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Prevención de resaca para adolescentes

Capítulo 21

Prevención de resaca para adolescentes

"Podríamos decirnso cualquier cosa,

Incluso darnos para siempre, un siempre no.

Pero ahora, frente a frente, aquí sentados,

Festejemos que la vida nos cruzó."

Andar conmigo; Julieta Venegas

(=˘ ³( ,,><,,) ~

No hay por qué insultar. Era de esperable que los efectos del alcohol en cada persona serían distinta. Eso era una obviedad.

No obstante, mandar a trece adolescentes a dormir, para que de ellos, doce despertasen dos horas después peor que en una borrachera, hizo que tanto el profesor Kim como miss Sharon determinaran que no podrían seguir con eso. Debían de regresar a Seúl.

En consecuencia, con la madrugada helada y una borrachera que estaba oscilando con la estupidez y la resaca, esperaron a que los trece chicos se durmieran de camino a Seúl.

—Creo que voy a vomitar.

—Detén el auto, Sharon- ¡Detén el auto!

La furgoneta se detuvo en una gasolinera, misma en la que se detuvieron de la ida, con la tienda de convivencia abierta. Se escuchó la profunda arcada de ChangBin en el interior, y los doce más los profesores escaparon del furgón hasta que ChangBin terminase de hacer... lo que sea que hacía.

—Voy a vomitar —expresó HyunJin, corriendo hacia los baños de la tienda.

—Es- ¡Espérame! —le gritó JeongIn, pero antes de siquiera alcanzar el paso, chocó con un tanque de gasolina.

El profesor Kim y Sharon bajaron igualmente, totalmente asqueados. Ellos eran quienes debían de hacerse cargo del furgón, y por la forma en la que ChangBin vomitaba, creyeron que demorarían un rato en poder salir de ahí.

En especial cuando el resto de los chicos se esparcieron de la gasolinera.

—¡No se vayan tan lejos! —ordenó el profesor Kim, al notar que algunos chicos cruzaban la carretera—. ¡No los quiero perdidos! ¡¿Me escucharon?! ¡¿Escucharon?!

—Que sí... —Sharon suspiró con lamento, frotándose la sien, a su vez que se apoyaba en la puerta del copiloto—. Y un carajo. ¿Qué demonios hicimos mal?

—Varias cosas. —El profesor Kim podría jurar que las entradas de su cabello estaban siendo más intensas—. Lo primero: aceptar la entrevista.

—Lo segundo: creerle a Hwei.

—Lo tercero: ir a una residencia de docentes y no estudiantes. Gracias a dios que no estaba nada de la maestra de Artes.

—Lo cuarto: tus incesantes ganas de ver a tu madre en el hospital. ¿No podías ordenar tus prioridades?

—La quinta: parar en la carretera. Nos dejamos llevar por el motel y la cama elástica.

—Pero te dije que era elástica, ¿eh? —Sharon codeó al profesor Kim, jocosa—. Tengo buenas habilidades.

—¿Referentes a qué?

—¡Ah!

Se apartaron enseguida del copiloto. Con la ventana baja, MinHo escuchaba toda la conversación.

—¡¿Qué haces aun acá?! —preguntó el profesor Kim, y carraspeó—. Disculpa- pensé que había bajado del furgón.

—«Bajado del furgón». No me produce asco el vómito —informó MinHo, y apuntó con su pulgar hacia atrás—. Y a las lesbianas de turno tampoco.

Mientras ChangBin intentaba retomar su compostura en la puerta del furgón, RyuJin y Lia se revolcaban en el último asiento.

El profesor Kim y Sharon se miraron, cansados, solo para escuchar el chiflido llamado de JiSung desde la entrada de la tienda de convivencia.

—¡La señorita dijo que podemos usar la manguera para lavar! —informó él—. ¡Está atrás!

—¿Puedes llevar el furgón, MinHo? —pidió el profesor Kim.

—«Puedes llevar el- llevar el furgón- el furgón».

MinHo aun estaba medio atontado. Despertar de la siesta en la que el profesor Kim y Sharon los obligaron a tomar fue la peor decisión, sintiendo que se encontraba sobrio, propiamente tal, pero incapaz de formar acciones coherentes. Era como si su mente tuviese sentido, y su cuerpo no.

Eso lo comprobó cuando, tras manejar el furgón, casi chocó con la bomba de bencina en dos ocasiones distintas. Lo positivo era que el profesor Kim lucía próximo y necesitado de querer morir, por lo que no lo regañó.

No obstante, mientras Yeji acompañaba a Chaeryeong y a Yuna en la tienda de convivencia, SeungMin llevaba a ChangBin hacia el baño, y HyunJin escapaba de JeongIn corriendo por la carretera, Chan decidió emprender una caminata donde lo alejara de la intensidad del resto de sus compañeros.

Porque, por dios, ¿no podían ser más irritantes? ¿Es que ninguno tenía pensamientos o actuares coherentes, en virtud de la supervivencia? Lucía como si solo Chan tuviese una planificación correcta sobre lo que debía o no hacer.

Por algo su madre lo crío de esa forma. Ah, entonces tenía sentido: el resto del grupo eran malcriados. No había cómo explicarlo, solo lo sabía por la manera tan disruptiva de actuar, de sus fenómenos activos de desastre, de estar buscando constantemente el peligro para destruir sus propias reputaciones.

Chan no debía de hacerse cargo de eso. No podía hacerse cargo de los demás cuando él se sostenía muy bien consigo mismo. Fingir una amistad enlazada o pasar un buen rato en circunstancias límites eran cosas que su madre le había enseñado. Él lo veía en ella, en esas reuniones sociales con más inversionistas, con más personas de poder. Podía trabajar desde la tranquilidad en su actuar y capaz de poder generar control aun cuando se creía que ella no lo tenía. Su poder de actuar, tan fuerte como intimidante, era el estándar que Chan tenía.

Sin embargo, cada actuar que tenía no era compensatorio. No llegaba a su nivel. No le llegaba ni a los talones. Ella fue capaz de abrirse en un espacio nuevo, con otro idioma y con otra modalidad de actuar; logró ser resplandeciente, ubicando el pequeño nicho de la escolaridad secundaria como un ligero paso adelante a lo que sería el mundo real.

Si es que la escuela era la entrada, ¿qué significaba el mundo real, y por qué Chan sentía que estaba viviendo demasiado en él?

Por supuesto que lo frustraba. No se encontraba cosa más patética que sentir que tu vida alcanza el peak en la escuela. Es solo un trámite como también lo ve el resto de Sevit.

