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Extra | "La última palabra"

Annabella

1 año de matrimonio.

Dormir con Dominic era extraño, no era la primera vez, pero tenerlo a unos cuantos centímetros, acostado en la misma cama... No tenía palabras para describirlo.

La primera vez que dormimos juntos fue hace más de dos meses, y no fue para nada grato, puesto que ese día estábamos en el departamento después de que casi le "causo" un infarto, ya que le hice creer que estaba ahogándome en la tina.

Pero ahora es diferente, estoy despierta, no está acostado junto a mí en contra de mi voluntad, y mucho menos se siente extraño, lo que es aún más contradictorio.

Estoy enferma, Beatriz llamó a Dominic una vez que se dio cuenta que tenía fiebre, aún y cuando le insistí que no era necesario. Para mí sorpresa, el ogro que está junto a mí le ha bajado mil rayitas a su mal humor, no me ha cuestionado ni reprochado nada en las últimas dos horas.

Luego de llegar de su trabajo y del extraño momento que tuvimos en la sala con el doctor, ninguno de los dos dijo absolutamente nada. Intenté dormirme apenas me acosté, pero no puedo pegar los ojos cuando sé que está tan cerca.

—¿Por qué aún sigues despierta? —su voz sonó bastante baja, y yo solo pude apretarme a las sábanas.

—No tengo sueño —respondí en un susurro.

—Estás cansada, Annabella, trata de dormir —dijo, mi ceño se frunció. ¿Cómo sabe que estoy cansada? —. Te conozco, no necesito preguntarte para saber lo que te pasa.

¡Puf! Patrañas.

—No estoy cansada —refuté, dándome un poco la vuelta, para verlo con los ojos cerrados y las manos bajo la cabeza. No tenía camisa, solo un pantalón de chándal, ese que se había puesto hace unos minutos—. Y no me conoces.

Vislumbré su sonrisa torcida en medio de la penumbra, fruncí aún más el entrecejo cuando abrió sus ojos y giró la cabeza para enfocarme.

—Te conozco más de lo que crees, dulzura —afirmó y mi corazón se detuvo al escuchar como me dijo.

Dulzura.

«Eres demasiado dulce».

Concéntrate, Anne, no olvides quien es.

—Eso no es verdad —refunfuñé con los dientes apretados, escuché como soltó una risa ronca y demasiado baja, hasta creí haberlo imaginado—. ¿Y en qué me conoces, según tú? —dije al final, totalmente fastidiada—. Nunca has pasado un día entero conmigo, no sabes nada de mí.

—Sé que odias las verduras, aborreces los colores oscuros, amas los girasoles —comenzó a decir y mi mente colapsó.

¿Cómo carajo sabe eso?

—Eso es irrelevante —mentí en voz baja, me miró y vi esa expresión en su rostro que no me gustaba.

—No te gusta el calor, pero tampoco amas la lluvia —dijo, lo vi removerse y para mí pobre cerebro, se acercó a mí. Apoyándose en su brazo, con su rostro suspendido sobre el mío—. Le temes a la oscuridad, y sé que eso se debe a qué, aún y con tus anteojos, no puedes ver nada —contuve la respiración justo cuando su mano acarició mi mejilla lentamente—. Siempre duermes con la lámpara encendida, te gustan los libros clásicos y amas el amor —se acercó más, su respiración se mezcló con la mía y mis ojos se adormecieron cuando no pude dejar de verlo—. También sé que te gusta discutir conmigo, sé que esperas todo el día a qué yo llegue para poder hacer algo entretenido, sé que te gusta terminar el día con un beso mío.

—Eso no es verdad, no... —su mano se perdió bajo la camiseta negra que encontré en mi closet, la única prenda que cubría mi cuerpo a parte de las bragas.

—¿Te incómoda, entonces? —cuestionó, acarició mi vientre y besó mi mandíbula—. Dime la verdad, Anne.

—Dom... —apreté la sábana bajo mis dedos y suspiré cuando su mano siguió subiendo por mi abdomen.

