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Interrogación a Mckeever

Dejando que el pobre hombre se relajara un poco le pedí permiso para tomar asiento, aún nervioso y con sus manos temblorosas el señor Mckeever puso un disco de swing, que alivió aún más las cosas junto con la espera de unos pocos minutos, la música era animada y me recordaba a los dibujos animados que pasan en el cine.

Su oficina estaba bien, al menos para un edificio como este el suelo era de madera y estaba bien pulido, los casilleros estaban "intactos", tenía posters de películas muy buenas, casi todos tenían la particularidad de ser filmes donde trabajó la actriz María Felicia, las paredes eran de un color beige que en vez de chocar con el tipo de suelo más bien lo ayudaba a resaltar.

—Veo que está interesado en los cuadros que colecciono. ¿No es así, señor Kilham? -Supongo que preguntó esto como una forma de romper el hielo.

—La verdad es que sí, veo que casi todas las cintas tienen a la bellísima María Felicia. ¿Dígame es ella es su actriz favorita? -Pregunté con gesto agradable y esperando abrir de forma suave el interrogatorio.

—Pues siendo mi esposa. ¿Como no? -Su cara pícara me hacía dudar si en serio el tipo era o no sospechoso. -Es más este disco ella me lo regaló, es una reliquia de los antiguos tiempos, se lo dieron como un tipo de compensación ante un accidente que hubo en una obra, no fue grave pero créeme que ella demandó muy fuertemente al dueño del teatro por eso, digamos que junto con el dinero, también tuvo el director que ceder un producto que tuviere un valor similar a la cantidad que tuvo que pagar, este disco es el último vinilo que se tenga registro de aquellos años y es que apenas conocemos acerca de aquellas misteriosas épocas.

—Ya veo, valió la pena la demanda. Disculpe usted que tenga que cambiar de tema tan súbitamente, pero debo de hacerle unas preguntas respecto a un caso que sucedió hace poco.

—Es acerca del asesinato de la hermana de la señorita Dulcinea. ¿No es así? -Preguntó angustiado.

—¿Como lo adivinó?

—Es lógico, después de la discusión que tuve con la señorita Dulcinea un día antes del accidente es normal que me quieran echar la culpa de tan horrible homicidio.

—Dígame señor...

—Llámeme Wallace. -Sugirió cortésmente.

—Bueno Wallace. Dígame exactamente a que se debió la discusión.

Acomodándose en su silla y respirando hondo el señor Mckeever sollozó un poco antes de explicar su versión de los hechos, la música alegre hacía más extraño el ambiente, un hombre llorando con canciones de swing de fondo no es lo más común que encontrarías en el oficio, pero definitivamente esto es algo que prefiero a tener antes que enfrascarme en un tiroteo innecesario por culpa del temperamento explosivo de Annie.

—Mire joven, mi trabajo es casi como mi vida, el arte lo es todo para mí, ese cuadro que posee la señorita Alcázar Ventri es casi un objeto invaluable que cualquier coleccionista desearía tener en sus manos, viendo el porte Hercúleo del mismo Uriel supe que se trataba del mismísimo cuadro L'étranger après la guerre, una obra de arte que podría que no merece ser guardada tan vilmente. Viendo como ella repetidamente se negaba a mis cifras cada vez más altas algo en mi interior estalló, sentí una rabia tremenda que incluso abandoné la mansión Ventri con un enojo que hacía ver al más rudo de los orcos como un niño jugando en la calle.

—Si bien estoy consciente que mi tono no habrá sido el más adecuado al irme de ahí mucho me temo que mis intenciones no pasan más allá de ser solo un marchante de arte, solo soy un común y corriente hombre de negocios.

—Eso no explica el mensaje que los chicos enviaron ¿Cuál era ese mensaje? -Respondí inquisitivamente.

—¿De dónde sacó eso? ¿Como sabe de tal acto? -Preguntó muy nervioso, apuesto a que el señor estaba empezando a sudar frio por mi culpa.

—Eso no importa ahora, quiero respuestas, y más vale que lo que diga sea coherente. ¿Entendió señor?

