Mes n°20 [tercera parte]
¡Ya me aburrí de esto!
Me quedo unos segundos esperando a que Robert se moviera de ahí para poder emprender lo que tengo pensado.
—Voy a buscar algo de comer para la peli —avisas y te diriges a la cocina rápidamente, sin notar mi presencia.
¡Perfecto! Hora de salir de mi escondite.
Me adelanto hasta el final del pasillo, mostrándome de manera completa la vista de mi nueva enemiga.
No tardó en darse cuenta de mi cercanía. Su cara de espanto es demasiado notorio.
—Gatita, no sigas acercándote por favor... —me solicita agudizando la voz. Le hice caso omiso a su favor.
Es inevitable sentir placer en este momento.
Me acerco de forma más rápida hasta llegar a los pies del sofá.
—¡Quédate ahí! —Levanta los pies para alejarlos de mí. Por ello, subo al sofá y me coloco a su lado.
—A-a-a... ¡Aléjate! —ordena con incipientes estornudos y se coloca de pie.
—¿Qué ocurre? —preguntas asomándote en la entrada de la cocina—. ¡Natita!
Emito un maullido fingiendo inocencia. Te acercas y me tomas nuevamente, transportándome hasta tu habitación.
—Al parecer no entendiste mi mandato, así que te quedarás aquí ¡Dejaste mal a Michelle! —exclamas enfadado y te vas cerrando la puerta.
Por lo menos logré mi acometido.
Sin embargo, ¿qué gané con aquello?
Me subo a tu escritorio y salgo por la ventana que estaba abierta; quiero reflexionar un momento al aire libre. Así que, trepo por nuestro árbol y salto hacia el tejado, acostándome en él.
¿Valdrá la pena hacer esto para que Robert la deje? ¿De qué sirve si me seguirá observando como una mascota?
Varias preguntas se formulaban en mi cabeza. Miro hacia al frente con tristeza y confusión hasta que una silueta quita todos mis pensamientos.
Me quedo boquiabierta ante lo que estoy viendo.
Una deidad que se encuentra al frente de mi casa me deja sin palabras, una deidad que representaba a la masculinidad y sensualidad misma; esa suavidad al caminar, ese meneo de su cola, un pelaje que simbolizaba sin problemas a la elegancia.
Un gato siamés se acomodaba en su tejado, con el pecho y la vista erguida.
No sé por cuánto tiempo estuve observándolo anonadada, porque ocurre algo inesperado.
Gira su vista hacia mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro