El segundo intento de tratado de paz
Capítulo 13
El segundo intento de tratado de paz
La tensión en la que el ambiente del club se envolvía era palpable, en especial por las venenosas miradas que Lia cedía hacia MinHo. Él no le importaba, en realidad, quien solo podía notificar la existencia de ellas ante cada giro que daba. Durante el día anterior se había fugado para una clase exprés del estilo de baile popping, y ahora estaba muy ensimismado con querer aprenderlo bien.
Solo el estilo de baile. Como siempre: se rindió con sus estudios. ¡No le encontraba sentido! Muchos resúmenes, mucho texto, muchas cosas que, con los ensayos de práctica de los examenes parciales, terminó fallando al fin y al cabo. ¡Inclusive, esperaba ser el último en la lista ese semestre! Las decisiones tomadas iban en su contra- tanto que ni siquiera tenía sentido. Pero, qué tiempo perdería en sus estudios si podía invertirlo en una súper genial coreografía para el Dance Revolution, ¿no?
Aun con su enfrentamiento académico, aquello no limitaba a que sus propios amigos estuviesen centrados también en querer estudiar. Había visto a HyunJin murmurar unas fórmulas matemáticas a la par que Felix explicaba en inglés la estructura lingüística coreana. RyuJin le había coqueteado a una chica para que le entregara sus apuntes y así copiarlos. Y Chaeryeong estaba esforzándose el doble para hackear los computadores de los maestros y así recibir una copia antelada de los examenes.
Todos se esforzaban por sus propios medios, tanto que hacía envidiar a MinHo un poco.
De todas formas, en ese instante él no se encontraba lo suficientemente tedioso. Sus prácticas de baile eran lo importante, mientras los otros chicos, tanto el Real King como el White Tiger, estaban ensimismados en sus propios mundos, sin querer interactuar.
Del carajo; ¿cómo es que a Chan se le ocurrió la brillante idea de fusionarlos? Incluso la estúpida de su madre debía de tener una noción de coherencia en su cabeza- o tal vez no, y la estupidez era hereditaria y por eso estaban todos compartiendo habitación.
Pero daba igual, porque MinHo ignoraba las miradas venenosas que Lia le entregaba, además de los bufidos exasperados de SeungMin porque las zapatillas de MinHo rechinaban demasiado en el fabuloso y liso suelo que reemplazaba el feo alfombrado anterior.
Yuna, desde el suelo, consumía una gran cantidad de vitamina C, que caía de sus manos hacia su cuaderno con apuntes. ChangBin, aterrado, la veía a su lado.
—Cuando sea presidente, haré que mi Ministro de Salud regule el consumo de Vitamina C en adolescentes problemáticas —prometió él.
Yuna recogió las pastillas del suelo y se las entregó a ChangBin. —Me lo agradecerá después, presidente. No te salen arrugas y podrás memorizar catorce páginas de Historia de Corea.
—Genial. —Se las tragó de un golpe.
Chan murmuraba, también con tapones en sus oídos. MinHo le era inevitable no verlo y sentir una cólera nacer desde la comisura de su labio, donde fue golpeado hace tres días atrás. ¡Había sido tan irrisorio que la rabia lo carcomía desde adentro! Empero, aun enrabiado, las palabras de Lia como de las de JiSung cobraban sentido, para su peor ánimo.
Y, hablando de JiSung, él también se encontraba con sus auriculares inalámbricos, junto a SeungMin; no obstante, a distinción del resto de su ansioso grupo, leía la edición infantil de Matilda, ignorando sobre toda manera las peticiones de JeongIn para que lo ayudara con algunos ejercicios de química.
Claro que esa calma que tenían no era contagiada para el Real King, quien casi como una burla, se encontraban en una sesión de manicura con el set de uñas largas de RyuJin.
—Los examenes me estresan demasiado —se quejó RyuJin, mientras terminaba de pegar unas uñas en los dedos de Felix—. Esta es la mejor terapia. Esto y la lobotomía, claro.
—¿No has pensado en hacerte una y perder la capacidad del habla? —pidió Lia, entre dientes.
—Quién lo diría, las zorras hablan.
—No me gusta hacerme las uñas. Uñas largas significan que te complica más teclear la computadora —explicó Chaeryeong—. ¿Quién sabe? A lo mejor y algún día me necesitan desde el Pentágono para que los hackee.
—¿Por qué el Pentágono querría a una chica de diecisiete años? —se burló Felix—. Pronto cumplirás la mayoría de edad. No le serás de interés.
—No pienses mal de los estadounidenses, Felix.
—Pienso mal en ellos y en todos. Todos son corruptos y pederastas. Inclusive los políticos en el parlamento son sucios.
—Considerando que Mamá Yang fue una de las pocas que no quiso aceptar el club~ —se burló RyuJin, aludiendo a Bang Chan.
Sin embargo, él no le prestó atención: continuaba en su propio mundo con su estudio. RyuJin bajó sus hombros, decepcionado.
—No es divertido si no se enoja.
—¡Ah!
De forma abrupta, JeongIn lanzó sus apuntes al otro lado del club- hacia el Real King. No obstante, antes de siquiera tomarlo como un ataque personal, JeongIn graznó un profundo sollozo y se recostó de cara en el suelo, para así patalear sus piernas.
—¡No quiero estudiar más! ¡No quiero estudiar más! ¡No quiero nada más!
Yuna, paniqueada a su lado, le golpeó la espalda con su texto. —¡Vamos! ¡Aun nos quedan tres unidades de Historia por repasar!
—¡No! ¡Estoy cansado!
—¿No te parece un poco mediocre sentir esa lástima ahora? —le preguntó Lia, abriendo su tercera lata de energizante—. Vas a pasar por peor, ¿y te acomplejas por un par de examenes?
—No tienes derecho a hablarme cuando tú eres el quinto lugar —enfatizó JeongIn, enojado—. Tú eres la mediocre.
—Uhhh... —soltó el Real King.
Lia, avergonzada, también lanzó su cuaderno. —¡Al menos me esfuerzo en ser algo! ¡Y tengo el pase en la universidad más segura que tú!
—Uhh...
—Es lo mínimo que se te exige, si te gradúas el otro año.
—Oh...
