poemas para un canto de invierno
Parece que aún puedo
ver volar a los pájaros
pasajeros de las nubes:
en forma de dunas,
sobre el claustro de nieve
por el que caminamos.
De aquella hoguera
y el fuego por el que
fluimos alrededor
olvidando la hipotermia,
en la caminata.
Ahora yo soy esos árboles
otoñales que se preparan
para ser cubiertos de nieve
y tú eres esas hojas gélidas
que se vacían de escarcha
para recibir el calor.
El calor de mis manos
y la calidez diurna de las tuyas.
Recuperé hace tiempo
algo que me escribiste
acerca de la lluvia
y también del mar
y me encanta que hables de un paseo
por el frío y la lluvia,
porque me encantan las tardes
aterciopeladas de árboles confusos y capas
de árboles alargando sus ramas
para darle un beso al sol
y que se hunda con ellas
mientras la lluvia se ríe sola
porque las carreteras se vuelven borrosas,
pero mis ganas de perderme
contigo están intactas.
Son un tronco que se eleva
como una enredadera
de nieve,
porque la nieve también
es perpetua,
aunque luego se evapore
con las estrellas.
[Las calles están frías
han caído chubascos,
mis mejillas están húmedas
de tus manos,
mojadas de tus sonrisas.]
Te veo asomarte por la acera
y las casas y pisos
amontonados parece que no existen
[como en aquel poema de agosto,
aunque la diferencia es que yo te veía
pasar y salir del gris del interior
de los edificios,
y no podía hablarte]
Que solo vienes tú
dicen
y extraño todo lo que tengo que
decirte,
todo lo que me sabe a abril,
y a las gotas húmedas
de un barranco,
por la nostalgia de un desbordamiento.
Septiembre, octubre,
Noviembre, diciembre
y enero,
escenas e imágenes
en las que nos descubrimos
y aprendimos a querer quitar
sin hundir más la herida,
los nidos que había hecho el hielo.
Y de echarnos de menos
creamos otro,
hecho de ramas y el color
de nuestras manos,
pues ese nido
es lo que figura
aquí en el pecho.
Y con tus manos
sobre mi piel
somos atmósfera,
y todo lo atravesamos juntas.
Como un ojo viendo desde
abajo el mar,
la profundidad dilata su pupila
igual que tú cierras la distancia
que hay entre tus ojos
y los míos cuando me abrazas.
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