—¿No te gusta que estemos así? —acarició la parte baja de mis pechos y dejó sus labios sobre los míos—. Dímelo y te dejó en paz —abrí mis ojos y por poco suelto un gemido cuando sus dedos acariciaron uno de mis pezones con suavidad—. ¿Te molesta?

—No... —admití en un susurro, una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo hasta el epicentro del mismo cuando apretó la protuberancia de mi pecho levemente—. Dominic...

—Te gusta, ¿verdad? —besó mi mejilla—. Te gusta que te toque, que te bese —besó mi barbilla—, te gusta que esté cerca de ti, tal y como estamos ahora —besó mis labios al final. Un beso terso y húmedo, mis sentidos se sensibilizaron y gemí cuando siguió minando mi pecho—. Me muero por saber que se siente recorrer tu cuerpo, besar cada rincón de ti, conocer tu sabor, estar dentro de ti —cada palabra que salía de su boca era un golpe en el estómago, un latigazo de placer que me recorría completamente—. Y, aunque quisiera hacerte de todo, no lo haré —eso me obligó a abrir los ojos—. Te lo dije, aún y cuando me gusta hacer las cosas a mi manera, te haré mía cuando tú así lo decidas, porque no soy nadie para obligarte a hacer tal cosa.

Me quedé estática, porque recordaba sus palabras en la noche de nuestra boda. Estaba tan asustada que, de pronto creí que solo era una excusa para dejarme tranquila, pero resultó ser una promesa. Él nunca se había sobrepasado conmigo nunca, y si un par de besos era ilegal, pues... Él era el delincuente.

Sus ojos estaban fijos en los míos, y no sabía que hacer.

¿Esperaba que se lo pidiera? ¿Yo quería pedírselo?

Se supone que no debo hacer esto, se supone que no puedo, que no debo dejarlo entrar. No así, no de manera tan personal. Nunca había estado tan cerca de un hombre, nunca pasé de los besos y los abrazos, pero con él... Con Dominic todo parecía tan... sencillo y difícil al mismo tiempo que me asustaba.

¿Se puede querer a alguien con la misma intensidad que lo detestan?

Al no obtener respuesta de mi parte, si es que la estaba esperando, su mano deja de tocarme, sus ojos de mirarme y el pecho me duele, me arde y el corazón se me acelera sin contemplación.

—Dominic —digo una vez que está por alejarse por completo.

Sus ojos me buscan, un brillo extraño pasa por el marrón de su mirada.

—¿Sí?

Bésame.

No reconocí mi voz, ni la súplica y necesidad en ella. Desconocí lo que me llevó a pedirle tal cosa, lo que me tenía tan ansiosa por tenerlo cerca. No lo sabía, pero tampoco quería saberlo.

Su ceño se frunció levemente y parecía estar confundido, tan perdido como yo. Sin embargo, eso no le impidió acercarse otra vez, su mano se posó en mi mejilla y acarició suavemente mi labio inferior.

—No sabes lo que me estás pidiendo, Annabella —me dijo.

—Acabas de...

—Pero no así —sujetó mi mandíbula y me miró directamente a los ojos—. Cuando estés segura de lo que quieres, ese día haré lo que tanto quiero.

—Esto es lo que quiero —acepté con voz firme, y ambos nos sorprendimos por eso—, y lo quiero ahora.

De pronto todo cambio, el ambiente se volvió literalmente pesado, el ritmo de mi respiración se alteró y todo se puso peor cuando sus labios tocaron los míos otra vez. El beso no fue para nada delicado, Dominic parecía querer consumirme de un solo toque y aunque sé lo que le acabo de pedir, que es mi primera vez... No se siente mal.

«Electricidad. Fuegos artificiales. Explosión».

Mi cuerpo se volvió un manojo de nervios temblorosos, era una gelatina personificada. Mi piel se erizó y solté un sonidito de satisfacción cuando su mano acunó mi mejilla. Me sentía muy bien, había olvidado porque mi vida era una mierda y mi mente se sintió aliviada.

Me separé de él por falta de aire, mis labios hormigueaban por juntarlos con los suyos nuevamente. Mis ojos parpadearon, encontrándose con su mirada castaña, mi corazón se detuvo ante el brillo en sus ojos y mi respiración se atascó en mi garganta.

