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¿En serio los adultos se consideran maduros?

Capítulo 10

¿En serio los adultos se consideran maduros?

—¡¿Me estás jodiendo?!

MinHo tampoco estaba demasiado animado en dar la noticia, pero debía de fingir que sí. Debía de actuar como si aquella fue una idea fantástica proveniente de él, junto con el goce de irritar al White Tiger tras dejarlos a todos fuera del club.

Mientras, el Real King estaba en lo que alguna vez fue su club. El White Tiger y por la donación del padre de JiSung produjo que ese espacio estuviese alfombrado, pintado de blanco y con dos sofás de cuerina costosos; todo una sala de descanso para el club. Se veía mucho más cómodo ese lugar, pero impersonal para el Real King.

—¡Maldita bestia! —se escuchó el grito de Lia fuera del club—. ¡Abre la puerta!

—No voy a hacer porras con ese grupito —aclaró RyuJin a MinHo—. Paso una hora más con ellos en este club, y juro que asesinaré a alguien.

—Además, vivir fuera de los dormitorios trae aspectos positivos a la vida —apeló HyunJin, y sacó de su mochila un pote de postres—. Mi mamá les hizo pie de limón.

—Oh, delicioso.

—Qué rico.

Sin embargo, Chaeryeong y Felix, apretujados en un sofá, no lucían lo suficientemente valientes como para poder pronunciar algo. La culpa estaba en ellos, o eso parecían; MinHo los conocía y, como el mayor de ellos dos, debía de hacer que se sintieran tranquilos y cómodos en su espacio, como también hacerles creer que no hicieron nada malo.

«Aunque sí lo hicieron».

—No entrar al club hará que el imbécil de Christopher tenga razón con lo que cree que somos —dijo MinHo—. Nosotros somos personas, a diferencia de él. La sangre corre por nuestras venas.

—Pero ser parte del club también es jugar al juego de Bang Chan —discutió RyuJin, con la boca con merengue—. ¿Qué hacemos ante eso?

—«¿Qué hacemos con eso?» Las porras son lo más parecido que tendremos al baile, ¿no les parece? —El grupo negó—. Miren, no tenemos muchas opciones. Sinceramente, tampoco me anima. Pero sé que, con ustedes ahí, me sentiré mucho menos miserable.

«Gracias por la frase, JiSung», pensó MinHo, al notar cómo RyuJin y HyunJin parecían cambiar de opinión. Mientras, avergonzada, Chaeryeong se tapó el rostro.

—¡En serio lo lamentamos! —dijo ella—. ¡No sabíamos qué más hacer! ¡No queríamos que nos sacaran del dormitorio o algo así!

—Tuvimos que contarles —murmuró Felix—. Ser honestos, pero- como MinHo tenía ese conflicto con Bang Chan, sería como traicionar al Real King.

—Y fue traición —concordó RyuJin, no obstante, se levantó del sofá para sentarse en el regazo de Felix y acariciar su cabello—. Deben de hacer algo para redimir al equipo.

—Encender la alarma de incendios —propuso Chaeryeong.

—Tirar a alguien por las escaleras —siguió Felix.

—O tirarme por las escaleras —completó HyunJin.

No obstante, MinHo aun no se sentía satisfecho con eso. La forma en la que JiSung le pidió ayuda fue ligeramente conmovedora, pero nada quitaba el hecho de que estaba corrompiendo sus propias convicciones por sus amigos.

Proteger el Real King, ¿a costa de qué? Era el sentimiento de fallo, de ceder; también de traición, al llevar la disputa contra Bang Chan a algo personal que terminó afectando a sus amigos. Oh, carajo, MinHo sí que le gustaba hacerse la vida difícil, ¿qué diría su madre con todo eso?

»—¡Saca mejores calificaciones, por amor de dios! ¡E intoxica a Bang Chan con cianuro!»

«Sí, eso no ayuda».

—Así que... —MinHo dio una palmada para llamar la atención del grupo—. ¿Vamos con Ahn?