—¿Y? Si mantienes ese comportamiento, puede que Yuna o hasta los neandertales del frente te quiten tu lugar.
—Ooh...
—Podrías dejarte de fijarte en mi lugar, Lia, y centrarte en el tuyo. Deberías avergonzarte de un quinto —JeongIn finalmente se recompuso—, y, si lo piensas, eres el lugar más bajo del White Tiger.
Lia abrió su boca, totalmente ofendida. El Real King soltó otro inoportuno uuuhhh... que, con los ojos fijos de medusa, Lia los congeló.
—Cállense, o los asesino —amenazó ella.
—No puedes hacerlo, Lia bonita —molestó HyunJin.
—Sin nosotros, tú serías el último lugar en esta habitación —siguió Felix—. Y eso sería taaan vergonzoso...
Antes de que Lia pudiese estallar en llamas, la puerta del club se abrió de golpe. Los que estaban con sus auriculares, se los sacaron; e inclusive MinHo dejó de bailar, asustado, cuando vio a Sharon asomarse con total orgullo.
Sharon traía un equipo de deporte demasiado costoso, de un rosa chillón que dejó encandilado a todos inclusive por ese día de nubes. Estiró sus manos, ansiosa, solo para caer decepcionada ante la vista sarcástica de sus estudiantes.
—¿Y bien? —preguntó ella—. ¿Con esa ropa van a entrenar?
Todos llevaban sus uniformes, algunos más desordenados (y con camisas rosadas como MinHo) que otros, pero eran uniformes, al fin y al cabo.
RyuJin, terminando de secar las uñas de Felix, contestó:
—Es el primer día, miss, ¿cuán intenso podrá ser?
Demasiado. En especial cuando la subestimaban.
Inclusive para MinHo, quien tenía una buena resistencia por la gran cantidad de ejercicio que hacía a diario por bailar, no podía lidiar con la intensidad de trabajo con el que Sharon sometió a los doce chicos en el gimnasio.
Era lo incómodo por los uniformes, por los zapatos no preparados que tuvieron que dejar de lado para trotar descalzos, junto con el precario calentamiento y tiempo para siquiera hidratarse. El gimnasio de Sevit, amplio, estaba siendo preparado por estudiantes del comité de decoración por el partido de baloncesto que se realizaría a la noche, pero ahora solo reían por las quejas dadas.
—¡Sigan trotando! ¡Sigan trotando! —insistió Sharon, desde el centro del gimnasio—. ¡Muevan sus brazos hacia arriba! ¡Háganlo! C'mon, imbéciles. ¡Muévanse!
Luego de trotar, hicieron un circuito de sentadillas y saltos aeróbicos, bastante orgullosa de su capacidad creativa. Ni las clases de educación física eran tan rendidoras como lo hacía Sharon con ellos- ni cuando ChangBin vomitó a un lado en las gradas, JeongIn rezó en voz alta para que Sharon se detuviera, Felix resbalara con el vómito o SeungMin fuese empujado por Chaeryeong hasta caer por ganarle en una carrera que solo se inventó ella.
—¡Pensé que haríamos porras! —espetó Yuna, enfurecida, hincada hacia adelante mientras buscaba aire—. ¡Dijo que nosotros moveríamos los pompones mientras los otros bailaban! ¡Quiero mis pompones!
—Mover pompones sin una buena figura física solo sería una competencia de baile —consoló Sharon, sin un ápice de empatía—. Y a ninguno les beneficia una competencia de baile, ¿no es así? A Harvard no le gustaría eso, cariño —guiñó el ojo hacia Chan—. Lo que necesitan es más acrobacia.
—¡¿Acrobacia?! —gritó el grupo.
—¡¿Lanzarnos por los aires y esas cosas?! —preguntó RyuJin, aterrada—. ¡Yo dije que jamás volvería a hacer eso!
—Lo que te hace una candidata perfecta para este instante, ¡ven!
RyuJin no quiso, pero SeungMin y ChangBin la empujaron hacia adelante. Como voluntarios masculinos, HyunJin y MinHo dieron un paso con bastante inseguridad, en especial cuando Sharon lanzó una carcajada que era lo más cercano a ser una malévola.
Sharon les explicó a los dos chicos cómo posicionar las manos para un agarre mucho más seguro del cuerpo de RyuJin; los dos sujetaron sus manos, hincados, y esperaron a que RyuJin se subiera. Ella se negó rotundamente hasta que, con fuerza increíble, Sharon la alzó detrás de los muslos para subirla.
—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —RyuJin graznaba arriba de HyunJin y MinHo, aferrándose al cabello de ambos—. ¡Caeré! ¡Caeré!
—¡Pero no te lleves mi pelo, estúpida! —rogó HyunJin, cuando RyuJin empuñó más su mano en el cabello rubio del chico—. ¡Me lo vas a quebrar!
—¡Pues deja de oxigenarlo, imbécil!
—Okay! Los entrenamientos se realizarán cuatro días a la semana —informó Sharon, a la par que RyuJin aun temblaba sobre HyunJin y MinHo—. Lunes, miércoles, viernes y domingo. Todas las semanas. Ustedes no saben cuánto se demora de tramitar de niños sin sintonía rítmica a unos porristas mediocres. ¿Alguno de ustedes tiene alguna habilidad mágica que los ayude para las porras? Sin contar con sus lindas aptitudes de baile —agregó con rapidez cuando Chaeryeong y Felix alzaron sus manos.
Segura, Lia alzó la suya.
—Yo soy bailarina profesional de ballet desde los siete años —miró con ofensa al resto del grupo—. Un pasatiempo útil y más elegante que esto.
—¿Y quieres un premio? —inquirió RyuJin, aun alterada.
MinHo sintió cómo sus orejas se enrojecían por las burlas del resto del club- por favor, inclusive Chaeryeong y Felix lucían divertidos de verlos en aquella situación. RyuJin, quien no dejaba de temblar, terminó por graznar cuando Sharon la sujetó detrás de los muslos y, con voz de mando, ordenó:
—¡Enderézate, muchacha!
RyuJin temió, y se enderezó. Alzó sus brazos sobre su cabeza, recta, a más altura del resto- produciendo que inclusive los chicos del comité de decoración aplaudieran de asombro.
—¡Lo hice! —gritó ella, aterrada—. ¡Estoy arriba!
