30
Hyunjin recordaba mucho de su infancia, la mayoría de las cosas no muy buenas.
Recordaba haber matado alguna vez un animal, tal vez otra ocasión más pero su mente se negaba a reconocerlo. Para él, no era por mero gusto, sino porque la situación lo requería a su favor, como aquel bonito pez beta, era un obstáculo en su deseo de tener un perro, o aquella ardilla, que le habría costado más trabajo soltar su cola atorada arriesgándose a ser mordido. Si alguno no se hubiese interpuesto en su camino, habrían seguido sus vidas monótonas, limitadas, que hasta el momento de cruzarse eran tan irrelevantes que desconocía de su existencia, pero el problema fue que cayeron en sus manos, de entre todas las millones de personas.
Hyunjin recordaba mucho de su infancia, la mayoría de las cosas no muy buenas.
Había poco en su mente sobre su madre, murió cuando él era muy joven y su desarrollo cayó en su padre, quien solía decirle que la mujer lo amaba mucho. No podía quejarse, creció bien con él y nada le faltó, disfrutó muchas cosas y procuraba estar siempre presente para que no se sienta sólo. Hubo una cosa que los unió permitiendo ese tiempo padre e hijo, la caza, tal vez otra cosa más pero su mente se negaba a reconocerlo pues lo vital para él fue eso. Había una sensación extraña cuando podía apuntar con el arma hacia algún conejo y tras decidir si disparar o no, matarlo, había poder en la decisión, en la sonrisa cuando lo dejaba ir o la satisfacción cuando tomaba al animal muerto de las orejas para gritarle a su padre un orgulloso "¡Lo tengo!", le gustaba enorgullecer a su padre, porque solo se tenían uno al otro, porque lo amaba de forma incondicional y porque siempre procuraba preguntarle por su día sin importar lo cansado que estaba.
Hyunjin recordaba mucho de su infancia, la mayoría de las cosas no muy buenas. Tal vez otras cosas más pero su mente se negaba a reconocerlo, porque el hombre que lo crió ahora conducía la patrulla donde él iba esposado.
Aquella caótica noche su padre los escoltó hasta el pueblo donde cerca de la estatua ya estaba la gente reunida sin entender nada, ¿Por qué de pronto todo era tan agitado? ¿Qué había dejado así a la reportera Minji? ¿Qué fue lo que siguió el policía Hwang? Entonces, cuando los vieron regresar, esposados y al policía con la cara más triste que habían visto alguna vez, lo entendieron como si las palabras no fueran necesarias, pero nadie se atrevió a decir o hacer nada mientras eran dirigidos hasta la estación, dónde los encerraron en una habitación que usualmente ocupaba algún cargo menor o cualquier adulto lo suficientemente ebrio para llegar a casa.
Jeongin se sentía herido, casi traicionado pues Hyunjin no se atrevió a hacer algún plan, entre ambos pudieron idear cualquier cosa para encargarse del oficial y huir como era la idea, pero su novio no atacaría a su padre, era su prioridad, y se sentía desplazado, de modo que pasaron todo un día encerrados en total silencio mientras el pueblo se debatía en qué hacer con ellos. Algunos pocos sugirieron llevarlos hasta la ciudad y que el peso de la ley fuera lo más fuerte posible, pero esa idea se descartó rápidamente por el resto de las personas que decían en la ciudad no harían nada y que debía ser un asunto de ellos. Otros tantos sugirieron entonces, que dejarlos sufrir en una celda el resto de sus vidas sería lo mejor, pero también fue una idea desechada cuando la sed de sangre empezó a circular entre los ciudadanos como las venas de una sola persona en busca de venganza.
El oficial Hwang permanecía en silencio, uno que en su existencia bastaba para saber que él no pensaba oponerse a lo que digan, ni siquiera porque se usaba el nombre de su hijo en las ideas más sádicas que el pueblo unido hubiese tenido.
Hyunjin, desde su lugar, veía al suelo sin entender en qué momento ocurrió todo eso, cuándo fue que llegaron a ese punto. Recordaba haber visto a Jeongin la primera vez, y luego todo se salió de control.
— Estuvimos tan cerca de irnos —dijo de pronto—, que todo fuera más fácil.
— No es más fácil irse —respondió Jeongin—. Solo diriges tu dificultad hacia otro lado, vivir entre el bosque también es complicado.
— ¿Crees qué Felix nos habría dado la mano?
