Mes n°8 [segunda parte]
Hoy es el día en el que debo ir al veterinario.
Sinceramente no sé que es, pero confío en ti, así que supongo que no es nada malo.
Cuando despertaste, yo ya estaba merodeando por la casa.
Así que, mientras te esperaba, empiezo a asearme.
Luego de que ya estuvieras listo, te acercas, pero con un objeto en la mano.
Era ahuecado; sin embargo, yo cabía perfectamente en él.
—Ahora a meterte en la jaula —dijiste.
Dejas la jaula en la mesa y te acercas nuevamente para tomarme con tus manos.
De nuevo me estremezco, ¿por qué me ocurre eso?
Me transportas hasta ella e intentas adentrarme, pero no te dejé. No se veía muy acogedor.
Así que no tuviste otra opción que usar la fuerza, y lo lograste, aunque te ganaste unos cuantos rasguños.
Cierras la rejilla rápidamente, evitando de que pueda salir.
Te hago maullidos como muestra de reclamos.
—Lo siento Natita —te disculpas—. Pero tengo que llevarte de esta forma.
Tomas la jaula conmigo dentro y abres la puerta de la casa para irnos a nuestro destino.
(...)
Después de una larga caminata —por lo menos así lo sentí— ingresamos a un recinto y caminas hacia una señora que estaba sentada en un escritorio.
—Buenas días —saludas—. Tengo hora con mi gata.
—Por favor dígame cuál es su nombre...
No quise seguir escuchando la conversación, yo sólo quiero salir de esta prisión.
Después de unos minutos noto que terminas de hablar y te diriges a los asientos, junto con otras personas y sus respectivas mascotas. Muchas de ellas eran perros; no pude evitar estremecerme del miedo, no tuve lindos momentos con ellos en mi vida callejera.
¿Qué es este lugar? ¿A dónde me trajiste, Robert?
Para intentar calmar mis nervios y también ansias de escapar de este encierro, empiezo a mirar con más detenimiento nuestro alrededor.
Al frente de nosotros habían otros asientos en la pared, con vista hacia nosotros. En una de esas sillas yacía sentada una señora, ya anciana, y usaba una vestimenta bastante... peculiar; tenía bastantes accesorios y en su... bolso —sí, así se llamaba— tenía en su interior un... ¿gato?
Enfoco la mirada y compruebo lo que en verdad estoy observando: un gato gordo y peludo, con el cabello más sedoso que yo y... no dejaba de mirarme. Su expresión denotaba desprecio hacia mí.
Lo miro confundida, ¿cuál es su problema?
—¿Su gata está enferma? —Interrumpe mis pensamientos una voz aguda y femenina.
—Por lo que sé, sólo tiene pulgas —contestas tranquilamente—. Pero también la traje para vacunarla.
Después de que pronunciaras esas últimas palabras, el gato gordinflón empieza a mirarme con malicia.
Honestamente, no entiendo nada de lo que está ocurriendo.
—Natita —Escucho que me llama otra voz femenina.
—Ya es la hora —dices y te levantas del asiento con la jaula en mano para dirigirte hacia donde provenía la voz.
Veo que entramos en una sala más pequeña y me dejas en una mesa metálica, miro hacia la puerta y veo a una mujer de aspecto joven entrando a la sala, dejando la puerta cerrada.
¿Ella es el veterinario? Estoy más confundida.
Se acerca a nosotros con una sonrisa.
—Así que ella es Natita —exclama con cariño mientras se acerca a la jaula para observarme.
Hago un maullido como afirmación.
—Sí, ella es —asientes.
—¡Es muy linda! —Me está empezando a caer bien—. Y usted es...
—Robert.
—Bien, Robert. —Se aleja de mí y te mira circunspecta—. ¿Cuál es el problema de Natita?
—Tiene pulgas.
—¡Ah qué bien! Es sólo eso. —Suspira—. Sólo hay que comprarle un collar antiparasitario, ya que los gatos merodean, y además aspirar la casa, sobretodo en sus lugares de descanso.
—¿Sólo eso?
—Sí, y cepillarle el pelaje más seguido.
Asientes con la cabeza y ella se acerca a observarme nuevamente.
—¿Cuándo fue su última vacuna?
Te quedas callado por un momento y por ello la mujer te mira.
—Bu-bueno... —titubeas—. Nunca la he vacunado...
—¿Cómo dice? —Te mira sorprendida.
—La encontré hace varios meses en la calle —dices mientras poco a poco bajas el tono—. Y... por la Universidad me olvidé completamente de traerla.
La mujer no dejaba de mirarte anonadada. Luego suspira para guardar la calma y dice:
—Voy a revisarla.
Se acerca nuevamente y abre la rejilla, ¡por fin libertad!
Intento salir con tranquilidad y termino totalmente descubierta.
—¡Hola Natita! Déjame revisarte.
La mujer me transmitía confianza, así que la dejé.
Después de varios minutos de revisión y de tantas expresiones nerviosas tuyas, ella termina, o eso creo.
—No tiene nada de extraño —concluye—. Sin embargo, le inyectaré la vacuna para la rabia y... las otras que habían que inyectarles hace tiempo —dice dándote una mirada seria y fulminante.
Esbozas una sonrisa nerviosa y la doctora se aleja, dejándome sola en la mesa. Luego se coloca unos guantes muy peculiares, toma un objeto tubular con una... aguja en un extremo.
Después de que haya terminado, se acerca a mí con ese elemento.
¿Qué me va a hacer?
—Esto dolerá por un segundo —advirtió mientras avecinaba la aguja en mi torso, cerca de la cola.
¿Dolor? ¡Robert haz algo!
Pero como me lo temía, sólo me mirabas, no tienes reme...
Un pinchazo interrumpe mis pensamientos.
(...)
—¡Lo siento por los rasguños doctora! —te disculpaste con preocupación mientras salíamos de la sala. La mujer ríe dulcemente.
—No se preocupe, estoy acostumbrada —contesta con una sonrisa—. ¡Cuídate Natita!
Nada de «Cuídate Natita», sólo quiero irme de este lugar, ¡es un sitio de tortura!
De pronto veo al mismo gato gordo de antes, y me estaba observando atentamente.
—¡Señor Minino! —llama la misma mujer mientras preparaba otra aguja tenebrosa.
Se levanta la señora junto con su bolso, resultó ser ese mismo gato.
Lo miro con malicia como venganza y alcancé a notar en su mirada pánico.
—Adiós —le digo a través de nuestro lenguaje en tono burlón. Me da una mirada fulminante antes de que entre a la sala.
Justo en ese momento te volteas y nos vamos de este horrible lugar.
*~*~*~*~*~*~*~*~
N/A
Hoy fue capítulo largo ^_^
Lo escribí por ustedes mis bellos lectores, que poco a poco van aumentando <3
¡Los quiero!
Valentina H.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro