8
Cuando Jeongin era un niño solía ser bastante feliz. Su pueblo era pequeño, incluso más que donde se encontraba ahora con Hyunjin. Pero todo cambió luego de que una fuerte gripe afectara a todos.
La gente enfermaba y las cosas empeoraron luego de que el médico del lugar muriera por lo mismo, fue cuestión de tiempo para que la gente empezara a irse y otros cuantos, los que deseaban quedarse porque era su hogar, empezaran a morir. No había los recursos suficientes para vivir de forma digna y solo los que tenían dinero se podían ir, no era el caso de Jeongin y su familia. Su padre se había ido a buscar comida en el bosque pero hacía una semana que no regresó, cansada de la situación y con solo lo necesario, la madre del chico tomó la mano de su hijo, unas cuantas prendas y salieron con la idea de encontrar algún pueblo cercano o irse directamente a la ciudad pues aunque las cosas fueran difíciles empezando de cero como madre soltera siempre era mejor que quedarse a morir de hambre.
— ¡Estoy cansado! —gritó el niño de nueve años mientras se sentaba en una rabieta. Habían caminado por dos horas seguidas luego de detenerse a descansar en un árbol.
— Por favor, bebé, sé que te cansa pero ya no puedo cargarte, llevamos un día entero, mis pies me matan también.
La mujer estaba frustrada, llevaban tres días sin alimento, solo bebiendo la poca agua de la llave que alcanzaron a rellenar en una botella antes de salir.
— ¡Tengo hambre!
— Jeongin, sabes que no teng-
— ¡Quiero mi cama!
— Jeongin...
— ¡Quiero a papá!
— ¡Tu padre está muerto! Maldita sea, ¡Deja de joder!
Los ojos del menor se llenaron rápidamente de lágrimas y el llanto no tardó en hacerse esperar. La mujer resopló aún más cansada de la situación y terminó caminando junto al niño a quien casi arrastraba del brazo pues ahora, aunque caminaba, iba bastante ensimismado en llorar. Sabía de antemano que no había sido bueno decir eso, ella amaba mucho a su hijo pero estaba tan al borde de la desesperación que ni sabía cómo manejar la situación.
Dos días después las cosas no mejoraron, a donde iban solo habían más árboles y la mujer sentía que enloquecería en cualquier momento, era como un laberinto del que no podían salir y su frustración estaba sobrepasando sus límites.
— Mami, tengo sed.
Murmuró el niño quien tomó asiento en la tierra antes de que su madre se agachara, sacó de la mochila la botella con agua viendo lo exageradamente poco que quedaba, así que decidió esbozar su mejor sonrisa antes de entregársela al niño.
— Toma, puedes tomar el último trago, pronto encontraremos más, lo sé.
Su hijo terminó por asentir mientras abría la botella para terminarse el agua que si bien, no sació su sed, ayudó a hacer más ameno su sentir.
— ¿Nos falta mucho, mamá?
— No lo sé, bebé, pero creo que estamos cerca. Puedes verlo como la búsqueda del tesoro.
— ¿¡Tesoro?!
— Sí, si encontramos comida y agua ganaremos muchas riquezas...
— ¡Encontraré el tesoro!
Y sin decir más el pequeño ahora cargado de energía empezó a buscar en los alrededores algo de agua mientras la mujer tomaba asiento apoyando su espalda contra un árbol, se sentía cansada, no había bebido agua desde hacía horas con tal de no quedarse sin ella para su hijo, se sentía tan débil, su cabeza daba vueltas y juraría ver muchas sombras pasar rápidamente por todo el lugar, sentía su corazón latir tan rápido como el palpitar de su cabeza con bastante dolor. Miró hacia todos lados en espera de encontrar a su hijo pues se sentía tan desorientada que no quería perderlo pero todo era tan confuso que acabó soltando un ahogado quejido de dolor antes de caer al suelo, su cuerpo temblaba con fuerza y no tenía control de eso.
Fue entonces cuando pasaron cuarenta y dos minutos.
🌙
— ¡Mami! Encontré agua pero no tenía algo para traerla, ¡Vamos! Te guío.
Gritó el pequeño mientras se acercaba hasta el cuerpo inerte de su madre, claro, al principio no lo notó incluso cuando la mujer mantenía sus enormes ojos abiertos sin brillo, tal vez solo estaba descansando pues recordaba había dicho horas antes estaba cansada. Jeongin tomó asiento junto a la mujer pues aún teniendo mucha sed y hambre no se atrevía a moverse sin ella, cuando encontró el pequeño lago no quiso probar ni gota de agua pues sabía su madre estaba igual o más sedienta y no quería ser egoísta. Fue así como el niño se acostó junto a su madre muerta a descansar en espera de que ésta despertara.
Pero la necesidad de sobrevivir nace sola.
Jeongin acabó yéndose al lago nuevamente para poder saciar su sed, le tomó casi una hora darse cuenta que su madre no iba a despertar jamás y aunque ahora debía valerse por él mismo no le tomó más de lo que bebió el volver hasta donde la mujer estaba, llevándose la horrenda escena de un ave sacando el ojo del cuerpo.
