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Quería enseñarte mis poemas, palabras escritas entre el ocio y la flojera de esos latidos congelados en el tiempo.
Mostrarte con caricias el cielo oculto entre infiernos, el nada de un todo, que dos cuerpos podían tocar el eclipse de lunas y soles con simples miradas, ser un imposible en los labios de los incrédulos.
En mis módulos incansables hay dos posibilidades sin cesar.
¿Podría haberte enamorado?
¿Podría haberte hecho feliz?
No, no lo hubiera logrado.
Era mi deseo, esa balada triste que marca la muerte y eterno sacrilegio de mi alma.
La decisión indecente de unos labios fríos, carentes de empatía. Memoria selectiva, corazón soñador.
Soñé que en mi despedida me susurraste un dolido "no te vayas". Pero sólo fue mi mente. No lo hubieras dicho nunca.
Espero que mis palabras se la lleven los vientos, mi tiempo acabó.
Una última cosa.
"Traza en tus ojos esbozos de eternos latidos.
Llama a la calle brillante que juraste no cruzar.
Pero no validaste tú cheque a la eterna vida de mariposas en jardines de loto.
No llenaste ese desierto con aguas.
No dejes que el sufrimiento deje que gane esa partida en la que apostaste tus mejores cartas.
Perdiste.
Ganaste
Ahora queda ese sin voz, azul melancólico, ese abrazador sentimientos devastador cuál terremoto.
Moviste tus alfiles, yo, reina me quede sin rey. Sin tabla de ajedrez, sin nada, sin nadie.
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