—¡Fantástico!
Sharon soltó a RyuJin y aplaudió, encantada. La falta de fuerza detrás de sus muslos hizo que RyuJin perdiera el equilibrio y, por defecto, cayeran los tres al suelo.
—¡¿Y bien, guys?! —Sharon le habló al equipo—. ¡¿Creen que podrán hacer eso antes de la primera ronda?!
Las sonrisas se habían esfumado, el terror tomó su lugar. Nada de lo que Sharon decía estaba queriendo ser digerido con seriedad porque, eso significaba, que el esforzarse en algo que para el White Tiger no era su campo sería terrible. Además, para el Real King, también significaría pasar más tiempo con ellos.
—Creo que me dejaste calvo —murmuró HyunJin desde el suelo.
—Aun no se me sanaba la cara... —lamentó MinHo.
Sabían, por otra parte, que también generaría controversia. El profesor Kim, decepcionado, veía todo desde la entrada del gimnasio; el cómo los tres chicos del suelo se recomponían, Sharon designando nuevas órdenes y los doce, con sonrisas engrapadas en las mejillas, volvían a correr por el gimnasio.
Cansado, él suspiró. —Va a ser un trabajo difícil...
—¿Con qué?
—¡Ay! —El profesor Kim saltó ante la presencia repentina del profesor Hwei—. ¡¿Qué hace acá?! ¡¿No tiene clases de ética con los de segundo año?!
—Los pasillos murmuraban que había una distracción andando —el profesor Hwei bajó sus gafas para ver mejor el interior del gimnasio—, y no se equivocaban. ¿Cree que esté soltera?
—¿Qué me pregunta eso? No es de mi interés.
—Pero su divorcio ya se tramitó.
—¡Deje de leer mis correos!
(=˘ ³( ,,>ᴗ<,,) ~♡
—Son reglas fáciles: la c es constante, el n es constante, y si f y g son diferenciables y c es constante, entonces... —Chan escribió en el cuaderno de JeongIn—, si tienes a y igual a 7x, la derivada de x es 1, 7 por 1 es igual a 7, lo que es igual a un cuarto de x a la sexta.
JeongIn, aun frustrado por no comprender del todo lo que Chan le explicaba, mordisqueó su dedo índice. —Ya..., entiendo.
—¿Lo haces?
—No.
—Mis apuntes tienen todos los ejercicios descritos —informó Chan, aludiendo al escritorio de JeongIn—. Échale una revisada mientras haces los ejercicios, así dejas de confundirte. El profesor Kim nunca es tan exigente con los parciales.
Aun inseguro, JeongIn regresó hacia su escritorio del dormitorio para continuar con su trabajo, solo para con rapidez colocarse los tapones en sus oídos. Mucha era la bulla de afuera en virtud del partido de baloncesto a celebrar, por lo que los chicos que sí se esforzaban estaban encerrados en sus dormitorios para no ser contagiados con la inoperancia del resto.
Chan entendía; el ruido le irritaba, tal como los calambres de su cuerpo tras todo el ejercicio intenso que Sharon realizó para el grupo. Su madre le dijo que alcanzar el grupo de porras y la inscripción al currículum sería sencillo, pero jamás pensó que él tendría que hacer algo para poder caer dentro de esa inscripción. Chan cometió el error de subestimarlo.
Sus manos dolían, y sus hombros estaban tensos. Aunque su cuerpo estaba obstante preparado al sufrimiento por la cantidad de tiempo que pasaba en el gimnasio de Sevit, también era un distractor el dolor de sus estudios. Ni siquiera podía colocarse tapones por temor a que las voces regresasen a su cabeza.
Era frustrante. No era de su agrado ni la empatía, ni la comunidad o la colaboración. Depender de un equipo para su ingreso a Harvard le aumentaba el estrés que, para la ducha que se dio luego del entrenamiento, notó cómo un mechón de su cabello se caía.
Era irrisorio.
Su energía junto con el dolor y evitar las distracciones le hizo que sus hombros tensaran para continuar con sus estudios; sentía que estaba atrasado con lo que debía de rendir, con lo que debía de cumplir. Tantas eran las cosas que le faltaban que se frustraba de no tener el tiempo como para poder lograrlo. ¿Cómo los otros idiotas, sin preocupaciones, vivían sus vidas con suma calma? Chan sentía que todo se agotaría en cualquier momento.
—¿Quieres ir?
Chan desenfocó la vista de su cuaderno, y mugió en respuesta. —¿Dónde?
—Al partido —propuso ChangBin, apoyándose a un lado de su escritorio—. Es contra la escuela privada de los de Jongong-gu, y entre los jugadores está el nieto del presidente. Tenemos que apoyarlos y hablar con él.
—¿Para que sea tu asesor político en las elecciones del 2054?
—¡Exacto!
Chan no quería hacerlo. Si JeongIn también iba, significaba que te tendría el dormitorio para él, donde lo invertiría en estudios necesarios para los examenes.
Con veneno, miró hacia el lado del dormitorio de MinHo. Ahí, sus cosas estaban intactas, él por supuesto demasiado emocionado como para quedarse quieto cuando su mejor amiga iba a jugar.
«Yeji —pensó Chan, y el escalofrío volvió a su espalda—. Verdad que Yeji va a jugar».
Mentirosa. Traidora. Aliada junto a MinHo y a JiSung para hacerle la vida imposible, para así jugar con las normas fueras de las que inscribió Chan. Era una sucia.
No obstante, ella le entregó el cigarro. "Yo solo quiero que puedas fumar con tranquilidad", le dijo antes de atormentarlo.
¿Por qué demonios esa chica se le acercaba? Claro, por inercia habían interactuado antes. Inclusive Chan recordaba haberle comprado pollo frito después de un entrenamiento- parece que fue como celebración por su ingreso al equipo de baloncesto. No lo sabía. En esa fecha, él solo era amigo de MinHo por conveniencia- poco le importaba lo que pasaba con el resto.
—¿A qué hora es el partido? —preguntó Chan, revisando el calendario en su celular.
—En una hora, pero el otro equipo ya llegó —ChangBin se sacudió, emocionado—. Vamos a hablar con el hijo del presidente.
—Vale, vamos.
