Cinco
Newt sintió que algo tibio comenzaba a resbalar por sus mejillas.
"Debo estar... llorando" pensó.
Tina y Jacob estaban en el trabajo. La habitación estaba bañada de gris luz matinal, típica de las ciudades grandes.
Newt llevó dos de sus dedos a su rostro y tocó tembloroso el líquido que lo empapaba.
-Deja de recordar eso, cielo.
Queenie entró en la habitación con una bandeja de galletas en sus manos.
-Mejor piensa en las deliciosas chispas de chocolate que usé para preparar este manjar -la bella bruja sonrió, tratando de mantenerse alegre.
Newt aún tenía las mejillas humedecidas.
-Por favor... cielo, por favor deja de recordarlo.
Queenie mordió su labio inferior, pintado de carmín y tomó impulso desde sus tobillos hasta sus puntas, para acercarse a la cama.
-No voy a hacerte daño ¡Claro que no me das asco!
Newt apretó su pijama entre sus manos, encogiendose, tratando de ocultarse de la vista de la joven rubia.
-Las he visto, Newt, y esas marcas son tan lindas como tus pecas.
Queenie se sentó en la orilla de la cama y puso la bandeja entre ambos, tomando para sí una galleta.
-Sí, también tengo. No tan profundas o tan dolorosas, pero como todos, como tú...yo también tengo marcas -los ojos siempre soñadores se tornaron tristes, mientras mordía un trozo de galleta.
Newt la observó, las lágrimas se hicieron más tibias, más caudalosas.
-Yo también siento lo que te ocurrió, Newt.
Newt desvío la mirada, el llanto aún presente, sus orejas rojas.
Queenie río ante un pensamiento, que sólo ella conocía.
-También creo que eres hermoso, con todo y chispas de chocolate lastimando tu bonito ser.
Newt miró a Queenie, su expresión era como la de un niño, sus manos temblorosas mientras tomaba una galleta y mordisqueaba la orilla.
-¡Claro que son deliciosas! Les he puesto chispas de alegría especiales para ti.
Y Newt siguió pensando, y Queenie siguió leyendo, y mientras lo hacía, pensó en que estaba feliz de tener a un pequeño hermano en su familia.
Un hermano con chispas de alegría entre sus lágrimas de dolor.
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