— ¡Vete! ¡Vete!
Gritó ahuyentando al ave que alcanzó a huir arrancando un ojo a su paso. El más joven hizo una mueca antes de sentarse junto al cuerpo, ¿Por qué esa ave se comía a una persona? Era asqueroso. Bueno, él comía animales cuando las cosas iban bien, su padre llevaba carne de cerdo, ¿Ellos serían el cerdo de las aves? Sin saber cómo ni por qué, el hambriento estómago de Jeongin no le permitía apartar la vista del cuerpo de la mujer, era carne, ¿No? Cada vez que comían antes de ingerir alimentos, su madre solía hacer que todos en la mesa agradecieran al animal que acababa de morir para que ellos pudiera vivir, si lo pensaba bien no era una situación tan diferente, ¿Cierto? Él necesitaba sobrevivir.
Con un nudo en el estómago y sin saber por qué las lágrimas recorrían sus mejillas aún sin ser consciente de su llanto, Jeongin levantó un poco la blusa de su madre hasta dejar un costado al descubierto, se acercó primero a dejar un beso en la zona sabiendo que ya no podría hacerlo más y como cada que comía, agradeció.
"Gracias por darme la posibilidad de seguir viviendo, haz dado tu vida y pienso hacer de la mía lo mejor posible para compensarlo"
Y repitiendo las palabras habituales con un ligero trasfondo cruel, el niño se acercó a morder la piel del abdomen. En cuanto la carne deslizó por su garganta sintió el mayor alivio a su corta edad al tener alimento en el estómago, se sentía tan bien, la carne sabía un poco más fuerte que la que solía comer pero no era muy diferente. Eso fue el detonante, el hambre, la necesidad y el colapso emocional de estar comiéndose a su mamá lo llevó a desarrollar un gusto por la carne, antes solía comer solo lo necesario pues a sus padres no les gustaba la idea de matar constantemente animales como al resto del pueblo y había sido el goce más grande de su vida cuando la tibia sangre recorría su garganta y llenaba su boca hasta desbordarse, porque sabía extrañamente bien y hacía que el paso de la carne fuese más ameno. No le importaba el sonido de la piel siendo arrancada ni como el rojo vivo de la carne separándose, masticaba sin calma, estaba realmente hambriento.
Jeongin mordió un muslo, se le hizo particularmente dura esa zona del cuerpo pero nada que no fuera masticable conforme sus dientes se encajaban repetidamente en la zona, la sangre seguía brotando ahora en menor cantidad, por lo que se dedicaba a lamer al inicio con el ápice de su lengua la roja carne expuesta limpiando la sangre que poco a poco disminuía. Poco a poco fue devorando diferentes zonas del cuerpo como si además de calmar su hambre estuviera experimentando. En cuanto terminó, su pequeño rostro lleno de sangre empezó a limpiarse de las mejillas con el paso de sus lágrimas mientras echaba a gritar por lo que había hecho, se sentía terriblemente mal y tras llorar todo lo que sus emociones le exigían drenar, terminó por tirarse al suelo sintiéndose cansado, acabando por ceder al sueño mientras su cuerpo temblaba.
🌙
Al despertar fue testigo de un mapache olfateando el cuerpo de la mujer, Jeongin lo observó fijamente, el animal se quedó quieto al notar la presencia cercana del niño y no dudó en salir corriendo. El más joven lo observó con sorpresa, ¡Que veloz era! ¿Podría llegar a ser así? Como si nada hubiese pasado el niño empezó a jugar a caminar en cuatro con sus pies y manos, al principio se caía mucho pero empezó a tomarle el gusto y en poco tiempo fue capaz de andar así. Había empezado a imitar a los animales que veía a su al rededor, nunca tuvo curiosidad de seguir buscando un pueblo o llegar a la ciudad, no cuando ya tenía algo seguro, un lago cercano y comida, ahí estaba su tesoro. No era quisquilloso, cuando tenía hambre comía algunas cosas que iba encontrando o sencillamente mataba un animal pequeño y le quitaba la piel para comerlo, sin siquiera notarlo el niño risueño de vida normal había pasado a ser un animal más en en el bosque, podía andar entre los árboles o correr por el suelo sintiendo la tierra y las hojas secas en su piel como si fueran uno más con él pero aún había algo que le hacía falta, algo que necesitaba.
No fue sino hasta que volvió a comer carne humana cuando descubrió lo que era.
❀・°・❀
Quiero hacer mención de que no estudio nada relacionado a medicina y que mis conocimientos de salud humana son básicos, para escribir esto leí diferentes fuentes respecto a la coagulación de la sangre tras morir y coincidió que al menos para el tiempo de muerte de la madre de Jeongin todavía hay sangre (no generándose pero tampoco totalmente coagulada) pero si alguien sabe más del tema agradecería me hiciera ver mis errores.♡ Y siento si tardo en actualizar, entré a trabajar y me come la vida, si ven que actualizo más Hiraeth es porque tiene menos detalles a cuidar o de información que esta historia, ¡Agradezco mucho su paciencia!
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