El cielo parece un rompecabezas,

las estrellas empiezan a salir

y un cometa pregunta a las pasajeras

nebulosas

por sus sueños.

Esto no sé porqué me recuerda a ti,

como si pensar en ti

no fuera ya un vale por un viaje

a la Vía Láctea.

Un cielo conquistado por farolillos ambulantes

que sellan un beso cuando las estrellas aparecen.

Será porque para tí soy la niña de los luceros

y tú eres los ojos de las estrellas fugaces.

Cuando se me eriza la piel pienso

en esa dualidad abstracta

de cuando quieres ser el viento

que levante de frío  las arenas de mi piel

que erosione mis caderas como  la Rosa

de los Vientos.

Puliendo y afilando el frío

para no tener miedo

y solo estrellas

inflamándome la piel.

Y luego  querer hacer de mi cuerpo

una llama suave

y rebelde como los cuadros de Picasso,

igual que a veces eres grados bajo cero.

Enciéndeme como se deslizan las cuerdas

del arpa,

dame alas y ventanales de música

pero bájame las alas

cuando quieras tocarme
y que sienta el rojo de la tierra.