14. capítulo
Las noticias iban llegando muy poco a poco. Habían pasado dos semanas desde que Alyan dirigió el ataque sorpresa contra los demonios que se habían instalado en la frontera. Todo parecía haber salido bien. El efecto sorpresa había hecho que hubiera muy pocas bajas entre las hadas, pero la reacción de Akop no se había hecho esperar y había declarado la guerra de forma oficial a las hadas. Al demonio no pareció importarle que vampiros y vamps se unieran a Alyan. Envió a su ejército contra el reino feérico y, a pesar de que cada batalla era perdida por los demonios, continuaba aún sin rendirse.
Jana hablaba casi todos los días con Breena. André estaba también en el frente y su amiga la había asegurado que mantenía con él en la retaguardia al rey de las hadas. Ninguno estaba en primera línea desde el inicio de la guerra. La reina suspiró aliviada. Sabía que André protegería a su cuñado.
Cuando Breena le contó el descubrimiento de André sobre Zuria, Jana se prometió preguntar a la chica sobre ello. Había decidido no dejarse llevar por lo que creía haber visto. En realidad, sólo vio un abrazo. Pudo ser un abrazo de amigos. Pero Zuria había demostrado que, tras su aparente docilidad, había un cierto carácter y se había negado a hablar de su estancia en el templo. En realidad, había conseguido hacer un arte de la expresión "evasiva de hadas".
-¿Necesitas algo más, Anjana?-preguntó Liss esa noche cuando retiró el servicio de cena.
-No. Puedes retirarte, Liss. Creo que me acostaré pronto. Estoy muy cansada.
-Estás trabajando demasiado, Anjana. Has estado todo el día sin parar. Ni siquiera has salido un rato al jardín. Y no te alimentas como deberías.
-Estamos en guerra, Liss. Son tiempos difíciles para todos. Todos tenemos mucho que hacer.
-Al rey no le gustaría ver que no te cuidas.
-El rey no está aquí para verme. No te preocupes, Liss. Estoy bien. Vete a dormir.
La chica hizo una leve reverencia y salió de la habitación. Anjana suspiró. La verdad es que estaba agotada. Había pasado el día distribuyendo tareas, escuchando las peticiones de los que tenían la guerra cerca de sus casas y organizando el hospital al que llegaban los heridos. Prefería que fuese así. La preocupación no la dejaba dormir si no se iba a la cama agotada por el cansancio. Así, al menos, se dormía en cuanto se acostaba. Aunque las pesadillas se habían hecho más frecuentes. Se despertaba gritando, asustada y temblorosa, casi todas las noches. Muchas de ellas, Zuria estaba a su lado y se quedaba con ella hasta que volvía a dormirse. No podía creer nada malo de esa dulce chica. Pero, por otra parte, sabía que escondía algo.
Los ojos se le cerraron sin que pudiera levantarse. Esa noche dormiría en el sofá. No se veía capaz de llegar a la cama.
Un movimiento la despertó. Alguien la llevaba en brazos. Abrió los ojos desorientada.
-Alyan-murmuró sorprendida.
-¿Sueles dormir en el sofá ahora, esposa?-preguntó él con expresión divertida.
-¿Qué haces aquí? ¿Estás herido?
El chico la dejó encima de la cama y se alejó un poco. Anjana no pudo evitar admirar lo guapo que estaba con el uniforme de guerra. Su pelo, habitualmente recogido, estaba suelto esta vez y le daba un aire salvaje que no solía tener.
-No, no estoy herido. Simplemente me he tomado unas horas.
El chico se había sentado en la cama y se estaba quitando el cinturón con sus armas. Llevaba una armadura ligera, que le daba algo de protección pero le permitía moverse con facilidad. Los demonios y las hadas se habían mantenido totalmente al margen de los tiempos modernos, por lo que seguían luchando cuerpo a cuerpo, con espadas, dagas y arcos. Y las hadas usaban también su magia cuando podían, por supuesto. Alyan estaba intentando modernizar su reino, había introducido internet, entre otras cosas, pero tenía asumido que sería algo que llevaría tiempo. Su padre había hecho todo lo posible por inculcar en las hadas, miedo y rechazo a todo lo que sonara a modernidad
-Te prepararé un baño-ofreció Jana mientras él se quitaba la armadura.
-Una ducha será suficiente, Anjana. Te agradecería que pidieses que me traigan algo de comer.
La chica asintió y salió. Un rato después volvió llevando una bandeja ella misma. Alyan salía del baño en ese momento, con el pelo mojado y una toalla en las caderas.
-Vaya-se sorprendió él-pareces una esposa.
La chica le lanzó una mirada de advertencia y él sonrió. Luego se sentó a comer.
-¿Cómo van las cosas?-preguntó Jana-no estamos teniendo muchas noticias.