Jeongin se quedó en silencio, pensando en las horas convividas con él y en las cosas que lo impulsaban, en sus palabras hablando del cuerpo al río y del extraño sentimiento de déjà vu que vino a su cuerpo con ello, una sensación familiar.
Hyunjin le habló un poco sobre lo que encontró de información muy por encima respecto a Felix, pues no podía detenerse a leer con tiempo cuando estaba obligando a alguien como Han Jisung a buscar en su computadora.
— Creo que las cosas pudieron ser diferentes, sí —murmuró, dejando de lado su sentimiento de traición para mirar a Hyunjin—. Debiste aceptar estar encarcelado, sé que pudiste huir en algún momento.
— ¿Y dejar la rabia colectiva caer solo sobre ti? Jamás.
Jeongin suspiró, no podía enojarse mucho con él, así que terminó por acercarse hasta sentarse de lado sobre él, abrazándose a su cuello mientras sus pies se balanceaban.
— Moriremos —dijo Jeongin.
— Sí, lo haremos —respondió Hyunjin con una sonrisa mientras besaba la frente del menor—, pero juntos. Matamos juntos, planeamos las cosas juntos y moriremos igual.
— ¿Dolerá?
— Lo hará, van a querer que sintamos el dolor que ejercimos.
— Nos lo merecemos —dijo Jeongin, entendiendo.
Permanecieron en silencio unas horas, Jeongin solo sintiendo las caricias de Hyunjin en su espalda y los besos ocasionales en su frente, se sentía relajado. Solo quería eso, quedarse de esa forma para siempre. Pero en algún momento un oficial llegó, indicándole a que serían trasladados a la mañana siguiente hacia las afueras del pueblo donde serían castigados por sus crímenes.
"Condenados a ser golpeados y recibir piedras hasta la muerte". Dijo el oficial, agregando que posteriormente sus cuerpos serían mutilados y arrojados en bolsas a los baldíos, donde los perros se encargarían de ellos, alegando que no merecían paz ni un entierro digno.
— Bueno, fue mejor de lo que pensé —dijo Hyunjin, consiguiendo que el oficial lo mire de mala forma.
— ¿Las piedras serán grandes? Porque si son pequeñas odiaría estar al sol mucho tiempo hasta que hagan efecto —agregó Jeongin—. ¿Los golpes vienen antes o después de las piedras? Porque de ser al mismo tiempo alguno de ustedes recibirá un buen golpe también.
— Es cierto, no quieren lastimarse ¿No? —secundó Hyunjin, con una sonrisa ante el fastidio del hombre— ¿Te estamos molestando? Solo tenemos dudas de nuestra muerte.
— Son asquerosos —dijo el adulto—, ni siquiera a punto de morir tienen remordimiento.
— Si pudiéramos sentir remordimiento no estaríamos aquí, ¿No?
— Vienen a primera hora por ustedes.
Y sin decir más, el hombre salió. Primera hora, eso les dejaba aproximadamente solo cinco antes de que fueran por ellos. Aunque Hyunjin tuvo que esperar que no cumplieran su palabra, pues al menos una hora antes, como marcaba el reloj de la estación, fueron por ellos para sacarlos esposados hacia la puerta donde, mucha gente ya esperaba con ira, gritando insultos, los oficiales les evitaban acercarse y Hyunjin supo que de no ser por ellos, posiblemente ya los habrían agarrado a golpes, aunque los policías no se mostraban muy contentos con evitar eso. El jefe de policía empezó a contar los casos por los que se les acusaban, había conmoción, sobre todo cuando Jeongin aceptó haberse comido la mayoría de los cuerpos, sin embargo, las partes que no podía consumir eran desaparecidas por Hyunjin, quien pese a la insistencia nunca aceptó decir dónde se encontraban al menos las cabezas.
— ¿Por qué querría cooperar? Eso no reducirá nada —dijo, incrédulo.
— Ayudarás a calmar al menos un poco el alma atormentada de las familias —respondió un hombre desde la multitud.
— ¿Es eso justo para mí? —preguntó con una sonrisa.
— ¡Son unos monstruos! —gritó una mujer histérica.
— ¡Deberíamos matarlos ya! —gritó otra.
— ¡No se puede confiar en nadie! —dijo un hombre— ¡El detective resultó igual!
— ¡Seguro sus amigos raros que trajo eran lo mismo! —secundó otra mujer— ¡Tuvieron suerte de irse antes! ¡Merecían lo mismo!
