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26

Cuando Felix era pequeño pensó que Rachel se tomaría unos días lejos antes de regresar a casa, aunque no podía entender ¿Por qué irse tanto tiempo? Él no podría estar ni un día durmiendo en un sitio que no fuera su amada habitación, con todos sus peluches y los besos de buenas noches de su mamá.

Conforme fue creciendo le tomó más tiempo entender que jamás volvería, ¿Acaso se había cansado de jugar con él? ¿Era acaso porqué siempre se perdía? Le suplicó mucho a su mamá que lo dejara ver a Rachel, que la podía convencer de regresar a cambio de ya no molestarla pero la mujer se limitaba a decir que no era posible pero que no era su culpa, que Rachel amaba jugar con él.

Pero claro, lo que más le costó entender llegados sus doce años no fue que Rachel no regresaba porque los odie o algo así, sino, ¿Por qué alguien le haría algo tan cruel a su hermana?

Poco antes había aprendido lo que era la muerte, pero nunca lo relacionó a su hermana hasta el día que entró a secundaria y escuchó de un compañero decirle a otro que él era el hermano de la niña del "Caso Rachel". La curiosidad pudo con él y se dedicó a investigar por su cuenta, cosa que significó un trauma para su joven vida cuando en la biblioteca encontró un periódico respecto al caso.

"Tras una ardua búsqueda de la niña de diez años, esta mañana se confirmó que el cuerpo localizado ayer a la orilla del río pertenece al polémico Caso Rachel. La pequeña, que días antes fue levantada justo frente a su casa, presentaba señales de violencia física y sexual. El cuerpo se encontraba embolsado, con quemaduras de cigarrillos y cortes de navaja, aparentemente la pequeña fue torturada días antes de ponerle fin a su vida bajo estrangulamiento con un cinturón. La policía se mantiene buscando pistas en la escena del crímen para poder dar con el culpable."

En la esquina inferior izquierda, una foto de la bolsa negra húmeda, de donde un corte dejaba ver un pequeño brazo en su interior. Felix sintió su estómago dar vueltas y su garganta cerrarse, Rachel era su hermana mayor pero también tan solo una niña, ¿Por qué alguien de diez años debía aparecer de esa forma en un periódico? Lo único que debían hacer era jugar y sus preocupaciones limitarse a llegar a tiempo al colegio antes que cerraran la puerta. Lo peor es que, se sintió terriblemente culpable. Si tan solo fuera menos llorón, ella no habría salido sola, no se habría encontrado con ese auto y su hermana estaría ahí ahora mismo, siendo la mejor para él y para la pequeña Olivia. Dios, seguro la habría adorado.

Fue entonces que decidió esforzarse en mejorar su problema de orientación, después de todo, aunque todos se esforzaban en decirle que no fue su culpa, él no lo sentía así. Una voz interior le decía que, de ser mejor persona, Rachel seguiría ahí, jugando con él, viviendo la etapa adolescente que merecía, siendo un dolor de cabeza con sus constantes retos hacia sus padres por no dejarla ir a fiestas o por pedirles la dejaran usar maquillaje, un caos, pero con ellos, pasando los fines de semana en familia ya sea en el cine o saliendo a comer a McDonald's, Felix amaba los nuggets pero disfrutaba más que Rachel siempre le daba el muñeco que venía en su cajita. Pensaba que de ser menos el hijo distraído y llorón, tendría más momentos como esos con su hermana, en cambio, lo único que tenía eran recuerdos que poco a poco se volvían más lejanos.

Un día empezó a olvidar el aroma de Rachel, el dulzor de la cereza de ese pequeño frasco de plástico color rosa. Otro día, empezó a olvidar su voz, ya no podía escuchar ese "¡Bien hecho, Felix!" Con un tono que no fuera el que escuchaba en sus pensamientos habituales, el suyo. Muchos años después, empezó a olvidar la imagen de su hermana en sus recuerdos, sabía que había pasado, pero cuando pensaba en ella solo podía recordar la imagen estática de las fotografías en el álbum de su mamá, ese que escondió en un pequeño rincón frío del armario de su nueva casa, en un espacio donde el tiempo no pasaba: la caja con los recuerdos de Rachel.

Había una muñeca con el cabello desordenado y una promesa al aire de que pronto iba a peinar su cabello, solo debía juntar su dinero del domingo para comprar un pequeño cepillo y unas ligas. Fotos, una de sus donitas del cabello y un par de calcetines de cuando era bebé. Felix llegó a buscar en esa caja unas veces cuando recién se mudaron, ese pedazo de habitación desentonaba con el resto de la casa brillante, esa oscuro, apagado, carente de vida. Habían decidido mudarse cuando los superó el ser señalados como la familia que perdió de forma trágica a una hija, su madre, decidió dejar de mencionar a Rachel y ocultar sus fotos de la sala cuando las nuevas visitas preguntaban "¿Quién es ella?" Al ver que alguien faltaba.

