que va del año han sido en vano. ¿Por qué me alejo de él?

Porque todo en él me grita que lo haga.

Desde la ropa hasta el piercing en la ceja y el cabello perfectamente despeinado; llámame prejuiciosa pero todo en él me dice que es mala idea mantenerse cerca.

—Bien, como seguramente se habrán dado cuenta, esta vez vamos a salir un poco del contexto religioso y a introducirnos en el personal de cada uno de ustedes. Nacieron en un siglo vacío, dominado por pantallas así que ahora quiero que interioricen realmente en lo que piensas, no en lo que está de moda pensar—dice finalmente el señor Ramirez sanjando el asusto.—Por esto mismo, el trabajo debe estar en mi escritorio, hecho a mano, para el viernes de la próxima semana. Si no lo presentan van a tener la calificación mínima y por ende van a reprobar conmigo. Suerte y espero que se luzcan. A trabajar.

Scott suspira a mi lado, se acomoda de nuevo en su sitio con las piernas estiradas y los brazos tras la cabeza y me mira con aire  de superioridad.

Ay Dios, esto va a ser un sueño 





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