Mientras, en el White Tiger, Yuna y Lia se colocaban de puntas para poder ver en las pequeñas ventanas superiores qué era lo que hacía el Real King, mientras que JeongIn continuaba con su lectura y ChangBin mensajeaba con desespero por su celular.

—Si esa loca hace algo con mis cosas, le caerá demanda —advirtió ChangBin.

—¿Crees que estén conspirando? —preguntó Yuna.

—No sé si tengan la creatividad suficiente. Son pobres —le recordó Lia.

—Cierto, cierto.

—Los incordios contra el señor no entraran al reino de los cielos —informó JeongIn—, así que, no se preocupen.

—Deja de hablar de ficción, idiota, y llama a JiSung para que haga algo —atacó Yuna.

Sin embargo, la puerta del club se abrió de forma estrepitosa. El Real King, en orden y encabezados por MinHo, salieron de ahí con el mentón en alto y espalda recta. Lia dio un salto hacia atrás cuando RyuJin amenazó con abalanzarse sobre ella, y el White Tiger entró con rapidez al interior para comprobar que todo estaba en su lugar.

El Real King solo caminó en el ritmo que ya tenían en sus sangres, con seriedad. Tras llegar al hall central del edificio principal, algunos alumnos se apartaron de su camino como también otros solo se reían de ellos. Inclusive el profesor Kim detuvo su marcha tras ver al grupo, pero las palabras y miradas divertidas no importaban. Ellos tenían una meta.

Por lo que, tras llegar a la oficina de la directora Ahn, el profesor Hwei se interpuso.

—¡Ni de chiste!

Pero la directora Ahn ya se había asomado, igualmente seria y silenciosa. MinHo no debía de temer en la interacción, porque la irrupción era legítima si es que tenía un buen motivo. El fin justificaba los medios decía Maquiavelo, ¿no? Y esto claro que beneficiaba a todos.

Por lo que, cuando la directora Ahn se sentó en su escritorio, con el leal lacayo a su derecha, y el Real King frente a ellos, supo que la brecha de la guerra de MinHo contra Sevit iba aumentando a su favor.

«O eso espero».

—Así que... —retomó la directora Ahn—. ¿Acceden?

MinHo sacó aun más pecho, pero la camisa rosa del uniforme no le daba beneficios.

—«Acceden» —repitió—. Luego de la coerción que nos quisieron hacer- al expulsar a los estudiantes del dormitorio, supongo que es bueno que debemos de participar en el equipo de animadores.

—Todos ustedes juntan los puntos de deméritos suficientes como para ser expulsados inclusive de la institución —interpeló. Chaeryeong y Felix jadearon en la espalda de MinHo.

—«Expulsados inclusive de la institución, institución...» —MinHo negó—. Disculpe, pero he cumplido un récord, directora, y sigo aquí. El Real King es el que presenta la amenaza para la escuela, no yo.

—No los amenacé. Fue una propuesta.

—No fue una propuesta. Fue una amenaza.

—De todas formas, están acá por voluntad propia, ¿no es así? —la directora Ahn miró a cada uno de los miembros con su sonrisa política—. Nadie los ha forzado.

—«Nadie los ha forzado». Es verdad, porque estamos con el fin de rectificar que usted cumpla la promesa de mantener intacto el Real King si es que entramos al grupo de animadores y ganamos algún ridículo trofeo.

—Las regionales.

—«Las regionales» —MinHo esbozó aun más su sonrisa, y sacó de su bolsillo su celular para dejarlo en el escritorio—. Fantástico. Si no lo cumple, la grabación terminará en el Ministerio de Educación.

Los colore se drenaron en la cara de la directora Ahn, y el profesor Hwei, a su lado, alzó su varilla con gran intención de amenaza. No obstante, MinHo no se doblegaría porque, ¿qué pensaba? ¿Acaso solo Han JiSung, primer lugar, tenía estrategias de pelea?

No, no, no. Cuando en Sevit todo era una pelea constante, entonces aprendías a defenderte.

La directora Ahn quiso pasar sus temblores de ira por suspiros, y regresó el celular a MinHo.

