armadura
Llévame de la mano
por los aposentos de tu corazón.
Simula que no estoy sentada
en el descansillo de tus piernas
y vuelve a rodear con tus dedos
mi cintura.
Como si mi piel fuera el oxígeno que necesitas,
como antes que decías que te entraba
el síndrome de abstinencia si no me abrazabas.
Mírame a los ojos
y grábame en la mirada
un atardecer.
Acurrúcame en la villa
del sueño de Amalfi
y despiértame con tus manos
y tus ojos otra vez.
Por favor, te ruego,
no te canses de mirarme
como siempre lo has hecho.
Tengo en mi pecho una armadura
y el mar se la está llevando.
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