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Conmigo, tendrás a alguien en quien confiar

Capítulo 8

Conmigo, tendrás a alguien en quien confiar

MinHo ni siquiera recordaba por qué escogieron Before the Dawn de GLORY para presentarse en el Dance Revolution.

Tal vez era la música aspiracional, o porque escuchó en algún local comercial y su cuerpo se movió solo. Alguna razón debió de ser, la cual era similar al resto del Real King como para que, después de semanas practicándola, pudiesen presentarla en el evento.

Era una plaza, cercana a Sevit aunque no quedara en el mismo distrito. Apenas tenían dinero para pagar el pasaje de autobús, y el calor de primavera los golpeaba con fuerza en la nuca. No obstante, en el pequeño anfiteatro, con el público y los demás competidores, presentaron la coreografía con diversión.

Felix, quien era el más encantador, era el que estaba en el centro. Rotó con HyunJin para el coro, quien fue opacado por el grupo de admiradoras de RyuJin que chillaron su nombre. Para el segundo verso, sin embargo, Chaeryeong encantó con sus movimientos.

La canción y la práctica de la coreografía fue una elección hecha a finales del ciclo anterior, en febrero. Felix y Chaeryeong, quien en ese tiempo terminaban primer año, permanecían el nerviosismo sobre las decisiones que RyuJin, HyunJin y MinHo tomarían por terminar segundo año. Era normal que los alumnos en tercer año dejaran sus clubes o pasatiempos para prepararse para los examenes de ingreso universitarios.

Ese no era el caso de ellos. Mientras que MinHo no sabía qué hacer con su vida, HyunJin apelaba toda su vida al ingreso de la Universidad Artística de Corea con su fuerte en las artes visuales y plásticas; RyuJin, por otro lado, ni siquiera quería ir a la universidad, solo se divertía en Sevit aclamando que su currículum mejoraría mil veces más con tener el internado inscrito ahí.

Así que, fue inevitable para MinHo no pensar en qué hacer con su vida. El segundo coro terminaba, y la ausencia de puente daba el paso para que cerrara en el centro de las posiciones. Sin embargo, para llegar ahí, con Felix realizaban una voltereta de espaldas para cautivar al público.

Se escuchó el grito de impresión junto con los aplausos, y MinHo continuó con la coreografía. Fue cuando él estaba en el centro que se dio cuenta que su pie izquierdo se dobló tras caer de la voltereta.

«Ah, carajo».

Pero MinHo se encontraba en un mejor lugar, viviendo bien. Su pie aguantaría el resto de la tarde porque su pie doblado, desde pequeño, ya resultaba ser crónico.

Solo era una molestia incordia.

Y, con todo el logro de las últimas semanas, terminaron la canción con éxito.

Bajaron del escenario del anfiteatro con los aplausos del público, y chocaron sus manos de forma desordenada por la emoción de la presentación.

—¡Real King! ¡Real King! ¡Real King! —gritaron de felicidad.

Sin embargo, aún había una competencia a juego. Los cinco esperaron junto al escenario a que los siguientes grupos participaran, vitoreando de orgullo ante momentos de verdadero asombro. Ah, a MinHo le gustaba la competencia entre gente igual de apasionada que él.

Finalmente, luego de doce equipos en competencia, el animador se subió al anfiteatro.

—¿La están pasando bien? —preguntó. El público gritó—. ¡Fascinante! Pues, aun con los grandes y talentosos chicos que están en competencia, es hora de presentar a los ocho equipos que entrarán a la siguiente ronda del Dance Revolution.

MinHo no pudo evitar juntar sus manos, implorando por un dios que ni siquiera creía que era real. Chaeryeong le tomó de la mano, mientras que HyunJin, RyuJin y Felix se abrazaban en la espera, totalmente temblorosos.

—Se presentarán a los tres seleccionados del gusto de los jueces, primero —informó el animador, y leyó las tarjetas—. Los clubes Sounds Blue, Tecknicolores y Waking Up, ¡felicidades!

Se escuchó el grito de los equipos nominados, y la fuerza de Chaeryeong en la mano de MinHo se hizo más fuerte.

«Vamos, por favor. Que mi dolor de tobillo lo valga. Limpiaré el gimnasio tres veces a la semana si es que pasamos a la siguiente ronda».

—¿Felix? —HyunJin susurró—. ¿Qué murmuras?

—Estoy orando.

—¿Eres cristiano?

—¿Algún problema con eso, hippie?

—Los dos siguientes mencionados fueron selectos por ser los favoritos del público —continuó el animador—. Quedando en cuarto lugar, la agrupación Bright Signal...

—Oh, no —lamentaron.

—... Y Real King.

MinHo pestañeó, desconcertado. —¿Eh? ¿Quedamos seleccionados?

—¡¿Quedamos seleccionados?! —repitió su grupo.

El animador no les prestó atención para nombrar a los siguientes tres grupos en competencia, pero el Real King ya estaba saltando de la felicidad. ¡Fueron selectos como favoritos del público! ¡¿Es que la situación no podía ser mejor?!

Se alejaron del tumulto de gente para celebrar, y como el pie de MinHo dolía como el infierno, HyunJin lo cargó hacia una de las bancas donde, sin respeto, gritaron de orgullo.

—¡Pasamos a la siguiente ronda! —saltó MinHo, con cada aterrizada más dolorosa que la anterior—. ¡Pasamos! ¡Pasamos!