Entonces, ¿por qué siente demasiado miedo al creer que así es el mundo real?

Era una pelea constante, tanto con el resto como consigo mismo. Chan creía que su capacidad de adaptarse lo llevaría a grandes lugares, pero ahora- ¿ahora? ¡Ni siquiera era capaz de mantener los pies en la tierra a raíz del nivel de borrachera que se llevó! Era digno del fracaso.

Del fracaso. Del odio. Del agobio. Su familia migrante, llegada a Corea del Sur tras dejar su origen en Australia, se enfrentaba a los primeros estragos de la disciplina real una vez que lo ingresaron al sistema escolar.

—No es nada nuevo —le consolaba su madre—. Esto ya lo viviste. Eres mejor que el resto. Esto solo es un paso para tu vida exitosa.

Vida exitosa, conocida como el ingreso en la carrera de Leyes en Harvard. Si es que la migración de Australia a Corea del Sur fue difícil, Chan esperaba que, a Estados Unidos, sería mucho más fácil. Más sencillo de adaptarse, porque sabría el idioma. Más sencillo para socializar, porque él conocería quienes serían sus amigos en virtud del perfil que entregaban en la escuela. Más sencillo para estudiar, porque no sentiría que existe una competencia tan fuerte como lo que puede entregar Chan.

Él se comía las competencias. Nadie era su rival.

Pero Han JiSung...

Ni siquiera quería designarlo como su rival, pero era imposible quitarle los ojos de encima. Estar siempre arriba de él lo enfermaba, tanto que le hacía caer consciencia de en qué posición se encontraba Chan y que, por la manera en la que JiSung se movía alrededor, es si es que su vida estaba destinada a poder ser caminada con normalidad.

Y no es que él piense mal, solo estaría mejor si desapareciera. Capaz podría morir- o, no tanto, tal vez solo algo le sucede a su madre y hace que JiSung tenga que largarse con urgencia a Europa para estar con ella. Tal vez así disfrutaría sus dieciocho con mejor ánimo, pudiendo reír si es que él estuviese en primer lugar, disfrutando todo lo que sus hermanos menores consumían en series y películas.

Porque son dieciocho años. Wow. ¿Cómo Chan llegó tan lejos? Los pensamientos de muerte eran recurrentes, pero él tenía aun tanto por entregar al resto del mundo que no podía morir. No todavía. Chan aun era magnífico, con un genial camino por detrás en donde ingresar a Harvard le haría justicia.

Justicia. Para estudiar sobre la justicia. Contemplar la justicia. Era justo que Chan ingresara a Harvard.

Aunque, ¿qué sería la justicia?

«Apoyo a la causa del Gobierno Provisional de la República de Corea emanado del Movimiento por la Independencia del 1° de marzo de 1919 y a los ideales democráticos del levantamiento de 19 de abril de 1960 contra la injusticia».

Aquello retrataba el preámbulo de la constitución de Corea del Sur. Chan hizo un ensayo sobre esa con algún político de turno respecto a la participación cívica en jóvenes. Chan estudiaba la política de Corea del Sur, de Australia, y de la basura gubernamental de Estados Unidos. Era justo que Chan ingresara a Harvard.

«Habiendo asumido la misión de una reforma democrática y de la unificación pacífica de nuestra patria, y decididos:

»A conciliar la unidad nacional con la justicia, el humanismo y el amor fraterno, así como a erradica todos los vicios sociales y la injusticia».

Aunque, si es que Chan lo recordaba bien, la palabra «justicia» no aparece seguido en la constitución coreana. Él se la sabía al derecho y al revés, y la palabra no estaba. Podía verla frente a sus ojos, leyéndola en aquella oficina con el político de turno, fingiendo la conversación más interesante para demostrar su mente letrada y el lenguaje complejo político-técnico, porque lo que te separaba de la gente normal a que alguien con clase, era el manejo de lenguaje político.

La política estaba hecha para los letrados, para los que la conocían. Más poder tenían las personas que las creaban antes que las que vivían. Más poder tuvo el que inventó el derecho a que quien exige ejercerlo. Era justo que Chan ingresara a Harvard.

Artículo 11 de la constitución, capítulo dos; de los derechos y deberes de los ciudadanos. Inciso dos.

«No se reconocerán ni se podrán establecer en forma alguna castas privilegiadas».

Chan tenía todo el derecho de estarlo, ¿o hasta dónde llegaba al ponderación de derecho? ¿Cuál se sobreponía al otro? ¿Cuál era el porcentaje más viable para una ciudadanía tranquila?

Estaba perdiendo la cabeza totalmente. Chan ni siquiera sentía que sus pies se encontraban secos por una humedad que le llegaba a la rodilla. Los derechos se escapaban en sus pies, enraizándose en el musgo irreconocible, solo para notar que, en mitad de su caminata, estaba en la mitad de un lago.

Alzó su cabeza. Miró a la izquierda. Miró a la derecha. Miró hacia atrás. La oscuridad de la noche no le dejó ver de dónde él caminaba, o hacia dónde se dirigía. No tenía sentido en el lugar qué estaba, o cuán lejos se encontraba de la carretera. Solo era el valle junto a ella, aquel con el pastizal tan alto que probablemente lo cubrió por completo en su momento.

Y, ahora, Chan se encontraba perdido.

Vaya gaje de la ironía, porque no solo era su cuerpo el que no tenía orientación.

¿Era justo que Chan ingresara a Harvard?

(=˘ ³( ,,><,,) ~

ChangBin se intentaba recomponer en la tienda de convivencia, recostada en dos sillas mientras temblaba. Chaeryeong, por su parte, tenía sus piernas apoyadas arriba del hombro de él, totalmente tranquila mientras comía de su Tteokbokki y cantaba con Yeji las canciones que colocaban en los parlantes.

From sprinkler splashes to fireplaces ashes – I waited ages to see you there —cantaban las dos, melancólicas—. I search the party of better bodies – just to learn that you never cared – you're on your own, kid – you always have been.

—Ugh... —murmuró ChangBin, adolorido.

Chaeryeong le pegó una patada. —Quieto, bestia. ¿No ves que casi derramo la salsa sobre mi chaleco?

ChangBin se incorporó, totalmente pálido y con nauseas multiplicadas ante el olor a comida. Yeji, silenciosa, le entregó de su vaso de cartón de té.

—Ni siquiera siento mi cara —dijo ChangBin—. ¿Es parte del alcohol?

—Probemos.

Esta vez, la patada de Chaeryeong se estrelló en la mejilla de ChangBin.

—¡Carajo!

—No, parece que no. Solo mutación congénita tuya.

Mientras, a las afueras, en la vacía carretera, HyunJin correteaba a Yuna con un sapo que encontró en el valle, seguido por JeongIn.

—¡Te va a comer! ¡Te va a comer!

—¡Quita, quita! —chilló Yuna, cada que HyunJin le acercaba el sapo—. ¡Agh! ¡Eso es asqueroso!

—Ni siquiera sé qué especie es. No te esponjes —dijo HyunJin, mientras acariciaba la cabecita del anfibio—. Me lo voy a quedar.

—Es una rana marrón —informó JeongIn, llegando a su lado—. Originaria de acá. No es venenosa, creo.

HyunJin solo se le quedó mirando, con sus labios presionados y hombros tensos.

—Seguro.

En la orilla de la carretera, por otra parte, Felix incitaba a SeungMin jugar con su celular para detener su llanto.

It's only PUGB, you have to download it to your phone and then we play.

—Ni siquiera tengo espacio en el almacenamiento de mi celular como para jugar —sollozó SeungMin mientras se tapaba el rostro. Felix, cansado, le quitó las manos para colocarle su propio teléfono—. Ugh. ¿Cómo dices que se llama?

—PUGB.

SeungMin le entregó su celular a Felix para, entre lágrimas, negar—No. No quiero. No quiero.

What about Minecraft? —Felix aun hablaba con su lengua a rastras, y SeungMin se felicitaba a él mismo por poder entender cada una de sus palabras sin hacerle caso al pensamiento intrusivo de que Felix era un extraterrestre a la par que sollozaba—. No, wait, I saw on TikTok a compilation of mobile video games to play in groups and in pairs - do you know Backrooms?

SeungMin se le quedó mirando un instante antes de, con más dramatismo, se derrumbase sobre el regazo de Felix para hipear. —¡¿Por qué eres tan raro, Felix?!

No, you won't-

—¿No tienes otros amigos? —SeungMin sorbió sus mocos—. ¡Yo tampoco tengo más amigos!

Felix apuntó hacia la tienda de convivencia, donde, cerca de la entrada, el profesor Kim con miss Sharon y JiSung limpiaban la furgoneta.

—Chicas, por favor. —El profesor Kim ni siquiera tenía palabras para explicar su cansancio—. Tenemos que lavar el tapiz.

Se escuchó el peor chasqueo de labios alguna vez escuchado, y a RyuJin pronunciar.

—Pueden sacarlo. No nos iremos.

Antes de que el profesor Kim dijera algo más, Sharon le quitó la manguera de las manos, se subió al furgón, y las mojó hasta el asiento de atrás.

—¡Que se bajen!

RyuJin y Lia bajaron del furgón, totalmente empapadas.

—Esto es homofobia —acusó RyuJin—. Lesbofobia. Fobia total.

—¡Ah! ¡Unas lesbianas! —Sharon las mojó una vez más.

Finalmente, MinHo dormitaba sobre el manubrio del furgón. Era el único legítimo dentro del club que sabía conducir, por lo que mantenerse a cargo era algo ridículamente cansador. Además, estaba muerto de frío; su cabeza martilleaba con fuerza, a la par que su bilis subía y bajaba por su garganta con suma lentitud. No sabía cómo es que Chaeryeong comía algo cuando MinHo creía que vomitaría todo enseguida.

¡O por qué el resto se movía! ¡¿Es que ninguno estaba con resaca?!

—Hey.

MinHo miró con lentitud, aun apoyado en el manubrio. JiSung le saludó, sin describir si es que estaba nervioso o igualmente emborrachado. Estaba solo con su camiseta sucia, los parches de lidocaína sueltos, y demasiado despeinado como para alguien que llevaba una permanente.

Sin querer enfrentarlo, MinHo subió la ventana.

—¡Oye!

Solo contaron tres minutos de forcejeo antes de que JiSung abriese la puerta del piloto, cansado. MinHo, aun más somnoliento, estiró sus brazos hacia adelante al igual que gemía de aburrimiento.

—¿Qué quieres...? —lloriqueó—. Tengo sueño. Déjame.

—Muévete, mejor. Eres un peligro en ese estado- en el estado ese para andar de piloto.

MinHo refunfuñó la repetición, y se deslizó hacia el asiento de copiloto. JiSung, por alguna razón, subió al piloto y cerró la puerta.

—Ni siquiera tiene sentido —MinHo murmuró, apoyado en el marco de la ventana de copiloto—. No sabes ni- ni siquiera manejas tú.

JiSung lucía ser consciente de eso, porque miraba con ojos grandes a sus manos sobre el manubrio. Parecía que en cualquier momento encendería el furgón y saldría pintado por la carretera.

Y MinHo, por su parte, podía hacerse una idea de por qué JiSung actuaba de esa manera. Su estómago se anudaba con ansiedad, junto con el impedimento de sostener la vista por demasiado tiempo en JiSung. MinHo quería borrar cada pedazo de su mente aquella situación en el baño.

—Lo que pasó... —comenzó JiSung.

—«Pasó» Ay, no —MinHo se reacomodó más en el asiento—. Por favor, no.

—Es que, no quiero que se malinterprete.

—«Malinterprete». Fue una estupidez. No sobrepienses harto- tanto —se corrigió—. Pasaron muchas cosas locas. Un chupetón ni siquiera es la- no fue lo más raro que sucedió.

—Pero me sucedió a mí —apuntó JiSung, a punto de hiperventilar—. Además..., hay que elaborar hechos por contexto. Estar rodeado de más gente, en un ambiente destinado a las bromas- habría entendedido, o sea, habría sido lógico. Claro, como las beses que nos piden que nos besemos... —murmuró lo último. Antes de que MinHo repitiera, JiSung continuó, esta vez viéndolo—. Pero estábamos- era un baño. Un baño pequeño. Sucio baño. Los dos solos. Claro que lo malinterpreto.

—«Claro que lo malinterpreto» —MinHo no podía evitar sentir cómo sus orejas estaban hirviendo de la vergüenza, su estómago caía hacia sus pies, y unas inmensas ganas de esconderse en ese instante lo estaban sofocando. «Yeji, Santa Yeji, aparece», la invocó—. Pues ese es problema tuyo, más que mío.

—Es que- es que yo no te veo de esa manera.

—«No te veo de esa manera» Genial. Yo tampoco.

—¿Cómo? Me hiciste un... en un baño... Los dos- solos. No hubo presión —JiSung parecía insistir buscar la causa o justificación de la situación—. Tú estabas ahí- y- y- y yo acá. Y yo me había- me caí del porche. Me revisaste y...

JiSung colocó su mano en su pecho, donde la marca estaba asomada. En agradecimiento de la camiseta poder taparla, lo que dejaba la mente de JiSung maquinear aun más teorías.

—¿Por qué? ¿P-por qué? No quiero que- digo, sí, me agradas. Eres un buen amigo. Me gus- me gusta escuchar música contigo y tomarte el pelo. Y tu ramye-ramyeón es delicioso —continuó—. Pero yo no- no te veo de esa otra forma, ¿entiendes? La otra —hizo hincapié con su cabeza—. Yo-

—¡¿La otra?! —MinHo ya estaba frustrado de la inoperancia e intensidad de JiSung. Se removió el cabello, abrumado—. ¡No me gustas! ¡Me das igual! ¡Deja de pensar que eres único o algo así!

—¡P-pero! ¡Me hiciste un-

—«Me hiciste un-» ¡También besé a Felix! ¡¿Lo ves a él preguntándome que qué somos, como si fuera un ingenuo?! ¡No! ¡Madura, JiSung!

—¡P-pero dime! ¡Necesito una explicación!

—«Explicación» mis bolas. Ya te di el argumento. Tómalo o déjalo. —MinHo lo terminó por tomar del cuello de su camisa, que a estas alturas tenía todo el cuello extendido, y lo acercó con seriedad—. No me gustas. No estoy interesado en ti. No podrías importarme menos. Tengo estándares más altos de lo que eres tú, y por supuesto que si no me veo en una relación romántica, mucho menos me veré en una contigo.

JiSung tragó, duro, y asintió en reiteradas ocasiones.

—Okey. Okey. Te creo.

—«Te creo». Bueno, ¿y a quién más lo harás? —MinHo soltó a JiSung con brusquedad y se volvió a recostar en el asiento de copiloto—. Y espero que dejes esto entre los dos. No quiero ser la burla para el resto solo por un malentendido tuyo.

Aquello fue la gota que rebalsó el vaso, o eso pensó MinHo tras ver a JiSung tomar aire y, mientras se colocaba rojo, le gritaba:

—¡No fue un malentendido! ¡Yo sé lo que pasó! ¡Estuve ahí!

—¡«Estuve ahí»! ¡Pues obvio, si te lo hice a ti!

—¡Dame una explicación!

—¡«Explicación» mis bolas! JiSung —volvió a llamarle—. ¿Quieres seguir indagando en el tema? ¿Que enumere cada cosa que me desagrada de ti? ¿O darte una falsa confesión de amor para que tengas el ego tranquilo y me rechaces?

JiSung abrió la boca, atemorizado. —Yo-

—«Yo». Ya me dijiste suficiente. Me puedo agarrar a besos con cualquiera y eso no significa que les daré el mundo entero. No te preocupes, que sé también que jamás bajarías tu estándar por mí.

Una pérdida de tiempo sería eso. JiSung tenía estándares bien altos- como lo era Lee SooJin, una chica que viajaban por el mundo, publicando ensayos y realizando investigaciones con perspectivas de género. MinHo ni siquiera sabía diferenciar la izquierda de la derecha. ¿Por qué JiSung debería de bajar su estándar para alguien como él?

Y, sumado a eso, ¿qué le importaba a MinHo la opinión? MinHo era quien era, y eso estaba bien.

No tenía por qué deprimirse. A MinHo no le gustaba JiSung.

Después de un silencio, JiSung contestó:

—Yo no tengo estándar.

MinHo casi se quedaba dormido en la mitad de la conversación. —¿Ah?

—No tengo estándar —repitió JiSung—. Así que, no puedo bajarlos por ti.

—«Bajarlos por ti». Claro que tienes estándar. Si no, estarías revolcándote con cualquiera.

—Entonces, tú no pareces tener uno.

MinHo se atragantó de la sorpresa. ¿Acaso él...?

—«Tú no pareces tener uno...» —repitió, lento—. ¿Me sacas en cara mi beso con Felix?

—¿Qué? ¡No! —JiSung alzó sus manos—. ¡Solo replanteo tus palabras!

—«Tus palabras». Qué descaro tienes, Han JiSung, por decirme eso cuando recién me estabas diciendo que no estabas interesado en mí. ¿Qué te importa que me haya agarrado a besos con Felix? ¿O si fuera un cualquiera...?

—Es que-

—... Además, ese fue mi primer beso.

A MinHo le habría gustado saber qué era lo que JiSung pensaba en ese instante, porque lucía no haber esperado aquella confesión.

—¿Nunca besaste a nadie antes? —preguntó JiSung.

—«Nunca besaste a nadie antes» —repitió, sin saber cómo sentirse al respecto—. No tenía el interés, sinceramente. Salvo a que...

«Bueno, ¿cómo decirlo? Si Yeji no nos hubiese interrumpido, habría sido probable que nosotros...»

¿Cómo MinHo sería capaz de decirle eso? Estaba fuera de él, claro que no podía controlarlo. Que su cuerpo haya estado incendiándose en aquel baño, junto con la búsqueda de un contacto de índole sexual- claro que parecería haber todo llevado a aquella dirección.

Y como JiSung parecía no tener tacto, insistió:

—¿Salvo qué?

—«Salvo qué».

—¿Qué salvas?

—«Salvas» qué.

—MinHo. —JiSung se atrevió a detener el bucle.

El corazón de MinHo estaba demasiado acelerado, aun con la pena de querer esconderse debajo del furgón. Podía escucha las lejanas voces del profesor Kim y miss Sharon hablando sobre que el suelo del furgón no se secaría hasta horas más tarde, junto con los gritos de Yuna por escapar de lo que sea que HyunJin la atormentaba y los sollozos de SeungMin.

La forma en la que JiSung lucía que algo se estaba saldando ahí para dejar a MinHo vulnerable era algo que no permitía. Si es que MinHo era alguien sentimental, no significaba que era débil.

Además, JiSung cometió tantos errores como él.

—¿Qué me sacas en cara? —interpeló MinHo, y se cruzó de brazos para fingir estar dormido—. Fuiste tú quien me desabrochó el pantalón.

JiSung abrió la boca, impactado por la declaración. Si es que JiSung querría sonar como alguien más egocéntrico en comparación a lo que se merecía, MinHo le daría su gran dosis de humildad.

Sin embargo, antes de que pudieran continuar con la discusión, el profesor Kim comenzó a gritar:

—¡Reúnanse! ¡Reúnanse! ¡Que ya nos vamos!

El vaho acompañaba a cada uno aquella madrugada, y de forma paulatina incrementaron los tiritones. Demasiado hacía el frío en la carretera, para una noche simple de mayo.

De a poco se comenzaron a reunir. SeungMin sollozaba a la par que Felix le intentaba explicar el juego Among Us, a la par que HyunJin hacía gritar a todos con el nuevo sapo que se llevaba para Sevit.

—Ay, mira, tu madre —Chaeryeong insultó a ChangBin.

—¡No hablarás de mi madre así!

—¡Yo hablo de tu madre como yo quiero!

—A ver, dos- cuatro- seis... —Miss Sharon comenzó a contar las cabezas del grupo—. Doce, trece, catorce. Me falta un polluelo.

—¿Quién? —preguntó Felix.

—Bang Chan.

—No es relevante. —Y recibió un golpe en la cabeza.

El grupo terminó por suspirar con lástima, a la par que el profesor Kim cerraba sus ojos a punto de conciliar su sueño.

—Que alguien lo llame, por favor —pidió el profesor Kim—. No podemos llegar cuando el conserje esté presente. Nos castigarán a todos.

ChangBin comenzó a comunicarse con él, tiritando de la fiebre y con un poco de vómito en su camisa. Esperó cuarenta segundos de llamado mientras el resto del club se subía al furgón y se quejaba de lo mojado que estaba.

—No responde —informó ChangBin—. Que lo llame alguien más.

—No va a contestar, pedazo de mamífero subdesarrollado —dijo Chaeryeong, sobre el furgón—. Dejó su celular acá.

Agh —soltó Yuna—. ¿Por qué no llamamos a la policía?

—¿A la policía? —preguntó Sharon—. ¿Me quieres mandar presa? Hagamos cordadas y busquémoslo.

El chasqueo de labios asqueroso se repitió en el ambiente. Lia tapó la boca de RyuJin para poder contestar.

—No tiene por qué tomárselo personal. La policía viene a buscarlo y nosotros nos regresamos a Sevit. Dejamos al profesor Kim como centinela —ideó ella, antes de volver a besar a RyuJin.

—Además —concordante del mal plan, agregó JeongIn—. Nos van a suspender si es que nos ven en Sevit llegar en este estado.

—¿No están un poco preocupados porque su amigo se perdió? —preguntó el profesor Kim.

—Es Christopher, profesor —concedió Yuna—. Él no es amigo de nadie. Por eso hay que llamar a la policía.

—Igual... —MinHo, desde la ventana del copiloto, agregó—, no hay que ser amigo íntimo como para buscarlo. Digo- es persona desaparecida. Tal vez termine en el mismo lugar donde los padres de Lia esconden los cadáveres de desertores norcoreanos —apeló MinHo, logrando que Lia se separase de RyuJin una vez más, con un rostro de horror—. O eso me imagino yo. Como mínimo un interés deben tener de él si es que su madre les dio soborno a cada uno de sus padres.

—¿Sobornos? —preguntó JeongIn—. Mi madre jamás aceptaría un soborno.

—Mi padre tampoco —siguió ChangBin.

SeungMin sollozó. —El mío sí...

—¿Saben qué? —Sharon graznó en frustración—. Hagan lo que quieran. Llamen un taxi si es que se quieren largar. El resto —habló hacia el grupo—, separemos en cordadas. Aquí todos ayudamos entre todos.

—Pero es injusto que-

—Muchas son cosas injustas —interrumpió el profesor Kim—, por eso les damos la oportunidad de que vayan a Sevit cuanto antes para estar más seguros. No los vamos a discriminar-

—¡Cobardes! —MinHo les gritó.

—Bueno, ¿y a ti qué te da por buscarlo? —JeongIn se acercó a él—. No paran de pelear en el dormitorio. Él te humilló por completo. Lo repeles. Desearías que él esté muerto-

—¡Chicos! —detuvo el profesor Kim la pelea, con un llamado de enojo que hizo al resto encogerse—. ¡Busquen! ¡Ahora!

Se coordinaron las cordadas de búsqueda, separándose en duplas y tríos. Como MinHo era el único que sabía manejar, quedó en espera del furgón.

—¿Y tú? —preguntó MinHo a JiSung, quien seguía sentado en el piloto—. ¿Por qué no fuiste tú, también?

—Ya son varios los que buscan a Chan —justificó JiSung.

—«Los que buscan a Chan», ¿y por eso te ganas tú, separado al resto, para...?

Pero MinHo calló, lento. JiSung le entregaba una sonrisa de labios apretados, incómodo. Los parches en sus muñecas continuaban ahí, apoyados en el manubrio al no saber dónde más colocar sus manos.

Aunque MinHo fuese bueno para juzgar, ¿por qué entraría en discusión ahora? Era como si todo el sentido de justiciero se hubiese drenado con él a su lado, dejando a MinHo en una posición bastante hipócrita si es que alguien más lo juzgaba.

Por lo que, fue bueno que JiSung respondiera.

—Yo soy bueno para separar las cosas, y decidido. A veces no me interesa la gente en general, y otras veces no me interesan cuando me hacen daño.

—«Cuando me hacen daño». ¿Cómo fue que Chan te agarró?

JiSung negó. —No quiero hablar de eso.

—«De eso». Ah...

Volvieron a quedarse callados, pareciendo incómodos. JiSung soltó un suspiro, encendió el furgón lo suficiente como para que la calefacción y la radio funcionaran, y comenzó a sintonizarla.

—No quiero porque probablemente me ponga a llorar —elaboró JiSung—. Y ya han sido demasiados sentimientos durante la noche.

—«Durante la noche». ¿En serio uno siente lo suficiente?

—¿Es insuficiente?

—«Es insuficiente» a veces. Sentir no te hace daño. Por eso actuamos, en realidad, porque sentimos —reflexionó MinHo; subió la ventana del copiloto y apoyó su cabeza—. Si fuesen acciones sin sentir, entonces serían también sinsentido.

—Ah- ¿en serio hiciste una prosa?

—«Una prosa». Igual como que le pego a la poesía, ¿no?

—No, para nada.

—«Para nada». Bueno... Hay cosas que te pueden ser sensible —reconoció MinHo—, pero- igual, si te gustaría hablarme de eso..., no porque quieras- digo, qué me importa cómo te sientes. Pero, quiero decir- me llama la atención tu reacción a la situación —confesó, finalmente—. Este daño o estrés post-traumático como lo llamas tú, me llama la atención porque- puedo imaginarme lo peor, la verdad.