Jeongin miraba con atención a la gente iracunda, aunque no los escuchaba realmente, solo podía mirar los cambios en sus expresiones de miedo a odio, de coraje a llanto y en ello pudo ver una pizca de maldad ante la idea de acabar con sus vidas, de satisfacción al pensar en pronto matarlos y sonrió, definitivamente la gente no era tan diferente.
— Ellos ni siquiera eran culpables —habló Jeongin finalmente, haciendo que la multitud se callara en caso de obtener información—, pero si estuvieran aquí no les habrían dado oportunidad de demostrarlo. ¿En serio son tan diferentes a nosotros? Cuando tiren las piedras y vean en cada movimiento de su mano, las marcas rojas de la fuerza con la que las arrojan, recuerden que son iguales a nosotros en alguna forma.
La gente no dijo nada más, en cambio, el oficial Hwang interrumpió diciendo que él los escoltaría en la patrulla hasta las afueras del pueblo. La gente no se opuso, en cambio, se dispusieron a irse hacia sus hogares para alistarse. Ambos chicos fueron ingresados a la parte trasera del vehículo y cuando el hombre entró, esta vez Hyunjin ya no sentía lo que solía sentir antes al verlo, ahora solo podía mirar desde el espejo con odio hacia el adulto, el mismo asco con el que éste lo miraba.
— ¿En qué me equivoqué contigo, Hyunjin? —preguntó el adulto, poniendo en marcha el auto.
— Oh, nada, tú lo hiciste de puta madre, solo soy yo, esto no se trata sobre ti.
— Debí haber notado que algo andaba mal, si tan solo...
— No pudiste haberlo hecho porque actúe de forma discreta, ¿Qué acción te hace pensar "mi hijo está mal y mata gente, debo intervenir"? ¿Tomar mal un tenedor?
— Definitivamente cambiaste... Eso es bueno, no sentiré tanto dolor cuando te maten —murmuró, mirando luego por el espejo a Jeongin—. En cuanto a ti, será un gusto meterte una bala por la boca.
El chico pasó saliva con dificultad, Hyunjin entonces se sintió molesto, porque no importaba lo que dijera de él pero si se atrevía a ponerle una mano encima a Jeongin, entonces realmente tendrían un problema; sin embargo, antes de decir cualquier cosa, el trayecto por el camino de tierra entre los grandes árboles se vió interrumpido cuando una camioneta se estrelló contra la patrulla por un costado.
El auto dió vueltas unos metros hasta que finalmente quedó al revés. Los cinturones que debían asegurarse ambos chicos no se movieran para intentar liberarse habían servido para mantenerlos en sus asientos, de cabeza y con algunos golpes que no podían sobar, Hyunjin escuchó un fuerte pitido en sus oídos mientras sus ojos intentaban adaptarse nuevamente a la realidad, todo era borroso, pudo ver de forma difícil a Jeongin a su lado, con los ojos cerrados pero quejándose en suavidad por una herida en la frente. En cambio, podía escuchar aunque lejos, los jadeos de dolor del hombre que al no llevar su cinturón puesto, ahora estaba tirado sobre el techo del vehículo. Cuando uno de sus ojos se adaptó nuevamente, Hyunjin pudo ver un hueso del brazo del hombre fuera de su cuerpo, justo arriba de su codo.
Lo siguiente que escuchó fue la puerta del lado de Jeongin abrirse y alguien quitando su cinturón para sacarlo.
— ¡Hey! ¡Imbécil! ¡Suéltalo! —se quejó intentando moverse aunque con dificultad, todavía las cosas se sentían irreales.
Pero pronto, pudo escuchar otra puerta abrirse y su cinturón aflojado, cayó con menos cuidado que Jeongin, pero todavía era mejor que seguir colgado más tiempo, al menos hasta que fue arrastrado fuera del vehículo y lo primero que pudo ver fue a uno de los amigos de Felix, que soltaba sus manos.
— ¿Lee Mi-?
— No digas su nombre —interrumpió una voz, entonces pudo ver a la pareja de éste, dejar a Jeongin en el vehículo antes de dirigirse del lado del copiloto.
Al abrirlo, pudo ver a Felix salir con ayuda del chico, teniendo que apoyarse en su hombro pues tenía muchos hematomas en el cuerpo, incluso en la cara, el labio roto y un ojo cerrado, además de una venda en su brazo que rápidamente notó era por la herida de bala, y algo en el hizo clic, el imbécil apenas había resultado herido pero huyó aquella noche en medio del río arriesgándose a morir ahogado. Lee Felix podía ser... Aterrador.