—Puntos de demérito —susurró ella—, y siguen con el castigo. Retírense en este instante.

Como los temblores no podían ser controlados, el Real King salió de la oficina al instante en que la directora Ahn lanzó su bonsai al otro lado de la sala y rompía una carpeta de cartón con rabia.

—¡Directora, directora! —el profesor Hwei intentaba proteger su cabeza con sus brazos mientras esquivaba los objetos que ella lanzaba—. ¡Por favor, cálmese!

Para cuando el Real King salió de la oficina, no pudieron evitar desparramarse en el suelo del pasillo.

—¡Oh, dios! —Chaeryeong se tomó el pecho—. ¡¿En serio pasó eso?! ¡Ay!

—¡Nunca me había enfrentado a la directora! —dijo Felix, y mostró sus temblorosas manos—. ¡Tirito como chihuahua!

Y MinHo igual, pero la felicidad no era para estar en contra.

Él aumentaba la brecha de la pelea.

(=˘ ³( ,,><,,) ~

Los alumnos de Sevit estaban estresados, y todo porque en tres semanas serían los examenes de medio término.

MinHo apreciaba los movimientos de los demás en las horas protegidas de estudio, en sus bloques destinados dentro de las salas para poder concentrarse. El profesor Kim cedió parte de su clase para cumplirlo en treta de otro café comprado por el curso, lo que hacía que todo fuera un caos alrededor de JiSung solicitándole ayuda mientras que Chan se largaba para irse a la biblioteca.

Y no solo era en el aula. En sus clásicos paseos desinteresados, con sus auriculares puestos y su cuerpo moviéndose al ritmo de la música, transitaba por los pasillos del edificio central para notar cómo no solo el 3-A estaba consternado. En el 2-A, aula de Chaeryeong y Felix (y de los ridículos de Yuna y JeongIn) se podía ver las disputas constantes de clases particulares que JeongIn daba y el curso no se decidía qué repasar.

La biblioteca estaba atiborrada, lo que fue un problema durante las horas de su castigo de limpieza. Recibió por parte de la directora Ahn la orden de tener que cerrar las puertas a medianoche para que los estudiantes se fueran a dormir, lo que causó una horda de papeles mojados e insultos hacia MinHo cuando apagó la luz. Bah, los inteligentes no tenían sentido de autopreservación.

Y era increíble. En otra tarde, cumpliendo un castigo en la enfermería, se topó con JeongIn y ChangBin arrastrando a Yuna para ubicarla en una camilla y exigirle a la enfermera que le colocara suero.

—¿Qué? —MinHo preguntó, burlesco—. ¿Le faltan vitaminas a la niña?

—¡Sí! —le gritaron los dos con seriedad.

—No, no... —Yuna quiso hacer el amago de levantarse—. Estoy bien... Solo un poco fatigada...

—Te traeremos un ramyeon de pollo para que te alimentes —le dijo JeongIn.

—No. Comeré cuando haya rendido el examen de bioquímica.

Era aterrador par MinHo, en especial porque aun faltaban tres semanas.

Lo que significaba que, para utilizar el club, debía de ser demasiado cauteloso. Chaeryeong y RyuJin quisieron realizar la elección de canciones para la siguiente ronda del Dance Revolution y se toparon con la mala suerte de toparse con SeungMin ahí, igualmente atrofiado con el estudio. La única forma que ambas lograron salir con vida de ahí fue Chaeryeong encendiendo la alarma de incendios.

Por lo tanto, las únicas instancias en las que MinHo podía bailar un rato, era temprano en la mañana.

No bailaba nada en particular, como bailaba de todo. Se divirtió un momento con coreografías del grupo TWICE antes de seguir con algo de Dean y Crush, también pensando en la elección de la próxima canción para la competencia.

Lo atrofiado por el estudio al menos le dio la ventaja de no tener que pensar en el equipo de animadores, ni en Christopher Bang.

No obstante, un portazo le hizo saltar. JiSung, sonrojado, se escondía detrás de la puerta.