—Ah, con todo lo que pasamos- ni siquiera creí que lo lograríamos —confesó HyunJin, derrumbándose en una banca—. YongBokkie, tu rezo funcionó. Deberías hacerlo más seguido.

—Rezo todas las noches.

—¿Y por qué odias tanto al mundo, entonces?

—Yo opino —RyuJin interrumpió la discusión—, que deberíamos ir a comer al restaurante de la madre de MinHo.

—¡Oh, sí! —accedió MinHo—. ¡Al restaurante de la madre de MinHo! ¡Vamos! ¡Vamos!

—Ah...

Chaeryeong pareció de pronto incómoda, y Felix se rascó su nuca.

—Nosotros pasamos —informó ella, apenada—. El profesor Kim dijo que nos daría créditos extras si asistíamos a un reforzamiento previo a su examen.

—¿El profesor Kim? —repitió MinHo.

—Agradezcan que es asistir un sábado en la tarde y no comprarle un café —dijo RyuJin—. Ese viejo hará que se vaya todo mi dinero.

—Entonces, comienza a mejorar las calificaciones, tonta —se burló HyunJin.

—Lo siento... —Felix miró a MinHo—. Iremos a la otra.

MinHo, con una sonrisa, movió su mano para restarle importancia.

—«Iremos a la otra». Tendremos más competencias ganadas, mis niños.

Sin embargo, una fuerte presión atrofió el pecho de MinHo. Le hubiese gustado que Chaeryeong y Felix fuesen al restaurante de su madre porque, ahí, MinHo habría podido disculparse como era debido.

Los días en el castigo, lidiando con el White Tiger y las amenazas de la dirección contra el Real King fueron agotadores, y era casi difícil poder lidiar todo eso sin vincularlo a la culpa. Si MinHo hubiese decidido aligerar su carga ante la responsabilidad del Real King con el equipo, entonces no estaría tan estresado y sintiéndose tan mal como lo hacía ahora.

No obstante, cosas eran inevitables. MinHo le prometió a los antiguos miembros que él protegería el Real King, y si eso costaba parte de la salud mental y tranquilidad de MinHo, entonces lo haría.

Todo el sacrificio con el fin de mantener a sus amigos a salvo.

Aunque era inevitable no sentirse un poco solo al respecto. MinHo sabe que le pidió a los chicos no involucrarse en nada de la pelea, no obstante, la ausencia también le hizo sentir un poco solo.

No era bueno pidiendo ayuda, y mucho menos doblegando su orgullo. Aún quedaba un largo camino por recorrer con el Real King en Sevit, y mientras MinHo tuviese el estómago lleno de la comida de su madre junto a su tobillo revisado, sería imparable.

Poco a poco, MinHo aumentaba la brecha a su favor. Una guerra que podía ser ganada.

(=˘ ³( ,,><,,) ~

JiSung tenía con exactitud la primera vez que visitó un hospital en su cabeza. La sangre también era protagonista, aunque terminó con un final mucho más optimista.

Tenía cinco años cuando su abuela se cortó mientras cocinaba, y el corte fue tan profundo que no podía manejar. JiSung, con cuidado, había vendado la mano de su abuela, e hizo toda la presión que un pequeño chico podía hacer en el cuerpo de una mujer mayor. Fue solo un corte de accidente, uno que con puntos de sutura y una cucharada de azúcar no pudiese solucionar.

El problema es que los puntos de sutura y el azúcar no lograba ser suficiente, y la segunda hemorragia en menos de dos años no era demasiado alentador.

Los médicos no le dijeron nada, pero JiSung lo sabía. Él era el alumno más brillante de Sevit, que estudió muchas cosas de interés durante todo los años que vivió con sus abuelos. Si la televisión era su enemigo, entonces los libros eran la imaginación. JiSung leyó todos los libros de sus abuelos y de la biblioteca más cercana, reteniendo una gran cantidad de información que no era normal para un chico de tan poca edad.

Por lo que, a sus dieciocho, él sabía lo que significaba la segunda hemorragia en menos de dos años. Puntos de sutura y cucharada de azúcar no eran lo suficiente para ayudar.

A su lado, en la sala de espera de Urgencias, se encontraba también un hombre. Su pierna era sacudida, y murmuraba cosas irrisorias en virtud del pánico. JiSung, al notarlo, suspiró de frustración; necesitaba calmarse.

Varios estaban en la sala de espera, mucho queriendo ser atendidos. A JiSung no podía importarle menos cada uno de ellos- no le importó los gritos de la mujer que llevaba una horrible jaqueca los últimos tres días, que increpó a JiSung porque a SeungMin lo atendieron antes que a ella. Tampoco le importó el pequeño bebé que tenía una fuerte gripe y problemas de respiración. JiSung ni siquiera podía interesarse de las enfermeras que lo miraban con lástima, al igual de curiosas por el chico con su ropa manchada de sangre.

JiSung solo quería que SeungMin estuviera bien.

—¿A quién esperas?

El hombre a su lado le preguntó. «¿Esta es tu forma de sacarte la ansiedad?», JiSung pensó, ofensivo.

—A mi amigo —contestó, tosco. No quería hablar.

—Yo espero a mi esposa.

«¿Y a mí qué? ¿Qué me importa a mí? No me dirijas la palabra».

Un médico salió del ala de urgencias, y tanto JiSung como el hombre se levantaron. Nada. Él iba a atender al bebé con gripe.