Tampoco es como si Chan tuviese demasiado tiempo entre sus manos, porque aparte de las clases de jurídicas norteamericanas, también tenía clases de criminología, clases de educación civil y penal, alguna que otra de chico, un inglés técnico y clases comerciales. Tenía evaluaciones de cursos respecto a distintos temas de interés mensuales. También, le rendía a Sevit. Cumplía con las horas de gimnasio privado. Seguir riendo a Sevit. Desarrollo de habilidades blandas y forjar una personalidad para trabajar en equipo.
Y continuar rindiéndole a Sevit.
Se lo dijo a sus padres, tanto en conjunto como por separado: ¿querían que él estuviese en el primer lugar y ser el muñeco deseado por la Ivy League? Entonces debía de concentrarse en Sevit, él no podía flagelar en una estúpida escuela. No obstante, la presión adolescente promedio como él era insufrible, y si no era capaz de responder a lo que su madre Jessica Bang entregaba, entonces no sería nadie.
Chan sería el mejor. Chan era el mejor.
Aunque a veces le daban ganas de gritar. De pensar más allá de la vida. Él caminaba por los pasillos de la residencia de los dormitorios hacia el gimnasio viendo cómo sus compañeros de escuela se pintaban la cara con los colores emblemáticos de Sevit, amarillos y rojos. Algunas chicas llevaban carteles, y otros porras. Otros, que parecían ser de la otra escuela privada, observaban la instalación con suma intimidación porque en Sevit solo iban los mejores del país.
Los mejores, tal como Chan.
Entonces, si Chan era el mejor, ¿por qué estaba en segundo lugar?
Porque debía hacer todo lo que lo llevase al primer lugar. Debía de batir a Han JiSung en aquella competencia que definía la educación contemporánea. Han JiSung era de sus más grandes enemigos solo por existir.
Tal como Lee MinHo.
Idiota, irrisorio. Su madre ya lo compró con tenerlo bajo su mando bajo la burda idea de mantener vivo el Real King, aun cuando él lo humilló frente a todos sus compañeros tras la reunión de los inversionistas. Cada cosa que Lee MinHo hacía, que no estuviese bajo el mando de Chan, era un ataque personal hacia él.
Bang Chan no lo permitiría. Lo haría sufrir.
(=˘ ³( ,,>ᴗ<,,) ~♡
—¿Está bien así?
—Yo digo que le coloques más brillos —opinó Chaeryeong, y dejó caer brillantina sobre el cartel—. Mientras más brillo tenga, el futuro de Yeji será proporcionalmente mejor.
MinHo, Chaeryeong y RyuJin estaban en la entrada del gimnasio, cada uno en sus propios mundos: RyuJin pintaba la cara de los alumnos animados de primer año que querían apoyar el partido, mientras que Chaeryeong revisaba en su iPad algo que MinHo no entendía muy bien. Mientras, él solo se dedicaba a terminar su cartel en apoyo a Yeji.
—Listo, reina —dijo RyuJin, tras terminar de pintar el rostro a la chica de primer año—. Ahora: dame el billete.
—¿Y qué se supone que haces tú? —preguntó MinHo a Chaeryeong.
—El hijo del presidente está acá, y lo sé porque ChangBin me tuvo escuchando sus sueños húmedos con él durante el año pasado —contó Chaeryeong—. Así que, decidí que lo mejor era utilizar los parlantes para que emitieran a una voz artificial que suene a ChangBin donde él diga que está en contra del partido político de Yoon SukYeol.
—Uy, intrépido —halagó RyuJin—. Me agradas.
—¡Gracias!
Sin embargo, a lo lejos, MinHo divisó a JiSung ingresar al gimnasio con SeungMin. Desde que él lo metió en el plan B para derrotar a Bang Chan y le propinaron un puñetazo que no hablaban, en especial porque MinHo hacía lo posible para evitarlo. Nadie le quitaba la ira contra él, pero una parte muy pequeña si se encuentra un poco triste porque el plan de JiSung falló y que todo sucedió en base a malas consecuencias.
De todas formas, tampoco podía importarle menos. Si él quería estar con SeungMin en el partido de la escuela- podían, con total libertad, independiente de que JiSung hubiese tratado a Yeji de inútil cuando se encontró a SeungMin en las duchas del gimnasio.
«Uuuh...» MinHo no supo de dónde salió el remordimiento. También quería hablarle.
No obstante, el orgullo era más grande que cualquier cosa. Se quiso concentrar en su cartel de apoyo porque, si JiSung quisiera, él le hablaría primero.
(Recordando que severas veces intentó hacerlo, pero MinHo solo lo envió al demonio).
—¿Qué tanto miras? —Chaeryeong preguntó—. ¿Ves a Han JiSung?
—¿Necesitas lentes de miope para ver al primer lugar? —burló RyuJin.
—«Ver al primer lugar». Quiero cortarle los testículos y abrirle la garganta —gruñó MinHo, y se giró a ellas—. ¿Saben por qué este año he estado metido en más problemas que en ciclos anteriores? Por Han-hijo de puta-JiSung.
—Yo culparía más a Bang Chan —consideró RyuJin.
—Y yo a ChangBin —masculló Chaeryeong con odio.
No. JiSung tenía la culpa de eso. Era parte de su existencia misma que, en la seudo-falsa-burda-ficticia alianza lo que mantenía a MinHo en un estado bastante catastrófico.
—¿Qué es esa abrupta atención? —RyuJin continuó con su tono de voz, y picó a MinHo en las costillas—. ¿Es amor lo que hay en el aire?
MinHo sintió un yunque caerle en la cabeza. Con lentitud, duro y entre dientes, replicó:
—«¿Es amor lo que hay en el aire?...» —Ni diciéndolo en voz alta le quitaban las náuseas—. ¿Eres estúpida?
—Es estúpida —coincidió Chaeryeong—. El amor es una pérdida de tiempo.
—¡Total pérdida de tiempo! —MinHo alzó sus brazos—. ¡El amor es una basura! ¡¿Qué te crees con insinuar que me gusta ese pedazo de zángano anémico?! ¡Ni siquiera es mi tipo!
—¡Okey, okey! —RyuJin alzó sus manos—. Carajo, hombre. No pensé que te colocaba tan sensible el tema.
