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Cuatro

Newt era un buen tipo. Jacob siempre lo supo.

Le agradaba, por decir lo menos, y no sólo porque fuera un mago jodidamente loco y aventurero. No. Newt le agradaba porque... porque sí. Porque era la única persona que había conocido que fuera, bueno, como era Newt.

La única persona que, sin razón aparente, quiso ser su amigo.

Porque eso eran: amigos. Dos hombres jamás venerados por la sociedad, que encontraron en el otro alguien en quién apoyarse.

Alguien con quién contar.

Quizás por eso sus partidas parecían doler tanto. La primera vez que se fue, luego de que Jacob hubiera recobrado la memoria, fue lo peor. Basta con decir que su panadería casi se queda sin pan, gracias a la depresión que Jacob tuvo que afrontar.

Y no le malentiendan, Jacob se sentía bien con Queenie ¿Qué demonios? ¡La amaba! Sin embargo, no le dejarán mentir, al decir que todos necesitan a alguien además de su pareja.

Un amigo. Un... Newt.

Pero, bueno, luego de la tercer partida, Jacob comenzaba a acostumbrarse a extrañar. Extrañar los gestos tímidos y las bromas curiosas. Extrañar ser, por una vez en su vida, aquel que podía ayudar a alguien.

Jacob se crió con su abuela, una mujer que le dijo una y mil veces lo maravilloso que el mundo era, la belleza que habitaba en el corazón de cada ser humano. Le dijo que todos debían saberlo, disfrutarlo. Y que aquel que no lo hacía, aquel que no gozaba de este mundo lleno de gente hermosa y calles alegres, era por el simple hecho de que no quería.

Y por mucho tiempo, él lo creyó así. Creyó que sólo eran los corazones amargos aquellos que no podían disfrutar de algo como una linda caminata por la ciudad.

Entonces, conoció a Newt.

Newt le enseñó que hay más belleza de la que uno cree. Que el peligro no existe, que es sólo belleza diferente a la que estamos acostumbrados.

Sin embargo, Newt también era ese tipo de persona a las que por tanto consideró amargas, al no poder hacer algo tan sencillo como convivir, disfrutar de la humana compañía.

De esa manera Jacob entró en conflicto ¿Cómo alguien como Newt podría ser amargo? La respuesta era simple. No lo era. Newt no era amargo. Newt tenía miedo.

"Las criaturas más salvajes en el planeta" así describía él a los humanos.

Y quizás tenía razón. La belleza es salvaje también ¿No?

Pero, aún y si podía entender un poco su temor, no quería dejarlo así. Jacob quería ayudar a su amigo. Darle un poco de la magia que el propio Jacob poseía.

Así que, tomó una decisión: le mostraría a Newt la otra parte del mundo, esa parte que a la que él tanto temia. La parte humana.

-La propuesta sigue en pie, amigo- susurró en la sala, con una taza de café en las manos y un pan en la mesa de centro.

Era de madrugada, afuera estaba lloviendo.

-El mundo es hermoso, Newt. Las personas pueden tener un buen corazón. Tú eres la prueba de ello.

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