-No van nada mal. Nuestras bajas son mínimas y las de Akop muy numerosas. Cualquier otro se habría rendido hace tiempo, pero ese demonio sólo piensa en su amor propio.
-¿Vais a entrar en su reino?
-Solo si nos obliga. Le hemos dado un ultimátum. Tiene una semana de plazo. Si no se rinde, entraremos.
-Así que estarás fuera al menos ese tiempo.
-Sí, así es. ¿Me has echado de menos?-inquirió él mirándola serio.
Jana buscó la manera de no contestar.
-Todos queremos que la guerra acabe cuanto antes-explicó.
Alyan se levantó y caminó hacia ella. La puso de pie y acarició su mejilla.
-Siempre con evasivas, Jana. Zuria me ha dicho que te has portado bien estos días.
-¿Zuria? ¿Has visto a Zuria?
-Sí, la he visto cuando he llegado.
-Ya. Antes incluso que a mi.
-¿Estás celosa, esposa?
-¿Por qué estaba en el templo, Alyan?
-Ya te lo dije. Mi padre la deseaba y ella se negó.
-¿Sabes que es virgen?
-¿Por qué estamos hablando de Zuria?
-Porque hay algo raro en ella. Y estoy segura de que tú sabes qué es. No la tratas como a los demás. Ella es especial para ti. ¿Por qué Alyan? ¿Estás enamorado de ella?
-No digas tonterías, Jana.
-Entonces dime por qué le buscas cuando discutimos. Y por qué te abraza. Y por qué es la primera persona a la que vas a ver después de dos semanas fuera de casa.
Alyan se volvió dándole la espalda.
-No voy a seguir hablando de esto contigo, Anjana. Se acabó el tema. Lo único que necesitas saber es que no estoy enamorado de ella.
-No se necesita eso para tirártela.
El rey se volvió con expresión fría.
-Acabas de decir que es virgen, Jana.
-Lo era cuando Breena y André estuvieron aquí. Ahora no puedo saberlo.
-Para con este tema, Anjana. O esta noche terminará mal. Zuria es alguien especial para mí. Pero no por lo que estás suponiendo.
-¿Por qué entonces?
-No voy a decírtelo.
La chica parpadeó furiosa para alejar las lágrimas.
-Bien. Pues puedes ir a pasar la noche con ella otra vez, si quieres, Alyan. Yo también buscaré a alguien especial para mí.
La expresión de Alyan cambió de tal manera que la reina se arrepintió de lo que había dicho inmediatamente. Retrocedió un paso, pero él estaba encima en un segundo.
-No querida. Después de esta noche no te van a quedar ganas de ir en busca de nadie-aseguró.
De un tirón desgarró el fino camisón de la chica. Luego la cogió en brazos a pesar de la resistencia de ella. Cuando la tumbó en la cama, Jana estaba dando patadas y manotazos como nunca en su vida. Alyan la arrancó los jirones del camisón e hizo lo mismo con las bragas de la chica. Después se tumbó encima de ella.
-No, no quiero que lo hagas-protestó ella tirándole del pelo con fuerza.
Alyan masculló una maldición cuando Anjana consiguió arañarle en el cuello, pero no se apartó. Le sujetó las manos a los lados de la cabeza y la besó con brusquedad. Jana le sintió abriéndose paso en su interior con firmeza.
-No-volvió a decir cuando él liberó su boca para mirarla.
-Sí, bruja. Por supuesto que sí.
Se movió en su interior con lentitud, con embestidas profundas, sin dejar de mirarla. Ella le devolvió una mirada de odio y el rey, con una sonrisa burlona, bajó la cabeza para mordisquearle un pezón. Anjana lanzó una exclamación de protesta y él lamió entonces el pezón hasta calmar el dolor. Cuando repitió lo mismo en el otro, Jana jadeó sabiendo lo que vendría. Notaba despertar el deseo en su vientre.
-Quizás me odies, querida. Pero no puedes negar que te encanta que te folle-susurró él.
-No lo niego. Pero, probablemente, me habría encantado también con Beck -respondió la chica mirándole desafiante.
La mirada de él dejó ver su enfado. Le soltó las manos y llevó las suyas al trasero de la chica para elevarlo y hundirse más en ella. Anjana contuvo un quejido.
-Parece que ahora nunca lo sabrás, cariño-dijo antes de volver a apoderarse de su boca.
No le importó que Jana le empujara y le tirara del pelo hasta hacerle daño. La poseyó con más dureza de lo que lo había hecho nunca. Cuando se vació en su interior, se dejó caer a un lado y enseguida se levantó y se vistió.
-¿A dónde vas?-preguntó la chica luchando contra el llanto.
-Vuelvo al frente. Ya he hecho lo que he venido a hacer.
Se volvió hacia ella y la besó con dureza. Luego salió de la habitación.
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