No es que lo colocara sensible, es solo que le irritaba que la conversación hubiese nacido prácticamente de la nada, con un camino racional tan poco lógico que solo parecía que RyuJin hablaba por hablar.
¿Gustar de JiSung? O, peor, ¿gustar de alguien? MinHo era más inteligente de lo que los demás creían porque, aun con ser casi el último lugar en la escuela, él era más listo al saber que no valía la pena enamorarse de alguien.
«¡Mucho menos de un imbécil como él!»
Para la hora del partido, el inicio fue catastrófico. Los alumnos de la escuela privada no estaban acostumbrados de ver a Hwang Yeji en el equipo, por lo que, al divisar sus movimientos veloces y capaces dentro, el público de Sevit se volvió loco.
Ella era su ánimo, su estrella. Era su orgullo y, como siempre, verla en la cancha para desempeñarse en su rol le hacía inflar su pecho de emoción.
—¡¡¡Hwang Yeji!!! —gritó MinHo, sacudiendo el cartel con insistencia—. ¡¡¡Ricura preciosa!!!
Detrás de él, degradados, SeungMin y JiSung se miraron con grima.
—Oye, imbécil —SeungMin le golpeó la cabeza—. Baja esa basura, que queremos ver el partido.
—¡Queremos ver el partido! —MinHo enrolló el cartel y golpeó a SeungMin—. ¡Chúpame las bolas!
JiSung tuvo que evitar que SeungMin saltara sobre MinHo para arrancarle la cabeza.
La burla de RyuJin se posó en la cabeza al ver a JiSung rodear a SeungMin, y MinHo no pudo evitar sentirse más incómodo. Dio una mirada de pies a cabeza a JiSung, lento.
—¿Qué hacen acá? —terminó por preguntar MinHo a los dos—. Nunca los he visto en un partido.
—Clasificatorias interescolares. Creo que es relevante —opinó JiSung.
—Relevante- no es relevante para ustedes. Possers.
—¿Puedes, alguna vez, mantener la boca cerrada? —preguntó SeungMin. Antes de continuar con el insulto, JiSung lo detuvo.
—Espíritu escolar —continuó JiSung—. Además, es nuestro último año. ¿No quieres, también, generar nuevas memorias?
MinHo entrecerró los ojos, sin querer vomitar un poco en su boca por las palabras de JiSung. Graznó una risa y, tras repetir la última oración, dijo:
—Me produces pesadillas.
JiSung ni siquiera pudo replicar la ofensa porque el silbato del árbitro resonó con un nuevo encestamiento. MinHo se giró con rapidez y gritó desde lo profundo de sus pulmones:
—¡¡¡Hwang Yeji...!!!
Varios asistentes portaban los colores en sus caras de las pinturas de RyuJin, gritando el nombre de su escuela con la misma insistencia que MinHo. Ante cada que encestaban o perdían el balón habían exclamaciones, e inclusive los chicos de la escuela privada lucían intimidados por la intensidad de ellos.
El partido iba parejo- ambos rondando los treinta puntos, con cinco puntos de diferencia. El ser Sevit el único equipo mixto, con las dos chicas aparte de Yeji, se movían las tres con la misma agilidad que, con una alianza tácita, le lanzaban el balón a Yeji para que ella, con su puntería exacta, encestara tres puntos.
—¡Y aquí nos movemos mejor! —Felix, el interlocutor del partido, habló—. ¡Tres puntos para Sevit encestado por la victoriosa Hwang Yeji! Y la alianza de la otra escuela- los invasivos, no parecen ser las mejores-
—¡Cállate! —le gritó alguien de la escuela privada.
—¡Sí, púdrete!
—Púdrete tú, hijo de la endogamia.
Yeji parecía tener una estrategia propia, aunque no fuese la capitana del equipo. Con el capitán Oh tenían la estrategia de entregarle el balón a ella salvo cuando estuviese bloqueada por más de dos personas del equipo. Yeji solo giraba sobre sí con el balón y daba el pase a los otros de su equipo, con una velocidad y fuerza que el espectador no alcanzaba a divisar la pelota.
Por lo que, con una historia cargada como la de ella, era de esperarse de que enemigos del equipo la quisieran marcar y rodearla.
Sin embargo, antes de dar un pase, uno de los chicos de la escuela privada se le acercó demasiado.
Yeji perdió el pase por echarse hacia atrás, sacando su cabeza del partido para volver a la realidad. El chico del otro equipo solo le sacó la lengua antes de continuar con el juego.
—¿Fui yo quien vio eso? —preguntó MinHo a RyuJin.
—No, no. Yo también lo hice —concordó RyuJin.
MinHo relamió sus labios, y sacudió su cartel. —¡Vamos, Yeji! ¡Mi chica linda! ¡Tú puedes!
Aún cuando no podía concentrarse, porque el ser un mejor amigo sobreprotector con tu amiga que tenía fobia al contacto humano le dio súper habilidades, y por más que Yeji en los dos primeros años de escuela, le dijera que ambos no eran de tener enemigos, sí eran de tener personas en su contra.
Por lo que, cuando el segundo chico hizo el amago de tocarle el brazo a Yeji, ella quedó paralizada.
—¡Problemas con la número 14 de Sevit! —informó Felix—. Vamos, Yeji, ¿qué sucede?
—¡Sevit! ¡Sevit! ¡Sevit! —gritaban las gradas, alteradas.
La veía, y MinHo la conocía lo suficiente. Yeji continuó con su cabeza en el juego, lo notó porque sus trenzas fueron amarradas en una furiosa coleta antes de, pro como pudiese, lograr interceptar los pases del balón entre el equipo contrario. Ella encestó dos puntos.
—¡Eso, número 14! —gritó Felix—. ¡Contra viento y marea! ¡Enséñenles, Sevit, a esos simios wannabe rich lo que es la verdadera pelea de clases!
—¡Suicídate! —volvieron a gritarle.
—¿No los ves un poco violentos? —ChangBin le preguntó a Chan.
—Ni idea.
—Oh, es un buen pase.
—Hm.
—Si ni siquiera te gusta el baloncesto, ¿por qué estás acá?
Chan miró hacia la cancha y se encogió de hombros. —Despeje mental.