El señor Mckeever estando abochornado se quitó su abrigo y con suma tensión apenas podía hilar bien las primeras palabras de su testimonio, pero una vez empezó a tomar un poco de calma respondió con seriedad a mi pregunta esperando satisfacer de una vez por todas mi curiosidad.

—Mire amigo mío, ese mensaje no era más que una carta común y corriente que expresaba muy abiertamente mi disgusto, pero siempre conservando mi educación, si bien, en lo que usted pudo leer de mi diario apenas dejo en claro de que es el mensaje puedo dar fe en que mi testimonio está fundamentado bajo la prueba fehaciente que poseo en el gabinete de mi escritorio. Tenga. -Me entregó una carta redactada muy finamente y con una ortografía impecable que databa de un día antes del homicidio.

Leí la carta velozmente, todo parecía normal en realidad y no me encontré con ningún detalle con el cual poder tomar algún tipo de despiste.

De acuerdo, pero eso no explica algo. ¿Qué hacía el señor Mckeever durante el asesinato? Esa cuartada era una pieza clave para tener algún tipo de veredicto ante su persona y tomarlo como referencia ante un posible avance en el caso.

—Sé lo que está pensando detective, lo veo en esos ojos, esos ojos afilados como cuchillos. ¿Que hice esa noche verdad? -Preguntó muy desanimado.

—Cuénteme todo lo acontecido, y trate de calmarse, no me sirve de nada respuestas entrecortadas. -Respondí con educación mientras apoyaba una rodilla sobre otra y disfrutaba de un sillón tan suave como el que un comerciante rico podría tener, algo que solo puedo aspirar teniendo tan pocos casos con los que lidiar.

—Esa noche estaba cenando con mi esposa en un restaurante, en el restaurante de Marckus el mago. Cabe aclarar que ahí fuimos debido a una reunión que para mi esposa le era de suma importancia debido a que ahí mismo se llevaría a cabo una charla entre ella y los directores Loix Ordóñez y Henry Malr'Dus, ellos nos citaron por razones que, si bien son muy extensas y aburridas de contar, para darle un resumen muy apropiado le puedo comentar que se trataba de un contrato para que ella estelarizara la nueva cinta "Pasión en tiempos de guerra", me citaron a mí también para informarme de que necesitarían un encargado de apartado artístico, si bien no poseo una prueba en mano que avale lo dicho bien creo que en el diario "El sol del Mayak" debe de aparecer un artículo al respecto.

Con todo esto presentado me puse a redactar en mi libreta de las pruebas ya dadas por el señor Mckeever, solo el tema del arma era lo que no cuadraba.

—Bien, solo una cosa más, que haría un hombre como usted con un arma y con papeles a simple vista al respecto. -Pude ver que dicha pregunta no le causo incomodidad alguna.

Respondiendo rápidamente y casi sin pensar en ello dijo así:

—Esos papeles son de una Glock 30 si no me equivoco, misma que mi estimada recepcionista Elizabeth utiliza, ella no confía mucho en los guardias, según ella cree que son solo unos monigotes come donas, así que creo que usted ya se imagina como es lidiar con ella. -Respondió con una ligera risita.

—Si lo sé, como vio mi compañera de igual forma le gusta hablar con arma en mano que intentar charlar como cualquier persona.

Poco más ocurrió tras esto, le agradecí su tiempo y me puse a reflexionar acerca de las pruebas dadas parecía un buen testimonio, y uno firme de antemano pero no por ello voy a darle el beneficio de la duda y dejarlo así sin más.

Mientras que los clientes ya se encontraban un poco más tranquilos Annie y su nueva "amiga" eran lo contrario pues ellas seguían discutiendo incluso en la calle, aunque gracias a Glafiir no tenían armas en mano.

Me subí al auto y ambas hicieron gestos groseros dignos de niñas de kínder en vez de comportarse como las mujeres adultas que son.

Este inicio de día sí que fue bastante movido y algo alocado, algo que simplemente no me gusta pues prefiero permanecer en perfil bajo en todo momento.

