ANIVERSARIO
AÑO 2020
El portero vio de lejos que la Señora Bellini estaba llegando al hotel. Era una mujer con ojos de color azul profundo, de cabellos blancos, ordenadamente peinados, más bien baja y con un aire muy simpático. Vestía siempre de forma simple y casual. Si bien era siempre atenta con los empleados del hotel, se veía en un ojos un filo de tristeza. Como cada año, llegó el tres de febrero, a las diecisiete horas y solicitó de alojarse en la suite que siempre utilizaba: la número doce.
-Bienvenida señora Bellini -la recibió el recepcionista del hotel, en tono muy alegre.
-Buenas tardes. -repondió la señora, con una pequeña sonrisa sobre los labios, el que se podía entrever a través del barbijo.
-¿Está lista la habitación número doce? - preguntó con una pizca de tremor en la voz.
- Si señora. -dijo el recepcionista, mientras le entregaba las llaves de la habitación.
Ella con paso decidido se dirigió hacia el ascensor, subiendo hasta el último piso. Desde siempre ese piso era de uso el piso esclusivo para la gente adinerada, pero el personal del hotel había hecho una excepción, porque si bien ella no era una mujer adinerada, el hecho de que su padre había trabajado allí como recepcionista por casi treinta y cinco años, le permitía de alojarse en una de esas suites; sobre todo después de aquello que había sucediddo en esa habitación, no podían hacer menos.
Apenas la señora se encaminó hacia el ascensor, el recepcionista hizo una seña al jefe de personal de todos dependientes, lo cuales fueron hacia una pequeña sala de estar de uso exclusivo para ellos.
- ¿Han hecho todo como les he explicado esta mañana, verdad? -preguntó el jefe de personal a sus colegas de trabajo. - ¿Han cerrado con llave el baño que tiene la bañera grande? - Todos asintieron hablando en voz baja.
Apenas entró en la habitación, la señora Bellini se quitó los zapatos rápidamente porque adoraba caminar descalza. Esta habitación era muy especial para ella: la decoración de la misma se había mantenido intacto en el transcurso de los años. Las ventanas estaban abiertas y una ligera brisa con perfume el perfume de las rosas le acarició la piel. Ni siquiera aquello había cambiado.
Tomó la valija y comenzó a ordenar con extrema lentitud toda la vestimente que había llevado consigo, disponiéndola sobre la cama. Los aros que había usado el día de su matrimonio, unos pantalones negros y una camisa de mismo color blanca con un hermoso bordado de perlas y piedras en color rosa. Y para finalizar, sacó las mismas zandalias que había usado tantos años atrás y que no obstante el tiempo transcurrido, estaban aún como nuevas, porque solos las usaba una vez al año.
En aquel momento le vino a la memoria el recuerdo de la primer noche de matrimonio, cuando él le había dejado sobre la cama un cartel con el escrito: Te Amo. Ante este recuerdo su corazón pareció detenerse. Habían pasado tantos años, pero para ella era como si esto hubiese ocurrido el día anterior.
Se desvistió con lentitud para darse una ducha, pero el baño de la habitación principal estaba cerrado con llave, por lo que se dirigió al o baño de servicio sin hacerse demasiado problema por este incoveniente. Salió de la ducha y se colocó la salida de baño, llegó a la habitación y encendió la televisión, mientras miraba el celular, pero no había ningún mensaje nuevo, por lo que lo dejó sobre la cama.
Con paso lento fue hacia el minibar para buscar algo de beber. Como siempre, al abrirlo, descubrió que lo habían llenado con todos los tentenpiés que a ella le gustaban.
Lo que más el gustaba de esa habitación era la terraza, la que era muy amplia y bella, construida en estilo de los años veinte, pensada en todas sus particularidades, verdaderamente espléndida. Las plantas de rosas estaban en plena floración y asomándose desde allí, se podía gozar del paisaje de toda la ciudad. Siempre desde esa misma terraza se podía acceder a una cúpula que se encontraba allí y coronaba esa parte del edificio.
En el interior de la cúpula las paredes eran de un color verde claro, que no se podía describir con palabras, ya que a sus ojos se vía muy particular, y en el conjunto se unía a la perfección con las ventanas de vitrales, que ella adoraba, y que hacían aún mas bello ese lugar.
En su interior había sido colocada una pequeña mesita al costado de un sofá, todo siempre en estilo de los años veinte. Más lejos de la mesita había unas sillas en el mismo estilo y material con el cual estaba hecha la lámpara colgante, la que también estaba decorada con finisimos vitrales.
El ambiente era muy acogedor, pero la señora Bellini se sentía muy cansada, por lo que decidió volver a la habitación y descansar hasta el anochecer.
Se durmió enseguida y el tiempo paso rápido. Se despertó dos horas después y temió que fuese ya demasiado tarde. Miró el reloj pero eran solamente las ocho de la noche entonces dio un suspiro de alivio levantándose de la cama comenzando a vestirse.
En el reflejo del espejo se veia bellísima con aquellos pantalones de color negro y anchos, la camisa de color blanca, un pequeño toque de make up sobre el rostro y los labios apenas delineados con un poco de lápiz labial.