Cuando los dos se volvieron a sentar, el hombre rio. JiSung creyó que cayó en la locura.

—Fue una hemorragia. Está embarazada- terminando el segundo trimestre —contó el hombre—. Si hubiese sido un aborto espontáneo, ya lo habrían dicho. ¿No crees? No se demoran mucho con eso.

—Los riesgos de aborto a finales de segundo trimestre colocan en riesgo a la madre —explicó JiSung, sin verlo—. No es un proceso rápido.

La respiración del hombre sopesó del mismo pánico, y JiSung notó que había metido la pata.

—Está bien —dijo, y pasó una mano por su cara—. Mi amigo se cortó las venas- segunda vez. Tampoco creo que lo logre.

—¿Crees que mi esposa no lo logrará?

—Creo que... tengo demasiado miedo como para pensar en eso.

El hombre calló, y JiSung se tapó la boca. Otro médico salió, y esta vez atendió a la mujer con jaqueca.

—No van con ninguno de los dos —murmuró el hombre a su lado.

—Lo sé.

—No lo están teniendo fácil.

—Así parece.

—¿Crees que-

—No. Me da igual. Mi amigo- SeungMin no murió —JiSung dijo, y quiso reír por lo irracional que estaba siendo—. Es que... Ja, no sé. Yo lo siento.

—¿El qué?

—La muerte. No sé. Supongo que también debe de sentir eso- si es que quiere a su esposa —murmuró—. Debe de sentir que ella no ha muerto. SeungMin no murió.

Pero no era la muerte que temía JiSung. ¿Qué pasaba si lo apartaban de su lado? ¿Si lo internaban al psiquiátrico? ¿Si su padre le hacía algo peor? Si le alejaban a SeungMin, entonces, ¿cómo JiSung lo protegería?

El pensamiento le hizo sucumbir en el pánico, y aunque su acta de racionalidad culpara al hombre melancólico y temeroso a su lado, JiSung tembló de la pena, no queriendo que vieran sus lágrimas.

Y, aun con su comportamiento soez, el hombre a su lado le acarició la espalda.

—No siento la muerte —le dijo el hombre—. Así que, ninguno de los dos está muerto.

Es una espiritualidad barata que solo servía para convencer a JiSung.

Cuando el médico de turno salió, llamó el nombre de SeungMin. El hombre suspiró de decepción; JiSung no pudo sentirse mal por él cuando ya estaba corriendo hacia el médico.

Ninguna mala noticia fue dicha, o no que corriera dentro de la vitalidad del asunto. JiSung encontraba pertinente y necesario que el hombre le dijera las cosas como eran, porque por más que él fuese el alumno más brillante de Sevit, continuaba buscando la vitalidad de su mejor amigo.

Por lo que, cuando amenazaron que deberían de gestionar un ingreso al área psiquiátrica, JiSung sacó la primera carta bajo la manga.

—Él es mayor de edad. No necesita el consentimiento de los padres- ni que se enteren de esto.

—El chico es un estudiante, todavía. Tiene responsables sobre él —acotó el doctor.

—Y es un mayor de edad. No ingresará-

—Si quiere apelar a la mayoría de edad, le debo recordar que no es suficiente para esto —la seriedad de la cara del doctor hizo que JiSung se moridera el labio, desesperado—. Atentó con su vida- por segunda vez. Ya no está en sus facultades para mantenerse fuera-

—Lo está. Está en todas sus facultades mentales y psiquiátricas para seguir llevando su vida normal —reiteró JiSung—. Así que, pagaré y nos iremos-

—O ingresa de forma voluntaria, o se le notificará a los padres para que tomen una decisión- o un adulto responsable —acotó el doctor, y se abrió paso en la entrada del pasillo—. Convénselo de la mejor idea.

JiSung, sin mirar al hombre que lo consoló, entró hacia la sala de urgencias.

En el interior, se encontraban todos los ambulatorios. El bebé con gripe y la mujer con jaqueca. La esposa embarazada del hombre que le hizo compañía no estaba ahí, pero SeungMin sí, sentado en una de las camillas mientras que la enfermera comprobaba la intravenosa.

SeungMin lucía parcialmente dopado, probablemente por los calmantes de su ataque de angustia. Sus muñecas, como eran de esperarse, estaban vendadas. Y su ropa estaba con su sangre seca.

JiSung ni siquiera sabía qué decir. Pocas veces se quedaba sin palabras, y esta no sería la excepción. SeungMin le miraba con notoria culpa, junto con una gran suma de vergüenza que le hizo desviar la mirada.

Frustrado, JiSung se revolvió el pelo.

—¿Qué se supone que debo hacer contigo? —preguntó.

Como SeungMin no contestó, JiSung le pateó la cama.

—¡¿Eh?!

—¡Por favor! —la enfermera le interrumpió—. Tenga más consideración.

JiSung se mordisqueó el labio. Ya sangraba por todos los cueros que se arrancó.

—Perdón... —murmuró SeungMin—. No me di cuenta-

—¿Qué? ¿Hasta que te abriste las muñecas y Hwang Yeji te vio?

SeungMin movió su cabeza, lento. —No estaba pensando-

—¡No, SeungMin! ¡Me dijiste que no lo harías de nuevo! —el nudo en la garganta se hizo más grande en su garganta, por lo que, emocionado, se sentó a los pies de la cama—. Y yo te dije que nos las arreglaríamos después de la graduación...