El capitán encestó dos puntos, y Yeji tres más. Solo quedaban tres minutos para que acabara el partido y, así, una gran ventaja ganada para Sevit. MinHo terminó por arrugar su cartel y esparcir brillantina por todas partes por los nervios, para finalmente romperlo cuando el pánico lo golpeó en el instante que el otro tipo de la escuela privada abrazaba a Yeji.
—¡No! —graznó MinHo—. ¡Suéltenla!
La cacofonía de exigencias iba mezclada incluso con la insistencia de Felix en el parlante, al ritmo del rebote del balón tras caer en el piso. El partido no se detenía por el pánico, pero ya nadie le prestaba atención. MinHo voló por las gradas hasta la cancha cuando solo bastaron cinco segundos de tacto para que Yeji cayera desmayada en el suelo.
Inclusive sus fans lanzaron insultos, pero MinHo no podía escucharlas. El árbitro detuvo el partido, con el balón aún rodando en el suelo. Se escuchó un fuerte estruendo entre los chicos del equipo privado, con claros insultos por parte de Felix ante la suciedad del juego.
—¡Juego sucio! —RyuJin también saltó las gradas hacia la cancha—. ¡Ustedes son unos sucios!
—¡Es parte del juego esto! —le espetó en la cara el capitán del equipo de la otra escuela, antes de que el capitán Oh de Sevit lo sujetara del cuello de su uniforme—. ¡Suéltame!
—¡Fue trampa!
—Ay, no me gustan las peleas —lamentó HyunJin, tapándose el rostro con horror al instante en que más estudiantes comenzaron a ocupar la cancha de baloncesto—. ¡Que atroz!
—¿Quieres que lo empeore? —Chaeryeong le preguntó.
HyunJin no se pudo negar cuando ella, tras apretar la pantalla de su iPad, las luces del gimnasio comenzaron a parpadear, junto por un nuevo sonido salir por los altoparlantes.
—Yoon SukYeol es una vaca fascista que merece ser decapitado —la voz robótica de ChangBin resonó por el gimnasio—. Cualquiera que esté de su lado es un absoluto imbécil que debería de ser tratado con lobotomía. ¡Arriba el pueblo trabajador!
—¡¿Qué?! —ChangBin, desde las gradas, graznó con horror—. ¡Yo nunca dije eso!
—Y pareciera que su madre es tan fea que su padre la confundió con un sapo y terminó por cogerse al sapo.
—¡Chan! —ChangBin alegó a su amigo—. ¡Haz algo!
No, porque Chan estaba a su lado, tieso, con su vista fija en el cuerpo tendido de Yeji en el suelo. No esperaba que ella tuviese esa reacción. No esperaba que ella se desmayara.
—Que... —Chan murmuró—... asco...
De él mismo, pero no cedería a los pensamientos de culpa. Solo huiría de ellos, tal como lo hizo del gimnasio.
—Vámonos antes de que se agarren a golpes. —JiSung, por su parte, sujetó a SeungMin para que se movieran de las gradas—. No quiero seguir metiéndome en problemas.
—Qué loco —SeungMin no sabía si lucía asombrado o enfurecido—. Aunque- Yeji se lo buscó. ¿Cómo es que alguien con su fobia está metida en este equipo?
—No eres nadie para juzgarla, ¿vale? —JiSung simuló un escalofrío. Ver a Yeji en ese estado le hizo revolver el estómago—. Larguémonos antes de que llegue Hwei.
—¿De qué demonios hablas? —SeungMin le siguió—. No la juzgo, solo opino que su razonamiento es un poco errado, en especial con lo que quería lograr.
—Difícil es tener una capacidad, ¿y quieres limitarla?
JiSung sonaba demasiado irritado, tanto que desconcertaba a SeungMin. A medida que la cancha se llenaba y la voz de ChangBin resonaba en los parlantes, los dos se largaban del gimnasio.
—¿Por qué demonios la defiendes tanto? —preguntó SeungMin—. Creo que jamás te he visto interactuar con ella.
—No es ella la que me da pena.
—Ah, ¿entonces es por MinHo?
—SeungMin —JiSung le detuvo el andar—, tú no tienes idea de lo que es ver a tu mejor amigo inconsciente.
SeungMin no dejó de estar descolocado, en especial porque, de forma dramática, JiSung se giró para continuar con su caminata.
—¡¿Eh?! —SeungMin le gritó—. ¡¿De qué demonios hablas?! ¡Oye! ¡Espérame!
Finalmente, ante el acople espontáneo de la cancha, MinHo se aseguró que nadie se acercase a Yeji. Verla tendida en el suelo traía a MinHo recuerdos de la primaria y la escuela media; recuerdos donde sus compañeros la molestaban porque era simplemente irrisorio que alguien pudiese vivir sin ser tocada.
Pero Yeji lo era. ¡Ella podía hacerlo! ¡Y MinHo se acopló a ella para que viviera de forma cómoda sin ser tocada!
No era suficiente. Claro que no. Yeji era una persona autónoma, tal como MinHo lo era; enfrentarse a las cosas crueles de la vida era lo que generaba remordimiento del actuar ante los demás adolescentes que carecían de empatía, en especial en un espacio tan oligárquico como lo era Sevit. Yeji se hizo valer a pesar de su fobia.
MinHo no se encontraba como la persona más inteligente- sus calificaciones lo evidenciaban, tal como su lugar 199° en la escuela, pero a pesar de aquello, sí tenía un mejor corazón y voluntad ante el resto, aun cuando no podía pelear contra el mundo. Por más que quisiese dejar la Yeji ser autónoma, él debía de hacerle compañía a un lado en el instante en que fue trasladada hacia la enfermería.
Difícil fue trasladar a alguien haptefóbica, porque su cuerpo reaccionaba por cuenta propia aun cuando estaba inconsciente. MinHo la cargó junto con el enfermero asistente hacia el edificio principal, y mientras contactaba a la madre de Yeji para pedir autorización para inyectarle clonazepam, MinHo no se fue de su lado.
Frustrante, por supuesto. Pero MinHo no la dejaría sola.
Razón por lo que, aun cuando el enfermero insistió en que ella estaría bien, que despertaría en la mañana, él no quería irse. La madre de Yeji apareció cerca de media hora después, asustada e insistente con querer también pasar la noche con ella. Fue de su sorpresa que, cuando decidió darle su espacio, se topó con su propia madre en el pasillo.
