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XLV: Atisbo

Anirak se apareció frente a la casa Black sin importarle si la veían o no, de la forma más rápida que pudo entro.

Al sentir los pies sobre el suelo y reconocer el aroma a viejo y guardado su cuerpo comenzó a temblar mientras recordaba la escena que acababa de ver.

Fred besando a otra.

Sus manos transpiraban y sin controlarse las lágrimas que estuvo conteniendo recorrieron su rostro, el pasillo principal comenzó a hacerse angosto.

No se dio cuenta, pero ya estaba sentada en el suelo abrazando sus rodillas contra sí misma, tenía la respiración errática y los sollozos inundaban el silencio.

—Yo te advertí, Anirak — la azabache alcanzo a ver por el rabillo del ojo unos zapatos negros de pequeño tacón y el final de una larga falda —...ese chico solo te estaba usando, pero eres tan inocente que no te das cuenta.

Anirak trato de responder, pero en lugar de palabras salieron más sollozos, no podía detenerse, habia reprimido tanto que ahora ya no lo podía hacer, cada que Perenelle hablaba recordaba a Fred Weasley con la otra en brazos.

¿Por qué lo hizo?

¿Por qué le dijo que la quería si la iba a dañar de esa forma?

¿A caso aquella tendría razón y ella no era suficiente para él?

—Niña tonta, los hombres son así — Perenelle sonreía mientras hablaba —, un día te quieren, pero cuando consiguen lo que quieren te dejan por otra — soltó un suspiro dramático —, yo trate de evitarte todo ese dolor, por eso quería que te casaras con Draco, con un juramento inquebrantable de por medio nunca hubieras sufrido así, pero tenías que ser igual de necia que tu madre, creyendo que los hombres cambian por amor, cariño, ellos son una porquería.

Cada palabra hacía eco en su mente, repitiéndose de manera lenta una y otra vez. Tal vez Perenelle tenía razón, debió de hacerle caso y ahora no estaría así.

Con el corazón roto por culpa de aquel pelirrojo.

Nunca habia experimentado una decepción amorosa, anteriormente solo tuvo un novio y terminaron bien, en cambio con Fred ni a novios llegaron y la habia destruido, nunca quiso a nadie como lo quería a él.

—¿Qué diablos le hiciste a mi hija? — pudo escuchar como Sirius se acercaba a pasos rápidos y sonoros, estaba molesto — ¡Te juro que si le hiciste daño te voy a matar, Perenelle! — sentencio el mayor para encuclillarse a la altura de la azabache —. Anir...cielo ¿Qué paso? ¿Por qué lloras?

—Yo no le hice nada, solo se dio cuenta de la realidad — se alejó a paso lentos, la decepción que sentía la menor la podría orillar a muchas cosas —, regresare a la mansión Flamel, Anirak, cielo, deberías de pensarlo, el compromiso puede continuar.

Y con esas últimas palabras camino lejos de ellos para ir a la chimenea y usar la red flu.

—Anirak ¿qué sucedió? — el azabache trato de apartar los brazos de su hija para poder ver que no estuviera herida —, se suponía que irías a Sortilegios Weasley ¿Alguna de esas comadrejas te hizo algo?

Cuando Sirius dijo eso el llanto de Anirak se volvió mayor y se aferró al cuello de su padre para llorar sobre su pecho.

—Nena — hablo con una voz calmada mientras acariciaba la espalda y cabello de la chica —, si no me dices que paso, no puedo ayudarte... ¿o no quieres hablar?

—No — murmuro entre sollozos.

—Está bien, Anir, tú me contaras lo que quieras cuando quieras.

Anirak no supo cuánto tiempo paso, pero su llanto continuo fue como si pasaran horas.

En esos momentos se odiaba, ella siempre sabia controlar un poco más sus emociones, pero ahora se encontraba llorando como si no hubiera mañana.

Se sentía tan vacía, tan rota, como si solo hubiera sido un juguete al cual desecharon de forma fácil y sin miramientos.




Abrió los ojos con pesadez, le dolían y estaba segura que los tenia hinchados por haber llorado tanto, se removió en la gran cama y juntando toda la fuerza que pudo se sentó.

Seguramente Sirius la traería hasta su habitación cuando se privó en el llanto.

Realmente no tenía ánimos de nada, solo quería quedarse ahí acostada por el resto de su vida sin tener que pensar en nada o en nadie.

Se puso de pie y tomo el pequeño reloj que estaba sobre el mueble junto a la cama, eran nueve y diez apenas le daría tiempo de hacer su maleta para irse de ahí.

Al volver a dejar el reloj se topó con unos portarretratos, pero especialmente una foto le llamo la atención, eran Fred y ella bailando.

La tristeza y el enojo se hizo presente, tomo el portarretratos y con fuerza lo lanzo contra la pared frente a ella.

—¡Te odio!

La garganta le ardía al igual que los ojos, se sentía seca por tanto llorar, pero aun así salieron unas cuantas pequeñas lagrimas que quito con el dorso de la mano, mientras un sollozo escapo de sus labios.

Trataba de concentrarse en otra cosa, comenzó a juntar la ropa que necesitaría, podía hacerlo con un hechizo, pero prefería entretenerse.

Tomo la pequeña bolsa que Sirius le dio y guardo desde ropa hasta objetos personales que necesitaría durante esos días.

