99; Al final siempre fuiste mi Roma del revés
Digo lo siento hoy, las ganas de escribir se esfumaron, cuál café acabando de mis labios.
Fije que iría a verte pero entre mi reflejo me quede apresada, aunque son excusas, cuándo en realidad la culpa es mía y quede nominada a la lista de corazones vacíos ganando el premio en lágrimas.
Hoy con crudeza te digo,
que te quiero de nuevo,
te quiero para atardeceres,
para ese último minuto en que me lleves al cielo y me quemes en tus manos de terciopelo rojo.
Que las serpientes escondidas en mis caderas se enamoren de tus manos domadoras de bestias.
Que me digas que tú nombre suena más precioso si salen de mis gemidos y saber que luego del olvido me tomas entre tus brazos durmiendo entre mi pecho y mi latido.
Que mis hojas sean tu nido dónde descansar y tu gélido monumento sea mi más cara obra a comprar.
Que me desees más que el suicida desea morir.
Que des todo por hacerme feliz, para serlo tú también. A mi lado, claro
Qué entre lluvia y granizo tomes mis pétalos, beses cada rincón de mi cuerpo diciendo, qué cómo tu nadie lograría tatuarme con tanto esmero.
Que cómo tú, nadie mejor me amaría, que lo creas y lo digas. Y lo marqués con eternidad en tú latir.
"Que siempre fuiste mía, sólo mía".
Susurras a mi oído, que no haya sido un vago recuerdo de un sueño perdido.
Qué me desencadenes del pasado que nosé si volverá a enredarme. Qué me coloques de la A a la Z en una mirada, que seas mi medicina y mi maldita medida a muerte.
Que te salve del abismo.
Y que te apoderes de mis delirios.
Simplemente que me ames.
Mierda que me ames y jodas a la puta de la vida que me deja a medio clímax en seco.
Que te comas al ofrecido destino, qué se devora a todos con esmero y a mi me tiene cómo juguete para ratos placenteros y olvidados.
Que me quieras más que yo te quiero a ti. Que seas mío, mi cárcel y mi reino.
La paz en medio de esta guerra y mi dulce remedio al dolor del profano desespero del olor de tus camisas cubriendo lo que el trapecista quiere caducar y el aventurero quiere hallar.
Sin más gracias por leer, lo que te rompe entre respiraciones el corazón de cristal revestido de acero que traes en tu cavidad torácica intacta de manos mugrientas rebuscando el dolor para destruirte.
Gracias y hasta luego, que mi Roma (Anhelos del destiempo)
ojala tomado y cumplido su propósito.
Por lo pronto esto queda en un final intermitente.
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