—No, no te preocupes- o sea, no es que sea lo peor. Lo dije borracho, hombre. Solo lo digo para darme importancia.

—«Importancia». ¿El primer lugar busca darse importancia? Ironía.

—Calla.

—«Calla». ¿Vas a dejarla en alguna radio?

—Busco una canción buena.

—«Una canción buena». ¡Esa es buena!

—¡No me gusta George Michael!

—«George Michael» Dices que te gustan las baladas, pero no el rey de las baladas. ¡Déjala ahí!

—¡Okey! ¡Okey...!

But I know that you're sad – and I know I'll make you happy – with the one thing that you never had – baby, I'm your man~

—No pensé que te gustaban las baladas.

—«Baladas». Esto no es una balada- además, ¡es George Michael! If you're gonna do I, do it right – right, do it with me~

(=˘ ³( ,,><,,) ~

Chan sentía el fuerte pesar desde su espalda, con un golpe que le hacía traer en la realidad en el instante en que sus pulmones se llenaron de agua y predijo la muerte.

Sacó la cabeza de la superficie de aquel lago, con una gran bocanada de aire antes de dejarse llevar por el peso de su ropa hasta el fondo, lo cual no eran más de cinco centímetros de tapadura completa que le permitía volver a respirar si tan solo caminaba de regreso a la orilla.

No tenía muchas ganas de querer hacerlo, sinceramente.

Era el frío quien lo trajo a la vida, posicionándolo en el fuerte pesar. Si es que apelaba a la justicia, no tenía nada por qué sentir si es que su sensación era lo justo.

Su cuerpo tiritaba de frío, acompañados por la neblina y la fuerte humedad. Su cabello perdió todo rastro de gel, por lo que podía ver los rizos caer sobre su frente. Su nariz aun dolía por el golpe que se dio al salir del jacuzzi. Se sentía moralmente sin corazón.

—¿Por qué estás acá?

Chan sacó una vez más la cabeza del agua. Era sutil la mirada que tenía hacia la orilla del lago, donde el pastizal y la neblina lo cubría. SeungMin estaba ahí, con su nariz roja, abrazado a su chaqueta de béisbol.

—¿Qué pasó? —preguntó Chan.

—Te buscan porque desapareciste.

—¿Y lloraste por eso?

SeungMin sorbió sus mocos, y negó. —No vales la pena... Para nada vales la pena.

A Chan le dificultó salir del lago, con la ropa tan pensada que le hizo tropezar. SeungMin no lo ayudó, solo lo veía con cuidado desde su lado, pareciendo igual de favorable de poder presenciar cómo es que Chan se ahogaba.

Claro que a SeungMin le gustaría verlo así, imaginaba Chan. Él se dedicaba a hacer daño a quienes no le correspondían. Chan tenía un alto nivel de maldad como para poder maltratarlo de esa forma.

—¿Y qué? ¿Tú sí? —preguntó Chan—. Sigues con vida, pareciera que-

—Sí, sigo con vida —interrumpió—, ignoro por completo que me quisiste muerto.

—No te quise muerto.

—Tú mismo se lo dijiste a JiSung. Soy un eslabón débil, por eso fuiste hacia mí en contra de él, porque eres tan absurdo e inútil que no puedes ir- ah, no puedes ir contra él —meditó SeungMin—. No tienes la valentía.

—¿Eres tú el correcto para hablar de valentía?

—Por supuesto, porque yo no la tengo. Lo que significa que nos hace parecidos, Chan —SeungMin le alzó el mentón—. Llamando la atención de todos desapareciendo, creyendo que estás muerto, solo para buscar algún signo de preocupación de los demás desde un punto de vista forzoso. Nadie te buscaría por cuenta propia.

—Deja de ilusiones —Chan volvió a caminar hacia él—. Soy más importante que tú. Tengo más valor que tú. Tengo un hogar donde sí me esperan al llegar.

—Estamos en la misma jodida institución. Ninguno sobresale del otro-

—¿Cómo no? Yo estaré en segundo lugar, pero tú en cuarto. No es a mí a quién azotarán su espalda una vez que regrese a la escuela.

—¿Por qué no puedes tener un poco de sensibilidad? ¿O simplemente desinterés por el resto? —pidió SeungMin—. ¿Por qué te deben de importar tanto los demás?

—No me importan los demás.

—Entonces, ¿por qué me hiciste eso? ¿Por qué quisiste perjudicarme?

—¡¿Perjudicarte?! —Chan sonrió, sarcástico—. ¡No puedes importarme menos!

—¡¿Y por qué me hiciste eso?!

—¡Que no eres tú quien importas, carajo! ¡Tú solo le importas a una persona, nada más! ¡No puedes ser menos inservible en mi vida como para-

De forma sorpresiva, el furgón con el cual ellos viajaron apareció en el valle, chocando con todo el pastizal hasta pegar un fuerte frenazo. SeungMin y Chan debieron de retroceder con rapidez hacia el lago para no ser atropellados.

Dos minutos antes, MinHo enseñaba a JiSung a manejar.

—Y con el pedal de acá, el embrague, tú usas la palanca de cambio —explicó MinHo—. Primera, segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta. Entonces, de a poco, comienzas a acelerar...

El furgón se movía despacio en el estacionamiento, con los brazos de JiSung temblando en total ansiedad.

—¿Y si chocamos con un tanque?

—«Con un tanque» No lo harás. Mira, frena como te enseñé.

El frenazo fue brusco, pero MinHo sonrió con orgullo.

—¡Ves! Manejar es sencillo.

—No quiero tomar el manubrio nunca más.

—«Nunca más». Ah- por favor, deja el dramatismo. Ya estás en edad tanto de merecer como para manejar.

—¿Manejar? —JiSung lanzó una risa sardónica—. ¡¿Quién, a los dieciocho, maneja?!

El chasquido de labios sonó, junto con la mirada juzgona de RyuJin y Lia desde el final del asiento del furgón.

—¿No sabes manejar? —preguntó RyuJin.

—A mí me enseñaron a manejar distintos transportes a los quince años por precaución —contó Lia, igual de sorprendida—. Eres un inútil, JiSung.

RyuJin le acarició el rostro a la chica. —Eres tan inteligente, preciosa.

—Okey, no sé manejar —aceptó JiSung, dirigiéndose a MinHo—. No tengo por qué. Tengo chofer.