¿Por qué SeungMin no podía aguantar hasta ahí? ¿Qué mal trabajo hizo JiSung como para que él quisiera acabar con su vida de forma tan abrupta? JiSung creyó que lo estaba protegiendo bien...

SeungMin, incapaz de decir algo, resopló otro rasgo de la tristeza. Estaba abatido. —No te lo tomes personal-

—¿Cómo no lo voy a hacer? —increpó—. ¿No que estábamos juntos en esto?

Era de esperar que SeungMin no diría algo más, por lo que JiSung no presionó a una respuesta. Cansado, JiSung sacó su celular de su bolsillo y comenzó a marcar.

—¿A quién le llamas? —preguntó SeungMin.

—Al profesor Kim.

El cuerpo de SeungMin se tensó completo; tuvo las intenciones de sentarse, pero la intravenosa se lo impidió.

—¿Por qué? No, JiSung. No lo hagas —la voz de SeungMin fue más temblorosa—. Por favor- no voy a-

—Cállate un poco. Tengo que llamar a un adulto responsable de ti para que te liberen. Es eso, o te internan.

—JiSung-

—O llaman a tu papá.

SeungMin calló, con sus ojos repudiando por completo a JiSung. Resopló un sollozo y se apoyó en el respaldo. JiSung se levantó de la cama, y colocó el auricular del teléfono en su oreja.

—Te odio —soltó SeungMin.

—Puedo vivir con eso.

(=˘ ³( ,,><,,) ~

El kinesiólogo de turno, del hospital más cercano de Sevit, vio el tobillo izquiedo de MinHo inflamado y suspiró de decepción.

—Deja de bailar —le dijo, franco.

—Jamás... —lloriqueó MinHo. Su pie le dolía como el infierno.

El tratamiento era fácil, casi recurrente para MinHo. Al menos tres veces al año era que visitaba el hospital por su pie doblado, y el kinesiólogo de turno, que debía de haber atendido a MinHo el 60% de las veces que él asistía, solo sacó de su cajón unos parches de lidocaína local y lo lanzó a la camilla.

—Ya sabes como hacerlo —le dijo.

MinHo tomó los parches, contento.

—«Ya sabes cómo hacerlo». ¡Gracias!

No obstante, cinco minutos después, el kinesiólogo regresó.

—¿Tú eres alumno de Sevit, cierto?

—Cierto, cierto. Lamentablemente. —MinHo arregló los parches de lidocaína alrededor de su tobillo, para envolverlos con una venda—. ¿Por qué?

—Tu seguro escolar ya está copado.

—¡¿Copado?! ¡¿Cómo eso?! —MinHo saltó, asustado—. Si recién llevo como dos meses en mi tercer año.

—El seguro escolar te cubre los tres años —explicó el kinesiólogo—. Ya pasaste lo que te debería de cubrir.

—«Te debería cubrir», ¡pero soy pobre! ¡Estoy becado!

—Háblelo con la directora. Lo esperamos en la caja.

MinHo lanzó un fuerte bufido de decepción mientras se recostaba en la camilla. ¿No podía tener más mala suerte?

«¡Profesor Kim!»

¡Él podía ayudarlo! El profesor Kim siempre cubría la espalda de los estudiantes, en especial del salón 3-A, su curso designado.

Sacó su celular y marcó al instante. ¡La vida era tan injusta para el pobre!

¿Diga?

—¡Diga, profesor! Soy Lee MinHo, ya me conoce.

Lo sé, MinHo. Tengo identificador de llamadas.

—Identificador de llamadas. Qué listo.

¿Qué hiciste ahora?

—«¿Qué hiciste ahora?» Estoy en el hospital. Me doblé el pie, profesor, y me dijeron que ya había copado todo mi seguro médico. ¿Puedeee...?

MinHo escuchó el suspiro de decepción en la otra línea, y se felicitó.

Agradece que ya iba para allá...

—¡Para allá! ¡Para allá! ¡Gracias, profesor!

El profesor Kim cortó la llamada, y MinHo estiró sus brazos. No siempre tenía tanta mala suerte.

«Aunque, ¿por qué él ya venía?»

Aprovechando que el kinesiólogo aun estaba fuera, MinHo guardó un par de parches más de lidocaína («si me van a cobrar por la consulta, como mínimo regálenme las cosas»), vendas, alcohol y algodones; todo dentro de la mochila. El kinesiólogo, tras regresar, le entregó su certificado para faltar el lunes y el martes, y MinHo se fue cojeando de ahí.

«Ah... espero que estos días los demás tipos del dormitorio lo limpien. Yo estoy lisiado por excelencia. Hm... Podría pasar mis días en las salas de descanso. O molestar un poco al White Tiger. Jo, jo, jo. Como mínimo deberían ponerme un sofá».

Se sentó en el área de finanzas, y esperó al profesor Kim.

Sin embargo, mientras balanceaba sus piernas y buscaba algo interesante en la persona de al lado para poder entablar una conversación, notó un cuerpo parecido a alguien que él conocía, también apareciéndose en el área de finanzas.

Han JiSung.

—¿Oh? —MinHo se enderezó para verlo mejor—. ¿Han JiSung? ¡¿Han JiSung?!

Su garganta se atragantó enseguida, al instante en que JiSung despegaba su mirada del suelo. Tras divisarlo de cerca, su uniforme estaba con manchas de colores que eran opacados del azul de su camiseta y de sus pantalones negros.