Exactamente ahora me siento como que he dado vueltas en círculos con este caso, casi toda esta declaración es bastante sólida, solo me quedaría ir a la escena del crimen, apenas pasaron unos 40 minutos después de la interrogación y créeme creo que ese tal Sherlock ya habría dado con la respuesta ya, cómo desearía ser él. Como sea estando conduciendo por la ciudad Annie y yo fuimos a comer algo, sentía que por las molestias en este caso sería bueno relajarnos y comer unos ricos chilaquiles en el puesto del "Tío Howey".

Comer ahí fue divertido pues el señor Howard mostraba una sonrisa de diente a diente y preguntarle porque era curioso, según él fue porque su ascendencia Inglesa por fin pudo llevarse a cabo con éxito, y todo gracias a una chica con un acento del sur de este país que encontraba curioso, según nos contó aquella chica fue enviada por un tal "Markus" el cual se hacía llamar discípulo del Señor Howard, no conto más de su historia pero con cada detalle que decía cada vez más me confundía lo raro que se tornaba la situación.

Annie le dio risa la historia, algo que solo ella sería capaz, mientras tanto yo solo me encontraba bastante desanimado y era bastante penoso que el pasar por una mala racha no solo hunda mi negocio, sino que el primer caso en este año me esté saliendo mal, esto debe ser una broma.

Pedí una ayuda al señor Howey, quien amablemente nos ayudó:

—¿Qué necesitas, una ayuda en un caso? Bueno pues un conocido te ayudaría en eso más que yo, ojalá Edgar estuviera aquí, como echo de menos hablar con él, en la otra vida el era muy conversador. Como sea en lo que yo hablaba con él en los días que yo era un alma él me contaba que para resolver un misterio no siempre es tanto de tener una mentalidad lineal. -Tras eso el señor Howey tuvo que tomarse una pequeña pausa para tomar la orden de Annie.

—Es mejor que dentro del caos puedas vislumbrar el tipo de pistas que un criminal insano puede proyectar dentro de su mente tan trastornada y oscura, por ello los métodos que usas parecen no encajar para este caso, no andas con un asesino o ladrón de poca monta, puede que estés tratando con algo mayor que ni tú mismo conozcas. Piénsalo el inicio de una aventura, ojalá mi vida anterior hubiera sido un poco más colorida para haber escrito algo como esto, hubiera sido un éxito.

—Ajá, claro, disculpe, ¿en serio usted habla de verdad de que una mujer lo hizo renacer en el país ese de Inglarreta? —Pregunté por ver como no paraba de expresarse con felicidad de sus raíces y su renacer.

—Inglaterra mi estimado y sí, aunque estén controlados por esa absurda copia del cristianismo medieval que llaman doctrina de Arendel, yo puedo decir que nací en las partes que el dichoso imperio no controlaba, mis padres, unos comerciantes ellos, me dieron aquella vida que solo pude aspirar en la anterior, incluso tuve varios amigos de niño y me premiaban por mi creatividad en la escuela de Yalvertoft, y mi genio se vio alimentado en sobremedida conforme los años pasaban, le agradezco a esa bruja. —Creo que en serio se tomaba muy en serio los libros que él escribía, eso o tal vez yo soy muy escéptico en esos temas de la magia.

—¿Como sea que deseas comer amigo élfico? —Ya dignándome a comer algo en este desayuno elegí un rico plato tacos de pulpo al pastor, algo irónico que este señor les tenga miedo a los mariscos y los use como parte de sus recetas.

Algo cierto que dijo el señor Howard fue que tal vez mis métodos no funcionen en este momento por la misma razón de que no es alguien simple quien puede estar detrás de esto, podría ser algo, y no lo sé, quizás esa reunión a la que iba a ir el tipo ese tenga algo que ver, si tan solo tuviera algo de información para usar para así poder avanzar en mi investigación.

Para colmo me temo que no podré investigar más con el estómago vacío, para ello será mejor que coma algo, pero en serio, que demonios le pasa a esta ciudad y la gente cada vez más rara con la que me encuentro, por algo mi mentor me decía que el único misterio que hay es como gente siendo tan diferentes y tan practicantes del "no hacer escándalo" muy contrariamente se las ingenian para sobresalir cada uno por mérito propio, al menos gran parte de aquí es agradable o si no ya me habría largado a ese mugrero de Veritas Curse.



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