Con unos delicados toques sobre la puerta se enunció la llegada del camarero, quien llegó con la cena, llvándola hacia la terraza para serviéndola sobre la mesa que ya estaba dispuesta allí , luego se retiró.
Improvisamente sonó el timbre de la habitación. Ella con atención se dirigió a la puerta para atender al visitante. Al abrir la puerta su corazón comenzó a latir más fuerte, tan fuerte que parecía que estuviese por salirse de su pecho.
El visitante era él, con un traje de color azul, una camisa blanca y una corbata de color gris con un estampado de pequeñas flores de diversos colores . Ese hombre de cabello rojizos y de inmensos ojos verdes se veía tan bello como el primer día en el que lo había conocido. Parecía que el tiempo nunca hubiese pasado para él.
-¡Hola!- dijo él, apoyado sobre el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho. -¿Me vas a hacer pasar o tendré que quedarme aquí afuera? - le preguntó con una sonrisa a flor de labios.
-¿Qué haces aquí? - preguntó ella confundida, logrando apenas a articular palabras.
- Es nuestro aniversario, amor - respondió él con dulzura.
-Cierto, amor, estás tan bello que me casi me olvido de dónde estoy. Entra por favor -
-No te has puesto el barbijo, amor - notó ella después de algunos instantes intrigada, mientras él la miraba con si no fuese capaz de entender sus palabras.
-Está bien amor, déjalo así - dijo ella al final.
Él apenas puso un pie dentro de la habitación, la besó dulcemente y ella lo abrazó, como si quisiese permanecer así para siempre, sentir esa sensación de protección que solo él podía darle y que extrañaba muchísimo.
- ¡Pero mírate, te has puesto el traje que usaste el día de nuestro matrimonio! - dijo ella con sorpresa - ¿Dónde lo encontraste? - le preguntó .
-Es un secreto - respondió él - ¿Te gusta?
- Pero claro que me gusta, amor -
- Y tu estás muy bella esta noche. Me gustan tus cabellos, así blancos .
- Aquella que ha envejecido soy yo, tu no envejeces más - dijo ella con tristeza - ¿Quieres un vaso de vino blanco? - le pregunto ella.
-No, gracias tesoro - fue la respuesta que él le dió.
La mujer se dirigió a la cocina para tomar un vaso de la alacena y la botella de vino blanco del minibar. Se sirvió el vino para ella y decidió de ir a sentarse a la terraza, para admirar el paisaje, mientras que él se quitaba el saco y se aflojaba el nudo de la corbata, reuniéndose luego con ella en el exterior de la habitación.
El hombre tomó lugar en una silla al lado de ella y pasaron una decena de minutos sin que ninguno de los dos dijese una palabra, ella se quedó con la cabeza apoyada sobre el hombro de su esposo, mientras que él le acariciaba el cabello con ternura.
-¡Los zapatos! - exclamó ella - ¿De dónde los sacaste, cómo los conseguiste? Porque según recuerdo los usaste el día de nuestro matrimonio se arruinaron cuando quisiste hacerte el plomero arreglando la pérdida de la canilla del baño y se inundó toda la habitación del hotel de agua - dijo ella con una sonrisa sobre sus hermosos labios.
-¡¿Ah?! Eso me los vas a reprochar toda la vida, verdad? - resopló él con un poco de fastidio, mientras le besaba coronilla.
-Pero no, tesoro - respondió ella, a la vez que se acercaba a él para mirarlo a los ojos.
Ella se colocó de frente a él, mirando atentamente su cara y vio la pequeña cicatriz que él tenía en la frente.
-La cicatriz sobre tu frente ha desparecido casi por completo - dijo ella con aire pensativo mientras pasaba una mano su rostro - ¿Te acuerdas como te la hiciste? - le preguntó ella.
-Seguro que me acuerdo de eso: sucedió la noche en que nos casamos. Yo estaba bastante alegre esa noche, porque había bebido un poco, admitió el marido - Pero estaba tan feliz que solamente quería festejar, sobre todo cuando me susurrante al oído que estabas embarazada. Sí , me divertí tanto esa noche, pero antes tuve tanto miedo.
- ¿Por qué, amor mío?
- Bueno, llegaste retrasada a la ceremonia de la iglesia, el sacerdote que miraba el reloj a cada rato y resoplaba por tu tardanza y yo creía que te habías arrepentido de casarte conmigo.
- Pero cómo te vino a la mente esa idea de que yo me hubiese arrepentido de casarme contigo - exclamó indignada la mujer - ¿Lo sabes bien que eres el amor de mi vida, verdad? - le contestó."
- Aunque valió la pena.
- Que cosa valió la pena.
- El que llegarás tarde a la ceremonia. Estabas bellísima. Apenas te vi entrar a la iglesia me pregunté que cosa había hecho para merecerte.
- Amor mío - susurró ella sonrojada.