—¿Tú qué haces, loco? —preguntó MinHo.

—Escapo —contestó él, simple. Ya llevaba su uniforme, junto con su chaleco de lanilla color crema—. ¿Tú?

—«¿Tú?»

—Ya te contesté.

—«Contesté». Ensayo —obvió MinHo, y fue hacia su celular para cambiar la canción—. Ensayo, ensayo...

En el lapsus en que la canción era cambiada, el silencio hizo apogeo en los dos. MinHo no negaría lo incómodo de la situación. ¿Por qué JiSung estaba ahí? ¿Y le hablaba con tanta naturalidad? Los dos no eran amigos; apenas y se toleraban al otro. No obstante, también tenían sus convicciones similares, y como él no se le había acercado desde que el Real King fue con la directora, preguntó:

—¿Supiste que fuimos con la directora?

JiSung asintió. —Ajá, se vio bastante complacida con la decisión.

—«Bastante complacida con la decisión», sí- obvio, si la vieja de mierda quería todo eso en primer lugar.

—De todas formas... —JiSung caminó hacia el ala que alguna vez fue el Real King, con la punta de sus zapatos bordeando el alfombrado azul—. Gracias por eso, por cambiar de opinión.

Si MinHo tuviese que describir a JiSung, lo consideraría una caja de sorpresas. De los tres años que lo conocía, siempre lo veía con su semblante de desinterés mientras prestaba atención en clases, anotando cosas con pereza y realizando preguntas a los maestros tan complejas que a MinHo nunca se le pasaron por la cabeza. Lo veía como alguien cerrado, ególatra y un total subnormal; MinHo tampoco podía verlo tan fijamente por estar en el jodido primer lugar.

Sin embargo, las últimas semanas sí podía apreciar una nueva percepción de JiSung: con falta de coordinación motora, claro; que le gustaban las novelas ligeras infantiles; aprecio por su amistad con SeungMin y, por supuesto, terco.

—«Gracias por cambiar de opinión...» —MinHo no quiso sonreírle, pero tampoco quería mostrarse defensivo—. Espero que protejas a tu amigo, entonces. Que no hagas todo esto en vano.

—Me aseguraré de hacerlo —aceptó JiSung—. ¿Y tú?

—«¿Y tú?» —se encogió de hombros—, espero hacer lo mismo.

JiSung le correspondió la sonrisa, y MinHo tuvo un abrupto nudo en su garganta.

«Vaya, así que así se siente que el primer lugar te sonría —se burló, solo para tensar su propio rostro—. Cálmate. Tal vez lee mentes».

El ambiente íntimo de los dos terminó por destrozarse por un fuerte ruido- ninguno supo de dónde provenía, pero el chirrido era lo más cercano a un metal golpeándose, a la estática y, finalmente, la voz alterada de la directora Ahn.

¡Han JiSung! —llamó ella—. ¡Han JiSung!

—¿Tenemos un sistema de intercomunicación? —MinHo preguntó, asombrado.

—Mierda... —susurró JiSung, y saltó en sus talones—. Me van a atrapar.

—«Atrapar» —reiteró MinHo—. ¿Qué demonios-

¡Han JiSung! —insistió la directora—. ¡Ven a mi oficina! ¡¡¡Ahora!!!

¿De qué venía la orden? JiSung había despertado esa mañana por un correo electrónico de urgencia por parte de la directora Ahn que asistiera a su oficina antes del inicio de la jornada escolar. Una vez que llegó, notó a un montón de adultos en el interior que callaron tan solo verlo y, preguntándose qué era lo que pasaba, tras divisar a la señora Jessica Bang en el interior supo que los adultos eran el grupo de inversionistas de Sevit.

Incluso su padre estaba ahí.

Hasta que se le ocurrió la brillante idea.

—Ve por mí.

—«¿Ve por mí?» —MinHo frunció su cara—. ¿Estás loquito?

—¿No te parece divertido que busquen al primer lugar y aparezca el último?

—«¡¿Último?!» ¡¿Qué te pasa?! Soy el puesto 199.