—Siempre puedes decir que no, Anne —dijo sobre mis labios, nuestras narices se rozaron—. Tú siempre tendrás la última palabra.

—Quiero hacerlo —afirmé, nerviosa y aterrada, pero segura.

Él no podía hacerme más daño, no después de encerrarme en una habitación con llave como si fuese un animal.

—Está bien —besó mi mejilla, mi frente, la punta de mi nariz.

¿Por qué no podía ser así todo el tiempo?

Me negué a seguir pensando así, me olvidé de todo lo que había pasado y me dejé llevar, me dejé hacer por él, por sus manos, por todo lo que debía alejarme, pero que, de alguna retorcida manera, me atraía hacia él.

Sus labios bajan a los míos y los captura en un beso hambriento, su cuerpo se amolda perfectamente entre mis piernas y su natural calor me invade por completo. Su mano toma mi pierna y hace que esta se enrolle en su cadera, paso mis brazos por su cuello tratando de pegarlo más a mi.

Su lengua caliente roza la mía y una corriente eléctrica me recorre toda la espina dorsal, mis manos se pierden en su cabello y trato de juntar más mi cuerpo contra el suyo. Sus manos calientes se pierden bajo mi camisa y un estremecimiento me aborda de pies a cabeza.

Enrollo mi otra pierna en su cadera y lo presiono contra mí en lugar correcto, el deseo explota en mi cuerpo y un gemido se me escapa. El aire comienza a faltarme y él lo nota, sus labios van a mi cuello chupando y mordiendo mi piel obligándome a jadear.

—Me encanta que seas tan dulce —aplasta sus labios contra el pulso desesperado de mi cuello, después deja un leve mordisco en el lóbulo de mi oreja y mi cuerpo tiembla—. Vas a disfrutar cada segundo, Annabella, te lo aseguro.

Gemí, pasando mis uñas por su cuello, cerrando mis ojos con fuerza, como si aquello pudiera mantenerme cuerda, pero no funciona, él se apodera de todos mis sentidos.

Su boca vuelve a la mía y sus dientes arrasan con mi labio inferior, sus manos aprietan la piel de mi cintura de forma que solo puedo suspirar, y cuando menos me lo espero, nos da la vuelta y me encuentro sentada en su regazo.

Sus ojos me miran por unos segundos hasta se mete sus manos bajo la camisa, comenzando a subirla lentamente por mi torso, levanto los brazos para facilitarle la tarea y cuando estoy parcialmente desnuda frente a él, la realidad me golpea.

De pronto estoy sonrojada, acalorada y sofocada, temblando ligeramente de temor. Está más que claro que no tengo experiencia alguna en este aspecto, y por supuesto que él sí, por lo que no sé cómo sobrellevar la situación.

Bajo la cabeza, sin querer ver la insatisfacción en sus ojos... ¿Cómo podía gustarle yo?

—¿Anne?

—¿Mmh? —me mordí el labio inferior cuando sus dedos elevaron mi barbilla. Nuestros ojos se encontraron en la penumbra, hablándonos sin palabras.

—Eres preciosa —susurró y un suspiro salió de mis labios—, y jamás tienes porqué sentirte avergonzada, no delante de mí —acarició mi mejilla y no pude evitar cerrar los ojos—. Eres hermosa, Annabella.

Solté un suspiro, no sabía si estaba aliviada por sus palabras, o por el hecho de que le gusté de esta forma. Mordí mi labio inferior y llevé mis manos a su rostro, mirándolo a los ojos fijamente.

—Serás el primero —le confesé en un susurro.

Sus manos acariciaron mi espalda con suavidad y una sonrisa apareció en sus labios, volvió a darnos vuelta, dejándome bajo su cuerpo.

—Y pretendo ser el último —sentenció antes de besarme, y gemí derritiéndome entre sus brazos.

Me besó por unos largos segundos, acariciando suavemente mi cintura con sus manos, yo no sabía muy que hacer, por lo que simplemente me dediqué a seguirle el beso y disfrutar de lo quizá, sería mi primera y última vez con él, no lo sabía. Dominic era tan voluble que no tenía claro a lo que debía atenerme en la mañana, entonces me concentré en el ahora, y en lo bien que se sentía.