— Supongo que de no ser porque mi muerte era una posibilidad no habría avisado a mis amigos que estuvieran atentos a recoger mi cuerpo antes de que fuera comido —dijo Felix—. Aunque honestamente pensé que sería por uno de ustedes, no por una bala sorpresa.
— Hijo de... ¿Eres un gato? ¿Cuántas vidas te quedan?
— Una y lamentablemente la llevé a la ruina desde ya, decidiendo salvarlos —respondió, entregándole un martillo a Hyunjin—. Dijiste que podía tomar tu mano. Entonces termina todo para largarnos.
Hyunjin tomó por instinto el martillo, aunque aún permanecía en el suelo, como si no entendiera a qué se refería o al menos queriendo no entender, pero cuando Felix reunió toda su fuerza para sacar arrastrando al oficial Hwang de la camioneta, no quedó duda. Quería que lo mate. El hombre aún desorientado y débil por los golpes del choque intentó oponerse, pero Felix terminó dándole una patada en la cabeza que lo dejó nuevamente débil mientras intentaba reponerse.
— Eso fue por dispararme, resuelvo lo que ustedes no pudieron en meses y así me pagan.
Chan se acercó a tomar a Minho, dirigiendo a éste hacia la camioneta mientras le entregaba un cubo Rubik, diciéndole que debía arreglarlo porque él no podía, aunque claramente era solo una distracción de lo que sucedería. Hyunjin se sintió celoso, no pudo evitar pensar si en algún momento, de haber sido diferente, podría haber sido así con Jeongin, tal vez de haberle enseñado a ser como otra persona se habrían ahorrado tanto, tal vez de no haber cedido a la necesidad de poder las cosas serían otras.
Pero ese "tal vez" ya no entraba en su presente.
Tomó elecciones, y debía mostrarse firme en seguirlas. Empuñó el martillo y se acercó de rodillas hasta el hombre, que lo miraba ejerciendo presión con su diestra sobre su costado izquierdo, se había lastimado y ahora sangraba. El hombre lo miró con unos ojos brillosos que Hyunjin jamás había visto, con una emoción que nunca percibió en el adulto que lo crió con esfuerzo: miedo.
— Hyunjin... Por favor, por favor reflexiona... —suplicó el hombre.
Hyunjin llevó su diestra hacia los cabellos de éste, despejando su frente mientras tarareaba una canción que alguna vez escuchó, pero no recordaba de dónde, tal vez podría encontrar esa respuesta en una introspección, entonces notaría que muy profundo en su inconsciente, estaba el tarareo de su padre mientras lo cargaba en sus hombros.
— Descuida, papá —dijo Hwang, elevando el martillo—, cambié y eso es bueno, no sentiré tanto dolor cuando te mate.
Hyunjin recordaba mucho de su infancia, la mayoría de las cosas no muy buenas. Pero eso ya no importaba, porque en unos años, cuando no consiga recordar muchas cosas, estaba seguro que lo único que no podría olvidar era las lágrimas de desesperación en su padre y el intento que hizo de cubrirse con sus manos cuando el martillo empezó a impactar contra su cabeza, aún con un brazo roto, se esforzó en sobrevivir. Nunca la sangre que lo salpicó, una que tenía en sus venas, que crecía en su interior con la calidez familiar opacada por la frialdad de volverse simplemente víctima y victimario, ni el grito que escuchó a lo lejos, desgarrador y lleno de dolor al momento que el rostro fue irreconocible, cuando los dientes se mezclaron con los sesos y algunas otras cosas, un grito tan lejano y adolorido que jamás supo de dónde vino.
Porque Felix nunca se atrevió a decirle que había sido su propio grito cuando fue, ligeramente consciente de que había matado a su padre. No podría decirle a alguien como Hyunjin que tras la furia desatada contra el cuerpo ahora inerte, sintió el suficiente dolor para gritar pero que su mente se negaba a reconocerlo.
Hyunjin soltó el martillo, pudo sentir que alguien lo tomaba bajo las axilas para llevarlo rápidamente a la camioneta donde Jeongin seguía inconsciente, y por extraño que parezca, en esa imagen del menor descansando sintió la paz suficiente para dejarse llevar también. No se quejaría si Felix lo mataba, tampoco si lo arrojaba de pronto a algún sitio desconocido, ni siquiera si lo llevaba a la ciudad solo para que las leyes de ese sitio hicieran justicia.
Solo sabía que tenía mucho sueño, así que, dejando el futuro en manos de esa decisión, finalmente durmió.
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