79; Una realidad y un corazón asesinado
Quería que fueras esas uñas arañando la pared, ese sonido que retumba en mis días, que fueras ese líquido cayendo sin dueño entre paredes llenas de moho y plantas tan vivas entre sí.
Un final en esas novelas proféticas las que no
dejabas de leer, las
que calcan un amor
tan eterno con nombre
de mi trayecto sin causa
concreta de un homicidio
sin presidiario encerrado
entre barrotes blancos.
Podría escribirte mil palabras con sentido más que poético si quisiera, hacerte flotar con expresiones metafóricas del hueco trayecto de mi corazón
a ese latido intermedio de mi locura y sanidad, las que caminan sobre la cuerda
floja de mis frenéticos
intentos de no caer al
v a c í o.
No siento nada,
no duele,
o quizás si
y sólo lo niegue.
No estás,
nosé si volverás, pero hay cosas que no puedo cambiar,
aunque lo intente.
Hoy roce el infierno en mi cielo. Soy suicida, aunque a tú lado logré re ubicar mis pensamientos alejados del dolor, del pesimismo, de los traumas, de las caídas, de lo egoísta que soy.
De lo que soy.
Del odio que guardo dentro,
de aquellas canciones que no
dejan de resonar dentro, de
ese sepulcro de auriculares
que guardo en cajones, de mis ojos sin vida, de las ganas que tengo de acabar con estos
jodidos días.
Traté de evitarlo, no pude.
No pediré perdón, pues saborearla de nuevo,
sentirla alborotándose, recorriendo mi brazo...
Es...
Es inimaginablemente asombroso.
Meses de "sobriedad"
acabados en un simple acto,
algo que me he ganado
por ser tal insulto a la obviedad.
¿Cuántas veces deseé saltar?
¿Creíste que me salvarías?
Al menos lo intentaste.
No quiero ver el conjuro de lo frío de mi ser. Estoy repleto de veneno, cuál serpiente entre cabos sueltos, mojado deseando que un cable me toque acabando con las rodillas raspadas y sin respiración.
Soy un conjunto de huesos y moléculas moviéndose por inercia, una risa psicópata, vivo al ras de la oscuridad y la luz
Mi mirada no sabe a dónde dirigirse, todo se ve sombrío. Hace días perdí la culpa de pensarte, ahora pensarte aunque suene mal, me da igual, me dañaste sin quererlo y no te culpo.
Y ni pienses en culparme, desplegue mis alas y me las arrancaron de la peor manera por ti, por permanecer a tú lado.
385 palabras y contando.
Cómo películas que sabes cómo acabaran pero te insistes en verla. Cada paso es una piedra mas dañandome los pies, llovizna que se lleva consigo mis penas en formas de agua salada.
Me ahogué, escape y la encontré.
La olvidé, ahora se por qué algunos a vez sus ojos fueron mis pulsos. Es imposible no enamorarte, más de sus
palabras, certeras, dulces, desesperadas, dudosas,
furtivas, pervertidas,
esas que traspasan los
dedos.
Era esa huella que quedaba cuándo sabes que algo duele
por hacerte feliz, era mi poeta, aunque hace tiempo perdí su voz.
Dejó de ser mi puñal en versos
y yo dejé de pertenecerle a su delirio inconstante.
Delgada línea del viaje sin cómplice, la verdad del
ahorcado que no quiere
m
o
r
i
r.
Soy lo que dicen suicida ¿no?
Me trague mil pastillas, tomé incalculables sables en forma de alcohol y me reprimí el pulmón con caladas que llevaban tu aroma lejos de mi.
¿Y sabes silencio asesino?
Me enamoraré de ese poema viviente que son sus perfectas simetrías.
Ya que hay guerras que lamentablemente no podré ganar.
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