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Extra | "¿Qué es lo que tienes?"


Annabella

11 meses de matrimonio.

¿Cuántos meses llevo en este lugar? ¿Ocho? ¿Diez? ¿Ya casi se hace un año en este encierro que cada vez me engulle más y más en la oscuridad de mi alma? ¿Alguna vez saldré de aquí? ¿Estoy pagando alguna condena?

Necesito respuestas, necesito salir, necesito respirar, necesito despertar de esta horrible pesadilla que no parece tener final.

—¿Qué quieres? —había cuestionado aterrada.

—Que seas mi esposa.

Ese recuerdo seguía vivo en mi mente, tal vez eso era lo que me mantenía cuerda de alguna forma, eso me decía que todo lo que estaba viviendo era real.

Llegó un punto luego de la boda en la que mi mente era realmente catastrófica, imaginaba cosas que no debía, cualquiera diría que me estaba volviendo loca, pero ¿Qué podía hacer yo? Estaba aquí, encerrada en cuatro paredes de color crema, sentada cerca de la ventana mientras miraba el sol ocultarse en el horizonte.

No tenía caso seguir matándome día a día pensando en cosas que jamás pasarían, como salir de aquí, por ejemplo.

Suspiré cansada, resignada y dolida, no sentía nada más, me puse de pie y caminé hasta el baño para llenar la tina. Cuando me miré al espejo, no evitar sentir lástima por mí misma, me veía tan... mal. No tenía ojeras, pues lo único que hacía aquí era dormir, pero debía admitir que había bajado como mínimo cinco kilos en los últimos meses, pues no tenía apetito suficiente.

Cuando la bañera estuvo llena de agua caminé hacia ella, y cuando estuve tentada a quitarme la ropa, desistí de la idea. Me adentré a la tina con el vestido rosa que me cubría, mi cuerpo tembló cuando el agua fría tocó mi piel, tomé una lenta respiración y sin pensarlo dos veces me sumergí hasta el fondo.

«Eres la única que nos puede sacar del agujero en dónde estamos, Anne».

«Estamos en bancarrota, Annabella, no hay otra alternativa».

«¿Quieres ver a toda la familia morir?»

¿Annabella? —escuché aquella voz, pero no podía pensar en nada más, solo permanecí sumida en mis recuerdos.

«Eres tú o todos nosotros juntos».

El agua comenzó a envolverme, mis pulmones exigían oxígeno, pero yo no quería seguir luchando por más aire.

«Estoy salvándole el pellejo a toda tu familia, pero tengo que tener una garantía. Esa eres tú».

Y de pronto, justo cuando estaba por comenzar a ver estrellas en la oscuridad de mis párpados fuertemente cerrados, algo me jaló a la superficie.

—¿Puedo saber que carajos tienes en la cabeza? —rugió esa fuerte voz que tanto conocía muy cerca de mí.

Comencé a toser cuando mi garganta picó y mis pulmones se llenaron de aire, apoyé mi espalda en el borde de la tina y abrí mis ojos, encontrándome con la imagen de Dominic Whittemore totalmente enojado.

Mierda, lo que me faltaba.

—¿No me vas a responder? —gruñó, me pasé las manos por el rostro y eché mi cabello mojado hacia atrás.

—No te importa —siseé sin mirarlo, masajeando suavemente mis sienes con los dedos.

—¿No me importa? —soltó una risita cínica, se pasó una mano por el pelo y me miró—. ¿Qué demonios hacías ahí?

—¿No entiendes que estoy casada de todo esto? —apreté los dientes, clavando mis ojos en los suyos—. ¿No comprendes que esto no es vivir? Estoy harta de todo esto, de mi vida, del mundo, de mi familia, de ti, de mí... —tomé una lenta respiración y sacudí la cabeza, intentando ni derramar ninguna lágrima—. Ya no puedo más, ya no puedo seguir con esto, no...

—Sal —me interrumpió, fruncí el entrecejo—. Sal de ahí, ahora.

—No —negué, encogiéndome en mi lugar.

—Sal de la tina, Annabella —negué con rapidez—. No me obligues a sacarte —no quería, no sabía lo que iba hacer y eso me asustaba—. No lo repetiré otra vez, sal de ahí, ya.