—«Tengo chofer». No sabes manejar si usar el transporte público. Eres un niñato débil de la naturaleza —se burló MinHo, sonriente—. Ah~, y lo mejor- yo estoy tomando tu primera vez.

El furgón avanzó y frenó de forma abrupta, sacudiendo a todos en el interior.

—¡¿Puedes dejar de bromear con eso?! —le pidió JiSung—. ¡Eres insensible!

—«Insensible». ¿Por qué? Si yo no te intereso —continuó—. No deberías de ponerte nervioso, Hanji. ¿O no podemos siquiera dar apodos? ¿Cómo me llamaste tú? Linoring~

MinHo parecía saborear cada una de las palabras de su insulto, lo que hizo que JiSung presionara el embriague y moviera la palanca de cambio.

—Eres irresponsable y un grosero. Te odio —espetó JiSung.

MinHo, para seguir molestándolo, se aproximó y le apretó el lóbulo. La oreja, sonrojada por la intervención, hinchó aun más ante el grito que JiSung pegó.

—¡Hijo de-

Accidentalmente, JiSung apretó el acelerador. El furgón se movió con violencia hacia adelante, tanta la velocidad que ellos quedaron pegados en el asiento y las dos chicas del fondo cayeron del suyo. Los gritos y los insultos aparecieron cuando el furgón se salió de la carretera y llegó al valle.

JiSung gritó del pánico, y MinHo se estiró para manejar el manubrio mientras que JiSung se tapaba los ojos.

—¡Frena! ¡Frena!

—¡¿Cómo?!

MinHo jaló el freno de mano, y todos salieron golpeados hacia adelante.

RyuJin y Lia chillaron en el interior, en especial cuando divisaron a SeungMin y Chan correr hacia el furgón con el mismo susto. MinHo, quien había caído por el freno, divisó el entorno y constató los daños; JiSung, por otro lado, había estrellado su frente en el manubrio, por lo que se fregaba con sumo dolor.

—Ah... —JiSung suspiró, atemorizado—. Eso fue...

Pero MinHo ni siquiera quiso tomar en consideración los insultos de RyuJin y Lia, porque él solo se descargó de las grandes carcajadas.

—¡Eres un estúpido! —carcajeó MinHo, y terminó por abrazar a JiSung por los hombros—. ¡Un estúpido! ¡Ay!

JiSung ni siquiera lucía entender la gracia de la situación, pero no pudo evitar ceder al chiste de MinHo. Sus hombros hicieron sacudir el brazo que MinHo lo tenía rodeado, solo para continuar con las grandes carcajadas de hilarante, asombrado.

—¡Hey! —RyuJin se asomó por la ventana—. ¡Es Bang Chan!

El profesor Kim apareció tres minutos después, totalmente asustado y en pánico. MinHo nunca lo había visto tan furioso, como tampoco lanzar alguna maldición malsonante. El regaño que recibió fue tremendo junto a JiSung, y ordenó que los dos se bajaran mientras él hacía retornar el furgón a la carretera.

Estaba helado, la situación continuaba sintiéndose graciosa, pero a medida que el furgón avanzaba y el resto caminaba hacia la carretera, MinHo se dio cuenta que Chan estaba empapado.

Empapado, mojado. Probablemente se metió al lago que se veía. Era tan impresionante la forma en la que Chan no lucía interesado en el resto que, en su garganta presionada, debió de preguntarle:

—¿Qué demonios te pasó? —burló MinHo—. ¿Quisiste hacer un espectáculo?

Chan no siguió la corriente, solo siguió con la caminata. Cuando MinHo notó que no le contestaría, agregó:

—¿Por qué te das importancia? ¿O es que te deprimió que quedara en primer lugar en el examen de Ética y Filosofía? ¿Qué te pasó, man? ¿Qué te deprime?

—¿Puedes callarte? —pidió Chan.

—«¿Puedes callarte?» ¿Por qué te das importancia? ¿Qué demonios fue eso? ¿Querías ver si es que le importabas a alguien como para ir a buscarte? Y te quedarás loco cuando te diga-

Chan se detuvo para increpar a MinHo, con acelerados y pesados pasos yendo hacia él.

—Cállate- por favor, cállate. Eres irritante. Eres una plasta. Por favor, cállate —reiteró Chan, enfurecido—. No puedes ser más una carga y una plasta. ¿Qué quieres? ¿Qué te golpee? ¡¿Qué quieres?!

—«¿Qué quieres?» Uy —impasible, MinHo se encogió de hombros—. ¿Ya no te puedo tomar el pelo? Me hiciste la vida imposible en su momento. Es lo que me debes.

—¡¿Te debo?! —Chan se sentía incrédulo. ¿Es que todos estaban sacándole las cosas en cara?—. ¡Discúlpame! ¡¿Acaso no hay nada normal en que me estés acosando ahora?! ¡¿Quieres apelar a la justicia o denunciarme?! ¡Te destruiré!

—«¡Te destruiré!» ¡Carajo! —soltó MinHo, impresionado—. ¡Ni siquiera esperabas a que estuvieras tan perseguido! Por dios- tomate un tapsin o qué se yo. Sé inyectar clonazepam a la vena si es que necesitas-

Chan terminó por agarrar a MinHo por el cuello de su polerón. La pesadez del cuerpo a causa de la ropa empapada le dificultó moverse, pero nada impediría de poder saciar su frustración. MinHo enfurecía a Chan.

—¡¿Puedes callarte, pedazo de retrasado?! —le gritó Chan—. ¡¿Qué tan orgulloso puedes estar por una jodida y mediocre calificación?! ¡A ti era de quien se burlaban porque no eres capaz de leer una oración en voz alta sin tartamudear como imbécil! ¡No eres capaz de entender un jodido libro por lo imbécil que eres! ¡¿Qué te crees creyendo que eres mejor que yo?!

MinHo se aferró a las manos de Chan. —«Mejor que yo». ¡¿Y tú qué te tomas todo tan personal?! ¡Hombre, eres un jodido sensible!

—¡Todo el día picándome los huevos solo porque les parece divertido! —Chan lo zamarreó—. ¡¿Eso pediste?! ¡¿Por eso el grupo me tortura y me hace preguntas estúpidas?! ¡¿Esa fue la alianza que hiciste con Han JiSung?! ¡Eres un jodido infeliz!

—«¡Infeliz» —MinHo tuvo que volver a agrrar con igual de fuerza las manos de Chan—. ¡Cálmate!

La fuerza de Chan hizo que MinHo cayera al suelo, dejándolo completamente asustado.