Cuando JiSung notó a MinHo, pareció también querer saber por qué estaba él ahí. Empero, con velocidad, caminó hacia MinHo.

—Hola —saludó MinHo, aunque frunció su ceño tras notarse muy animado al verlo—. ¿Qué haces acá?

—Nada. Tú no me viste —aclaró JiSung.

MinHo alzó sus manos. —«Tú no me viste». Como si quisiera saber por qué estás acá.

—¿Me acabas de preguntar?

—«Preguntar. Preguntar». Tomo la pregunta de nuevo. No me interesa.

—Más te vale.

—Vale.

—Vale.

JiSung tomó asiento en uno de los sectores vacíos, en la fila frente a MinHo. Él lo imitó, con sus brazos y piernas cruzadas. Por los altoparlantes llamaban los nombres de los pacientes a pagar en la caja, y mientras el profesor Kim no registrara su llegada, MinHo no podría irse.

«Ah, vamos, ¿qué hace que se demore? —pensó MinHo, mientras veía con recelo la nuca del cabello café de JiSung. Era injusto, porque el tipejo podía tener la libertad de dejarse crecer su cabello cuánto quisiera solo por ser primer lugar, lo que le permitía mostrar ondas naturales—. No, ¿naturales? Mentira. Eso es una permanente. Mi madre también se las hace».

Por lo que, para comprobar, se inclinó hacia adelante y tocó el pelo de JiSung. Él le pegó una bofetada en la mano.

—¿Qué tocas, mocoso?

—Mocoso. Tu pelo se ve falso.

—¿Falso? —JiSung se giró para verlo—. ¿Por qué, siquiera, me hablas?

—«¿Me hablas?», porque pensé que lo falso de tu personalidad no iba también a tu cabello. Me equivoqué. ¿Te lo dejan usar largo porque eres primer lugar?

—¿Y tú qué sabes?

—«Sabes». Saber. Sé. Claro que sé —y MinHo sonrió, burlesco—. No por nada me llaman Lee Know.

JiSung abrió sus ojos, pareciendo ofendido por unas palabras que ni siquiera alcanzaban a la ofensa. De nuevo, se giró con brusquedad para darle la espalda a MinHo, con brazos cruzados.

—Deja de hablarme.

—Deja de hablarme —repitió MinHo, y se apoyó en su asiento.

Sin embargo, el profesor Kim se estaba demorando. MinHo no era de lidiar muy bien con el aburrimiento, y como JiSung era lo más cercano a un juguete, apoyó su pie bueno en el asiento y, desde su rodilla, comenzó a temblarla.

JiSung se levantó de un salto.

—¡¿Te falla?! ¡¿Puedes dejar de molestarme?!

—¿Puedes dejar de molestarme? —MinHo repitió en el mismo tono.

—¡No me imites!

—¡No me imites!

—¡Cállate!

—¡Cállate!

—¡Cállate!

—¡Cállate!

—Ay, por amor del- cállense los dos.

Los demás pacientes los miraban con irritación, e inclusive las personas en la caja se giraron para ver qué pasaba. Desde fuera de la recepción de urgencias, el profesor Kim les llamó la atención con SeungMin a su lado.

—¡Ah! —MinHo sonrió—. ¡Profesor...!

Pero sus ojos decayeron hacia SeungMin, cuya ropa también estaba manchada de sangre y, divisible, se apreciaba el vendaje alrededor de sus dos muñecas. El profesor Kim, tras notar a MinHo, se sacó su chaqueta y se la entregó a SeungMin.

—Pagaré y nos iremos —informó el profesor Kim, mientras alentaba a SeungMin a que fuera en los asientos—. Ve con ellos.

JiSung estancó su respiración antes de ir hacia SeungMin. Le preguntó un par de cosas que MinHo no alcanzó a escuchar, a su vez que SeungMin solo sacudía su cabeza con lentitud- pareciendo no querer hablar con nadie. MinHo se sentía fuera de lugar.

Por lo que, sin querer intervenir más, se sentó y esperó a que el profesor Kim pagara.

«¿Vinieron por SeungMin? —se preguntó MinHo, dándoles miradas de soslayo—. Luce como si se cortó. ¿Con qué fue? ¿Estará bien?»

Aunque tampoco debía de ser un genio, en especial porque JiSung lucía más irritante que de costumbre, junto con un SeungMin que, por primera vez, lucía no estar cerca de estallar.

Una vez que el profesor Kim pagó las dos cuentas, los cuatro salieron del ala de urgencias para tomar un taxi. Aunque JiSung no se desapegaba del silencioso SeungMin, sí le entregó una mirada a MinHo sobre su hombro.

—¿Por qué cojeas? —le preguntó.

—«¿Por qué cojeas?», porque me doblé el pie —contó, para luego dirigirse hacia el profesor Kim—. Pasamos a la segunda ronda del Dance Revolution, profesor.

—¿Ah, sí? —el profesor Kim, aunque estaba más pendiente de buscar un taxi, sonrió—. Felicidades.

—Felicidades. Fuimos favoritos del público.

—¿Tan malo fueron los otros?

—¿Los otros? Ya... —MinHo le frunció la cara—. Ningún atisbo de fe, pareciera.

—«Atisbo» —habló JiSung, para dirigirse a MinHo—. Alguien estuvo leyendo, ¿eh?

—¿Eh? Claro. ¿Rompí con tu imagen de iletrado del zoológico?

—No. Algunos chimpancés saben leer.