Dominic era un ogro en todo el sentido de la palabra, pero él nunca me había hecho daño, al menos, no físicamente. Su temperamento era una mierda, y sabía que no era bueno llevarle la contraria.

Tragué con fuerza el nudo en mi garganta y me arrastré por la tina hasta salir de la misma, el agua comenzó a chorrear de mi vestido y de mi cuerpo, haciendo un desastre en el suelo, pero no me importaba. Mi estatura no era la más grande, pero podía mirar los ojos de Dominic perfectamente.

—Me vas a volver loco, ¿lo sabes? —murmuró, mirándome fijamente.

—Es lo menos que te mereces —susurré, comenzando a temblar del frío.

—Vamos, vístete —me ordenó, fruncí el entrecejo.

—No me voy a vestir contigo aquí.

—No me voy a ir, así que vístete ya —me abracé a mí misma y negué.

—No, y puedes hacer lo que quieras, pero no lo haré —dije con voz firme.

Desde de que llegué aquí nunca he bajado la cabeza, jamás he bajado la voz, siempre le he hecho frente a mí situación, por más miserable que sea, y jamás dejaré de hacerlo.

—Vístete que vamos a salir —es todo lo que dice antes de darse la vuelta e irse, a lo lejos, escuché como cerró la puerta con algo de fuerza.

Gruñí totalmente exasperada y solté un pequeño grito ahogado, pero me resistí todo lo que pude y no lloré, no tenía caso, las lágrimas no abrirán las puertas de la libertad para mí.

[...]

—¿A dónde vamos? —cuestioné en un susurro.

—Dijiste que estabas harta de estar encerrada en esa casa, ¿no es así? —desvió sus ojos de la carretera y me miró unos segundos—. Pues entonces estarás encerrada en el departamento.

Lo miré con odio y el muy hijo de puta me sonrió de esa manera suya que me pone a temblar las piernas, odiaba a Dominic, con todas las fuerzas de mi alma, pero no podía evitar sentirme tan atraída hacia él, no cuando el desgraciado era tan guapo.

No quería sentirme así, lo juro, no me gustaba que mi corazón se volviera loco cada vez que lo veía, cada vez que se acercaba, cada vez que venía y me besaba, odiaba ese sentimiento.

¿Síndrome de Estocolmo?

Sí, tal vez estoy loca, tal vez me falta un tornillo o ver a un psicólogo urgente, pero supongo que uno no puede mandar en el corazón, y mi cerebro, bueno... Ese parece que ha dejado de funcionar por completo.

Cómo ya lo dije antes: tal vez estoy loca.

El auto entró al estacionamiento del edificio en dónde Dominic tenía su departamento, ese al que había ido solo una vez, y para que mi padre me entregara oficialmente como la garantía de un negocio redondo.

El auto se detuvo en medio de varios que ya se encontraban ahí, y el motor se apagó, suspiré y bajé del vehículo sin esperar nada más. Dominic hizo acopio de mis acciones y me indicó con la mirada que lo siguiera, así que eso hice. Caminamos hacia el ascensor y el castaño fue el encargado de marcar el código que nos llevaría directamente al departamento.

—¿Has comido algo hoy? —preguntó.

—Sí —fue todo lo que dije, abrazándome a mí misma.

—No te necesito enferma, Anne, por favor —pidió y lo miré algo confundida, él tenía esa clase de mirada que pocas veces lograba ver, sin embargo, no me dejé caer por ello—. Colabora conmigo y no hagas las cosas más difíciles.

—Todo sería más sencillo si no le ayudaras a mi padre —escupí.

—¿Y prefieres ver a tu familia en la calle? —espetó—. O peor aún, quieres que los maten a todos.

Aquello fue un golpe realmente bajo, y en realidad no lo había pensado de esa manera. Mis padres siempre me dijeron que todo era sumamente peligroso, sin embargo, no creí que a tal magnitud y me sentí horrible.

Estaba furiosa con todos ellos, pero no quería que ninguno muriera.