Se cambió de ropa por algo más abrigador y una sudadera, para después ir al baño lavarse la cara tratando de bajar la hinchazón. Se maquillo de forma natural y recogió su rebelde cabello en una coleta alta.

Al terminar tomo su varita junto con la bolsa, viéndose por última vez en el espejo, estaba lista para irse a Francia.

Bajo rápidamente las escaleras para ir a la cocina donde escuchaba distintas voces, sin tocar antes entro topándose con Laetitia, Sirius, Dumbledore y Remus que parecían discutir sobre algo de los mortifagos.

—Hola — saludo y puso su mejor sonrisa.

—¿Lista, Anirak? — hablo el anciano y le dio una sonrisa tranquilizadora —, iras directamente al ministerio de magia francesa — ella asintió—, una vez ahí te dirigirás al departamento de seguridad mágica y preguntaras por Jerome Delacour, él te explicara todo lo demás ya está al tanto de que tú iras.

—De acuerdo — era extraño porque a pesar de antes estar emocionada ahora se sentía como si estuviera vacía — ¿Algo más que deba saber?

—Solo eso, querida, te cuidado y no dudes en pedir auxilio si algo se complica a cualquiera de la orden puedes pedirle ayuda.

—Sí, gracias.

La primera en despedirse fue su madre, la cual la abrazo y le dios varios besos en la mejilla diciéndole que tuviera mucho cuidado, e inclusive alcanzo a distinguir pequeñas lágrimas, le dijo cuan orgullosa estaba. Después se despidió Remus con un abrazo y le entrego dos grandes barras de chocolate para cuando tuviera hambre, recordándole que en cualquier momento que pidiera auxilio el iría.

—Anir — era Sirius que la veía con dulzura — ¿Segura que estas bien para ir?

—Todo bien papá — respondió con voz suave, esperaba que ni su mamá, Lupín o Dumbledore la hubieran visto llorar.

—Pero hace rato t...

—Ya estoy bien, solo fue un desliz mío — trataba de que su voz no se rompiera tras cada palabra que salía de sus labios —, si llega a aparecerse Fred no le digas donde estoy ¿de acuerdo?

—¿Tú y él están juntos?

—No, papá, y nunca lo estuvimos — abrazo al mayor —, en unos días estaré de vuelta —Sirius envolvió a su hija con fuerza para dejar un beso sobre el oscuro cabello —, no te metas en problemas y hazle caso a Dumbledore ¿De acuerdo?

—Tú también ten cuidado, no te pongas en riesgo — se alejó de ella y acaricio su cabello como si se tratara de una niña pequeña —, te quiero.

—Y yo a ti.

Se terminó de despedir para entrar a la chimenea, hizo un movimiento con la mano y desapareció en una gran llamarada verde.

Anirak soltó un suspiro al salir de laq chimenea mientras trataba de poner su mejor rostro, se sentía tan destruida y acabada. Su mente aun trataba de procesar todo de forma lenta, buscaba donde estuvo el error, en que momento Fred inicio a mentirle o si desde el inicio lo hacía.

Pero había otro lado de su cerebro que intentaba poner una barrera para reprimir ese recuerdo y los sentimientos que albergaba por el pelirrojo, era como un mecanismo de defensa para no dañarse más de lo que ya estaba.






Observo el gran pasillo, las paredes oscuras y grandes le daban un toque sombrío, sin esperar comenzó a caminar para buscar el departamento de seguridad mágica del ministerio de magia francesa.

Recorrió unos cuantos metros hasta que distinguió una enorme placa

"Departamento de Seguridad Mágica"

Se acercó al escritorio de la recepcionista, el trabajo en los ministerios siempre terminaba hasta tarde solía ser demasiado absorbente, una joven francesa de cabello rojizo.

Ese tono de cabello le trajo el recuerdo de Fred, agito levemente la cabeza para disipar cualquier recuerdo que tuviera de él, no era momento.

—Buenas noches —Saludo la chica en francés.

Anirak sonrió, agradecía por haber vivido algunos años en Francia y poder hablar perfectamente el idioma.

—Buenas tardes, soy Anirak Black y estoy buscando Delacour —trato de recordar el apellido que Dumbledore le dijo —, vengo en representación de Kingsley Shacklebolt.

—Sí, me informaron que vendría — hojeo unos pergaminos frente a ella—, el señor Delacour se encuentra en la tercera puerta de lado derecho.

—Perfecto, gracias.

La azabache siguió el camino que le indicaron, al llegar a la puerta de oscura madera la golpeó tres veces.

—¡Adelante! — escucho una voz varonil que hablaba en francés, resultaba demasiado atractiva.

Anirak entro para toparse con un hombre rubio que, y acaso sería unos tres años mayor que ella, de facciones marcada y varoniles.

—Buenas noches — el rubio se fijó en ella y pudo ver cómo los ojos azules tan profundos como el mar se oscurecían al verla —, te estaba esperando —señalo la silla frente a él —. Toma asiento.

—Siento la demora —Anirak le sonrió educadamente para tomar asiento —, Anirak Black —le extendió la mano —. Un gusto.

—El gusto es todo mío —una sonrisa coqueta adorno su rostro y tomo su mano para dejar un beso en el dorso de esta, un atisbo de sonrisa burlona adorno el rostro estoico de la Black—. Jerome Delacour, me alegra poder trabajar con una mujer tan guapa.

La Black solo sonreía, no le incomodaba que le dijeran eso, pero no tenía ánimos para aceptar el coqueto de alguien más que no fuera Fred Weasley.

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