Ahora solo era el amargo recuerdo de un nombre que no debía mencionarse y una imagen que no debía verse, pues su madre nunca había podido superarlo para hablar de ella sin soltarse a llorar por el sentimiento incrustado en su alma de su amada hija muerta.

El camino a ser policía fue una montaña rusa, los exámenes y cumplir, para él era fácil, pero la práctica era lo complicado. Conscientes de su problema con los nombres de las calles, la oficina le comentó que no podría salir a patrullar, al menos no sólo. Además empezaron a pagarle clases para mejorar ello incluído un psicólogo en espera de que fuera de más ayuda. Al inicio Felix pensó que no era necesario, pero pronto descubrió los beneficios que traía la terapia hacia su alma, sentía un enorme peso abandonar su cuerpo y los pensamientos más claros, entonces llegó a una conclusión.

No era su culpa. Era únicamente la de la persona que se encargó de arrebatarle la vida, no tenía que culparse por eso.

Y pronto descubrió la verdad tras eso.

— Felix, ¿Podrías cubrir mi turno hoy? —habló su compañero de patrullaje mientras mantenía un pañuelo en su nariz.

— Te dije que no era una simple gripe —respondió el chico mientras hacía un ademán con su mano—. Yo te cubro, descuida.

— Eres el mejor.

Con una sonrisa, el hombre de nariz ligeramente roja se despidió tras tomar su pequeña mochila. A Felix no le molestaba el papeleo, era bueno en eso y todo lo que conlleva revisar documentos, podría decir que incluso lo disfrutaba un poco. Además aún había pocas personas en el lugar así que se sentía acompañado incluso si no interactuaban.

— Mierda de turno, eh. —dijo una de las chicas de un cubículo continuo—. Pediré pizza, ¿Quieres? Puedo pedir la familiar. De todas formas tenía pensado comprar un par para los que somos aquí.

— Que considerada, Elly. Voy a cooperar con el postre así que pide unos cuantos volcanes de chocolate.

La chica dio un par de pequeños aplausos antes de disponerse a teclear su orden desde la computadora. Felix amaba el ambiente de su estación, no eran muchos jóvenes pero los pocos que mantenían ese rango de edad solían llevarse muy bien y apoyarse. Los más grandes aunque no eran tan amigables, eran respetuosos y era lo único que le importaba, además el capitán de su sector era muy considerado con ellos y siempre los motivaba. Se sentía en deuda de hacer un gran trabajo porque era quien más lo apoyó con su proceso de mala memoria y de sanación emocional, otros sectores se habían negado a recibirlo por eso.

Tomó los expedientes y empezó a teclear los detalles de los casos en la computadora para llevar un registro de los que estaban pendientes por resolver. Sentía impotencia de ver la cantidad que eran, deseaba poder resolverlos todos y darle calma a la gente que esperaba una respuesta, pero un caso en particular hizo que todo le diera vuelta y que su estómago se revolviera.

"Sana Minatozaki, 9 años. Se encontraba de vacaciones con su familia cuando desapareció repentinamente en una tienda de conveniencia. Su madre dice que estaba junto a ella tomando un jugo del refrigerador cuando al voltear ya no vió a su hija. Las cámaras muestran problemas de reproducción por lo que varias horas del día, incluyendo la del momento del secuestro, no se encontró. Dos semanas después la niña apareció en un baldío, su cuerpo mostraba quemaduras de cigarrillos y varias pequeñas cortadas de navaja que denotaban fue torturada los días previos a su muerte. Presentó violencia sexual y la causa de muerte fue asfixia con un cinturón alrededor del cuello."

Felix tuvo que levantarse a tomar aire, se sentía tan mareado, tan asqueado. Era el mismo modo en el que murió su hermana y no entendía cómo podía ser así, a menos que fuera la misma persona. ¿Y si tenía la oportunidad de atraparlo? El caso de Sana había ocurrido tan solo un mes atrás, tal vez podría encontrar pistas si se lo proponía, necesitaba urgentemente una respuesta y llevar a ese animal ante la justicia.

Pero lo que descubrió fue más de lo que habría deseado.

Para empezar, hubo poca difusión entre las estaciones sobre el caso de Sana, prácticamente nulo debido a que el departamento peleaba era su caso y sin embargo no se movilizaron como era debido. Felix se sintió frustrado, ni siquiera recordaba que se los hubiesen comentado pues habría buscado por cielo y mar más pistas durante ese tiempo, pero pasó desapercibido. Buscó entre otros expedientes acorde al rango de edad y aunque habría unos más graves y otros menos macabros, dió con un par que correspondía al modo de operar.

— ¿Has estado bien? —la repentina pregunta sacó a Felix de su burbuja de investigación—. Llevas cuatro días con la cabeza metida entre folders.

