Mía
No quiero guardarme las palabras
que me muero por decirte,
aunque encajen en este silencio.
A veces muerdo el interior
de mi boca
para que no me oigas
latir tantos te quiero.
Sé que no encuentras los versos
y aunque tecleen como el insomnio
en tu cabeza,
se deshacen arrugados
contigo entre las sábanas.
Yo tampoco sé que escribir,
me vienen líneas a la cabeza,
pero nada se compara a tu silueta.
Fantaseo con proyectar esa imagen
delante del espejo con tu vestido rosa
en mis poemas,
pero la imaginación es escurridiza
y desapareces tan rápido
como el agua,
cuando la tinta se corre en mis manos.
Mancha el papel,
sangra
rebota como la desesperación,
y nada es suficiente para invocarte
otra vez.
Quiero que toques mi pecho
y sientas esa vela ardiente
que quema y enciende esa luz
perpetua,
que siento por ti,
y la sientas tuya
tanto como yo te hago mía.
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