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22

La zona empezó a ser acordonada, algunos policías empezaban a hacer que los curiosos se retiren alegando que no podían permanecer ahí o contaminaría la escena del crimen.

— La iglesia permanecerá cerrada unos días mientras se investiga —habló un policía mientras con sus brazos extendidos continuaba evacuando a la gente.

— ¡No pueden cerrar la casa de Dios y privarnos de su gloria! —se quejó una mujer, consiguiendo que otras cuantas estuvieran de acuerdo en alegar.

— Pensé que su Dios estaba en todos lados —se escuchó la voz de Minho, quien aparecía con Chan—. No creo que le moleste usted rece en su casa en vez de un sitio donde se cometió un asesinato.

La mujer le dedicó una mala mirada antes de alejarse diciendo que no discutiría con un condenado, Minho solo sonrió antes de hacerse a un lado para permitir que Chan ingrese. El mayor entonces se abrió paso hasta llegar a la escena, haciendo una mala cara mientras se acercaba hacia Felix.

— He visto crímenes de odio pero esto fue tanta ira acumulada —dijo Bang.

El rubio asintió, suspirando con pesar mientras llevaba su diestra hacia sus cabellos para revolver un poco los de la nuca.

— No pensé que alguien lo odiaba tanto para esto, el pueblo es tan devoto.

— Tal vez por eso es que alguien estalló —murmuró Minho, acercándose a ver una de las copias de fotos repartidas por el lugar.

Eran fotos de niños y niñas desnudos, eran tomas muy oscuras, como si de un sitio oscuro se tratara, apenas podía distinguirse pero pudo sentir el coraje en todo su cuerpo al ver todas esas pequeñas caritas sin percatarse de lo que sucedía, toda esa inocencia nublada.

— Nunca demostró esto... —habló uno de los policías en el lugar, mostrándose afligido—. Parecía tan bueno, ahora temo por las veces que confié ciegamente a mi hijo en las clases de catecismo...

— Creo que lo mejor sería que los padres de los involucrados no trabajen en el caso —comentó Felix—, pero debemos revisar primero, no se angustie con anticipación y seamos positivos respecto a su hijo.

El policía asintió aún con los ojos reteniendo lágrimas, se sentía tan culpable y consternado. El sacerdote había estado aprovechándose de esa confianza para abusar de seis niñas y tres niños en todos esos años, la gente estaba en shock, se sentían traicionados y ahora vulnerables porque si el hombre que mejor actuaba en ese lugar resultó ser un monstruo, cualquiera podría serlo. El hombre se había desangrado, su miembro fue cortado, pero mostraba golpes que aparentemente lo habían dejado aturdido por lo que no pudo hacer más, la iglesia había estado vacía por el cambio de horario en la misa y durante ese tiempo nadie solía acercarse pues el sacerdote aprovechaba en hacer sus cosas por lo que solía estar ocupado. Ahora las personas no podían evitar preguntarse si alguna vez, en una de esas tantas ocasiones donde se acercaban, de haber tocado la puerta ¿Podrían haber detenido alguno de esos abusos?

Por su parte, Hyunjin había abandonado el lugar apenas pudo, no estaba listo para retomar su conversación con Felix y ahora todo eso lo había aturdido, no estaba entendiendo nada. Apenas entró a casa cerró la puerta tras él y casi de forma automática corrió hacia la habitación, sintiendo un enorme alivio cuando vio a Jeongin aún dormido, sin embargo, no pudo evitar acercarse a él para poder tocar con suavidad su hombro.

— Jeongin, es tarde, despierta.

El mencionado empezó a abrir sus ojos, frunciendo sus labios mientras se estiraba, poco a poco consiguiendo ver con claridad y sonriendo en cuando notó a Hyunjin, por lo que no dudó en decir "buenos días" con su voz ronca, cosa que finalmente hizo al mayor bajar la guardia. Uno no podía fingir despertar, había algo en cuando lo hacías de forma natural que no podía igualarse a fingirlo, y Jeongin realmente despertaba apenas.

Entonces se sintió culpable por creer que el chico pudo actuar por su cuenta en eso. Jeongin no lo haría, es decir, tal vez podría comerse a alguien porque su instinto lo sobrepasaba pero nunca idear algo como eso, sobre todo porque no sabía como copiar imágenes. Sonrió, pasó de sentir culpa a sentirse un tonto. El problema ahora es que si ninguno de los dos lo había hecho, había una tercera persona suelta por ahí. Aunque, ¿Podría ayudarlo? Felix sospechaba de él, pero no había forma en que hubiese matado al sacerdote mientras estaban hablando, ¿Sería una buena coartada?

— ¿Está todo bien? —preguntó Jeongin luego de unos segundos en silencio, donde el mayor solo lo miraba sin expresión alguna consiguiendo que se sintiera incluso un poco incómodo.

— Felix sospecha de nosotros —respondió sin titubeos, lo mejor es que también estuviera al tanto.

Jeongin se sorprende pero al mismo tiempo pareciera tan calmado, Hyunjin no puede evitar preguntarse si es porque no consigue entender en su totalidad la gravedad de que ya empiece a sospechar de ellos, pero decide no preguntar nada y solo dejarse caer de espalda contra el colchón. Está cansado, frustrado y más que cualquier otra cosa, confundido, no tiene ganas de hacer nada el resto del día y parece que Jeongin lo entiende pues se limita a recostarse a su lado, apoyando su frente contra su hombro para poder seguir disfrutando de esos minutos de paz.