— Creo que puedo encontrar a un tipo que se dedica a matar niñas.

— ¿En serio? ¡Eso es increíble! —habló su compañero—. Déjame ver.

Felix le tendió el folder del caso Minatozaki y en cuanto vio el nombre, al chico se le borró la sonrisa. Juraría que incluso vio su rostro palidecer en ese momento y tan solo un vistazo recibió antes de devolver el expediente.

— Esos casos no tienen pistas, Felix, deberías olvidarlo.

— ¡No! Hay mucho que pasamos por alto, definitivamente podemos encontrarlo, creo que el departamento ha pasado por alto cosas clave creyendo que son irrelevantes.

El chico resopló antes de regresar hacia su cubículo. Por su parte, Felix siguió buscando los siguientes dos días, había tantas cosas. Aunque se habló de violencia sexual, hubo dos casos donde no se hizo un exámen aunque se comentó había restos de piel entre las uñas de las niñas, Felix sintió su estómago revolverse de nuevo al leer eso. Esas niñas lucharon. Y Sana en particular, presentaba un par de huellas con sangre seca en sus muslos que a simplemente vista no correspondían al tamaño de sus dedos, pero se descartaron cuando la policía movió el cuerpo antes de que un forense llegara, casando que la sangre seca se corriera dejando solo un pequeño rastro de puntitos en la pálida piel que se llevaron la posibilidad de hacer justicia.

— ¿Sigues con eso? —preguntó su compañero, notoriamente molesto—. Te dije que eso no tiene pies ni cabeza.

— ¡No puedo dejar pasar esa negligencia! Fue eso lo que hizo que mi her-

— Felix, mira —interrumpió el chico—, entiendo que te preocupes por lo justo. Pero, ¿Has notado algo en eso?

— ¿Qué?

— ¿Quiénes siempre arruinan las escenas del crímen?

— Yo no... Pero...

— Estás entrando en algo muy jodido, amigo.

— ¿Por qué? —preguntó en un susurro cuando su mente conectó los hilos.

— ¿Quién más tendría ese poder?

Los ojos de Felix se abrieron otro poco en una expresión de sorpresa cuando entendió, un suspiro escapó de sus labios entreabiertos. El chico solo susurró un "exacto" antes de irse. Entonces Felix miró desde su cubículo la oficina del hombre al que llamaban capitán, ¿Era posible?

Entonces recordó como hace unas semanas el hombre llegó con un parche en la mejilla derecha, argumentando que su gato lo había rasguñado accidentalmente al tomarlo de modo erróneo. Soltó un sollozo intentando ahogarlo al morder su labio inferior. El tiempo en el que Sana no era encontrada aún. Pero Felix no entendía, o al menos deseaba no entender, no concebía la idea de que aquel gran hombre del que se sentía orgulloso como un segundo padre fuera capaz de hacer algo así.

Y la curiosidad pudo más que su instinto de seguridad. Porque muchas veces escuchó que esa maldita había matado uno que otro gato, pero en ese momento él tenía ganas de sujetarla por los cuernos y ser quien tuviera el control del lugar al que su necesidad de respuestas lo llevaría.

Buscó el expediente de Rachel.

Y su corazón se quebró por segunda vez cuando vió la misma ausencia de evidencias arruinadas por la policía. Una parte de su alma volvió a abandonar su cuerpo cuando el nombre de su capitán estaba incluído a cargo del caso siendo en ese entonces solo un policía de menor rango pero con la suficiente influencia.

Pero esta vez no se lamentó. El Felix de hace años había muerto un poco cuando su hermana ya no regresó a casa con el señor bigotes, el de ahora, el de ahora había renacido con solo una idea en mente: venganza.

Le importaba una mierda su vida, podría ir a prisión y estaría completamente de acuerdo si conseguía una cosa y solo una, hacer pagar al maldito. Quería encararlo, preguntarle tanto, exigirle una respuesta válida a una pregunta que sabía nunca tendría la justificación suficiente, porque no había un modo de sentirse en paz cuando su pregunta era "¿Por qué mi hermana?"

Pero Felix no era idiota, no podía llegar a su oficina y solo disparar a un hombre que era tan resguardado, no, no una salida fácil que lo dejara insatisfecho. Entonces empezó su plan de acercarse, de ganar la confianza suficiente para ser considerado leal, aunque su garganta quemaba cada que debía dedicarle una palabra, incluso su sus labios dolían cuando le dedicaba una sonrisa y que su estómago se revuelva cada que recibía una palmada en su hombro tras un trabajo bien logrado.

Había valido la pena, cada jodido día de fingir definitivamente fue bien gastado cuando tuvo a ese hombre a sus pies suplicando la muerta, deseando el fin a su tortura. Pero Felix solo estaba comenzando. Después de todo, solo esperaba una oportunidad.

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