91; Conjugación imperfecta
Ya veía trenes chocar, nubes desaparecer y ojos mecerse al compás de un último suspiro.
Conocí Roma y me beso con tanta fuerza que me marco la vida, me dejo heridas que no sana ni suturándolas con curitas.
No debí decirte que las estrellas fugaces concedían deseos, no debí.
Pero ¡cuán adictivo te volviste para mi!
Seremos dos pétalos que se inundan, se pierden, tocan otras manos, paran en otras casas, florecen, mueren y vuelven a revivir para encontrarse de nuevo ¿no?
Eres mi primer desliz entre embriaguez sin conocimiento, prendas que van pegadas al cuerpo, insonoros pedidos de auxilio a tu tórax lleno de recuerdos que siempre termina en pena.
Sube al edificio, tira desde allí tus deseos. Vuelve y edifica una casa, no sabes cómo será pero ya te encanta, no la casa, sino la ilusión qué te hace el verme acostada en el sofá a tú lado.
Y por qué no, en tú cama, hablando de ¿porqué las 7 maravillas del mundo?, porqué no 8 u 9 incluso 10. De zarandeces similares.
De que me comas la boca a tragos amargos, de que tomes el balón y juguemos un rato.
¿Quién dice qué el balón forma parte del trato?
Dejemos los jueguitos a los niños, que quiero la guerra entre tus manos, romperte el corazón y volver a armartelo.
Quizás sea Ámbar para tus labios y tú mi adictivo helado, pero quiero partidos de dos, o cambiaré de contrincante.
Dolerá, pero tengo camino aún para marcar con mis llantas cómo para esperar, si quieres te como cada miedo, te enseño a cruzar la señal de prohibido.
Pero si sigues sin mostrar el león en el coliseo romano, diré lo siento, aunque me mate en el intento de silenciar esos momentos, pero no tengo nada que perder. Un corazón roto que agregar a la colección.
Pues así acabará, nadie tiene un final de cuentos, por eso prefiero vivir mi espejo roto a mi baile.
¿Te animas?
Te espero.
Pero no le encuentro la luz a este sendero, me aburrí de ver a los faraones y no disfrutar de sus reinos. Pues lo acepto tengo miedo, cómo tú.
Pero lucharía contra mi misma, pues yo soy el problema y no quiero condenarte al dolor y a la pena.
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