—Disculpas —JiSung juntó sus manos—. Por favor, ve por mí. Te cambiaré la alfombra por suelo real para que el Real King practique.

—«Para que el Real King practique» ¡Okey!

—Vaya, que eres fácil de convencer.

MinHo salió con orgullo del club y se dirigió hacia la oficina de la directora, con un tarareo perfecto para arremeter contra el caos. O ser parte de él.

Tras abrir la puerta, notó que nunca fue tan esperado como lo fue en ese instante, como también la alegría pasó a la confusión y el enojo en menos de un segundo.

Adultos- muchos, de rostro particularmente símiles a lo que MinHo recordaba. Todos de traje, con una taza de té y con la directora Ahn y el lacayo mirando con desespero a MinHo.

—¡¿Qué haces aquí?! —preguntó la directora.

—¿Dónde está Han JiSung? —preguntó uno de los adultos.

—Ese no es JiSung —dijo otro.

—«No es JiSung», ¿cómo no? —MinHo ingresó con descaro y se sentó en el sofá, entremedio de dos adultos—. Yo soy Han JiSung. Destilo inteligencia.

Cuando vio al profesor Hwei sacar la varilla, se incorporó con rapidez.

—Okey, soy Lee MinHo. Vengo en representación de JiSung porque se constipó con el desayuno y no suelta el baño.

Era pertinente reconocer a cada uno de los adultos que estaban ahí, porque no solo eran padres pero también los grandes inversores de Sevit. MinHo los reconocía porque el Manual de Convivencia Escolar (ese que tuvo que leer muchas veces durante su estadía) tenía el apartado presentando a aquellos que han hecho que Sevit se convirtiera el lugar que era. Coincidentemente, eran los padres del White Tiger.

Estaba el gran Señor Kim, padre de SeungMin, dueño de tres hospitales privados y dos públicos, inversor del área de la enfermería y parte de la estructura del edificio central. En su tiempo fue el presidente de la escuela de médicos de Corea del Sur, gran promovedor de la salud pública y de las vacunas. Varias veces MinHo lo vio en la televisión hablando con el Ministro de Salud de turno.

Luego estaba el padre de ChangBin, un millonario que no tenía idea de qué hacía pero tenía mucho dinero. MinHo cree que es dueño de una cadena de autos o inversionista de la bolsa nacional. También estuvo involucrado en la política en un instante, siendo alcalde de un distrito. Colaboró con la estructura, la remodelación del gimnasio y financiar las becas de los chicos que asistían a Sevit en la escuela media.

Después, estaban los señores Choi, padres de Lia, quienes lucían igual de aterradores que ella. Sus miradas eran frías, tal vez coincidente a que eran los dueños del Servicio Médico Legal y centros psiquiátricos populares. Son parte del clan Choi, también, descendientes de algún emperador que MinHo no recuerda. Donantes de salones y limpieza.

El padre de Yuna, por supuesto, que estaba con su toga de juez y su mirada de muerte en MinHo. Nudillos gruesos y resecos, con un bigote frondoso, bastante diplomático que hace unos años estuvo metido en un caso de corrupción con una diputada que quedó en la nada. Uno de los tres mayores inversionistas y que probablemente le paga la beca a MinHo.

La madre de JeongIn, la diputada Yang que estuvo involucrada en el caso de corrupción y el padre de Yuna la sacó invicta. Diputada del partido conservador, quien más controversias ha generado y de la bancada a favor del gobierno de turno de su partido. Bastante irritante por las veces que MinHo la escuchó en televisión, paseándose por los matinales hablando de cómo la voz del conservador estaba siendo censurada (vaya ironía). Invirtió en los laboratorios y financiadora de las clases extracurriculares.

Reconoció al padre de JiSung, quien lucía ser el único normal en el grupo, con una chaqueta de cureo café y un rostro parecido a su hijo. El mayor inversionista, claro, que pagaba el sueldo de todas las personas que trabajaban, que mantiene la constancia de tener todo en primera mano para la comodidad de los estudiantes. Tal vez los padres de Chan pagaban el techo de MinHo, pero ese hombre pagaba su comida.

