Descubrí lo que es sentir

el vaho de llamarte a las cinco de la mañana,

aún entre los suburbios del sueño

imaginando las caladas

envueltas en el calor de mis manos.

Salvándome tus caricias

de la hipotermia

de esta ciudad helada,

la luz de los intermitentes

entrecruzándose con las caderas

de la noche,

y siento que camina descalza

sobre mis pies.

Abreviando el tiempo

y acortando las distancias

entre nuestros puertos,

somos como el canal de Ámsterdam

buscándonos en nuestros vacíos.

La lluvia se vaciaba

en nuestras ausencias,

y aprendí a marcar tu número

en el aguacero

de cualquier cabina telefónica

que pudiera responderme

tu voz,

como una tosera

en el frío,

¿estás ahí?

voy de camino,

espero que sigas ahí esperándome,

claro estaré aquí mismo.