—¿Qué pasó con tu rostro? —fue lo primero que preguntó la señora Lee, antes de colocarse seria—. ¿Te volviste a pegar a golpes?
Sin embargo, MinHo ya había discutido mucho. Pelear guerras para aumentar la brecha de la victoria era agotador, por lo que, se acercó a su madre y la abrazó por los hombros. Ella, sorprendida, le palmeó la espalda varias veces.
—¿MinHo? —preguntó ella—. ¿Estás bien?
No, porque MinHo había tenido miedo. Miedo de verla colapsada de nuevo. Miedo de que ella no podría jamás tener una vida tranquila. Miedo, porque toda la fobia de Yeji fue por su culpa.
(=˘ ³( ,,>ᴗ<,,) ~♡
Durante el sábado, el aire después del partido fue catastrófico. El profesor Hwei entregó puntos de demérito a todo aquel que se encontraba, y la directora Ahn tuvo que discutir con el director de la escuela privada acorde a las reglas del baloncesto y el ataque a Hwang Yeji. De todas formas, impunes saldrían en el futuro.
O eso racionalizaba JiSung, quien esperaba ese tipo de reacción por parte de Sevit: ellos jamás habían protegido a un estudiante.
Además, al resto de los alumnos, ¿qué le importaría? En un instante la cancha de baloncesto estaba llena para sacarse los dientes entre todos, y en otro instante, cada espacio de Sevit era ocupado por chicos desesperados en sus estudios. Ni siquiera la portada del periódico escolar Se-Vitalicio le dio tanta cavidad a la pelea del gimnasio cuando cubría en primera plana el robo que organizaron cuatro grupos de alumnos de segundo año para atar al profesor Hwei de manos.
—JiSung —le llamó un desconocido de primer año—. ¿Puedes enseñarme esta unidad de física?
—¡Han! ¡Por favor! ¡¿Me puede explicar la guerra de Corea?!
—JiSung, ¿Me regalas tus apuntes de Ética?
—¿Puedes hablarme sobre los logaritmos?
—¡¿Sabes algo de literatura?!
Demasiado eran los favores que iban alrededor de JiSung, pero él solo los ignoraba al caminar. Daba pasos seguros como siempre, junto con sus pantalones negros, una camisa que era de su abuelo y un chaleco de lanilla color gris que le hizo su abuela durante las vacaciones de invierno. Si él continuaba caminando, no escucharía al resto.
A veces era agotador escuchar al resto de las personas; pobres almas en desgracia cantaba él en su cabeza por el desespero académico. ¿Qué esperaba JiSung que hiciera? ¿Entregar un poco de su conocimiento para que alguien tuviese el mísero de calificación necesaria? Ser discípulo de JiSung no le aseguraba un ránking más alto en Sevit, y a pesar de que en su primer año él se desgastó en realizar grupos de estudio, láminas de ejercicios y tutorías personalizadas, terminó por dejar de lado esa responsabilidad cuando veía que alumnos que no subirían del número de ranking después de haber estudiado con él, efectivamente, no subirían.
Y después venía la culpa. "¿Por qué sigo en el mismo lugar que antes?" "¡Tú me enseñaste mal!" Tanto era la horda de la hipocresía dentro de la escuela que JiSung ya no tenía intenciones de calentarse la cabeza. En un espacio altamente competitivo, no necesitabas un milagro con cabeza funcional para tener mejores calificaciones: solo necesitabas disciplina, historia biográfica favorecedora, y disposición genética.
JiSung tenía las tres, cosa que era muy rara. El resto, acorde a sus análisis, siempre flagelaban en una. La disciplina hacía flagelar al resto, o la disposición genética: no porque tus padres tenían el dinero para pagarte una escuela privada significaba que eras medianamente inteligente.
Por lo que, cuando llegó a la enfermería, no le sorprendió toparse con el carente de las tres cosas discutiendo con el enfermero.
—¡Me dijeron que estaría para la mañana! —espetó MinHo, alterado.
—La madre de Yeji se la llevó una hora después de que ella despertara anoche. —El enfermero se servía un té en su termo—. Pasó por tu lado, MinHo.
—«Pasó por tu lado». ¡¿Y por qué no la vi?!
—¿Se te perdió tu amiga? —preguntó JiSung.
MinHo, al notar su presencia, apuntó con fiereza a su rostro. —¡Muérete!
—¡Oye, oye, oye! —JiSung sacudió sus manos—. Vengo a un tratado de paz. No quiero pelear.
—«¡No quiero pelear!»
—Que bueno que estemos en la misma sintonía —interrumpió JiSung—. ¿Quieres ramyeon, entonces?
MinHo, sorprendido, detuvo la pelea. Inclusive el enfermero bebió de su té con impresión.
No es que JiSung tenían- como primera opción ir hacia MinHo; él solo quiso ver cómo se encontraba Hwang Yeji, si es que necesitaba algo, y largarse tan rápido como el polvo. No obstante, ver a MinHo ahí pelear por la ausencia de Yeji le hizo mucho más sentido.
Él ni siquiera quería tenerlo cerca, JiSung no tenía que ser un genio como para notarlo. MinHo era un gato rabioso, que maullaba con tanta afinidad ante cada paso que JiSung daba hacia él. Oh, cuánto le gustaría golpearle para que se callara.
No obstante, MinHo vio algo aterrador, algo que JiSung vio anteriormente también, y sabía que era difícil exteriorizar dichos sentimientos. Razón suficiente como para que JiSung pagara su karma. ¿No quería ayudar a los demás a estudiar? Entonces, él ayudaría a alguien con sus sentimientos.
Aun cuando a él no le gustaba ayudar.
Y por supuesto que debía de esperar a que MinHo lo mirase con desconfianza no solo cuando JiSung le ofreció ramyeon, pero también cuando caminaron hacia la residencia de dormitorios; cuando llegaron al espacio común; mientras el agua se calentaba; mientras JiSung preparaba ambos potes; mientras comían.
—¿Quieres preguntar algo? —detuvo JiSung, agotado del hostigamiento visual.
—«Algo- preguntar algo». Claro. ¿Por qué me hablas?
—¿No puedo hacerlo? No contestes —interrumpió—, que contigo es difícil hablar. Agotador. ¿Te lo han dicho?
—¿«Te lo han dicho» que tú eres un bastardo?
—Varias veces. Tanto de gente correcta como incorrecta.
MinHo repitió las palabras, pero no agregó más. Si JiSung era capaz de identificar la ecolalia de MinHo, entonces podría constituir que, cada que MinHo repetía una oración, es porque quería agregar algo a la conversación pero se arrepentía.
—¿Yeji se fue? —preguntó JiSung, finalmente.
—«Yeji se fue» antes de que yo llegara —contestó, revolviendo con sus palillos los fideos—. Su mamá se la llevó. Vino con la mía, también. Pude estar un rato con ella.
—¿Amistad desde la infancia?
—«Amistad desde la infancia».
—Que tierno. —Ya que la conversación iba al punto de forma rápida, JiSung no haría tantos preámbulos—. Con SeungMin es lo mismo, por lo que me quise acercar a preguntarte cómo te encontrabas.
JiSung notó que MinHo lo miraba como si le hubiese aparecido una nueva cabeza. Obvio que era raro, tanto que incluso JiSung se sorprendía de su comportamiento. No obstante, sus abuelos tendían a recordarle sobre la empatía y la humildad; aunque JiSung careciera mucho de ellas la mayoría del tiempo, y con la mayoría de las personas, también debía de ser inteligente con quién dejarse llevar.
«Con MinHo no, obvio. Lo soy con Yeji.»
—«Cómo te encontrabas...» Si Yeji está en casa, está mejor. Le gusta estar en su dormitorio —contestó MinHo, antes de agregar con suma furia—. ¡¿No me dirás que estás enamorado de ella?!
—La preocupación no es natural del amor, sino de la solidaridad y empatía —explicó JiSung, calmado—. Que seas de la selva, no quiere decir que ignores esos sentimientos.
—«Sentimientos»- tú no eres nadie como para preocuparte por ella. Yeji me dijo cosas, así que te tengo sangre en el ojo.
—¿Sangre en el qué?
—«¿En el qué?» Sangre en el ojo: amenazado, bajo mi vista, con intenciones de golpearte fuerte.
JiSung se removió un poco incómodo en el asiento, porque alguien como MinHo era de pedir explicaciones. Parecía traicionar confianzas, pero había algunas cosas que no iban en la confidencialidad- en especial cuando MinHo estuvo presente esa vez en urgencias médicas.
—Cuando esperé a que me dieran noticias de SeungMin en el hospital, un hombre que estaba también esperando a alguien me hizo compañía. Lo odié en un principio, pero luego me sentí mejor al notar que la angustia no es un sentimiento que se sobrelleva en soledad —explicó JiSung—. Debió ser difícil haber visto a Yeji así.
Era sinceridad con lo que JiSung hablaba, y MinHo lucía bastante como alguien que no quería ceder a ella. No le importaba si es que él no bajaba las resistencias. JiSung estaría tranquilo si es que le mostraba un gramo de apoyo.
—«Haber visto a Yeji así...» —MinHo divagó, ausente. Con cuidado de elegir sus palabras, siguió—: no te llegas a acostumbrar, la verdad.
—No es algo para hacerlo —concedió JiSung—. ¿Por qué deberíamos acostumbrar de ver a quienes queremos sufrir?
—«Quienes queremos sufrir», porque el sufrimiento es inevitable. No podemos pelear por guerras perdidas.
—¿Por eso vas por aquellas que puedes ganar?
—«Que puedes ganar». Claro.
—¿Y no es un poco mediocre?
—¿Mediocre? —MinHo negó—. Podemos luchar por lo que queremos, pero también hay que ser realistas. Si viviera del idealismo, sería más tonto de lo que me tachan. No soy idealista, JiSung, soy un realista que pelea.
—... Peleas por cosas que puedan ser ganadas.
—¡Pelear por cosas que puedan ser ganadas! ¡Obvio! ¿Crees que pelearé por mis calificaciones? Pff, lucha perdida. ¿Pelear por el Real King? ¡Siempre! ¡Aunque el pronóstico esté tan oscuro como lo está ahora!
JiSung, impresionado, quedó colgado por un instante, intentando descifrar cada palabra para formar una lógica que él entendiera.
Y no lo hizo.
—¿Seguirás peleando por el Real King, aun cuando Bang Chan ya nos ganó?
—«¿Bang Chan ya nos ganó?» —MinHo rio con sarcasmo—. Sí, entiendo que te dije que no quería ser parte de su juego, pero a veces debemos de jugar con las reglas que nos imponen. Si debo de proteger a mi gente y a mi club, a cambio de que me quiten los órganos, ¡con gusto!
—¡Dramático!
—«¡Dramático!» —repitió MinHo, y sonrió—. ¡Claro! Y tú también lo eres; si no, no habrías ido a verme solo para preguntarme por Yeji sooolooo pooorqueee vimos a SeungMin en un estado vulnerable. Tú también lo proteges.
¿Es que MinHo era más estúpido de lo que aparentaba? ¿O JiSung simplemente no quería tener argumentos porque sus abuelos le dijeron que fuera más empático y humilde? Sea como sea la decisión, JiSung se apoyó en el respaldo y bufó.
—No nos pongas en el mismo saco.
—«No nos pongas en el mismo saco~»
Porque, hasta cierto punto, podía ser divertido. MinHo lucía divertido, y JiSung incluso un poco agraciado por él. Sin quererlo, terminó por lanzar una risa.
—¿Por qué no? —cuestionó JiSung, divertido—. Casi fuimos cortados por la misma tijera.
—«La misma tijera», claro, solo que a ti te tocó la de sabiondo insufrible, y a mí de caliente bailarín.
—No sé si «caliente», pero te queda lo bailarín.
—«Te queda lo bailarín», gracias, a ti te queda lo «insufrible».
Apenas eran las diez de la mañana como para comer ramyeon, o para tomar el primer descanso en la zona común del dormitorio. Sin embargo, parecía ser un buen espacio de compañía para ambos por primera vez desde que tocaron esa escuela maldita.
. . .
si se sopoooortaaaaaaaaan, que es lindo el amor.
¡Gracias por leer!
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