Finalmente, Jessica Bang, sentada junto a la directora, notoriamente impasible y hasta aburrida de estar ahí.

—¿Y bien? —MinHo movió sus manos—. ¿Para qué me necesitan?

El Juez golpeó la mesa y apuntó a Jessica. —¡Nada de esto estaba en el contrato! ¡No permitiré que haga burradas con mi Yuna!

El Millonario concordó. —ChangBin no ha trabajado tan duro para estar como está, como para que un estúpido grupo de porras le arruine su enfoque. Lo importante es la educación.

—Comprendemos que las actividades ayudan a mejorar el razonamiento y la concentración, pero Lia no sufre de esos problemas —opinó el Verdugo, mientras que la Verdugo asentía a su lado—. Tal vez para otro grupo puede ser pertinente y de más ayuda.

—Esto es solo para ayudarle a su mugroso hijo —la Diputada apuntó con dramatismo a Jessica—. Incapaz de entrar a una universidad por cuenta propia. Él es el culpable. Ay, dios santo —se persignó.

—¿En serio no toman el nivel de importancia que puede entregar un grupo de animadores al grupo? —preguntó Jessica, aun impasible—. Deberían de estar agradecidos de que estoy dando un crédito más a sus alumnos.

—Es ilegal —aclaró el Juez.

—Oh, JiSung dijo lo mismo —colaboró MinHo. El profesor Hwei le golpeó en la cabeza.

—Las inversiones se realizan por mi parte, y sabemos que esto es un trato por parte de todos —aclaró Jessica—. No solo otorga el beneficio a unos pocos.

—No es culpa nuestra que su hijo sea incompetente y no pueda entrar a la universidad sin un patético grupo de animadores —interrumpió el Doctor.

El resto de los adultos concordaron con sus dichos, pero la señora Jessica Bang no se doblegó. A causa de eso, dejó su taza de té sobre la mesa y, de su cartera, sacó distintos sobres que los entregó a cada uno de los adultos. MinHo se asomó en el hombro del Verdugo para saber qué era: nada más ni nada menos que el nombre de una locación. Se dirigió a la madre de la izquierda: la Diputada, solo para comprobar que era el nombre de otra locación distinta.

—Han sido ya algunos años que hemos compartido como del grupo de inversores de Sevit —comenzó Jessica—. Y varios fueron los años que pasamos todos juntos en esta relación entre nosotros para manteneros estables. Todos, en nuestros inicios, prospectamos el ingreso de nuestros hijos a esta institución porque sabíamos lo que les darían: todo lo que cumplirían. Todo lo bueno que podía otorgarse, siendo los mejores estudiantes del país.

»A raíz de eso, de estos años de reunión, que con mi marido hemos decidido otorgar este regalo a todos ustedes. Es pertinente que entiendan que, en este regalo, no solo no está vinculado con el grupo de animadores, pero también que tienen la libertad de rechazar el regalo.

—¿Y qué? —El Juez habló—. ¿Cree que con un terreno me comprará? ¿Algo que yo no puedo costear?

—No es un terreno, señor Shin —negó Jessica—. Mi capital no es suficiente como para regalar tierras.

—¿Y qué se supone que es esto? —preguntó el padre de JiSung—. ¿Una ofrenda? ¿Una institución?

—Una notificación —contestó la Diputada, finalmente—. Es una indicación. Un estadio.

—¿Qué quiere decir con eso? —la Verduga le preguntó a su marido.

—Un regalo —insistió Jessica.

—Un soborno —reiteró El Juez.

—¿No es eso ilegal? —cooperó MinHo.

Todos los adultos le dieron una mala mirada.

—¿Creemos que es parte de la formalidad ejercer un soborno en una institución educativa? —preguntó la Diputada—. ¿Qué enseñanza estamos dando? En el nombre del Señor, las escrituras dicen-

—No estamos con religiosidades acá —interrumpió el Doctor, y guardó el sobre en su chaqueta—. Sea lo que sea, mantendremos esto acá, si es el caso.

