Luego de dos días, al fin lograron que Newt lograra incorporarse.

-Lo estás haciendo de maravilla, amigo- Jacob, sobrio ahora, le sonrió en un vago intento de darle ánimos.

Newt no respondió. Nunca lo hacía. Se comportaba como un pequeño y asustadizo animalito, que sólo espera por ser herido.

-Dios mío, cielo, seguramente tienes mucha hambre- Queenie entró con una bandeja llena de comida en las manos. Su sonrisa era hermosa, igual que siempre, pero sus ojos estaban rojos aun.

Ella era la única que sabía a ciencia cierta lo que Newt había pasado. Lo sabía con punto y seña. Y eso a Tina le frustraba.

"Dime" había exigido a su hermana una noche atrás.

"¿Decirte qué, Tina querida?" ambas se hallaban hablando en susurros. Scamander dormía gracias a los efectos de un buen té relajante, pero, luego de la guerra que dio para beberlo, no querían arriesgarse a despertarle otra vez.

Tina no lo dudó, mientras miraba a Queenie a los ojos, aún y si los propios se llenaban de lágrimas cada tanto.

"Quiero saber lo que le ocurrió" dijo.

Queenie desvió la mirada.

"No quieres, Tina" cerró los ojos ante los feroces pensamientos de su hermana y se obligó a sí misma a responder con firmeza "No podrías. Aunque lo supieras, eso no ayudaría a evitarlo".

Newt, de nuevo en el presente, observó a Queenie con cautela. Sus grandes ojos del color de un suspiro de invierno, miraron asustados a la bella bruja.

-Es comida- aclaró Queenie en tono cantarino-, puedes tomar toda la que te apetezca.

Newt ladeó la cabeza en una burda réplica de ese gesto curioso que ellos tan bien conocían, su respiración se acompasó y, por un momento, la esperanza asomó su sombra por la habitación.

Pero entonces, cuando un suspiro de alivio comenzó a formarse en el pecho de todos, Queenie se acercó y las cosas salieron mal.

Terriblemente mal.

Scamander se azotó a si mismo contra la pared, alejándose de los alimentos como si estos fueran peligrosos. Los ojos de Queenie se abrieron de par en par, fijos en el joven temblante frente a ella.

Tina se puso en pie, pero no sabía qué hacer. Su hermana comenzó a llorar, dejando caer la bandeja a sus pies. El estruendo hizo que Newt cerrara los ojos, sus manos intentaban desesperadas de cubrir su cuerpo.

Jacob se apresuró a atrapar a Queenie antes de que sus rodillas se estrellasen contra el suelo. Los sollozos de la bella dama parecían ir al ritmo de los balbuceos aterrados de Scamander.

-No, no, no. Newt, está bien. Estás bien. Estás a salvo- Tina se acercó a él, intentando colocar las manos en sus mejillas.

Mala idea.

Newt continuó balbuceando. Rogaba, sollozaba. Decía una y otra vez que le dolía.

Y ella ¿Qué podía hacer sino abrazarlo? ¿Qué se suponía que sus manos debían estar haciendo, sino acariciando su cabello?

¿Qué otra cosa haría su corazón, sino seguir latiendo?

Latiendo y latiendo por él.