—¡¿Qué?! ¡¿JiSung te mandó?! ¡Vi a ese imbécil con tus parches! ¡¿Le cubres la espalda?! ¡¿Le chupas el pene?! ¡Él hará lo que sea como para destruirte también, MinHo! ¡No eres especial!

—«¡Especial!» —MinHo estaba en pánico, asustado por el descontrol—. ¡¿Qué jodida mierda te pasa?!

Chan tenía sus ojos abiertos, totalmente enloquecido. La forma en la que zamarreaba no era natural, pareciendo estacar su llanto en su garganta.

—¡Eres un estúpido, MinHo! ¡Un retrasado que se merece su último lugar porque no puedes pensar! —insistió Chan—. ¡Nadie te quiere de verdad! ¡Nadie te aprecia de verdad! ¡Eres una jodida basura!

Y el terror, finalmente, se convirtió en lástima. Chan lo zarandeaba fuerte, que su espalda era capaz de golpearse reiteradas veces en el suelo mugroso. Las gotas del cabello de Chan le cayó en la cara, tal como prontamente sería sus lágrimas. Chan estaba tan absorto de sus palabras que ni siquiera lucía racional.

—«Jodida basura...» —murmuró MinHo—. ¿Por qué me odias?

—¡¿Ah?! —Chan creyó que le tomaba el pelo—. ¡¿Y aun así tienes el descaro de- de preguntar...?!

—«El descaro de preguntar» —MinHo tomó a Chan de las muñecas—. JiSung es el primer lugar. Él debería ser tu enemigo y- y lo dañaste. Pero, ¿era necesario conmigo? ¿Fingir ser mi amigo para luego traicionarme? ¿Qué sacabas con haciéndome daño si yo no valgo nada?

MinHo se zafó de Chan, y se sentó en el suelo.

—No era necesario jugar a la amistad- en especial porque sé que no fue un juego. Tú me querías, Christopher, como yo te quise e incluso más, porque hice tantas cosas por ti y tú por mí que teníamos eso: una amistad. No había razón para odiarme.

—¡Cállate!

—«¡Cállate!» —le ordenó MinHo—. ¡Tú eres quien debe callarse! ¡Tú eres el que siempre habla, siempre actúa, y no le importan los demás! ¡Tú odias a JiSung! —le gritó—. ¡¿Por qué me hiciste daño a mí, entonces?! ¡¿Sabes por qué?!

Chan se iba a abalanzar de nuevo, pero MinHo lo golpeó en el pecho.

—¡Yo te digo por qué! —finalmente, MinHo se levantó—. Y es porque yo era el único amigo que te quedaba con vida.

MinHo esperaba el puñetazo, el cual anhelaba ya que, si es que aun tenía alcohol en su sistema, no le dolería tanto. Chan tenía el puño pesado.

Sin embargo, el golpe nunca vino, porque incluso MinHo parecía más arrepentido de sus propias palabras que de las acciones que Chan cometió antes.

El frío los acompañaba, junto con la presión del frío de la relación de ambos. MinHo estuvo buscando frío toda la noche cuando era Chan quien lo poseía dentro de su corazón, tan lastimero que ni siquiera completaba el pensamiento de redención.

Y era una duda que dejó al aire, que MinHo no se planteó con totalidad hasta que vio a Chan retornar su camino hacia la carretera. Ya se escuchaban los gritos de los demás llamándolos, pero MinHo tenía su mente en el valle, mientras que Chan lo tenía en el fondo del lago.

Una vez que regresaron al furgón, el grupo estaba n espera. Miss Sharon anunció que conduciría, y como Yeji utilizó el copiloto, el resto se desparramó entre los asientos. MinHo tenía la necesidad de estar lo más lejano de Chan, como a su vez estar lo más cercano a JiSung, por lo que, cuando vio a SeungMin colocarse en la ventana del último asiento y a JiSung junto a él, MinHo se derrumbó a su lado.

—¿Más tiempo quieres pasar conmigo? —bromeó JiSung. El furgón estaba sumido en el silencio melancólico y agotador de la noche, con los ápices de la resaca volando sobre ellos, anhelantes de llegar a sus camas—. Creí haber sido suficiente.

A MinHo le gustaría decirlo: «No, es que no puedo tocar a Yeji». «Es que me siento triste». «No sé qué me pasa con Chan». «No sé qué me pasa contigo».

Había sido demasiada intensidad para una noche. Ahora, MinHo solo descansaría hasta llegar a Sevit, donde dormiría durante los dos días antes de una nueva semana de clases y entrenamiento. Todo situado dentro de la misma rutina hasta llegar a su meta final: la segunda ronda del Dance Revolution.

Mientras, a la par que SeungMin se quedaba dormido sobre su hombro, JiSung sacó sus auriculares inalámbricos y ofreció uno a MinHo. Él lo tomó y, por arte de magia, I'm Your Man de Wham! comenzó a sonar.

—Te gustó la canción —bromeó MinHo, aunque su ánimo estaba por los suelos.

—Es pegajosa —admitió JiSung.

—«Es pegajosa...» ¿Te duele mucho la espalda?

—Ya no.

—«Ya no». ¿Y la oreja?

—Un poco, pero creo que es porque ni siquiera siento mis pies.

—«Mis pies». Entonces, ¿puedo apoyarme?

MinHo pudo notar cómo es que JiSung se colocaba tieso ante la pregunta, pero él estaba lo suficientemente cansado como para ignorar o sobrepensarlo, por lo que esperó con paciencia a JiSung asintiera y, así, MinHo se colocara en el mismo hombro donde, a centímetros, podía apreciarse el chupetón que le hizo horas atrás.

El resto del furgón estaba en silencio. Se apreciaban los chasquidos de labios de RyuJin y Lia; el tarareo de miss Sharon al manejar; los gemidos de dolor de ChangBin; la rana de HyunJin que croaba; el silencio del club de animadores que solo quería llegar a sus camas mientras, para JiSung y MinHo, Wham! cantaba.

I'll be your first, I'll be your last,

I'll be the only one you ask

I'll be your friend, I'll be your toy,

I'll be the one who brings you joy

(=˘ ³( ,,><,,) ~

[1] gracias al youtuber David Gaspar con su video de Aprende a Manejar Fácilmente en 20 Minutos por colaborar involuntariamente para este capítulo.

[2] obvio que RyuJin y Lia iban a quedar juntas pq amo a mis lesbianas

Esperaban resolución minsung, pero les recuerdo que esto es un slow burn y que no quedarán juntos hasta los últimos capítulos, así que, disfruten el sufrimiento.

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