—¿Accede al soborno? —interrogó el Juez—. Es una atrocidad que pueda concordar con esto. ¿Tan poco vale su hijo?

—Es una buena idea, de todas formas —El Millonario siguió, también guardando su sobre—. Así, aprenderá algo de disciplina. Nunca hace mal en el currículum.

—Esperen, no entiendo —intervino la Verduga—. ¿Qué es este soborno? ¿Qué quiere decir con que es un estadio? Yo no conozco la dirección que me ha dado la señora Bang.

—Cariño, es pertinente que-

—No. —La Verduga dejó el sobre en la mesa—. No accederé a algo que no entiendo, y a algo que mi hija no necesita.

—Yo acepto el mío —El Verdugo guardó el sobre—. Sé lo mejor para Lia, por más que su madre quiera negarlo.

—Tampoco accedo. —El Juez rompió el sobre por la mitad—. Esto es sucio, vil, y si esto sale a la luz, quiero dejar en acta que yo no estuve en esta situación.

—El acta no dice lo mismo.

Jessica Bang sacó de su carpeta una hoja enfundada en transparente, donde la firma de los adultos presentes estaba ahí. MinHo, desconcertado, intercaló las miradas.

—¿También debo de firmar? —preguntó MinHo.

—No es un documento para firmar. Ese ya está hecho —le explicó el Verdugo. Casi le agradó Lia por un instante—. Por eso, nosotros firmamos en digital y no dejamos registro de reuniones de inversionistas.

—«Reuniones de inversionistas», ¿todo esto es ilegal?

—¿Quién dejó al mocoso entrar? —preguntó el Doctor.

—«Al mocoso entrar». Vengo en representación de Han JiSung porque ustedes solicitaron que debía de estar ahí —MinHo miró a todas partes—, aunque, sinceramente, no sé qué habría hecho él aquí. Se habría aburrido.

—Lee MinHo —siseó la directora Ahn—. Cállate.

—«Cállate», no, hablo en serio. Yo no entiendo esta reunión- y dudo que alguien de mi edad lo haga. No tengo ni los años ni el ego para pelear por falsos derechos.

La Diputada golpeó la mesa, alentada, y dejó el sobre en la mesa. —¡Ese es el espíritu que queremos! ¡Chicos vándalos y marginales teniendo convicciones de lo que es correcto!

—Ay, Yang-

La Diputada alzó sus manos. —Me niego, ¡me niego rotundamente!

—El acta de la reunión habla de la decisión que se tomó hoy con una votación del 50% más uno —explicó Jessica Bang; sacó la hoja de su protector, y la tomó de punta a punta—. El grupo de animadores desaparecerá y esto no sucedió; sin embargo, los sobres quedarán inválidos. Solo una persona queda por votar —mencionó, para poder girarse hacia el señor Han—, así que, caballero, si ya tomó su decisión...

MinHo incluso se había olvidado del padre de JiSung, porque su silencio lo evocaba a la ausencia. Le pareció curioso, porque si apenas lograba saber de JiSung, nada podía saber de la relación que llevaba con su padre. Lucía dedicado, precavido, más normal que el resto de los padres oligárquicos con los que compartía mesa.

Sin embargo, su ausencia era generado por la ignorancia. MinHo notaba que incluso el profesor Hwei lucía nervioso ante la decisión, y que la directora Ahn secaba su frente con un pañuelo. La única valiente que estaba en el grupo era la señora Jessica, segura de sus decisiones.

—¿Tú qué opinas?

MinHo demoró en captar que el señor Han le hablaba a él, lo que le hizo murmurar la pregunta con total timidez.

—Lee MinHo —pronunció el señor Han su nombre, amble—. ¿Qué opinas sobre lo que debo hacer?

—«¿Lo que debo hacer...?»

—No, lo que yo debo hacer.

—«Lo que yo debo hacer».

—El joven Lee presenta un trastorno del lenguaje —interrumpió la directora Ahn—. Ecolalia. Repite todo lo que le dicen.