Las puertas del ascensor se abrieron y dieron directamente a la entrada del departamento, caminé con rapidez, pero mi corazón se volvió sensible, tanto que me sentí la peor persona del planeta. Me detuve en medio de la sala y me tragué todo el aire que me envolvía.

—Yo también quería tener una vida, ¿sabes? —me giré a verlo—. Quise terminar la universidad, encontrar un trabajo con que pudiera ser feliz, encontrar una persona que me quisiera, formar una familia y sí, quería ser feliz, lo anhelaba más que nada —a estás alturas me dolía el pecho y las lágrimas salían de mis ojos sin contemplación. Su mirada se veía confundida, y hasta cierto punto, consternada—. Yo no elegí esto, no elegí ser la carta ganadora en un juego y tampoco quise ser la piedra en el camino de nadie.

Me llevé las manos al rostro como escudo para esconder mi llanto, sintiendo como la agonía me hacía añicos el corazón.

—Lo lamento —digo en medio del desosiego—. Lamento mucho que mi terquedad y egoísmo te hagan la vida difícil, lamento no ser compatible con este mundo tan retorcido —suelto con los ojos cerrados, no siendo capaz de enfrentarlo—, lamento ser la persona más estúpida del planeta por no aceptar esta mierda de vida que me tocó vivir, lo lamento...

Y no pude seguir hablando, no cuando sus labios habían callado mis palabras, no cuando su boca se había adueñado de la mía abruptamente y para su muy buena suerte, no pude resistirme. Sollocé sobre su boca de impotencia, odio, atracción, deseo... Todo se volvió agridulce y poderoso al mismo tiempo.

¿Qué pasaba conmigo?

Cuando dejó de besarme sus manos sostuvieron mi rostro, sus dedos se desplazan por mis mejillas para secar mis lágrimas y sus ojos marrones colisionan con los míos estremeciéndome de punta a punta.

Sus labios se entreabren, y cuando creo que dirá algo, no lo hace, simplemente se limita a observarte detenidamente por lo que parece una eternidad. Acaricia mis labios, mis mejillas, mis cejas... Es como si jamás me hubiese visto, como si fuera la primera vez que me tiene así de cerca.

—Eres hermosa —susurra, y mis mejillas no tardan en calentarse—, y eres demasiado dulce, a veces pienso que no eres real.

La tensión en cuerpo pareció irse de golpe, una sonrisa se estiró en sus labios, pero no era esa sonrisa burlona que me daba cada vez que me hacía sentir mal, cada vez que quería recordarme porque me tenía encerrada como una prisionera. No, esta sonrisa era totalmente diferente, y fue imposible no verla de manera encantadora.

—¿Qué es lo que tienes? —murmuró, sosteniendo mi rostro, mirándome embelesado—. ¿Por qué tienes que ser un imán? ¿Por qué tienes que meterme en mi mente? bajó su rostro al mío, juntó nuestras frentes—. ¿Por qué? Dime qué es lo que me haces...

¿Por qué me estaba diciendo eso? ¿Por qué tenía el corazón acelerado? ¿Por qué no podía respirar? ¿Qué me pasa? Se supone que lo odio, el odio no se siente así.

Me sentía rara, es como si mi mente quedara en blanco de un segundo a otro, y el tenerlo así, tan cerca, no me deja pensar con claridad. Cerré los ojos y suspiré cuando dejó un beso en mi frente, su expresión después de eso me dejó muy confundida, más cuando se quitó el saco y la corbata.

—Ya sabes dónde está la habitación —suspiró, mirándome por sobre su hombro—. Puedes hacer lo que quieras.

Se dio la vuelta para luego irse a algún lugar dentro del departamento y dejarme sola.

Más sola de lo que ya me sentía.







★★★

¡Hola!

Aquí les traje el primer extra de la historia.

Estuve pensando mucho en su hacer o no los extras, ya que tengo muchas cosas en mente últimamente, pero ustedes lo pidieron y se lo merecían.

Los extras se narrarán de manera que, muestre aspectos y situaciones de la vida de Dom y de Anne durante su matrimonio y después del final de la historia.

Si quieren que suba el otro extra hoy mismo, comenten muchos "🔥" para continuar.

Espero les guste mucho.

¡Voten y comenten mucho!

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