Dinamitaría el fuego

si así pudiera encender

tu nombre entre las llamas.

Si eso te hiciera recordarme,

como yo te pienso

en diferentes tintas,

en diferentes garabatos

de poemas intensos,

que se me escapan de las manos.

Tampoco sé a quién le escribo,

si es al humo de noche

de tu garganta,

que como un cigarro

apagado es tan inconsciente

de la luz de neopreno

trastocada que tú me provocas.

Estoy temblando ahora

y eso me recuerda

a las farolas que en terremotos

de combustible

se frenan y se vuelven a besar.

Como una pareja de abrigos negros

que al abrazarse tocan la luna.

Pero no saben, sin embargo

si lo que tienen bajo sus pies

es suelo o una calle vacía

que en grietas se abre

para que ellas caigan con ella,

a besarse bajo los susurros

de la madrugada.

O si le escribo a mis alas cansadas

de no volar.

No quiero escapar .

No quiero dejar de llevar

tu tobillera,

no quiero dejar de estar cubierta

de las plumas de tu piel.

Sé que llevar alas sin volar

es el precio del amor a oscuras,

bajo la lluvia de diferentes avenidas.

Sé que es el precio que hay que pagar

cuando tienes alas y no quieres usarlas

nada más que para dar la vuelta

al mundo en cada uno de sus párrafos.

No estoy cansada de esto,

simplemente cuando no estás

quiero más.

Y tengo miedo

de que estar conmigo

sea como una estrella itinerante

en la escala de tus posibles.

Pero, quiero llevar tu polera favorita

estar contigo abrazada bajo la misma manta,

quiero beber de la taza que lleve tu nombre

y que me digas que me veo linda así,

y que eso sea como llevar puesto

un impermeable.

Tan expuestas y empapadas

a nuestros sentimientos

pero tan inmunes,

porque estamos abrazadas

bajo ese poleron tan grande

que dijiste que comprarías para pasar

noches bajo el mismo techo,

como quedadas en el Derby.

No sé, siento que mis sentimientos

por ti, se están expandiendo

a regiones

a las que no sabía que podrían llegar.