Hyunjin voltea un poco su cuerpo, lo suficiente para pasar su brazo sobre el cuerpo del menor y poder abrazarlo, el chico se muestra feliz por eso y se remueve contra él un poco, restregando su cabeza contra su pecho y él sonríe, porque le recuerda a un pequeño gato recibiendo afecto. Tampoco puede evitar preguntarse en qué momento cayeron en esa situación, en qué momento él lo hizo. ¿Las cosas habrían sido diferentes si el día que se conocieron hubiese entregado a Jeongin? Si en vez de curarlo lo dejara desangrar, herido hasta que su padre llegue y ponerle fin a todo ello. Habría seguido su vida normal, yendo a clases, saliendo solo un poco entre un grupo reducido de compañeros y de fiesta con Seungmin, ya no habría más toque de queda porque era el menor quien se encargaba de desaparecer a las personas, eventualmente la normalidad habría regresado a su pequeño pueblo.

O tal vez nunca existió realmente aquello llamado normal y por eso es que el sacerdote había muerto.
Y él definitivamente no sería feliz, no lo era antes, gracias a Jeongin había encontrado una parte de él que ya estaba ahí, solo ansiosa de salir. Adoraba la sensación de sentirse tan poderoso, de decidir sobre una vida, el éxtasis en su cuerpo, la adrenalina cada que podía tomar el bate, los músculos de sus brazos tensos a cada golpe que ejercía.

¿Estaba mal? Lo que hacía, cómo lo hacía y la razón. Empezaba a sentir un poco de culpa, pero al mismo tiempo la sensación de que se estaba forzando a sentirse así pasaba por su mente. Porque no, él sabía muy en el fondo que no se sentía mal.

Recordaba cuando era más joven, tenía nueve años y jugaba en el jardín de su casa, su padre cocinaba algo, podía percibir el aroma de la carne desde donde estaba pero estaba más concentrado en correr por la delgada capa de nieve que empezaba a cubrir la calle, solía nunca alejarse de su casa cercana a los límites del bosque por recomendación de su padre, pero esa tarde un ruido llamó su atención y no dudó en acercarse a investigar. Las pocas ramas que conforme avanzaba iban haciéndose más empezaban a picar su cuerpo, pero se sorprendió cuando lo vio ahí, una ardilla que luchaba por soltar su cola atorada bajo una piedra y unas ramas rotas.

No era tan pesada, sabía perfectamente que podía tomarla y ayudarla a soltarse, porque era consciente de que estaba sufriendo, el frío calaba tanto que incluso sus manos bajo los cálidos guantes podían sentirse un poco frías. Pero por alguna razón algo llamaba su curiosidad en ella, en verla removerse de esa forma tan peculiar, del ruido que emitía. Hyunjin dio otro paso más y el ruido de las ramas bajo su pie pusieron en alerta al animal que empezó a moverse con más fuerza, el chico se sorprendió, ¿Por qué le tenía tanto miedo? Solo quería observarla. Pero la ardilla parecía tan angustiada en su intento por liberarse, la nieve empezando a cubrir sus patas y Hyunjin entonces pensó que tal vez era tarde para ella.

Estaba histérica y posiblemente moriría de frío, aunque la solución era tan sencilla como levantar la piedra que le evitaba correr, Hyunjin tomó otra un poco más grande que estaba a pocos pasos de distancia y regresó, miró por unos segundos al animal que se había quedado estático debido al miedo, aún así, tras saciar su curiosidad dejó caer la piedra acabando con la vida de la ardilla al momento. Observó ahora la piedra en el suelo y la sangre manchando apenas la nieve que poco a poco era cubierta por otra capa hasta que ya no había rastro de ello.

Después de todo, ya estaba condenada.

— ¡Hijo! —pudo escuchar la voz de su padre llamarlo, así que regresó rápido hasta su hogar, sonriendo apenas lo vio—. Ahí estás, ¿Qué hacías?

— Miraba la nieve —respondió mientras ingresaba rápido a casa para obtener algo de calor.

— Te gusta mucho, ¿Cierto?

El menor asintió manteniendo su sonrisa, ya ni siquiera recordaba a la ardilla, había sido tan irrelevante para él. Pero eventualmente el recuerdo llegó a su mente conforme crecía, al igual que los recuerdos de los otros tres animales.

Como su bonito pez betta que su padre le regaló al cumplir once, pero Hyunjin quería un perro, así que no recibió bien la noticia de que tendría un aburrido pez a quien cuidar sin recibir nada a cambio, no habría paseos ni juegos porque pasaba solo todo el día nadando de un lado a otro y eso lo ponía de mal humor. Así que pensó que si ese pez no estuviera en casa tal vez podría tener su anhelado perro. Una noche en la que su padre llegaría tarde acabó por sacar al pez del agua y lo dejó en la mesa, viéndolo como saltaba de un lado a otro hasta caer al piso y continuar con sus movimientos bruscos. Se sintió asqueado, la sensación del pez en su mano no era agradable, pero cuando finalmente dejó de moverse tuvo que tomarlo una última vez para regresarlo a la pecera.

Esa noche fingió llanto porque su pez había muerto, pero solo obtuvo palabras de consuelo de su padre, nunca un perro ni otra mascota. Pero estaba bien, porque las ganas de una se habían ido a los pocos días.

Entonces no pudo evitar mirar a Jeongin descansando contra su pecho, nunca era consciente de esos momentos hasta que ocurrían y ahora la duda atacaba su mente, ¿Se atrevería a hacer algo si sentía que el menor había terminado de saciar su curiosidad?
El menor bostezó antes de seguir acurrucado, no tenía ganas de dormir más pero aquello era tan agradable y cálido que solo deseaba seguir acostado. Hyunjin sonrió y dejó un beso sobre su frente, no, definitivamente por ahora todo estaba bien.

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