Sus besos descendieron por mi mejilla, mi cuello y mi clavícula. Apreté la sábana entre mis dedos cuando sus labios se cerraron alrededor de uno de mis pezones, incliné la cabeza para atrás y mordí mi labio inferior intentando retener los jadeos que esperaban por salir de mi boca.

Succionó con fuerza y fue incontenible el gemido que solté, pasaba de un pecho al otro como si quisiera volverme loca, y lo estaba consiguiendo. Sus labios siguieron bajando por mi abdomen hasta mi vientre, me tensé rápidamente cuando sus manos comenzaron a bajar la única prenda que cubría mi cuerpo.

—No vas a olvidar esto jamás —susurró sobre mí vientre antes de presionar un beso sobre el mismo.

—Dom... —mi espalda se arqueó justo cuando sentí sus labios en mi zona más sensible.

No podía respirar, mi cuerpo estaba en llamas y me ardía absolutamente todo. Sus labios se movían decisivos sobre mí feminidad y una presión se hizo presente en mi vientre, obligándome a mover las caderas e ir a su encuentro.

Sentía que en cualquier momento podía tocar el cielo con las manos, pero eso no pasó, sus labios dejaron de tocarme y fue ascendiendo por mi vientre nuevamente, besando cada parte que tenía a su alcance. Llegó a mi cuello y dejó un beso en mi pulso, después besó mis labios lentamente.

—Eres aún más dulce de lo que imaginé —siguió besándome, su lengua y la mía se encontraron y mis manos fueron a su espalda, buscando sostenerme de algo—, pero quiero que te vengas conmigo dentro de ti.

—Dom... —jadeé por sus palabras, sonrió y presionó sus labios contra los míos.

Se removió sobre mí y se desprendió de su pantalón de chándal junto con su bóxer, quedando totalmente desnudo sobre mí, y debo admitir que mis mejillas comenzaron a picar del calor. Se acomodó entre mis piernas y se presionó contra mí, haciéndome temblar.

—Tienes que decirme si quieres que me detenga —me pidió, mirándome a los ojos, asentí. Solté un suspiro tembloroso, asustada de pronto. Una de sus manos acarició mi mejilla suavemente antes de darme un beso.

Flexioné las piernas y me concentré en sus ojos, no dejé de verlo en ningún momento. Una de sus manos se entrelazó con la mía y la presionó a un lado de mi cabeza justo cuando se impulsó en mi interior, lenta y pausadamente. Solté un gemido al sentir cierta incomodidad, pero no resultó ser tan catastrófico como lo imaginé.

—Dom... —se quedó completamente quieto, besó mis labios.

—Shhh —apretó mi cintura y se retiró, para después volver a entrar y ahora sí que sentí como cada poro de mi cuerpo se erizó.

Cerré mis ojos y por primera vez desde que nos casamos, sentí como algo nos unía, y no eran precisamente nuestros cuerpos. Su corazón latía igual de fuerte que el mío, sus ojos brillantes miraban los míos igual de emocionados, nuestros labios se encontraban murmurando el nombre del otro.

Ya lo dije una vez, pero creo que lo cuestioné mal.

¿Sé puede odiar a una persona con la misma intensidad con la que la amas?




★★★

Y aquí está el segundo extra del día de hoy.

He estado pensando en los siguientes, no se si hacer 8 o 10 extras, la verdad es que Anne y Dom son algo que no puedo controlar.

Tengo otro escrito, pero esperaré a tener dos para comenzar a subirlos de nuevo.

No tengo una fecha exacta, pero lo más seguro es que los suba el próximo fin de semana, no lo sé.

Estoy escribiendo otra historia, como varios saben, pero también se me acaba de ocurrir otra más, y de verdad que me estoy volviendo loca.

Este capítulo es especial (para mí, al menos), ya que fue la primera vez que Dom y Anne no discutieron como suelen hacerlo a lo largo de su matrimonio.

Gracias por leer, de verdad que amo leer sus comentarios y reacciones.

Los amo.

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