notas de diciembre.
Sentada en un diario de motas de polvo me propongo escribir lo que serían estas notas al margen, Annik me dicen las ruinas de las páginas amontonadas, los libreros que he visitado en la Biblioteca, aquellas flores de la primavera rotas en el primer contraluz del sol veraniego, aquel jarrón destruido de aquella casa solariega, de ese apartamento nocturno belga, en el que a la luz de las velas leía aquel muchacho de ojos azules, acompañado de otra muchacha de cabello negro como el ónix, que captó mi atención, estaba sentada leyendo un libro, como yo, o al menos simulando que lo hacía. Ambos tenían mareas en los ojos, algo que no había visto en nadie, parecían la misma persona, aunque eran más bien diferentes. Nunca pregunté qué eran, si amantes, o si ambos provenían de geografías diferentes, un rostro galo, y aquel pelo de figura oriental. Mis manos se paralizaron, y no pude concentrarme más en aquel libro, en aquella noche, tan partida. Mi tren salía en dos horas, y yo seguía ahí, con el libro bailando entre mis manos mirando a los ojos azules del chico, y a esa mirada de Cleopatra. Sí, soy, Annik, y estas son mis notas al margen.
Mi vida se quebró
no es una gran sorpresa,
creo que fue febrero
el que se apoderó de un aire frío
en mis costillas,
y me dejó helada y sin motivos para seguir
intenté volver en mí,
pero siempre me repetía la misma pregunta
Annik, ¿Quién eres?
y me dolía no ser capaz de escribir
en una nota al margen la respuesta,
no sé si tenía muchos motivos para estar perdida
no creo que nadie crea que los tenga,
simplemente siente que no puede seguir
que hay un asfalto asfixiante en medio
de sus pulmones, costillas y esternón.
Pero aquellos ojos azules
y esa mirada de Cleopatra,
supieron hallar en mí el momento justo
para desencajarme las heridas
y hacerme otra persona,
completamente diferente.
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