MinHo levantó su puño para amenazarle con un golpe, sin embargo, su actitud se congeló cuando SeungMin bufó una risa. MinHo seguía sin entender por qué estaba tan fuera de lugar- o por qué no le dejaban estar afuera de ahí, pero tras ver la sonrisa que se formó en JiSung mientras veía a su amigo, MinHo decidió seguir en silencio.

«¿Qué demonios pasó?»

Tras tomar un taxi, el profesor Kim tomó el copiloto mientras que los otros tres se fueron apretujados atrás. JiSung inhaló con profundidad, y miró a MinHo con asco. MinHo sintió la mirada con rapidez, junto con la mueca; lento, levantó el cuello de su camiseta y la olfateó.

—Ja —susurró—. Es sudor.

JiSung puso sus ojos en blanco. MinHo no pudo evitar sentir vergüenza de él mismo. Tampoco es como si hubiese esperado estar encerrado en un taxi con el primer lugar a su lado...

El timbre de una notificación rompió las canciones trot del taxi. SeungMin no apartó su vista de la ventana, y MinHo revisó su celular si fue el suyo. Por su cuerpo pegado, MinHo notó cómo JiSung se tensaba de manera brusca a la par que apagaba su celular.

—¿Muy malo el mensaje? —le preguntó MinHo.

JiSung no contestó.

Llegaron a Sevit, la puerta principal. Ante las atenciones de urgencia y el trayecto hacia la escuela, la entrada ya se encontraba cerrada. Tuvieron que saludar al conserje junto con el justificativo del maestro Kim para que no los acusaran. No era normal que alumnos merodearan por la explanada de ingreso de Sevit tan tarde un sábado.

En los escalones de la explanada, MinHo divisó a Yeji. En su rostro se formó una sonrisa.

—SeungMin —llamó el profesor Kim—. ¿Me acompañas al aula de maestros un momento, por favor?

SeungMin asintió, y siguió al profesor en pasos de distancia. Yeji, por su parte, trotó hacia donde MinHo y JiSung se encontraban.

—Ah... —MinHo estiró sus brazos hacia ella—. Yeji~

Pero ella pasó de él para ir directamente hacia JiSung.

—¿Cómo está? —preguntó Yeji, seria y culpable—. ¿Qué le dijeron?

JiSung no detuvo su caminata, solo pudo verla con repulsión y continuar.

—Piérdete.

MinHo abrió la boca, indignado, pero Yeji no hizo el amago de querer seguir a JiSung. Ofendido, cogió hacia su amiga.

—¿Qué carajos? —espetó MinHo—. No le prestes atención. Es un imbécil.

—No- yo... —Yeji pareció complicada al elaborar, tragando y mordisqueando sus labios de forma compulsiva—. No hice nada...

Los rastros de la culpa hicieron a MinHo caer en cuenta, viendo a distancia cómo el profesor Kim y SeungMin ingresaban al edificio principal de Sevit con JiSung siguiéndoles metros atrás.

—¿Fue por los cortes? —preguntó MinHo, finalmente.

Yeji resopló, apenada, y asintió. —Lo vi en los camerinos...

—¿En los camerinos? Ay, no —MinHo le miró—. ¿Fue a propósito?

—Eso espero —confesó Yeji—, pero eso no es bueno. Para nada.

—Para nada.

MinHo conocía a Yeji a la perfección, de cómo sus hombros entumecidos, la comisura de su labio gastada y sus ojos hinchados mostraban el remordimiento de su actuar.

Yeji volvió a resoplar la pena, y limpió una lágrima bajo su ojo. —No pude hacer nada...

—«Nada, nada». Está bien-

—JiSung está en su derecho de estar enojado. No pude ayudar a SeungMin.

—«No pude ayudar a SeungMin» No puedes tocarlo, Yeji.

—Y eso es... es triste.

Y como MinHo tampoco podía tocar a Yeji, solo pudo quedarse a su lado.

(=˘ ³( ,,><,,) ~

JiSung sabía lo que pasaría en ese momento, porque mientras que SeungMin estaba con el profesor Kim en la sala de maestros, la directora lo tenía a él retenido en la oficina.

Era doloroso, demasiado terrible. Parecía volver a viajar en el tiempo hacia un punto donde no debería de haber pasado eso- no. Por favor. JiSung ni siquiera debía de tener esos pensamientos de nuevo respecto a SeungMin antes de siquiera considerar la pérdida real. Era su amigo, su hermano. Su todo.

¿Por qué debieron de pasar por eso, de nuevo?

El profesor Kim había sido demasiado amable pagando con su propio dinero la cuenta de SeungMin, junto con ser el adulto responsable para darle de alta. La amabilidad era desbordada como también lo fue la negligencia, porque, ahora, en ese instante, la directora no lucía contenta.

En especial cuando sacó una toalla con el logo de Sevit cargada de sangre seca desde su escritorio, y lo dejó en la superficie.

JiSung no podía mantener las apariencias.

—Irresponsable de su parte que no me haya comunicado esto —dijo la directora Ahn—. Sabe que debemos de tener un ojo sobre SeungMin.

JiSung no respondió. Ni siquiera sabía qué decir, pero no quería demostrarlo.

—¿Fue atendido? —preguntó la directora. JiSung asintió—. Y regresó a la escuela.

—Directora-

—SeungRyang estará preocupado. Nos advirtió que, cualquier anormalidad, deberíamos de informarle para poder retirarlo. ¿Recuerda?