—Eso, eso —concordó MinHo.

—¿Autismo o problema orgánico? —le preguntó el Médico.

MinHo quedó un poco trastocado con la pregunta. Por cordialidad, la gente no hacía preguntas respecto a su ecolalia.

—«Autismo o problema orgánico» —repitió—. Problema orgánico. Tuve un accidente de pequeño. Me golpeé la cabeza y caí inconsciente un día.

—Curioso.

—¿Tú por qué quisiste ingresar al equipo de animadores? —preguntó el señor Han a MinHo de nuevo.

—«Al equipo de animadores». Porque no tengo opción —confesó. El profesor Hwei movió su varilla, y la mirada de la directora Ahn hizo que MinHo replanteara con cuidado sus palabras—. Quiero decir- esto... es lo más cercano que tengo de bailar, y como cerraron el club de baile... —Sin embargo, el acto le aburrió—. Ah, por favor. ¿Qué pinta de bueno debo tirar si todos acá son corruptos? La directora dijo que, si me unía al grupo, reviviría mi grupo de baile.

—¿Real King? —intervino la Verdugo—. ¿Tú eres parte de ese estúpido grupo?

—«Estúpido grupo», claro que es estúpido, pero- ay, ¿qué le doy clases de moralidad? Todos acá son inmaduros. —MinHo se dirigió hacia el señor Han—. Señor Han, da lo mismo la decisión que tome, solo sé que le hará un favor a su hijo si es que decide rechazar esto. Ninguno de acá tendrá las manos limpias si es que el club de animadores se lleva a cabo. Si alguno de ustedes tiene decencia, entonces no aprobará esto.

El silencio se posó, solo para la burlesca risa del Doctor fuese hasta llenarse en el espacio de la oficina de la directora Ahn. Ella parpadeó, confundida, y continuó con la nerviosa risa mientras que su lacayo lo hacía con fuerza.

Los colores subieron a la cara de MinHo, junto con el venenoso movimiento en su pecho naciente de la vergüenza. Jamás pensó que estaría en alguna situación, en una sala llena de adultos, riéndose de sus decisiones tomadas. Era un estúpido en ese momento.

No obstante, las risas se acabaron cuando el señor Han dejó el sobre arriba de la mesa, sin siquiera haberlo abierto. Lo pasmado del silencio fue parte de la subida de orgullo de MinHo, solo para que sus hombros se dejaran caer al instante que la Verdugo recogió el sobre de la mesa.

—Eso hace cuatro a tres —dijo la Verdugo—. Que se lleve a cabo el ridículo grupo.

Ninguno de los adultos se vio satisfecho, salvo la señora Jessica, quien guardó con orgullo la hoja en el sobre y en su cartera.

—Entonces —ella se cruzó su cartera—. La reunión a concluido. Gracias a todos por asistir.

Uno a uno los padres dejaron la sala, y la campana para la primera clase sonó con estruendo. MinHo no se movió de ahí, aun pegado en la decisión llevada a cabo, sin entender cómo es que pasó eso.

La directora Ahn habló de nuevo.

—Lee. Quedas suspendido el resto de la semana.

MinHo tragó, doloso, y pestañeó para que sus lágrimas no se hicieran ver.

—«Suspendido el resto de la semana» —repitió MinHo con lentitud—. Okey.

Al salir de la oficina, vio a JiSung acercarse con rapidez.

—¿Y bien? —le preguntó—. ¿Qué sucedió?

—«¿Qué sucedió?» —MinHo alzó sus brazos, furioso—. ¡¿Cómo es posible que, si no te ayudo, termino castigado?! ¡Y, si te ayudo, termino suspendido!

Enrabiado, alzó sus dos dedos del medio y los acercó a la cara de JiSung. —¡Jódete!

Ya para el fin de semana, MinHo estaría más tranquilo con JiSung, pero, ¿ahora? ¡Que se jodiera!

. . .

MinHo solo le hace favores a JiSung y termina humillado, que chistoso.

¡Gracias por leer!

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