Después se calló por unos instantes y cuando volvió a hablar su voz tenía un tono triste - Esa noche yo te había dicho que habías colocado una cantidad excesiva de jabón líquido en el agua de la bañera.
- Lo sé - respondió él. -
Estaba tan divertido porque tuvimos que recorrer media ciudad en auto con los hijos de mi primo que saltaban continuamente sobre los asientos del auto, antes de llegar a la fiesta, debido a que el DJ que se encargaba de la música había tenido un accidente y debieron llamar a otro para que viniera a la fiesta.
- ¡Encima la pequeña me arrancó un par de flores que tenía colocadas en el peinado!- dijo la mujer un poco enojada.
- Nos reíamos tanto recordando esa noche , mientras estábamos en la bañera, que cuando salimos de ella te resbalaste sobre el piso y te golpeaste la cabeza contra los azulejos. Estaba totalmente asustada. No sabía que cosa hacer cuando la sangre comenzó a brotar de tu cabeza... Gritaba desesperada, pero por suerte, en pocos minutos llegó un camarero que llamó al servicio de emergencia. Ahora no puedo recordar lo que sucedió después.
-No te preocupes tesoro, no pienses en eso. - Y el la besó una vez más.
-¿Quieres come algo, amor? - le preguntó ella.
- El chef ha preparado el mismo menú que ofrecimos a los invitados a nuestra fiesta de matrimonio sólo para nosotros.
- No, gracias cariño - él rechazó gentilmente.
- Entonces yo tomaré un poco de helado.
Ella se dirigió a la cocina para tomar una copa y colocar dentro el helado de chocolate y limón, luego, a paso lento, volvió a la terraza.
El cielo estaba cubierto de nubes, parecía que dentro de poco tiempo podría iniciar a llover. El aire, a pesar de todo, era caluroso e insoportable, pero ella prefería permanecer allí y disfrutar del pequeño jardín de rosas.
- ¿Sabes que tu hijo es un hombre que se asemeja tanto a ti y también es tan testarudo como tú? - ella preguntó dirigiéndose a su esposo. -Se recibió de arquitecto hace un año. Lástima que no pudiste estar allí con él ese día - dijo ella con un filo de voz a la vez que se le hacía un nudo en la garganta por la emoción.
El no respondió solamente la miró con ternura y le acarició el cabello.
- Me gusta como los tienes ahora - dijo él y ella apenas sonrió.
-La vista desde este punto es bellísima, pero me da una sensación de vacío - dijo ella apoyando la copa con el helado sobre el piso, cerca de sus pies, y olvidándose de eso muy rápidamente. - Es absurdo, lo sé, pero es como ver todo de otra forma totalmente distinta. ¿No te has hecho preguntas que no tienen respuesta?
¿No te preguntas nunca dónde han ido todos esos bellos momentos que pasamos juntos? ¿Los recuerdos, después de todo, donde permanecen? ¿Quizá desaparecen con nosotros mismos?
Ella permaneció allí pensando en esas palabras, mientras el cielo se iluminaba con las luces de los relámpagos que se dejaban ver a la distancia.
De golpe se oyó el ruido de un trueno que advertía que la lluvia estaba llegando. Si había una cosa que ella adoraba era escuchar el sonido de la lluvia. En pocos minutos las gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ella hasta que sus ropas quedaron mojadas.
- Vamos tesoro, te estas mojando toda la ropa - dijo él.
- No quiero volver a la habitación, quiero quedarme aquí. Mejor vayamos hacia la cúpula - le contestó ella.
- Vamos, apúrate de lo contrario te enfermarás.
Ambos se dirigieron a la cúpula que era pequeña y acogedora. Ella se acomodó sobre un pequeño sofá mientras él la abrazaba por la espalda. Se quedaron en silencio por bastante tiempo, hasta que ella sintió que todo giraba a su alrededor y al final se quedó dormida.
La mañana siguiente la señora Bellini se despertó de golpe, miró a su alrededor y descubrió que estaba sola. A paso lento se dirigió hacia la habitación y encontró el anillo de matrimonio de su esposo sobre una de las mesitas de luz del dormitorio al costado de la cama, el cual tomó y de lo colocó en su dedo anular izquierdo.
Ella tomó un poco de café para luego volver a colocar sus ropas en la pequeña valija que llevaba, y se dirigió hacia la puerta de salida.
Una vez fuera del hotel tomó un taxi. Media hora después llego a la cita que tenía con su hijo.
- Hola mamá - la saludó el joven.
- Hola cariño -le respondió ella. - Que hermoso ramo de flores - dijo mirando las hermosas flores que tenía el hijo entre sus manos.
-¿Te gustan? Las he comprado para papá.
- Vamos cariño , - lo exhortó ella y ambos se dirigieron por la pequeña calle que ya conocían de memoria: después de todo, hacía tantos años que realizaban el mismo recorrido.
Luego de una decena de minutos llegaron a su destino.
-Hola papá, - dijo el joven colocando el ramo de flores sobre la tumba del hombre, mientras ella con lágrimas en los ojos acariciaba la foto sobre la lápida de aquel hombre de cabellos rojizos y ojos verdes...
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