JiSung mordió el interior de su mejilla, mientas intentaba sentir el temple en su cabeza.

—¿Lo llamó? —se atrevió en preguntar JiSung.

—Aun no. —No podía ni siquiera mostrar el alivio cuando la toalla con sangre estaba en el escritorio—. Lo haré acorde a la decisión que usted quiera tomar.

La forma en la que sentía frío era mortal, junto al ritmo de sus latidos para querer mantener su respiración.—¿Disculpe?

—No me gusta que me humillen —confesó la directora, y miró a JiSung—. Ni que me falten el respeto. Son sanciones que deben de cumplirse por faltar las normas, Han, porque su primer lugar no lo ayudará.

Le fue inevitable recordar las palabras de MinHo en la sala de espera de urgencias, de cómo su cabello era un beneficio de primer lugar- como la mitad de las cosas que JiSung podía salir invicto dentro de la escuela.

—Ingresará al equipo de porristas para que ganen las regionales, ¿está bien? —dijo la directora. Tomó la toalla y la guardó en uno de sus cajones de escritorio—. Y arrastrará a Lee MinHo junto a todos los chicos del Real King. Tú los espantaste, así que tú los traes de vuelta. —La directora Ahn alzó su mirada hacia él, y sonrió—. ¿Tenemos un trato?

Aun con respiración lenta, JiSung pudo sentir cómo sus ojos se aguaban.

—¿Puedo tener un minuto de honestidad, directora?

—Seguro.

—La corrupción con los padres de Bang Chan luce bastante insano, en especial porque accede a costa de los estudiantes. Debe de tener poco amor propio como poca validación laboral en esta posición para aceptar algo tan banal como cumplir los caprichos de un solo estudiante-

—Han-

—Amenazarme con SeungMin es caer aun más bajo de lo que cualquier persona puede hacer. Ni siquiera como directora, sino como humana —JiSung se las arregló para poder sonreír, aunque su mentón tembló ligeramente—. Se ha rebajado a un chico de dieciocho años.

—¿Entonces? —discutió la directora Ahn—. ¿Te unirás al grupo de animadores? ¿Te querrás graduar con Kim SeungMin?

JiSung solo pudo tomar aire antes de asentir, largarse de la oficina y pronunciar por última vez:

—Ojalá estar acá cuando la saquen de dirección y se vaya presa.

El edificio principal estaba parcialmente vacío, teniendo los únicos puntos de estudiantes las bibliotecas y las salas de estudio. JiSung ignoró a los que se detenían para preguntarle sobre algunas asignaturas, como también muchos ignoraron a MinHo cuando él se paseó con lentitud por el pasillo en dirección a la enfermería.

No había sido un mal día, pero Yeji estaba bastante deprimida. El sentimiento se le era contagioso, aun cuando el Real King ya había pasado a la siguiente ronda del Dance Revolution. Todo fue eclipsado al ver a SeungMin con sus muñecas vendadas.

No era hacer la vista gorda, pero como SeungMin, muchos chicos sufrían de esa forma compulsiva y maltratadora. La enfermería pasaba llena casi todo los días, intentando abordar colapsos nerviosos o fatigas crónicas; solo un 15% de los que la visitaban en la semana era por algún accidente o inicio de gripe. Parte de la cultura de Sevit, junto con el imperativo académico, mantenía a MinHo aun más aislado de lo que quería.

Todos querían hacer algo. HyunJin, aun con sus pésimas calificaciones, quería ser becado en la Universidad Artística. Chaeryeong es una as en las máquinas. Felix está viviendo la experiencia de un estudiante de intercambio para hacer algo en dos años cuando acabe la escuela; inclusive RyuJin, que solo quería abrir una cafetería al terminar la escuela, tenía algo.

¿Y MinHo? Solo peleaba contra el mundo educativo, intentando revivir la danza como un medio que ni siquiera sabía si se tenía en continuidad. Tampoco se encontraba alguien tan brillante- oh, por favor, inclusive Sevit le había quitado la psicopedagoga durante el año anterior al no mostrar una eliminación total de su ecolalia. Tal vez era demasiado estúpido como para estar en esa escuela.

Sin embargo, en mitad de camino hacia la enfermería, notó en una de las salas de estudio estar completamente vacía, solo con tres personas en su interior:

Bang Chan, junto a Chaeryeong y Felix.

Se detuvo un instante, en las paredes de vidrio cuyo diseño en las pinturas eran lo suficientemente grande como para taparlo. Se colocó de puntas con el dolor de su pie, y vio cómo Bang Chan proyectaba desde su computadora una secuencia de movimientos básicos de cheerleader.

—¿Creen poder hacer eso? —les preguntó.

MinHo ni siquiera quiso ver la respuesta. Continuó con su cojeo hacia la enfermería, sopesando un poco más su rolde liderazgo y de cómo, aun pasando a la siguiente ronda de la competencia, no podía sentirse como un victorioso.

Yeji lloraba a su lado. El Real King estaba siendo atrapado por Chan. ¿Es que MinHo no podía hacer algo por la gente que quería?

Apenado, MinHo solo siguió caminando.

Mientras, en la residencia de dormitorios, SeungMin ingresó con lentitud. Todo estaba a oscuras: HyunJin no había llegado, y Felix estaba desaparecido, tal vez ambos juntos. Ni siquiera quería pensar en algo más de ese día, totalmente abatido corporalmente, por lo que se dirigió hacia su cama para poder recostarse.

Hasta que tocó un cuerpo.

—¡Ay!

SeungMin encendió la luz, y JiSung se incorporó en la cama.

—¿Te ibas a acostar con la ropa de afuera puesta? —le preguntó JiSung—. Qué asco.

SeungMin colocó su mano en su pecho para regular la respiración. —Carajo, Hanji, ¿quieres morir?

—No. Tengo hambre.

—Pues, ve a comer.

—No. —JiSung salió de la cama y se sentó—. Quiero ramyeon. Vamos.

JiSung tomó a SeungMin del brazo y lo sacó del dormitorio. SeungMin, de su cuerpo móvil como marioneta, solo pudo suspirar para ser llevado hacia el comedor compartido de la residencia.

Como Sevit era una escuela de lujo, la comida estaba en disposición de ellos. Solo tres chicos de primer año se encontraban utilizando el comedor, pero tras ver a JiSung y a SeungMin ingresar, se alejaron con rapidez mientras se inclinaban con docilidad.

Calentaron el ramyeon, y se sentaron rodilla con rodilla, silenciosos. A JiSung le gustaba el ramyeon de res, y SeungMin de camarón. Los aromas acompañaron el espacio junto con el vacío de la dolencia que se construía alrededor de SeungMin, y que JiSung se esforzaba en derrumbarlo.

Después del extenso silencio, SeungMin habló.

—Lo siento.

—Psicótico —contestó JiSung.

SeungMin, sin esperar el insulto de regreso, solo pudo reír.

—¿Psicótico? Atacas como niño.

—Psicótico. Psicótico.

—Cállate un rato.

—Psicótico.

Aparte de las suturas y la cucharada de azúcar, también animaba el ramyeon con las risas.

(=˘ ³( ,,><,,) ~

Para el lunes, MinHo no consideró que tenía un problema con el Real King hasta que Yeji lo apuntó.

—¿Tienes un problema con el Real King?

—Real King, Real King... —reiteró MinHo, y lanzó una risa—. Ja, directa.

—Hablo en serio. —Ambos caminaban por la escuela, tranquilos y en pena. Tenían un receso de quince minutos entre Ética y Química, y por más que MinHo se muriera por una caja de leche de fresa, ver a HyunJin y a RyuJin en el almacén le quitó el apetito—. ¿Es por lo que viste el sábado?

—Viste el sábado, viste el sábado... —canturreó—. Ver el sábado...

Yeji colocó sus ojos en blanco. MinHo utilizaba su ecolalia a favor cuando quería evadir las respuestas.

Sin embargo, no pudieron dar más pasos cuando, abordándolos, JiSung apareció frente a ellos.

Continuaba con su chaleco de lanilla hecho a mano, el único distintivo del uniforme del resto de los estudiantes que no querían ganarse puntos de deméritos. JiSung no miraba a Yeji, haciéndole fingir que era humo, para solo centrarse en MinHo.

—Quiero hablar contigo —pidió.

—Hablar conmigo... —canturreó MinHo—. ¿Qué?

JiSung miró a Yeji de reojo. —A solas.

MinHo y Yeji compartieron una mirada. Yeji dio dos pasos hacia atrás y les dio la espalda.

—¿Feliz? —alentó MinHo—. Habla.

JiSung se mordió el labio, pareciendo considerar sobre sus siguientes palabras. MinHo nunca había visto a JiSung tan vacilante.

«¿Qué le pasa a este tipejo? —se preguntó, mientras miraba a JiSung de pies a cabeza—. ¿Quiere hablar sobre lo del sábado? ¿O quizá...? ¡Ay, no! ¡¿Y si se quiere confesar?! ¡Ay, Han JiSung, primer lugar, confesándose a Lee MinHo! ¡Qué escándalo! Ya, ya, ¿por qué te emocionas? Ay, que chistoso. Espero que Yeji escuche todo esto para reírnos despu-»

—Metámonos juntos al equipo de animadores.

MinHo quedó colgado, e inclusive pudo escuchar el jadeo de Yeji a su espalda.

—¿Eh? ¿Animadores? —corroboró MinHo. «Ow, ¿no es una confesión?»

—Seamos animadores —repitió JiSung—. Ingresemos al club, juntos.

—«Al club, juntos. Juntos» —JiSung asintió—. ¿Estás loco? ¿Mal de la cabeza? Te crees superior exponiendo a Christopher como el vil que es, ¿y ahora quieres hacer eso? ¿Eres inconsecuente?

—Tuve mis pensamientos en ese entonces, pero ahora quiero ingresar al club contigo y con el Real King.

Ah, no. Eso sí que no. MinHo no escucharía de nuevo el nombre de su equipo en la boca de ese imbécil. ¿Acaso, solo porque era el primer lugar, que MinHo debía de seguir con las órdenes que él daba? ¡JiSung ni siquiera dijo «por favor»!

Por lo que, seguro, MinHo caminó hacia él.

—Odio a los inconsecuentes con valores de papel —aclaró MinHo, con cada oración dando un paso hacia JiSung—. No quiero asociarme a las estúpidas necesidades de Christopher porque él no se merece nada bueno. ¡Por ende! —gritó, cerca de la cara de JiSung para que pudiera escucharlo con atención—. ¡Yo nunca me meteré en el club de animadores contigo!

. . .

No mentiré, no sé qué personaje es más acontecido. Ji. 

¡Gracias por leer!

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